Artículo de Blab nº 4 (1989). Traducido por Frog2000.
Nota del editor: la primera parte de este artículo se escribió en 1971, durante el auge del fenómeno de los comix underground.
Apareció en una pequeña publicación impresa de la época titulada “Infinity” que
cerró sus puertas después de media docena números. Visto por pocos, recordado por algunos, decidimos recuperar el ensayo y darle la exposición que dignamente
se merece. Jaxon ha dejado la mayor parte del texto original intacto, realizando tan sólo algunos cambios menores por requerimiento de los editores, además de aportar
un complemento compuesto por un artículo que ha escrito durante el invierno de 1988,
justo a continuación del original. En su intento de contrastar la etiqueta del comix underground con la de los cómics, estos dos ensayos quizá sean lo mejor que se
ha escrito nunca sobre el tema.
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El término "comix underground" es bastante desafortunado. Sin
embargo, aquellos de nosotros que trabajamos en la industria del comix nos hemos quedado atrapados en él, por lo que vamos a tener que esforzarnos utilizándolo lo mejor posible hasta que los divulgadores de lo novedoso y los responsables de las categorías se les ocurra otro término para los cómics underground más cercano a los conceptos acuñados por los padres fundadores del
medio, que también son los de la industria del cómic oficial. Personalmente, cuando
se habla de esta tendencia revitalizadora de la "tira humorística" prefiero
la sencilla denominación de "comix". Carece de algunas connotaciones
que a ojos de nuestros lectores potenciales (y quizá también a
nuestros propios ojos) perjudican la sinceridad del movimiento. De
alguna forma, a todo aquel que cree formar parte del underground le puede parecer un término incluso glamuroso. Después de todo, tradicionalmente en los países ocupados las redes del underground revisten un honorable sentido de resistencia ante
la opresión. Sin embargo, y siendo realistas, nosotros
no somos personas cautivas, excepto en la medida en que lo esté nuestra mente o
les permitamos a otros detentar ese privilegio. Mientras tanto, conducimos nuestro negocio de la misma
forma mundana que otros empeños comerciales. Aunque eso sí, quizá sea la política más inteligente, porque tal y como dicen los Boy Scouts: "siempre tienes que estar
preparado", pero ahora mismo somos libres de llevar a cabo nuestro
trabajo en un mercado libre, y sólo un obstinado paranoico podría insistir en dejar apostado un guardia armado a las puertas de la imprenta.
En lo que a mí respecta, supongo que el verdadero peligro que amenaza la
vitalidad de los comix podría ser su
explotación comercial por parte de personas que no son capaces de entender lo que estamos
haciendo y que los ven como una oportunidad de sacarse unos pavos
rápidamente, otra moda de la que sacar provecho. Ese fue el destino de la gran “travesía”
de los pósters, otra de las innovaciones surgidas en el seno del underground.
Como le ocurre a mucha otra gente de la
contracultura, no temo que las fuerzas de la uniformidad, sea bajo la guisa de la ley y
el orden o bajo la sencilla amenaza de la represalia económica, puedan detener la actual y galopante marea de libre expresión de los comix. Tampoco temo
las consecuencias que podría tener la aparición de otro desinformado Dr.
Fredric Wertham que denunciase la satánica influencia de los comix. Por un lado, llevamos viendo veinte años de cómics "más limpios" en este país, y las cosas que el buen doctor afirmó que se debían rectificar y que como consecuencia instigaron un código para los cómics, han evolucionado en algo mucho peor. El Dr. Wertham estaba preocupado con la idea de que "lo que vemos, podamos imitarlo", asumiendo que porque una historia de un
cómic describiese asesinatos cometidos a hachazos, todo el mundo saldría a la calle a asesinar
a alguien con un hacha... pero con la misma facilidad también se le podría haber ocurrido todo lo contrario: que al observar los hechos reflejados en todo su asqueroso detalle,
¡esa fantasía indulgente podría disuadir a cualquiera de cometer un
verdadero crimen! Es bastante conocido que la mayoría de las medidas terapéuticas
están diseñadas sin otro propósito en mente que ayudar a la gente
"enferma" a representar sus fantasías, y de ese modo convertirlas en
algo inocuo. Los psicólogos de hoy en día están mucho mejor preparados
para comprender la naturaleza explosiva provocada por las fantasías reprimidas que el Dr. Wertham. Ese tío estaba equivocado. Creo que el editor
de Mad, William M. Gaines, se dio cuenta, porque era un hombre adelantado a su tiempo, pero no tuvo los medios necesarios para poder superar la mentalidad de caza de brujas de Wertham y sus esbirros. Ahora, a comienzos de los setenta, los que estamos en el underground nos encontramos
en otra posición, jugamos a una escala que se adapta completamente a nuestras
necesidades.
Incluso si en algún momento un organismo de control del pensamiento decidiese
actuar con "mano dura" contra los comix, tengo confianza en que el medio desde el que creamos nuestras ilusiones seguirá existiendo y prosperando, siempre y cuando
existan espíritus libres, porque la libertad de expresión es tan fundamental en la
naturaleza de los cómics como la propia democracia. Ese es el motivo
por el que el medio de los cómics ha brotado y florecido en un país donde celebrar la libertad siempre ha sido toda una tradición, y la razón de que sufra mucho más
en los períodos de crisis del proceso democrático, proceso a través del
que los hombres libres se relacionan entre ellos.
Creo que los cómics son una institución de la sociedad libre
tan esencial como, por así decirlo, sagrada. Sagrada por su profundo
carácter profano, por su habilidad para despertarnos, engatusarnos,
involucrarnos, atropellarnos, para a continuación resurgir por nuestros propios medios.
Muchos americanos sienten lo mismo y se sienten protectores con el medio, porque se dan ligeramente cuenta de que es un reflejo de las
profundas corrientes que surcan nuestra sociedad. Naturalmente, no hay mucha
gente que confiese tomárselos tan en serio, y así es como debería ser. Una de
las características más bellas del medio es su habilidad para funcionar a
varios niveles de percepción de forma simultánea (mientras se les resta importancia como si "sólo fuesen material para críos", los cómics pueden llevar
envasado en su interior el mismo batacazo que te podría proporcionar una lobotomización, .)
Mientras nos sigamos manteniendo fieles a los deseos y necesidades de nuestro público, no veo cómo nosotros o cualquier otro movimiento
auto-sostenido mediante la libre expresión podría ser suprimido con eficacia. Lo cierto es que la gente no consume las "dominicales" con la opresión en mente. Quizá un cómic pueda sugerirles aburrimiento, pero nunca opresión. La opresión sólo despierta el anhelo de consumir más productos surgidos de la imaginación de los
historietistas, y allá donde algunos cómics la padecen hasta el punto de haberse convertido en algo inane, vacío y "correcto", han surgido otros para ocupar su lugar que han continuado estimulando la imaginación de las personas. Estoy
completamente convencido de que la gente sin libertad y con un nivel de tecnología
rudimentario podría quedarse completamente satisfecha sin su ración de cómics habitual. Por su parte, las personas libres tienen esperanzas, miedos, sueños, fantasías y tabúes que les gustaría que no se extinguiesen, y ese es el tradicional papel que le corresponde a los cómics, complacer las fantasías de la gente. Si alguna vez te encuentras con una cultura sin cómics, puede que también te topes con personas apresadas firmemente bajo el yugo de la tiranía. Pero incluso entonces es probable
que veas graffitis en las paredes mostrando el estado de humor del hombre oprimido.
Siendo ese el caso, ¿cómo es posible que los cómics americanos
consolidados se enfrenten a un terrible declive económico y creativo? ¿Por qué se hunden
las ventas y los nuevos títulos fallecen nada más nacer? ¿Por qué las
dominicales de los periódicos son cada vez más y más pequeñas cuando una vez
fueron el eje principal del esquema de publicación de cualquiera de los
constructores de imperios, hasta el punto de que la marcha de uno sólo de los
artistas de un "Syndicate" podía hacer temblar al mismísimo Hearst?
¿Por qué el mercado adulto, que una vez supuso la mayor base económica del
reino del cómic, ha perecido a ojos de la industria? ¿Y por qué, de forma simultánea a la agonía que
sufre la industria del cómic, los comix underground están prosperando y
afrontando posibilidades con un futuro que parece ilimitado?
Creo que el declive comenzó allá por 1954, cuando la
industria del comic book se inclinó humildemente ante la estupidez de un
subcomité del Senado y se ató de pies y manos con un
"Código" que no le ofrecía a los artistas posibilidad alguna de comunicar nada significativo sobre el mundo real. Leed alguna vez el [Comics]
"Code". Consigue que el más pío de los catecismos parezca blando en
comparación. Cómo llegó a pensar la industria que sería capaz de cumplir con el
"Comics Code" y producir algo que se acercase vagamente a la tradición
de humor visual tal y como ha ido evolucionando en este país, es algo que me sigue resultando todo un misterio. Fue la mayor capitulación de la libertad creativa, voluntaria
o de otra forma, que soy capaz de recordar en nuestra historia reciente. Y ocurrió en
nuestro país: seguimos apegados al mismo código con cambios mínimos. No es de
extrañar que la juventud americana, alimentada en la tradición de hombres que
hablan con frases enérgicas como: "no sé qué camino tomarán otros, pero por lo que a mí respecta dadme libertad o dadme muerte", hayan vuelto la
espalda a los cómics. Tampoco sé lo que sentirán sobre el Código muchas de las personas que trabajan en los cómics comerciales, pero a CUALQUIERA que le preocupe el papel que han ejercido los cómics durante los terremotos culturales que se han producido en nuestra sociedad en los últimos veinte años, debería empezar a elevar fuertemente la voz a favor del cambio. Hasta que lo haga, nosotros seguiremos armando un buen lío apostados en el exterior.
(Continuará)
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