lunes, 11 de agosto de 2014

¿CÓMICS O COMIX?, por Jaxon, miembro de Rip Off Press (4 de 5)

Artículo aparecido en Blab nº 4 (1989). Traducido por Frog2000. Parte 1, parte 2, parte 3

Claro que hay excepciones, y algunos autores han dicho claramente lo que piensan en público e incluso han perseguido sus propias quimeras hasta el punto de llegar a auto-publicarse arriesgando su dinero, normalmente para quedarse abrumados y consternados por todas las molestias y el consumo de energía que conlleva, que habría sido mejor que hubiesen utilizado para dibujar. 

Probablemente no hay nada que fuese capaz de trastornar tanto a la industria como la repentina aparición de un genio del underground en su seno, alguien con un estilo tan único e inusual que instantáneamente fuese reconocido por los lectores. Alguien tan bueno que su talento (de él o de ella) no fuese malgastado o copiado a base de los clichés con los que se suele abastecer la industria. La aparición de un genio del underground sería recibida con gran regocijo, en lugar de con aprensión. Y tampoco tendríamos que "decidir" qué se ha de hacer con esa persona, porque él o ella podría decidir su propio camino. Creemos que a los artistas se les debería dar la oportunidad y animarles a revelar su compulsiones internas en el contexto de su trabajo. Reconocemos los méritos intrínsecos de la originalidad estilística y sabemos que esas variaciones individuales fortalecen nuestro resultado colectivo en lugar de desvirtuarlo. No estamos interesados en fomentar una generación de historietistas que se acercan a su obra de uno en uno, una en la que uno sólo haga los lápices, otro las tintas, y el de más allá la rotulación. Queremos autores que se conviertan en creadores en el sentido completo de la palabra, para reflejar la vida mientras se filtra a través de su sistema nervioso central con el fin de divertirnos, y en fin, explorar la condición humana, sus posibilidades y limitaciones.

Creo que mientras los comix continúen adelantándose al "establishment", los artistas serán capaces de ver el amplio espectro que puede alcanzar este medio completamente libre, y cada vez se sentirán más atraídos por su potencial. Especialmente desde que el medio de los comix ha ido doblando su expansión cada trimestre, por lo que pronto tendrá la capacidad de pagar tasas similares a los autores que trabajan actualmente para la gran industria, por no mencionar cómo afrontamos nosotros el asunto de los derechos.
Me pregunto lo alta que tendrá que construir la industria su valla para que los artistas no se les escapen. ¿Y qué es lo que los artistas pueden ofrecerle a la industria, en particular los recién llegados, que no les pueden ofrecer ahora mismo los comix? Nuestros tebeos no son un sandwich entre anuncios interminables y tampoco eliminamos material óptimo para dar paso a reimpresiones de cosas de hace quince años que reduzcan costes y rellenen un título. No nos interesa perpetuar personajes más allá de las intenciones que en un principio les dieron vida y significado tan sólo para perseguir fines económicos y administrativos. Tampoco atamos a nuestros creadores en una jornada laboral competitiva y con horarios, o compartimentamos su talento en las distintas zonas de una línea de producción. Cualquier proceso técnico que esté disponible para los autores de la industria, inevitablemente también se encontrará a disposición de los comix, pero consideramos obligatorio intentar desarrollar otros novedosos.
Cuando finalmente se editan, nuestros títulos se buscan meticulosamente, son apreciados por los lectores, que se los pasan de mano en mano, de un país a otro. Sabemos que podemos cometer errores, y hemos creado una estructura económica que puede solventarlos y seguir adelante. ¿Cuántas veces podrá la industria darse el lujo de cometer errores antes de que la estrangule su propio volumen? ¿Resulta tan interesante seguir aferrándose a lo poco que queda de la herencia de los cómics como para no contemplar llevar a cabo ningún cambio? Quizá pueda sugerir que la industria del cómic debería re-evaluar su actual rumbo en relación a cómo ha evolucionado el mainstream durante los últimos setenta años. Si no es capaz de recoger ninguna conclusión de dicho examen, si persiste en perpetuar la falacia central de los tediosos "superhombres" que han sido el tema principal durante el transcurso de su historia, en lugar de la innominada y olvidada humanidad ordinaria, puede que los cómics terminen falleciendo por causas naturales, como lo hicieron los "Stockyards" de Chicago. Y si mueren, tal vez nadie se dé cuenta, porque el comix underground ya habrá conseguido que la industria mainstream se convierta en algo superfluo.
EPÍLOGO: UN SUEÑO TRAICIONADO 

El problema de escribir manifiestos inspiradores es que uno tiene que leérselos años después y ponderar en qué momento se echaron a perder las cosas. Esto es lo que ocurre con mi artículo de 1971 para Infinity, que escribí en los excitantes días de agitación y fermento artístico, cuando el futuro parecía brillar con las formas de expresión alternativas que existían en este país, especialmente con los comix underground. Dos décadas después, al echar un vistazo al fenómeno del "comix" y a la promesa de libertad que inspiraba el término, he de confesar una cierta tristeza por los magros resultados. A fuerza de presionar contra los usos convencionales del medio, creo que mis compañeros autores y yo esperábamos conseguir tener un profundo impacto en los cómics que hubiese sido más duradero. Aun así, bajo mi punto de vista esas anticipadas ganancias creativas han sido malgastadas, y la victoria me parece más bien hueca, tanto es así que me pregunto si habremos ganado algo.

Henchidos del entusiasmo juvenil de nuestro modesto éxito, quizá me apresuré al predecir el eventual colapso de la industria tradicional. Siendo instituciones tan arraigadas, a pesar de su envergadura difícil de manejar su propia naturaleza les oferta la habilidad de poder resistir a los cambios y perseverar a largo plazo. De alguna forma se las arreglan para sobrevivir e incluso prosperar, haciéndose con las innovaciones de sus inconformistas competidores. Hemos visto que hasta cierto punto y desde 1971, esto es lo que ha ocurrido dentro de la industria. Algunas de las prerrogativas solicitadas por los artistas que trabajan en el underground han sido aceptadas (a regañadientes) por la industria. Hablo de la concesión de la propiedad de los originales, del reconocimiento de los derechos del creador y de la participación en los royalties en los títulos extremadamente lucrativos. Estas concesiones han convencido a muchos artistas de la industria para seguir permaneciendo en sus "establos" y han impedido el despegue que predije. Pero al aflojar su tenaza, la industria ha logrado hacer que su mandato de hierro parezca inapreciable, tanto en cuanto a los procesos creativos como a sus recompensas financieras. Este negocio sigue siendo terreno habitual de los peces gordos. 

Por supuesto, el underground también ha sobrevivido. Last Gasp, Rip Off Press y Kitchen Sink continúan publicando cómics veinte años después de sus tambaleantes comienzos. Pero tampoco se ha producido un crecimiento significativo, no existe expansión del mercado más allá de la que proporciona la industria del mainstream, y nunca se ha producido una deserción masiva hacia las filas del comix por parte de los artistas desencantados con el medio. Algunos observadores han visto este estancamiento como un signo de que los comix han muerto. Pero de hecho son los únicos que siguen con vida, aunque su precaria posición frente a los gigantes de la industria exija cierta reflexión.

(Continuará)

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