Entrevista para Trouble With Comics, 2004. Traducida por Frog2000. Parte 1.
Alan David Donae: [Risas.] Por lo tanto, pasaremos a la pregunta número cinco. Supongo que durante la creación de las historias para La Voz del Fuego, mientras investigabas y juntabas toda la información, probablemente te sorprenderían algunas de las cosas que fueron surgiendo para el libro y que no te esperabas cuando lo empezaste a planear.
Alan Moore: Había muchas cosas que me sorprendieron. Cuando empecé el libro, uno de los pactos que hice conmigo mismo fue que esta obra iba a ser claramente etiquetada como ficción, porque quería la libertad que sólo te puede dar la ficción cuando especulas sobre las personas y sus vidas, y porque pensé que si conseguía meterme dentro de las cabezas de estas voces históricas que estaba intentando conjurar, las haría ser más humanas e inmediatas, y sí, por supuesto, es algo que requiere ficción. Pero quería que fuera ficción que estuviese basada en su mayor parte en hechos y circunstancias todo lo reales que me resultase posible, así que me dispuse a escribirlo con esto en mente y encontré que ciertos motivos, ciertos temas, parecían estar surgiendo desde la propia narrativa.
Parecía que de forma bastante casual, la mayoría de las historias se ambientaban en el mismo mes en el que cumplo los años, en noviembre. Parecía que había ciertos elementos que afloraban una y otra vez entre las diversas historias, las suficientes veces como para sugerir una especie de temática o motivo. Aparecía gente con las piernas lesionadas, personas con las piernas completamente cortadas, gran cantidad de perros espectrales negros y cabezas cortadas, y una serie de motivos de naturaleza parecida bastante alarmantes. Pero el gran reto que asumí a la hora de escribir "La Voz del Fuego" fue que sabía bien que si iba a contar historias de estos pedazos de la Historia de Northampton e iba a hacerlo con voces en primera persona, tal y como había planeado, en realidad tendría que hacerlo mediante un narrador que fuese un hombre o una mujer de la época. Entonces, me di cuenta de que el último capítulo tendría que tratar sobre la actualidad y que en realidad tendría que ser mi propia voz la que contase la historia. También sabía que si sencillamente no iba a inventarme nada, entonces tendría que ser mi propia voz hablando sobre mi realidad particular, fuera lo que fuese o que me pasara en ese momento, durante el mes o lo que fuese durante el que estaría escribiendo ese capítulo final, que casualmente volvió a ser en noviembre, y entonces me sumergí en el último capítulo sin saber si sería capaz de resolver todos estos diversos hilos y motivos que recorrería a lo largo del libro, porque si la propia Ciudad no me ofrecía un final, entonces casi habría perdido el trabajo de los últimos cinco años y habría tenido que devolver el adelanto.
Tal y como -muy extrañamente- sucedió, tuvieron lugar una serie de eventos que resolvieron las diversas cuestiones que necesitaba para terminar la novela de forma satisfactoria, ya sabes, cosas como cabezas cortadas y grandes perros negros, a menudo combinándose unos con otros. Por lo tanto, a veces todo resultaba muy inquietante, no sólo sorprendente, sino increíblemente espeluznante. Hay momentos durante la vida de un escritor, especialmente si él o ella están tratando con algo muy cercano a su hogar, cuando están intentado ser un poco auto-referenciales, en los que los límites entre ficción y realidad pueden llegar a ser peligrosamente borrosos, y sí, más una vez me sucedió algo parecido durante el transcurso [de escritura] de La Voz del Fuego. Había algunas cosas muy sorprendentes que sucedían en la prosa y había algunas cosas muy sorprendentes que me sucedieron en la vida real y que, de alguna manera, se hicieron eco o se reflejaron en la obra. Fue una experiencia muy inusual.
Alan David Donae: Aunque no quiero profundizar demasiado, ese capítulo final fue una de las cosas más sorprendentes que he leído en mi vida.
Alan Moore: Bueno, muchas gracias.
Alan David Donae: Hay una frase en ese capítulo, creo que sabrás exactamente a cuál me refiero, que decía "El hombre escribe las palabras."
Alan Moore: Es cierto...
Alan David Donae: La frase repetida no tiene sentido sacada de contexto, pero cuando la lees en el libro, reúne los cientos de páginas y miles de años que te has leído, y básicamente lo que consigue es juntarte en una habitación.... contigo... Alan Moore.
Alan Moore: Bueno, en realidad... es de esperar que en realidad no solo te junte en una habitación conmigo, sino que te sumerja en mi interior. De alguna forma, en el último capítulo estaba intentando aunarlo todo. Quería hacer un llamamiento sobre mi vida y mi conciencia y sobre la conciencia de los lectores y sobre toda esa ficción que he escrito. Quería juntarlo todo y... quiero decir, hasta ese momento puede que estuviese confundido con la idea de que La Voz del Fuego era una serie de historias cortas bastante vagamente conectadas a través de la temática común sobre Northampton. Pero resulta que el último capítulo, y esto supuso una sorpresa tanto para mí como para cualquiera, te lo aseguro, trataba sobre mí mismo sentado, escribiendo esta novela y sobre el mismo proceso de la escritura por encima de cualquier cosa. Sí, fue... bueno, me alegro de que esa fuese tu reacción ante esa frase en particular, porque me provocó un leve hormigueo cuando la escribí. Pensé: "Esto se está poniendo espeluznante. Ahora estamos entrando en un territorio interesante".
Alan David Donae: Por decirlo de alguna forma, el cosquilleo que yo experimenté no es que fuese leve.
Alan Moore: Bueno, gracias.
Alan David Donae: Como decía, me sorprendió muchísimo. Ya sabes, me había leído tu novela gráfica anterior, From Hell, y había ciertos tramos a lo largo de la historia en los que realmente pensé que estaba cruzando alguna barrera entre el autor y el lector que nunca había cruzado antes en nada de lo que había leído...
Alan Moore: Eso es fantástico…
Alan David Donae: Y el efecto producido por La Voz del Fuego, aunque no estoy seguro de qué llegó primero, se parecía a alguno de los efectos conseguidos también en From Hell, aunque magnificados un ciento por uno. Ese capítulo final de La Voz del Fuego parecía que conseguía que realmente (tal y como has dicho antes) entrases dentro de la mente del autor; ya sabes, hasta ahora no lo había pensado de esa forma, pero es cierto: con ese capítulo el lector se convierte en Alan Moore en todo lo que realmente importa.
Alan Moore: Bueno, me gustaría comentar que una de las cosas que tal vez ayudasen a conseguir ese efecto en ese último capítulo fue que, por razones principalmente instintivas que ni yo mismo entiendo completamente, no utilicé las palabras "yo" o "a mí "o "por mi parte" en ningún momento. Es una narración en primera persona, pero sin la primera persona. De alguna manera parece... no sé si será la impresión, pero con aquellas hojas a un espacio en mitad de la narración, el lector puede encajar las cosas perfectamente sin que se le recalque constantemente que le está hablando un "yo" diferente. Sí, fue algo... como decía, no entiendo a fondo todos mis propios procesos, pero parece que funcionó y que es fantástico. Estoy muy satisfecho de la reacción que es capaz de provocar.
Una de las cosas que enlazan From Hell y La Voz del Fuego es que... quiero decir, probablemente empezase ambas obras en la misma época, aunque tal vez transcurriesen un par de años entre el inicio de From Hell y el inicio de La Voz del Fuego, pero algo que tienen en común las dos es que a medio camino de ambas obras decidí convertirme en mago y comenzar a realizar un estudio serio y práctico de las ciencias ocultas. Y en parte esto estuvo conectado con ciertas partes de "Desde el Infierno", donde empezamos a indagar algunas de las creencias de William Gull sobre la naturaleza de los dioses. Me gustaría decir que en origen sólo estaba escribiendo aquellos bocadillos con el diálogo con la intención de llenar una de las viñetas, ya sabes, para llenar la página, pero escribí algo acerca de que el único lugar en el que existen los dioses de forma indiscutible es en la mente humana, donde son reales en toda su grandeza y monstruosidad. Lo cuál suena a pequeña frase resonante y agradable que llena de palabras un bocadillo, pero luego me quedé parado y empecé a pensar en ello, y de hecho, pude darme cuenta de que estaba completamente equivocado, que de forma completamente accidental había escrito algo que era cierto, y que en realidad no podía dejar de pensarlo, y ese fue el comienzo de una línea de pensamiento que como he dicho, me llevó a sumergirme más profundamente en algo que supongo que en gran parte se denomina magia.
Y esto sin duda teñía el final de From Hell y ciertamente teñía el final de La Voz del Fuego. Quiero decir, lo que ocurrió con La Voz del Fuego supuso otra gran sorpresa. Había empezado la primera historia, que se centraba en un brujo local que estaba intentando inventarse una especie de frase para una canción, una frase con palabras, una especie de recordatorio que fijase y asentase su posición en la mente de las personas. Y al final del libro de repente me di cuenta de que yo era el médico brujo local que estaba intentando hacer exactamente lo mismo, aunque me apresuraré a añadir que mi tesitura en realidad no implica ningún sacrificio ritual de niños, así que nadie tiene por qué denunciarme por ello, ya sabes...
Alan David Donae: El tema de From Hell, la temática que recorre la obra no creo que fuese, desafortunadamente, trasladada a la película que se produjo a raíz del libro…
Alan Moore: No he visto la película, por lo que en eso tienes ventaja...
Alan David Donae: Sí, bueno, probablemente sería imposible captar los matices de seiscientas páginas de novela gráfica en dos horas de cualquier película, pero lo que más me llegó de tu obra fue el poder transformador del arte para transformar al artista y para llevar la energía hasta el artista para que este pueda desplegar los secretos del universo, o de su propio universo personal. En todo caso, me dije que era un tema que... ambas obras parecen vinculadas, sea de forma intencional o no, porque parece que de alguna forma esa temática resuena también al final de La Voz del Fuego.
Alan Moore: Bueno, supongo que tienes razón. Ya sabes, en estos dos libros... mi relación con el pensamiento mágico me ofreció una especie de relación diferente con el mundo que me rodea, o al menos una forma diferente de verlo, y probablemente sea lo máximo que podrías reclamar de la magia: que te ofrezca una forma diferente de ver el mundo que es de esperar sea más útil. Esa parte también me ofreció una visión diferente de la historia y de la experiencia humana. Y en parte mi razonamiento a la hora de afrontar From Hell, que quisiera hacer en primer lugar una obra sobre un asesinato... se me ocurrió antes de que decidiera que me centraría en los asesinatos de Whitechapel. Por suerte, muy, muy pocos de nosotros hemos asesinado o sido asesinados. El asesinato, como evento, es una situación humana muy extraña. Sin embargo, se trata de una situación humana y si así lo deseas, es la condición humana in extremis.
Por eso me dije que podría ser bastante útil examinar un asesinato de forma diferente a como suele ser generalmente examinado. Se me ocurrió que sería bastante posible dejar a un lado las nociones estándar de "quién lo hizo", que creo que, gracias a una gran cantidad de señoritas escritoras británicas especializadas en crimen que han producido gran cantidad de ficción detectivesca y muchas novelas negras, han convertido al asesinato en una especie de juego de salón de clase media, casi como el Cluedo, en donde una vez que sabes quién lo hizo, cuándo sucedió, y si lo hicieron con una tubería de plomo o un cuchillo, entonces eso es todo, ya has resuelto el asesinato. Y mi posicionamiento para From Hell fue que todo eso me parecía muy simplista, que resolver un asesinato significa... que proporcionar una solución no sólo significa averiguar quién lo hizo y por qué se hizo, sino que en realidad tienes que intentar conseguir que toda la situación sea transparente, fijarte en las diversas presiones sociales o culturales que conducen hasta el asesinato, ver cómo ese asesinato, a su vez, influencia a la Sociedad, todas las diversas líneas de eventos y casualidades que tienen lugar de forma ajena al asesinato.
Pensé que con ese tipo de análisis, observando un asesinato a fondo, un evento humano extremo, con ese tipo de mirada, se me ocurrió que podríamos ser capaces de decir algo relevante acerca de la situación humana en general. Y lo mismo ocurría con La Voz de El Fuego de una forma ligeramente diferente. Como he dicho, La Voz del Fuego no es tanto un intento de demostrar que Northampton es el epicentro del universo, aunque creo fervientemente que es cierto, como una forma de incidir en la idea de que cualquier lugar, aquel donde nos encontramos, de que el paisaje que nos rodea, donde quiera que sea, es mucho más rico y más grande y más extraño y maravilloso del que previamente creíamos que era. Con From Hell estaba intentando echar una perspicaz mirada sobre el asesinato como situación humana, y lo que eso significaba para los seres humanos y la Sociedad y la Cultura inglesa, y con La Voz del Fuego estaba buscando el lugar, el paisaje, donde estemos ahora, pero de nuevo, observándolo con una especie de mirada muy influenciada en parte por mi reciente pensamiento mágico. Creo que tal vez eso es lo que une ambas obras.
(Finalizará)
Alan David Donae: [Risas.] Por lo tanto, pasaremos a la pregunta número cinco. Supongo que durante la creación de las historias para La Voz del Fuego, mientras investigabas y juntabas toda la información, probablemente te sorprenderían algunas de las cosas que fueron surgiendo para el libro y que no te esperabas cuando lo empezaste a planear.
Alan Moore: Había muchas cosas que me sorprendieron. Cuando empecé el libro, uno de los pactos que hice conmigo mismo fue que esta obra iba a ser claramente etiquetada como ficción, porque quería la libertad que sólo te puede dar la ficción cuando especulas sobre las personas y sus vidas, y porque pensé que si conseguía meterme dentro de las cabezas de estas voces históricas que estaba intentando conjurar, las haría ser más humanas e inmediatas, y sí, por supuesto, es algo que requiere ficción. Pero quería que fuera ficción que estuviese basada en su mayor parte en hechos y circunstancias todo lo reales que me resultase posible, así que me dispuse a escribirlo con esto en mente y encontré que ciertos motivos, ciertos temas, parecían estar surgiendo desde la propia narrativa.
Parecía que de forma bastante casual, la mayoría de las historias se ambientaban en el mismo mes en el que cumplo los años, en noviembre. Parecía que había ciertos elementos que afloraban una y otra vez entre las diversas historias, las suficientes veces como para sugerir una especie de temática o motivo. Aparecía gente con las piernas lesionadas, personas con las piernas completamente cortadas, gran cantidad de perros espectrales negros y cabezas cortadas, y una serie de motivos de naturaleza parecida bastante alarmantes. Pero el gran reto que asumí a la hora de escribir "La Voz del Fuego" fue que sabía bien que si iba a contar historias de estos pedazos de la Historia de Northampton e iba a hacerlo con voces en primera persona, tal y como había planeado, en realidad tendría que hacerlo mediante un narrador que fuese un hombre o una mujer de la época. Entonces, me di cuenta de que el último capítulo tendría que tratar sobre la actualidad y que en realidad tendría que ser mi propia voz la que contase la historia. También sabía que si sencillamente no iba a inventarme nada, entonces tendría que ser mi propia voz hablando sobre mi realidad particular, fuera lo que fuese o que me pasara en ese momento, durante el mes o lo que fuese durante el que estaría escribiendo ese capítulo final, que casualmente volvió a ser en noviembre, y entonces me sumergí en el último capítulo sin saber si sería capaz de resolver todos estos diversos hilos y motivos que recorrería a lo largo del libro, porque si la propia Ciudad no me ofrecía un final, entonces casi habría perdido el trabajo de los últimos cinco años y habría tenido que devolver el adelanto.
Tal y como -muy extrañamente- sucedió, tuvieron lugar una serie de eventos que resolvieron las diversas cuestiones que necesitaba para terminar la novela de forma satisfactoria, ya sabes, cosas como cabezas cortadas y grandes perros negros, a menudo combinándose unos con otros. Por lo tanto, a veces todo resultaba muy inquietante, no sólo sorprendente, sino increíblemente espeluznante. Hay momentos durante la vida de un escritor, especialmente si él o ella están tratando con algo muy cercano a su hogar, cuando están intentado ser un poco auto-referenciales, en los que los límites entre ficción y realidad pueden llegar a ser peligrosamente borrosos, y sí, más una vez me sucedió algo parecido durante el transcurso [de escritura] de La Voz del Fuego. Había algunas cosas muy sorprendentes que sucedían en la prosa y había algunas cosas muy sorprendentes que me sucedieron en la vida real y que, de alguna manera, se hicieron eco o se reflejaron en la obra. Fue una experiencia muy inusual.
Alan David Donae: Aunque no quiero profundizar demasiado, ese capítulo final fue una de las cosas más sorprendentes que he leído en mi vida.
Alan Moore: Bueno, muchas gracias.
Alan David Donae: Hay una frase en ese capítulo, creo que sabrás exactamente a cuál me refiero, que decía "El hombre escribe las palabras."
Alan Moore: Es cierto...
Alan David Donae: La frase repetida no tiene sentido sacada de contexto, pero cuando la lees en el libro, reúne los cientos de páginas y miles de años que te has leído, y básicamente lo que consigue es juntarte en una habitación.... contigo... Alan Moore.
Alan Moore: Bueno, en realidad... es de esperar que en realidad no solo te junte en una habitación conmigo, sino que te sumerja en mi interior. De alguna forma, en el último capítulo estaba intentando aunarlo todo. Quería hacer un llamamiento sobre mi vida y mi conciencia y sobre la conciencia de los lectores y sobre toda esa ficción que he escrito. Quería juntarlo todo y... quiero decir, hasta ese momento puede que estuviese confundido con la idea de que La Voz del Fuego era una serie de historias cortas bastante vagamente conectadas a través de la temática común sobre Northampton. Pero resulta que el último capítulo, y esto supuso una sorpresa tanto para mí como para cualquiera, te lo aseguro, trataba sobre mí mismo sentado, escribiendo esta novela y sobre el mismo proceso de la escritura por encima de cualquier cosa. Sí, fue... bueno, me alegro de que esa fuese tu reacción ante esa frase en particular, porque me provocó un leve hormigueo cuando la escribí. Pensé: "Esto se está poniendo espeluznante. Ahora estamos entrando en un territorio interesante".
Alan David Donae: Por decirlo de alguna forma, el cosquilleo que yo experimenté no es que fuese leve.
Alan Moore: Bueno, gracias.
Alan David Donae: Como decía, me sorprendió muchísimo. Ya sabes, me había leído tu novela gráfica anterior, From Hell, y había ciertos tramos a lo largo de la historia en los que realmente pensé que estaba cruzando alguna barrera entre el autor y el lector que nunca había cruzado antes en nada de lo que había leído...
Alan Moore: Eso es fantástico…
Alan David Donae: Y el efecto producido por La Voz del Fuego, aunque no estoy seguro de qué llegó primero, se parecía a alguno de los efectos conseguidos también en From Hell, aunque magnificados un ciento por uno. Ese capítulo final de La Voz del Fuego parecía que conseguía que realmente (tal y como has dicho antes) entrases dentro de la mente del autor; ya sabes, hasta ahora no lo había pensado de esa forma, pero es cierto: con ese capítulo el lector se convierte en Alan Moore en todo lo que realmente importa.
Alan Moore: Bueno, me gustaría comentar que una de las cosas que tal vez ayudasen a conseguir ese efecto en ese último capítulo fue que, por razones principalmente instintivas que ni yo mismo entiendo completamente, no utilicé las palabras "yo" o "a mí "o "por mi parte" en ningún momento. Es una narración en primera persona, pero sin la primera persona. De alguna manera parece... no sé si será la impresión, pero con aquellas hojas a un espacio en mitad de la narración, el lector puede encajar las cosas perfectamente sin que se le recalque constantemente que le está hablando un "yo" diferente. Sí, fue algo... como decía, no entiendo a fondo todos mis propios procesos, pero parece que funcionó y que es fantástico. Estoy muy satisfecho de la reacción que es capaz de provocar.
Una de las cosas que enlazan From Hell y La Voz del Fuego es que... quiero decir, probablemente empezase ambas obras en la misma época, aunque tal vez transcurriesen un par de años entre el inicio de From Hell y el inicio de La Voz del Fuego, pero algo que tienen en común las dos es que a medio camino de ambas obras decidí convertirme en mago y comenzar a realizar un estudio serio y práctico de las ciencias ocultas. Y en parte esto estuvo conectado con ciertas partes de "Desde el Infierno", donde empezamos a indagar algunas de las creencias de William Gull sobre la naturaleza de los dioses. Me gustaría decir que en origen sólo estaba escribiendo aquellos bocadillos con el diálogo con la intención de llenar una de las viñetas, ya sabes, para llenar la página, pero escribí algo acerca de que el único lugar en el que existen los dioses de forma indiscutible es en la mente humana, donde son reales en toda su grandeza y monstruosidad. Lo cuál suena a pequeña frase resonante y agradable que llena de palabras un bocadillo, pero luego me quedé parado y empecé a pensar en ello, y de hecho, pude darme cuenta de que estaba completamente equivocado, que de forma completamente accidental había escrito algo que era cierto, y que en realidad no podía dejar de pensarlo, y ese fue el comienzo de una línea de pensamiento que como he dicho, me llevó a sumergirme más profundamente en algo que supongo que en gran parte se denomina magia.
Y esto sin duda teñía el final de From Hell y ciertamente teñía el final de La Voz del Fuego. Quiero decir, lo que ocurrió con La Voz del Fuego supuso otra gran sorpresa. Había empezado la primera historia, que se centraba en un brujo local que estaba intentando inventarse una especie de frase para una canción, una frase con palabras, una especie de recordatorio que fijase y asentase su posición en la mente de las personas. Y al final del libro de repente me di cuenta de que yo era el médico brujo local que estaba intentando hacer exactamente lo mismo, aunque me apresuraré a añadir que mi tesitura en realidad no implica ningún sacrificio ritual de niños, así que nadie tiene por qué denunciarme por ello, ya sabes...
Alan David Donae: El tema de From Hell, la temática que recorre la obra no creo que fuese, desafortunadamente, trasladada a la película que se produjo a raíz del libro…
Alan Moore: No he visto la película, por lo que en eso tienes ventaja...
Alan David Donae: Sí, bueno, probablemente sería imposible captar los matices de seiscientas páginas de novela gráfica en dos horas de cualquier película, pero lo que más me llegó de tu obra fue el poder transformador del arte para transformar al artista y para llevar la energía hasta el artista para que este pueda desplegar los secretos del universo, o de su propio universo personal. En todo caso, me dije que era un tema que... ambas obras parecen vinculadas, sea de forma intencional o no, porque parece que de alguna forma esa temática resuena también al final de La Voz del Fuego.
Alan Moore: Bueno, supongo que tienes razón. Ya sabes, en estos dos libros... mi relación con el pensamiento mágico me ofreció una especie de relación diferente con el mundo que me rodea, o al menos una forma diferente de verlo, y probablemente sea lo máximo que podrías reclamar de la magia: que te ofrezca una forma diferente de ver el mundo que es de esperar sea más útil. Esa parte también me ofreció una visión diferente de la historia y de la experiencia humana. Y en parte mi razonamiento a la hora de afrontar From Hell, que quisiera hacer en primer lugar una obra sobre un asesinato... se me ocurrió antes de que decidiera que me centraría en los asesinatos de Whitechapel. Por suerte, muy, muy pocos de nosotros hemos asesinado o sido asesinados. El asesinato, como evento, es una situación humana muy extraña. Sin embargo, se trata de una situación humana y si así lo deseas, es la condición humana in extremis.
Por eso me dije que podría ser bastante útil examinar un asesinato de forma diferente a como suele ser generalmente examinado. Se me ocurrió que sería bastante posible dejar a un lado las nociones estándar de "quién lo hizo", que creo que, gracias a una gran cantidad de señoritas escritoras británicas especializadas en crimen que han producido gran cantidad de ficción detectivesca y muchas novelas negras, han convertido al asesinato en una especie de juego de salón de clase media, casi como el Cluedo, en donde una vez que sabes quién lo hizo, cuándo sucedió, y si lo hicieron con una tubería de plomo o un cuchillo, entonces eso es todo, ya has resuelto el asesinato. Y mi posicionamiento para From Hell fue que todo eso me parecía muy simplista, que resolver un asesinato significa... que proporcionar una solución no sólo significa averiguar quién lo hizo y por qué se hizo, sino que en realidad tienes que intentar conseguir que toda la situación sea transparente, fijarte en las diversas presiones sociales o culturales que conducen hasta el asesinato, ver cómo ese asesinato, a su vez, influencia a la Sociedad, todas las diversas líneas de eventos y casualidades que tienen lugar de forma ajena al asesinato.
Pensé que con ese tipo de análisis, observando un asesinato a fondo, un evento humano extremo, con ese tipo de mirada, se me ocurrió que podríamos ser capaces de decir algo relevante acerca de la situación humana en general. Y lo mismo ocurría con La Voz de El Fuego de una forma ligeramente diferente. Como he dicho, La Voz del Fuego no es tanto un intento de demostrar que Northampton es el epicentro del universo, aunque creo fervientemente que es cierto, como una forma de incidir en la idea de que cualquier lugar, aquel donde nos encontramos, de que el paisaje que nos rodea, donde quiera que sea, es mucho más rico y más grande y más extraño y maravilloso del que previamente creíamos que era. Con From Hell estaba intentando echar una perspicaz mirada sobre el asesinato como situación humana, y lo que eso significaba para los seres humanos y la Sociedad y la Cultura inglesa, y con La Voz del Fuego estaba buscando el lugar, el paisaje, donde estemos ahora, pero de nuevo, observándolo con una especie de mirada muy influenciada en parte por mi reciente pensamiento mágico. Creo que tal vez eso es lo que une ambas obras.
(Finalizará)
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