Artículo aparecido en Blab nº 4 (1989). Traducido por Frog2000. Parte 1.
Y cada vez más, grandes artistas con cosas tremendamente divertidas que decir se unirán a las filas de la resistencia y tratarán de hacer lo que la
industria, con todas sus gigantescas tiradas, sus conocimientos técnicos y su vasta red de distribución, debería estar haciendo. Llegará un día en el que la
industria, como un marido cornudo, se despertará y se encontrará la cama vacía.
En ocasiones me atormento pensando que es posible que a alguien de la industria le gustaría aceptar algo nuevo, excepto que nadie (con muy raras excepciones) ha tenido la suficiente fe en su visión
como para apostar por ello. Si ese es el caso, las
cosas están increíblemente mal. Significa que todo esto se
está tambaleando al borde del colapso y que entonces sólo es cuestión de tiempo.
En contraste con los oscuros presagios sobre su salud rumoreados por nuestro gran hermano, he de decir que los comix proliferan
vigorosamente y sin mostrar los signos de la recesión que nos rodea. Quizá
algunos escépticos atribuyan esa prosperidad al hecho de que estamos
funcionando en un estado de depresión aguda desde nuestra mismísima concepción. Sin
embargo, ahora mismo hay más editoriales de comix que nunca, y todas están
teniendo éxito más allá de lo previsto y de lo que parecía probable. The Print Mint, Rip Off Press, San
Francisco Comic Book Company, Last Gasp Eco-Funnies y Krupp Comic Works (ahora
Kitchen Sink Press) son las más importantes. Es más, hemos empezado a acumular medios de producción y adquirido equipo más sofisticado y mejores habilidades a cada nuevo paso. Finalmente llegaremos a poseer los medios necesarios y empezaremos a operar en
cada fase de la creación, producción y distribución de nuestro títulos, sin depender de fuerza
exterior alguna que pueda presumir de controlarnos o contener nuestra energía.
Hasta la fecha hemos producido interiores a color, en 3-D, tomos más gruesos y
hace poco la primera portada con separación de fotolitos. Tengo que concedértelo,
para los estándares de la industria todo esto son viejos trucos, pero considerando
que esas técnicas las hemos aprendido por nuestra cuenta, los avances que
hemos realizado durante los dos últimos años son dignos de elogio.
Aparte de estos aspectos técnicos de la producción, estamos
intentando explorar tantas ideas bajo la amplia rúbrica del comix como se nos
ocurran. Para empezar, los undergrounds reflejan la fantasmagoría visual que poseía el fenómeno de los pósters psicodélicos, enfatizando las extravagancias
abstractas que no suelen verse muy a menudo en los cómics desde principios del
S. XX. Junto con este elemento principalmente no narrativo, el enfoque
del estilo ha sido el trabajo más destacado de algunos dibujantes que han
empleado la narrativa gráfica de una forma desconocida e impensable para los
antiguos términos de lo “que resulta apropiado” en los cómics. Puede que las historias no fuesen demasiado sustanciosas, o por lo menos no tenían mucho sentido, quizá eran palabrería
cuyo único propósito era describir fantasías apocalípticas y sexuales de forma
totalmente incomprensible para alguien que se encontraba en un estado normal de consciencia. Pero para la capacidad narrativa y artística de un único
dibujante, también suponían disponer de un extraño don, aunque todos los
grandes dibujantes de las tiras suelen combinar varias capacidades. Se ha criticado que esta podría ser la mayor debilidad de muchos de los títulos underground, particularmente en sus orígenes. La mayoría de los dibujantes de cómics admiten fácilmente que
primero son dibujantes, y luego guionistas. Con algunos de ellos ocurre todo lo contrario, dibujan porque tienen una historia que contar y no han encontrado
a nadie que lo haga por ellos. Creo que las dos orientaciones son igual de
llamativas y que cualquiera que dude del lugar que ocupa un dibujante que se
basa principalmente en los dibujos deslumbrantes para mostrar sus ideas, debería
examinar muchas de las primeras entregas de los dominicales de los periódicos
donde han prevalecido tendencias parecidas: las viñetas se convierten en un caos, enlazándose entre
sí a base de breves diálogos graciosos y con un total e integral desprecio por los lugares
comunes, como bien se puede comprobar en modernas tiras de "soap opera" como “The Heart of Julieta Jones”.
Muchos de los historietistas de los comix fueron y aún
siguen estando profundamente afectados por la tradición de la E.C. de principios de
los cincuenta, donde los poderosos dibujos se combinaban con una historia
coherente, y varios de nuestros títulos se han dedicado a llevar ese género
un paso más allá. Muchos proyectos de terror, ciencia ficción y fantasía han
sido bellamente desarrollados al estilo E.C. Aquí es donde el guión supone algo
indudablemente crucial para el éxito de la tira, y muchos de los dibujantes que se han
interesado por esos géneros se han apresurado a colaborar con guionistas.
Soy plenamente consciente de que ahora es una práctica
común descartar el fenómeno del comix como nada más que un muestrario de
perversiones sexuales y fantasías enfermizas. Pero creo que el próximo año será
testigo de la aparición de varios títulos que no dejarán que estos agoreros que
tan fácilmente desacreditan la sinceridad y las habilidades de los comix, lo puedan hacer tan fácilmente con títulos que abordan temáticas que siguen las de la tradición de la E.C. Up from the Deep,
Fantagor, Skull y Slow Death son los primeros títulos que posiblemente marcarán el
comienzo de una nueva era que no se había visto desde los primeros cincuenta.
Si los lectores seguirán dicha corriente o no es algo que aún está por ver,
pero por lo menos tendrán la oportunidad de entregar su dinero a alguien que ha
puesto su corazón en ello. En contraste con la forma en la que funciona la industria, cada uno de nuestros títulos supone una experiencia totalmente nueva que no se preocupa de perpetuar ningún concepto anterior en particular. Ciertos temas como la guerra, la ecología, la religión,
las alternativas culturales, etc, se repiten, pero como principalmente nos vemos como experimentadores, tampoco permitimos que nuestra obra siga la estela de
ninguna fórmula preconcebida.
Muchas personas jóvenes de la cultura metidas en política han criticado los comix porque no nos dedicamos por completo a propagar
políticas radicales. Para nosotros existen demasiados niveles de realidad como
para quedarnos atrapados en las espirales dogmáticas de nadie. Principalmente
considero que el arte de la persuasión es tan sutil y escurridizo como los colores de
un camaleón. Quizá la forma más efectiva de insuflar valores culturales y de tener
la oportunidad de que exista un cambio social no siempre pase por escoger la opción más
obvia. Por ejemplo, algunos historietistas han explorado el romance en los
comix con notables resultados y otros han hecho esencialmente comix nostálgicos
que tienen mucho que ver con los de los cincuenta.
Alguien podría pensar que dejando a un lado todos estos puntos
focales que el comix ha redescubierto o en el que es pionero, la industria del
cómic profesional podría haber obtenido alguna pista sobre lo que el público
tiene en mente, al menos entre los post-adolescentes, pero continúan
reproduciendo mecánicamente sus títulos protagonizados por superhéroes castrados y de “terror”
descafeinado. Sería ideal que la industria se animase a explorar las nuevas
tendencias, incluso hasta el punto de trabajar con sus radicales vástagos mediante contratos subsidiarios, al igual que hace la industria discográfica, teniendo
de esa forma acceso inmediato a las evoluciones más populares que se suelen
intentar promover directamente una vez que la popularidad de cualquier medio de
expresión particular ha logrado cierto grado de éxito. Quizá así se salvarían de tener
que maniobrar y tratar con su torpe ingenio para abrazar lo que les gustaría
pensar que es “lo nuevo”, tan sólo para darse cuenta demasiado tarde de que lo que tienen
entre manos es toda una bomba. La industria no puede cambiar los gustos de
lectura del público. Tan sólo puede responder a su demanda, y para hacerlo primero
tienen que conocer lo que quiere el público. Si no lo conocen, difícilmente se
tomarán la molestia de salir a buscarlo con cierta esperanza de alcanzar el éxito.
Esto me lleva a discutir ciertos conceptos erróneos de la industria sobre los dibujantes underground y sus objetivos. Trataré de
hacer frente a algunos de los falsos conceptos más significativos. Otros tan
sólo puedo mencionarlos e ignorarlos rápidamente con desprecio (las espurias acusaciones
acerca de que somos pervertidos iletrados que deseamos destruir los cómics,
ensuciar el medio, de que somos socialmente irresponsables, que los dibujantes de comix sólo pueden enorgullecerse a un nivel
técnico de funcionar
con la misma maestría práctica de maestros como Barks, Eisner, Gould,
Fine, Raymond, Frazetta, Ingels, Hogarth, Kubert, Foster, Kurtzman, Wolverton,
Meskin, Cole, Sterrit, Kirby, Toth, Everett, etc, por no mencionar un más amplio “scope”
histórico del dibujo, Goya, Rembrandt, Bruegel, Klee, Doré, Dulac,
Pyle, Wyeth, Nast, Busch, etc) Podría argumentar de forma interminable que
nuestro propósito no es crear o abastecer el mercado de sexo y violencia, sino
que simplemente reflejamos la sociedad que nos rodea, y sólo
reflejamos dos elementos inextricablemente incrustados en el tejido del
Universo, y lo presentamos en su mayor parte a base de “magníficas obras de arte”.
Incluso podría darse el caso de que en lugar de estar echando por tierra el buen nombre de los cómics, en realidad
seamos una de las pocas fuerzas que hacen avanzar y defienden la gloriosa tradición
del medio. Que es la industria, no nosotros, quién está haciendo las cosas de
forma equivocada.
Pero fijarse en estos aspectos abstractos de los cómics es
como argumentar sobre la religión. Ambos posicionamientos son más obstinados y fanáticos que cuando empezaron. Sólo el tiempo podrá
revelar quién está más cerca de poseer la verdad, y yo me contento con someter las
reclamaciones de los comix al paso del tiempo, porque el tiempo está de nuestra
parte.
(Continuará)
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