miércoles, 27 de abril de 2011

DESDE EL INFIERNO: CORRESPONDENCIA ENTRE ALAN MOORE Y DAVE SIM (3 de 7)


“Desde el Infierno: Correspondencia”, (1997), cartas entre Alan Moore y Dave Sim en Cerebus números 217 a 220; reimpresas en “The Extraordinary Works of Alan Moore”. Parte 3 de 7. Traducción de Frog2000. Primera parte, segunda parte.

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Dave Sim

Sí, las consecuencias provocadas por la impecable represión del pecado que llevó a cabo el primer Imperio Cristiano Global en ciudades y pueblos, mientras utilizaba de forma ilícita el “amor hacia el que no se osa decir su nombre”, no deberían desestimarse, por su enorme (quizá el más gigantesco que se haya visto nunca) dinamismo. Aunque estoy de acuerdo en que es muy fácil juzgar desde nuestra ventajosa visión de finales del Siglo XX. Y en cuanto a tus más recientes reflexiones, ¿crees que los actos criminales son importantes porque atraen mucha atención o atraen tanta atención porque son muy importantes? Un “sí” simultáneo podría ser la respuesta a ambas preguntas, o a las... er... cuatro preguntas...

Enfilemos de nuevo la ruta hacia el Dr. Gull. Cuando me leí la noqueante primera secuencia donde aparecía la Reina Victoria me dije: “Bueno, aquí viene la Caballería de Alan.” En todo caso creo que fue una apuesta arriesgada y me pareció toda una lástima. También me dije que su Real Majestad (la actual, quiero decir) podría haber sido servida estupendamente si alguna vez hubiese llegado a entrar en contacto con un personaje como Rasputin. (Y si el tráfico fuese fluido y necesitaras hacerlo, estoy bastante seguro de que serías capaz de llegar desde Northampton hasta el Palacio de Buckingham en un par de horas.)

Creo que podrías haberles hecho un servicio admirable a Fergie y a Di Fiasco. Y así y todo, también puede que no.

De todas formas, 
en tus apéndices sobre Victoria Regina aparecen dos apuntes en los que aludes a un altercado con el mucho más maligno (al menos si lo comparamos con nosotros) Señor Campbell. Como los escándalos me dan muchísimo morbo, me gustaría cronometrar el momento concreto y (mientras nos sirves la rica basura) cualquier otro punto de fricción en el lado creativo que pueda haber surgido durante vuestra colaboración.

Lo digo con toda seriedad, vuestra fuerza de voluntad y la forma de concentraros en vuestra respectiva creatividad me ha impresionado un montón, y mientras que tú eras el guionista de este proyecto y Eddie era el dibujante, tú también te has convertido en algo cercano a un ilustrador y Eddie (algo con lo que creo que también estarás de acuerdo) ha terminado convirtiéndose en algo parecido a un guionista. Porque si no os hubiéseis “enredado” en algún momento de vuestra colaboración, podría habernos sonado al resto como poco natural.
Alan Moore

Me temo que de nuevo no estamos de acuerdo, porque la verdad es que no recuerdo que se produjera ninguna discusión importante entre mi ancestralmente desafiante dibujante y yo durante los ochos años que nos hemos tirado con la obra. Me refiero a que nuestra respectiva postura sobre la Reina Victoria no originó ningún problema digno de mención, y además Eddie no se quejó ni la mitad de lo que doy a entender cuando se leen mis anotaciones de los apéndices. Me refiero a que no me gusta mucho que alguien tenga la más mínima oportunidad de calumniarnos o de tergiversar las cosas. No sé... en realidad nunca llegó a pasar nada de nada. Y esto me gustaría enfatizarlo, ¿sabes a lo que me refiero?

Lo único que me comentó una vez fue que se había dado cuenta de lo que estaba intentando hacer desde un punto de vista histórico: un retrato de la Reina Victoria un poco injusto e innecesariamente duro, y que la realidad parecía escaparse volando por la ventana cada vez que la Gorda Vicky hacía aparición. Me sorprendió mucho, porque creía que la realidad ya se había escapado volando cuando incluimos aquella gigantesca Cabra-Dios de tres cabezas en el segundo capítulo. De todas formas, me acuerdo que le dije que probablemente tenía razón, pero que no me importaba demasiado, porque pensaba que los Hannoverianos sabían cuidarse bien de sí mismos, y como uno de sus descendientes era propietario de aproximadamente un tercio de las Islas Británicas, de alguna pequeña forma ese hecho habría consolado a la Reina por salir retratada en From Hell como una vaca miserable. Además, le prometí que en lo sucesivo no habría más apariciones suyas, por lo que Eddie ya no tuvo que preocuparse más y se quedó satisfecho. Sí, por supuesto que eso que se está oyendo son nuestras Distinciones Honoríficas yéndose por el cagadero. Oh, ¿y qué?

Aparte de este asunto, me parece que no se produjo ninguna discrepancia más entre nosotros. No me refiero a que en otras ocasiones Eddie no discutiera conmigo (y con toda la razón) algunos de los más importantes detalles históricos, como la escena en la que Netley conducía a Gull por el Puente de la Torre todavía (por aquel entonces) sin finalizar. Recibí una punzante y sarcástica fotografía fechada del puente a medio terminar con el pequeño carruaje y los caballos zambulléndose por un lado de las obras hacia
 el Támesis, todo ello completado con un pequeño bocadillo donde se podía ver dibujada la palabra “¡Yaaaaagh!”. Era ingenioso y divertido, pero en realidad no lo era. La verdad es que no está bien reírse de la gente humilde ni de los que cometen algunos otros errores involuntarios por el estilo, ya que termina siendo bastante infantil.

Supongo que te esperabas que se hubiesen producido más trifulcas. Me refiero a que tienes mucha razón cuando afirmas que Eddie y yo tenemos una gran fuerza de voluntad y que somos personas muy tercas, pero por otra parte él suele consumir antes del brunch tres botellas de un Chianti particularmente perjudicial, y por lo general yo estoy medicado hasta un punto en el que tan sólo puedo hacer señales con el movimiento de mis ojos. Eso significa que aunque hayamos pasado por momentos duros, o incluso violentos, ninguno de nosotros es capaz de recordar el hilo de nuestras argumentaciones durante el tiempo suficiente como para intentar convencer al otro, o incluso qué es lo que queríamos decir en un primer momento. Si no existe una verdadera solidaridad entre los deliberadamente disfuncionales, tampoco debería haber ningún desacuerdo coherente. En realidad lo que tenemos montada es una asociación laboral.
Dave Sim

Creo que si queréis, podríais conseguir una importante donación de la Clínica Betty Ford por esta Guía para la Colaboración Exitosa en un Cómic. Si es necesario, 
no dudéis en llamarnos tanto a Gerhard como a mí para corroborar las cosas o recibir nuestra llamada de apoyo, por favor.

Y ahora sigamos. El Doctor William Gull.

Empezaré parafraseando algunas de tus observaciones de 1988, particularmente las que hiciste sobre el asesinato como ritual. Creo que en aquellas sociedades en las que se practicaban sacrificios de animales y humanos para aplacar a sus dioses, se hacían tanto para liberar energías místicas como para muchas otras cosas. Es algo que hemos “perdido” por culpa de nuestra tecnología y nuestros avances científicos. Por ejemplo, cuando pensamos en los emperadores y curas romanos sacrificando animales y luego leyendo los augurios en sus entrañas nos parece un oficio terrible y descerebrado. Y sin embargo, tan sólo era uno de los aspectos más extremos de una forma de vida diferente a la nuestra en la que se podían observar fenómenos naturales de todo tipo como si fuesen otro lenguaje. Ver a un cuervo aterrizando en el escudo de un soldado o a un búho a plena luz del día tenían un significado muy claro para aquellos que vivían su vida en aquel contexto. La evidencia parece indicar que los auspicios de este tipo tenían tanta validez (por lo menos) como un diagnóstico médico, y un porcentaje de éxito mayor que, por decir algo, los pronósticos sobre el tiempo que podemos escuchar en la actualidad. El derramamiento ritualista de sangre desataba energías en el que lo perpetraba análogas a la otra ola de energía (la del mundo exterior) de la que ya hemos hablado antes. Me parece natural que haya que considerar ambas en la escena de un asesinato, desde el que tuvo lugar en Dealey Plaza hasta el que se produjo en el pasillo del apartamento de Nicole Brown Simpson.

Cuando leí tus investigaciones sobre la psicología del asesino en serie me di cuenta de que había un montón de cosas en común con mi forma de enfocar “Church & State” y “Mothers & Daughters” (porque también cogí una serie de “hechos” científicos y los inserté en un “mapa de alta definición”, para representarlos a continuación como las ideas fundamentales de la obra.) En realidad no solemos inventar nada, sino que tan sólo interpretamos las cosas de forma diferente. Con el fin de alumbrar tu teoría, creo que si observáramos a fondo las fases ritualistas y de iluminación de los ciclos mentales de un asesino en serie podríamos aportar una novedosa dimensión y una perspectiva diferente de sus actos.


Antes de empezar a preguntarte sobre el arrebatador séptimo volumen con más detalle, me gustaría darte la oportunidad de aclarar un poco más todo lo anterior, en particular la forma en que extrapolaste lo que habías descubierto durante tus investigaciones en la ficción protagonizada por el Doctor William Gull .
Alan Moore


A riesgo de arrojar por el barro la metáfora sobre el “mapa de alta definición”, supongo que según te vas aferrando al punto básico de tus ideas, la perspectiva y la percepción parecen ajustarse progresivamente al entorno que las rodea, justo antes de empezar a experimentar una caída libre hacia el campo de la información. La imagen subyacente nunca cambia, pero la resolución mejora un montón, de forma que lo que previamente tan sólo parecía poseer los rasgos planos de un escenario en dos dimensiones, se transforma de repente en una topografía más definida. Por eso, cuando vuelves a mirar el mapa liso puedes descubrir de un solo vistazo que esa alta montaña se parece mucho a un profundo valle. Sólo al mirar más de cerca el territorio se hacen evidentes las irregularidades del terreno.

En cuanto a mis primeras nociones acerca de los sacrificios humanos, que creo que también están relacionadas con lo anterior, he de decir que mi perspectiva se ha ido modificando de forma radical durante el transcurso de la creación de esta obra. Eso no quiere decir que personalmente piense que mis anteriores nociones estaban equivocadas, sino que se podría decir que ahora creo que tengo una visión mucho más amplia. Sigo pensando que hasta cierto punto la violación del tabú de tomar una vida humana por fuerza tenía que implicar un poderoso ritual que golpeaba psicológicamente la mente del sumo sacerdote (o del asesino en serie), propulsándole hacia los límites de un deseado subidón, o por lo menos haciéndole alcanzar un estado alterado. Creo que esta afirmación se podría respaldar con el testimonio de Joseph Kellerman, “el Zapatero”, un asesino en serie que aparece en el libro del mismo nombre de Flora Rhetta Schreibel. Durante la fase "iluminada" o "aural", Kellerman sufría alucinaciones visuales y auditivas que continuaban incluso durante los propios asesinatos. Lo más interesante son los comentarios del mismo Kellerman a lo largo del libro… y ahora cito de memoria: si bien en un primer momento él creía tener alucinaciones, sentirse raro y escuchar voces que le obligaban a matar a alguien, según iba progresando en su carrera de asesinatos llegó a un punto en el que empezó a cometer los crímenes para poder ver esas alucinaciones, sentirse raro y escuchar las voces. Dicho de otra forma, los asesinatos se convirtieron en su forma de acceder a un universo alienígena (o una realidad alterada).


Como decía, esta fue mi prognosis básica al comienzo de From Hell, y creo que en cierta forma todavía sigo creyendo lo mismo. Sin embargo, lo que todavía no había tenido en cuenta fue el reverso de la moneda: ¿cuál es la relación de la víctima con el asesino?

Dos libros me llevaron a lo que creo que es una mejor compresión sobre ese tema. El primero fue el Diccionario de la Lengua Inglesa publicado por Random House… definitivamente el más poderoso Grimorio de hechizos mágicos que poseo en toda mi extensa colección… en él pude descubrir que la traducción de la palabra “sacrificio” es “convertirse en dios”. El segundo libro fue “The Highest Altar”, de Patrick Tierney (Viking Books, 1989), en el que el autor cuenta sus viajes y estudios en Perú como parte de una investigación más profunda de la naturaleza y significado del fenómeno del sacrificio humano.


De acuerdo con Tierney, el objetivo del sacrificio humano, al menos en la amplia región en la que estuvo llevando a cabo sus investigaciones, era convertir a la supuesta “víctima” en un dios y entonces, con suerte, que pudiese intervenir en favor de la Tribu de mortales desde la corte de los Inmortales. Las mejores familias competían por recibir el honor de que sus hijos o hijas fuesen los elegidos, querían que un niño o alguien joven de su familia fuese el seleccionado. Entonces esta deidad incipiente comenzaría a celebrar un gran tour de más o menos un año de duración por todo el país, de forma que sería agasajado con oleadas de adulación que harían que Elvis o Michael Jackson llorasen de envidia. Cada uno de sus pasos se hacían caminando encima de pétalos de rosa. Al acabar el año terminaba convirtiéndose en dios. Lo normal es que esto se realizase conduciendo al chico hasta lo más alto de algún pico Andino, sentándole en un santuario decorado de forma estupenda repleto de ofrendas, y administrándole una droga anestésica. A continuación se le dejaba morir al aire libre. De todas formas es una de las mejores formas de morir, ya que sencillamente el cuerpo y la mente caían en un cálido coma inducido, se dormían y nunca volvían a despertar. Librado así de su cuerpo material, la esencia del chico sería libre de proseguir su camino hasta el visionario escenario posterior a la vida de la Tribu, donde podría ocupar su lugar entre los dioses y ser recordado y venerado para siempre por su gente.

Ahora bien, si somos capaces de considerar este considerable salto desde la cima de alguna montaña de incienso y flores tropicales, a las que Iain Sinclair se ha referido como la decoración cárnica del Tribunal de Miller, creo que también nos sería posible realizar algunas intrigantes observaciones sobre los asesinatos de Whitechapel desde el punto de vista de este enrarecido contexto. Por ejemplo, fijémonos en las declaraciones (
a las que me he referido anteriormente) que hacían las mujeres del barrio durante dicho período acerca de que no les importaría convertirse ellas mismas en víctimas si de esa forma la gente terminaba diciendo cosas agradables sobre ellas. Si lo sopesamos desde el punto de vista de las familias peruanas que competían para que sus hijos fuesen los elegidos que se convertirían en dioses, estos sentimientos superficialmente trágicos y desoladores experimentados por las mujeres se convierten en algo todavía más resonante. Es como si tuviesen la idea de que toda una vida de arrepentimiento, miseria y empobrecimiento podía limpiarse con el movimiento repentino del cuchillo adecuado en las manos adecuadas. Literalmente y de un plumazo se transformarían en santas locales, tal y como les ocurrió a Polly Nicholls o Mary Kelly.

Mis reflexiones acerca de la naturaleza de la experiencia mágica giran en torno al concepto de la “Idea Espacio”, a través del que podríamos considerar que algunas de las más complejas de estas entidades están realmente “vivas”. Bajo ese entramado, la idea del sacrificio parece tener una tonalidad ligeramente diferente. Yo mismo he realizado sacrificios dentro de un contexto ritual, pero aunque me encuentro en la desafortunada posición de ser hechicero y vegetariano, me temo que los sacrificios humanos se encuentran bastante lejos de mis intereses. Mi solución personal es pensar en la mecánica del acto sacrificial teniendo en cuenta lo siguiente: si deseas hacer alguna petición a alguna entidad compuesta totalmente por ideas, entonces deberías tener claro que un acto físico no puede serle de ninguna utilidad a algo tan hipotético. Es un ser al que no podemos considerar como algo construido por ideas, sino que en su lugar es una idea que trata acerca de cosas reales.

Aceptemos por un momento que todas las entidades u objetos que somos capaces de percibir en el universo material están compuestos por dos elementos básicos. El primero es la realidad de la cosa física real, su presencia material en el tiempo o en el espacio. A continuación 
está la idea del objeto o de la entidad en sí mismos, una presencia inmaterial y sin limitaciones derivadas de nuestra propia concepción del espacio y el tiempo. Como claro ejemplo podríamos citar la muerte de un enamorado. La presencia física desaparece, se fragmentan los elementos químicos que la constituían, los átomos que la hacían sólida. Esa persona ya no volverá a existir como entidad física. Pero la Idea-Presencia sobre dicha persona no muere. Seguirá rondando por tu cabeza y te hará llorar a las cuatro de la mañana. Cinco años más tarde te dará golpecitos en la espalda mientras estás haciendo la colada y te hará sonreír.

En los sacrificios rituales que yo mismo he llevado a cabo he quemado objetos que tenían un gran significado para mí y que me parecían relevantes, incluyendo el original de uno de los dibujos mágicos que te envié hace un tiempo. La idea que subyace detrás de ese acto es sacrificar, en el sentido convencional de la palabra sería “entregar”, algún objeto de gran valor personal. De esa forma también se elimina el componente físico del objeto, dejando intacta la memoria o presencia de la Idea Espacio de dicho objeto. Bajo mi punto de vista, eliminar su componente físico convierte a este en “sagrado”, es decir, de esa forma permitimos que tan sólo exista en un nivel que se encuentra por encima del mundo material y tangible.

Richard Dawkins, autor del excelente “The Blind Watchmaker”, es un materialista incondicional que jamás podría llegar a compartir ninguna de mis vagas nociones metafísicas, pero quizá sería capaz de describir dicha “Idea Presencia” como la suma de los memes de la gente, una especie de idea-espacio equivalente que se puede encontrar en los genes, un código genético ideológico que sigue existiendo después de la muerte del individuo y que continúa interactuando con el resto en el mundo material. Dawkins nos apunta que mientras no existen rastros genéticos mensurables del filósofo Socrates que puedan ser encontrados en ninguna parte del mundo, por otra parte podemos encontrar fácilmente sus rastros meméticos. Las ideas de Sócrates siguen presentes y afectando el mundo del pensamiento humano. Mis propios pensamientos quizá deriven un poco más hacia lo místico que los de Dawkins, pero también creo que pueden proporcionar un modelo igual de útil.

En cuanto a los crímenes de Whitechapel, creo que no deberíamos establecer una verdadera identidad física y material para el ser al que llamamos Jack el Destripador. Ni la de Gull, ni la de Druitt, ni la de Stephen, ni ciertamente la del pobre viejo cabrón de James Maybrick. Jack el Destripador, en sentido literal, nunca llegó a tener existencia física de verdad. Fue una criatura construida a base de “collages”, misivas maniáticas, trucos y titulares sensacionalistas. Existió totalmente en el mundo de la Idea Espacio, como avanzadilla de la inminente aparición de nuestros libros y teorías y ficciones, desde nuestras actuales películas de asesinos en serie hasta las mitologías contemporáneas sobre asesinos de masas, pasando por las páginas y apéndices de From Hell. Se encontraba completamente liberado de cuerpo físico o identidad humana. Ha trascendido la realidad humana para terminar convirtiéndose, nos guste o no, en uno de nuestros inmortales.

De alguna forma también se podría decir que cuando eligió a sus víctimas las hizo partícipes del mismo estado más allá de lo humano para el que él mismo había sido destinado. Cinco mujeres anónimas de Whitechapel viven ahora y para siempre en el reino de la leyenda, trasladadas desde el mundo de la carne enferma y achacosa hasta un estado en el que se han convertido en mártires, símbolos, como una especie de santas. Fíjate en la leyenda grabada en la tumba de Marie Jeanette Kelly, “la primadonna de Spitafields,” erigida en el camposanto de Leystonstone por el embriagador “riperologista” John Morrison. Si tal y como creo, el reino del concepto y la conciencia es realmente el reino de lo sagrado, entonces visto bajo el crisol de los asesinatos de Whtiechapel, tanto víctimas como asesino fueron de alguna forma “convertidos en dioses.”
Dave Sim
Ahora mismo me encuentro leyendo el Antiguo Testamento y me he fijado 
(creo que está bastante relacionado con lo que estamos hablando) en los sacrificios de los elegidos de Israel en honor a su Dios, algo que ha hecho que  reflexione un montón. En los Salmos de David se hace referencia (aunque obviamente esté parafraseando) a que el ritual sacrificial de siete toros, siete corderos, etcétera, era el centro de dicho culto hasta el punto de que ni siquiera era realmente... ¿necesario? ¿Requerido? ¿Apreciado? Ciertamente la historia nos enseña que la Biblia tiene tantas interpretaciones como lectores, pero me parece que Dios perdió la paciencia con su clero, con el Tabernáculo, con el Templo de Salomón y con los sacrificios rituales. Fue como una especie de: bueno, bien, si esto es lo que queréis, lo haremos de esa forma, aunque no debemos olvidarnos de los Diez Mandamientos (cuyos mandatos siempre han sido acatados por las Tribus de Israel). Fue cuando pude darme cuenta de que si el sacrificio estuvo alguna vez tolerado por Dios, se debía a que tenía un efecto focalizador y energético muy útil para guardar a su pueblo de la distracciones fáciles y traer de nuevo a las masas congregadas minadas por tentaciones hacia el redil. 

Tiene un significado mucho más importante que el pan ácimo como metáfora de la pureza racial. Ciertamente parece como si Dios hubiese puesto a salvo de su gigantesca ira a aquellos que “hacían pasar a sus hijos por el fuego” (el sacrificio humano). Se parece mucho a esas mujeres de cuello estirado que se quedan en sus patios grabando imágenes y horneando pasteles en honor a la Reina del Cielo (¡!). Parece como si tuviesen alguna especie de complicidad y tolerancia hacia el sacrificio. Dejemos que quemen la carne de unos cuántos toros y ovejas, y antes de lo que parece estarán quemando incienso y caña de azúcar y ofreciendo a sus hijos a Baal y a su compañero (o compañera).

Y ahora, volviendo de nuevo al asunto del viejo Gull, me gustaría preguntar por la escena en la que aparece despedazando a Mary Kelly (me refiero a la forma en que se nos muestra), porque no sé 
si vuestra intención era describir un interesante paralelismo entre la ciencia médica y el ritual mágico. Me pareció una escena atractivamente genuina (aunque se mostrase de forma tan terrible). Hinton solo aparecía justo después del derramamiento de sangre inicial, cuando la sangre empezaba a acumularse de forma infernal. Y entonces... ¡entonces! podemos leer esa descripción de la autopsia cercana a lo poético, donde da muestras de su calmada actitud, su apacible y mesurada voz. Parece una especie de entonación o invocación con la que claramente el personaje está intentando elevar su conciencia mientras se adentra en un estado de trance hipnótico.

Tras evocar nuestra charla de 1988, creo que ya me encontraba preparado para la repentina y prolongada revelación que se apodera de ella (o de él, o de ello) en la página 19 del décimo capítulo
.

Si esto no es una especie de “dar el juego por terminado” no sé qué puede serlo. Y entonces empecé a preguntarme si no deberías haber rellenado los espacios en blanco que pueden verse en la sexta viñeta de esa página, en la última de la página 19 y en la primera de la página veinte. Si la historia la hubiese escrito cualquier otro guionista, creo que todo parecería puro artificio y jerigonza sin sentido. Pero en tu caso estoy dispuesto a apostar a que esas viñetas también constituyen un ¡Eureka, lo he conseguido! (como mínimo).

Por eso me gustaría saber cuál era tu visión en ese punto de tu investigación para From Hell (por supuesto, si te supuso algún coste personal, ciertamente podríamos perdonarte que no quisieras compartirla con mis lectores y conmigo.) O puede que sólo te parezca un acercamiento ligero a un puzzle ya acabado cuyas piezas son re-ordenadas de vez en cuando, aunque nunca puedan llegar a formar un todo coherente más allá de la forma que tenían cuando llegaron hasta tu conciencia.

¿O crees que ahora me he salido por la tangente?Alan Moore

Esa escena en cuestión fue evolucionando a partir de mis propias experiencias y reflexiones sobre la conciencia poco común: el estado mágico, el proceso de pensamiento, puedes llamarlo como gustes. Obviamente, parte de la base conceptual de esa escena estuvo rondando en mi cabeza durante años, y el grueso de la mecánica física de la situación ya se podía encontrar descrito en el informe de principios de Siglo que hizo el propio doctor. En realidad, lo que no he podido conseguir hasta relativamente hace poco tiempo ha sido alguna pista sobre cómo se sintió el autor durante su aparición en el tribunal de Miller, más allá de los análisis estadísticos del asesino en serie que recopiló Robert K. Ressler, que también pueden verse en el programa VIVAP del F.B.I. Esos lúcidos perfiles de comportamiento parecían demasiado ásperos, demasiado clínicos: una reconstrucción virtual y digital de la escena del crimen que era exacta, casi matemática, pero que forzosamente no incluía derramamiento de sangre alguno.

Necesitaba algo más o menos distinto y mucho más auténtico. Más borroso y menos objetivo. Algo que (por lo menos para mí) tuviese más sentido.

Al revisar mis propias experiencias en el terreno de la consciencia “mágica”, mucho más notables cuanto más intensas, la verdadera situación podría ser descrita como algo cercano a lo que en términos psiquiátricos se conoce como “estado de fuga”. Tal y como implica la frase es un estado de pensamiento muy parecido a una composición musical, aunque no siempre parezca tan armónica o edificante. Al igual que ocurre con una composición musical, la información discurre por varias vías diferentes, pero en tu mente los elementos que componen la música se están tocando a la vez. Si intentamos enfocar nuestra atención en uno de los arreglos en concreto, entonces no podremos escuchar toda la composición unificada. Y viceversa: si queremos disfrutar de la pieza como un trabajo completo, tendremos que renunciar brevemente al placer de escuchar la progresión de las estructuras musicales de las que la pieza se compone individualmente y por separado. Si estamos hablando del acto de escuchar música, entonces podemos llamarlo experiencia armónica. Si estamos hablando del pensamiento humano, entonces se parecerá más a la desorientación, a encontrarse abrumado e incluso aterrorizado.

Durante el estado de fuga la mente parece una grabadora de veinticuatro pistas capaz de mezclar líneas de información compleja de forma separada, cada una en una pista. El ingeniero responsable de la mezcla final, que es nuestra consciencia, desafortunadamente es un babuino. Repentinamente las pistas (de pensamiento) acaban en la nada o bruscamente son separadas de la existencia. La melodía se hincha, desaparece, su presencia tan sólo se registra momentos después. Los altavoces se apagan y cuando vuelven a conectarse hay seis de ellos. Uno funciona con sonidos parecidos a una ópera esquimal. Otro retransmite un debate sobre la teoría de las Supercuerdas hablado por completo en Maorí. En algún momento, nuestro raciocinio para vislumbrar la rutina diaria, que en ese momento se encuentra intentando ordenar frenéticamente dicha entrada de información sensorial alienígena en algo que (al menos) se parezca a la realidad convencional de la forma más sensata posible, huye en plan cobarde. Renuncia gritando “Peligro, Will Robinson” un par de veces y luego sale disparado emitiendo chispas azules y cae en redondo. A continuación fallece. Esta situación le fuerza al ego que existe más allá de nuestra “identidad frontal” a hacerse con las riendas del vehículo en movimiento. Después se hace bastante difícil describir lo que ocurre, porque para empezar, lo que ocurre ya no parece ni remotamente humano, y para continuar, mientras está ocurriendo todo esto nuestro propio ego ya no se encuentra presente. Por así decirlo, cualquiera que esté controlando tus movimientos horizontales o verticales ya no eres tú mismo. Por fuerza, la recogida de las experiencias se hace de forma no lineal, fragmentada. Tiempo, mente, identidad, causa y efecto.. todo parece comportarse de forma inusual. Se puede comprender que se genera cierta confusión.

En cuanto al décimo capítulo, lo que quería transmitir era una sensación similar y engastarla en el estado de fuga de Gull: que el personaje pudiera sintonizar con las voces del pasado, con las visiones de su cuerpo interior, con los diferentes niveles de percepción y con las diferentes percepciones de su propia identidad. Ese breve instante sin fin en el que está obsesionado, poseído, conducido, tomado por uno de los arquetipos, una de las formas de dios. Ese conmovedor y repentino conocimiento sobre que tú no eres tú, que nunca lo has sido, sino tan sólo una máscara frágil y temporal... no lo sé. Mierda, tan solo guionizo cómics, ¿de acuerdo? No sé... ¡está poseído por las entidades / sucesos Platónicos fundamentales, por los Grandes Antiguos, por Cthulhu! Por las cosas que son algo más que el lenguaje o los códigos incrustados, que son como la vida, a pesar de que también estén vivas. Las cosas que no son más que un eterno mal comportamiento reiterado de nuestras propias leyendas primarias, cosas que tienen su propia historia y cuyas historias son nuestros propios pensamientos e identidades aparentemente individuales. Acciones que sólo pueden ser reiteradas y repetidas. Deidades o secciones del texto fundamental con las que se escriben nuestras propias vidas, todas ellas. La razón de que todas las historias sean tan reales es porque tan sólo existe una única historia.

La progresiva alteración del texto que lleva a cabo William Gull con las sombreadas partes del cuerpo físico de Mary Kelly apunta hacia William Burroughs, quizá con Brian Gysin en el papel de Netley. Lo llamaron técnica del cut-up. El escalpelo interrumpe la continuidad habitual de las cosas y permite descubrir nuevas posibilidades. En ocasiones encontramos indicios de una huida a través del futuro, luminosos regates de lo eterno. La consciencia del dibujante, o del guionista, o del escultor cárnico, se va transformado junto con la distorsión deliberada de la obra en cuestión, gracias a su éxito y a la muy visitada Instalación de Dorset Street. Gull entra y sale de épocas diferentes, en diferentes contextos, a través de identidades diferentes. La mutilación que realiza se desarrolla en su mente, a través de niveles progresivos de metáforas, convirtiéndose él mismo en todas las mutilaciones, en todos los asesinatos. La Diosa Tiamat de Babilonia descrita por Robert Graves como la Madre-Deidad primordial en su encarnación más temprana es suplantada por el Dios masculino Marduk. Se refleja en su leyenda, reinventando a Tiamat como una malévola y diabólica serpiente monstruosa, un dragón muerto y desmembrado por el Marduk solar durante la creación, tal y como aparece descrito en Enuma Elish. Gull, momentáneamente y para siempre, se convierte en Marduk, así como su víctima se transforma (se transfiere) en Tiamat. Por un momento, el destello de la conversión es demasiado corto, demasiado instantáneo como para que lo registre la mente del doctor. Transcurren un segundo o dos, y la comprensión de lo que ha ocurrido comienza a hacerle mella. Enervado, palpitando por culpa de los rigores sufridos durante la experiencia, intenta reunir el rompecabezas de ese conocimiento a partir de sus fragmentos calcinados, pero antes de que pueda hacerlo la siguiente voz se inmiscuye en su fuga mental, la siguiente consciencia alienígena choca contra él y lo conquista.

No soy capaz de decir mucho más, Dave, y pido disculpas por exponer todo lo anterior tan oscura y nerviosamente. Como estoy seguro de que habrás apreciado, tengo dificultades para poder describir estos estados 
con nuestro lenguaje. No es que tenga reservas a la hora de discutir estos asuntos de forma clara y lúcida, sólo que no soy capaz de hacerlo. Hay alguna especie de ley de incertidumbre cuántica en esta operación que dificulta concretar las cosas, definirlas exactamente. Y por ese motivo la esencia y vitalidad de dicha experiencia no puede transmitirse correctamente. Se parece al problema que surge cuando queremos conocer la velocidad o ubicación de una partícula, si es que eso tiene algún sentido. Pero creo que la solución al problema que he descrito antes es encontrar un equilibrio en el que los fenómenos y percepciones más allá de lo racional puedan ser debatidos de forma lógica y sin ser minimizados, lo cuál es algo en lo que (naturalmente) me encuentro trabajando ahora mismo.

Tu turno.

(Continuará)

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