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"Formalmente, Godard había significado desde sus inicios un revulsivo para el anquilosado mundo del cine francés y por extensión mundial, y sus resbaladizas declaraciones políticas iban a convertirle en personaje polémico vapuleado por ciertos sectores críticos y sociales. No era un brote espontáneo, una mala hierba, sino un lógico producto de su época y su entorno: el intelectual de extracción burguesa desengañado. El paso de la década de los 50 a la de los 60 fue traumático en Europa, una época de crisis a todos los niveles que acabaría estallando durante la abortada revolución de mayo del 68. La guerra fría y la amenaza nuclear, el desarrollo tecnológico y la implantación de la sociedad de consumo, la despolitización de las masas y la creciente sospecha de que el comunismo tampoco funcionaba, confundieron las perspectivas de muchos intelectuales europeos."
El resto del artículo de Ignacio Juliá sobre el gran Jean-Luc Godard no tiene desperdicio. Se puede leer completo en este Ruta 66 número ciento treinta y cinco.
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