Alcanzando la divinidad a través de la tinta y el pincel, por Bill Randall. Artículo para The Comics Journal nº 246 (2002). Traducido por Frog2000.
Un artículo sobre Fénix (obra publicada por Planeta DeAgostini en 12 tomos.)
Aunque en la actualidad Osamu Tezuka esté considerado un teológicamente puro Dios de los Cómics, la verdad es que empezó siendo un mero hombre, por lo que en algún momento tuvo que trascender y abandonar el mundo de las cosas perecederas. Por lo que intentaremos comprobar si esa apoteosis tuvo lugar cuando empezó a dibujar sus primeras páginas de Fénix.
ASCENSIÓN
Fénix se va haciendo más grande según la lees. Con un recorrido de unas 3000 páginas, Fénix es un compendio de diferentes historias interconectadas entre sí a través de personajes, situaciones y reverberaciones comunes. Aún así es una obra tan incompleta como Los Cuentos de Canterbury [Geoffrey Chaucer, 1475], quizá porque en realidad es una historia que no se podía completar a pesar de que Tezuka tuviese todo el tiempo del mundo para hacerlo. Aunque sus historias entrelazadas se relacionan entre sí temática y temporalmente, sus fragmentos poseen completa entidad por sí mismos y es sencillo adivinar cuál era el propósito de la historia y cómo podría haber sido su desenlace. Además, lo completado brilla ardientemente por sí mismo. En Fénix, Tezuka aborda la caída de la Humanidad, la dialéctica de la Historia, e incluso habla sobre la posibilidad de que las personas se puedan reencarnar, además de hacer referencia a sus imperfecciones.
Fénix representa el final de la obra de Tezuka, no tanto su "último escalón" como su "meta artística" definitiva. Cuando empezó a idear sus primeros personajes como Astro Boy, dotó a sus amadas historias para la infancia de un profundo sentimiento humanista, dando como resultado un híbrido único completamente diferente a cualquier otra cosa que se pudiera encontrar en la literatura infantil. Sin embargo, cuando creó Fénix fue incluso más allá. En la que está considerada la obra de su vida abrazó completamente las contradicciones y dificultades morales de la existencia y de alguna forma las entrelazó unas con otras a través de lo que en esencia es un medio dirigido a la infancia. Nunca se apartó de su propio Universo Tezuficikado: en la obra hace aparición el "star system" habitual compuesto por personajes de obras anteriores, sus extravagantes chistes y también algunos de sus recursos historietísticos más estrambóticos. En lugar de tomar la decisión de concretar estos Temas tan Importantes mediante una Ejecución Épica, siguió manteniendo su propio estilo. En lugar de crear un híbrido extraño con elementos que no casaban bien entre sí, creó algo único, aterrador y duradero.
Además, esta obra de Tezuka representa la apoteosis del manga como medio de entretenimiento para los jóvenes de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Sus fantasías hacen gala de ambigüedad moral. Sus personajes de cómics sufren. Tezuka no resuelve jamás la tensión entre la grave temática propuesta y las acciones decididamente vitales que tienen lugar a lo largo de la obra, y dudo que él creyera que existía tensión alguna. Pero claro que se puede encontrar, quizá de forma más evidente en su Black Jack, cuya divina ayudante es una niña con aspecto de muñequita compuesta de forma improvisada por las partes corporales de recambio encontradas dentro de un cistoma teratógeno. El trazo clínico con el que dibuja los cuerpos abiertos con bisturí se aposenta inquietantemente en las formas historietísticas disneyanas, y el propio Black Jack da la impresión de oscilar entre el cuidador más compasivo y el empresario más insensible. Los personajes que aparecen en Fénix no son menos ambiguos y varias veces muestran falta de visión y terminan fracasando al intentar cambiar y transformarse en otra versión de sí mismos. La historia presentada en este primer volumen de Fénix (publicado en EEUU con el título de Una historia del futuro, en España está recogido en el segundo tomo de la edición de Planeta DeAgostini) se ocupa de un solo personaje a lo largo de su vida de infinita duración: Masato. En un momento dado, el Fénix hace aparición y lo convierte en un inmortal. Como consecuencia Masato sufrirá no solo por la pérdida de todos a los que ama, sino por la desaparición de todas las especies conocidas y aún otras desconocidas. Su inmortalidad desvela sus limitaciones como ser humano, pero al final le hará desarrollar una nueva perspectiva: reveladoramente, deberá deshacerse de su ego con el fin de trascender su propia condición humana y poder abrazar su destino.
En todas las religiones mayoritarias del mundo figuran actos más o menos similares, y Tezuka es completamente consciente de esa universalidad. Después de que Masato trascienda su yo, en el coda final del tomo volverá a revisar de forma conmovedora su antigua condición humana y sus eternos dilemas haciendo uso de esa nueva perspectiva. Los ecos finales de la historia rememoran el concepto Hindú conocido como Mukti, la liberación definitiva de las cosas mundanas, el concepto budista primario de nirvana, que según Huston Smith literalmente significa "extinción", refiriéndose a la extinción de "las limitaciones de la mente, pensamientos, emociones y deseos". O según las palabras de Cristo: "si alguno quiere seguirme, tendrá que negarse a si mismo y tomar su propia cruz." A pesar de los matices que los diferencian, todos estos principios tienen como núcleo el deseo de negar el yo egoísta y por lo tanto trascenderlo para convertirse en algo más, sea a través de la unión espiritual con el Universo, la fusión con la Nada, o a través del amor. Tezuka no se refiere a una fe específica en ningún momento, pero su obra comparte inquietudes similares.
(Continuará)
Un artículo sobre Fénix (obra publicada por Planeta DeAgostini en 12 tomos.)
Aunque en la actualidad Osamu Tezuka esté considerado un teológicamente puro Dios de los Cómics, la verdad es que empezó siendo un mero hombre, por lo que en algún momento tuvo que trascender y abandonar el mundo de las cosas perecederas. Por lo que intentaremos comprobar si esa apoteosis tuvo lugar cuando empezó a dibujar sus primeras páginas de Fénix.
ASCENSIÓN
Fénix se va haciendo más grande según la lees. Con un recorrido de unas 3000 páginas, Fénix es un compendio de diferentes historias interconectadas entre sí a través de personajes, situaciones y reverberaciones comunes. Aún así es una obra tan incompleta como Los Cuentos de Canterbury [Geoffrey Chaucer, 1475], quizá porque en realidad es una historia que no se podía completar a pesar de que Tezuka tuviese todo el tiempo del mundo para hacerlo. Aunque sus historias entrelazadas se relacionan entre sí temática y temporalmente, sus fragmentos poseen completa entidad por sí mismos y es sencillo adivinar cuál era el propósito de la historia y cómo podría haber sido su desenlace. Además, lo completado brilla ardientemente por sí mismo. En Fénix, Tezuka aborda la caída de la Humanidad, la dialéctica de la Historia, e incluso habla sobre la posibilidad de que las personas se puedan reencarnar, además de hacer referencia a sus imperfecciones.
Fénix representa el final de la obra de Tezuka, no tanto su "último escalón" como su "meta artística" definitiva. Cuando empezó a idear sus primeros personajes como Astro Boy, dotó a sus amadas historias para la infancia de un profundo sentimiento humanista, dando como resultado un híbrido único completamente diferente a cualquier otra cosa que se pudiera encontrar en la literatura infantil. Sin embargo, cuando creó Fénix fue incluso más allá. En la que está considerada la obra de su vida abrazó completamente las contradicciones y dificultades morales de la existencia y de alguna forma las entrelazó unas con otras a través de lo que en esencia es un medio dirigido a la infancia. Nunca se apartó de su propio Universo Tezuficikado: en la obra hace aparición el "star system" habitual compuesto por personajes de obras anteriores, sus extravagantes chistes y también algunos de sus recursos historietísticos más estrambóticos. En lugar de tomar la decisión de concretar estos Temas tan Importantes mediante una Ejecución Épica, siguió manteniendo su propio estilo. En lugar de crear un híbrido extraño con elementos que no casaban bien entre sí, creó algo único, aterrador y duradero.
Además, esta obra de Tezuka representa la apoteosis del manga como medio de entretenimiento para los jóvenes de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Sus fantasías hacen gala de ambigüedad moral. Sus personajes de cómics sufren. Tezuka no resuelve jamás la tensión entre la grave temática propuesta y las acciones decididamente vitales que tienen lugar a lo largo de la obra, y dudo que él creyera que existía tensión alguna. Pero claro que se puede encontrar, quizá de forma más evidente en su Black Jack, cuya divina ayudante es una niña con aspecto de muñequita compuesta de forma improvisada por las partes corporales de recambio encontradas dentro de un cistoma teratógeno. El trazo clínico con el que dibuja los cuerpos abiertos con bisturí se aposenta inquietantemente en las formas historietísticas disneyanas, y el propio Black Jack da la impresión de oscilar entre el cuidador más compasivo y el empresario más insensible. Los personajes que aparecen en Fénix no son menos ambiguos y varias veces muestran falta de visión y terminan fracasando al intentar cambiar y transformarse en otra versión de sí mismos. La historia presentada en este primer volumen de Fénix (publicado en EEUU con el título de Una historia del futuro, en España está recogido en el segundo tomo de la edición de Planeta DeAgostini) se ocupa de un solo personaje a lo largo de su vida de infinita duración: Masato. En un momento dado, el Fénix hace aparición y lo convierte en un inmortal. Como consecuencia Masato sufrirá no solo por la pérdida de todos a los que ama, sino por la desaparición de todas las especies conocidas y aún otras desconocidas. Su inmortalidad desvela sus limitaciones como ser humano, pero al final le hará desarrollar una nueva perspectiva: reveladoramente, deberá deshacerse de su ego con el fin de trascender su propia condición humana y poder abrazar su destino.
En todas las religiones mayoritarias del mundo figuran actos más o menos similares, y Tezuka es completamente consciente de esa universalidad. Después de que Masato trascienda su yo, en el coda final del tomo volverá a revisar de forma conmovedora su antigua condición humana y sus eternos dilemas haciendo uso de esa nueva perspectiva. Los ecos finales de la historia rememoran el concepto Hindú conocido como Mukti, la liberación definitiva de las cosas mundanas, el concepto budista primario de nirvana, que según Huston Smith literalmente significa "extinción", refiriéndose a la extinción de "las limitaciones de la mente, pensamientos, emociones y deseos". O según las palabras de Cristo: "si alguno quiere seguirme, tendrá que negarse a si mismo y tomar su propia cruz." A pesar de los matices que los diferencian, todos estos principios tienen como núcleo el deseo de negar el yo egoísta y por lo tanto trascenderlo para convertirse en algo más, sea a través de la unión espiritual con el Universo, la fusión con la Nada, o a través del amor. Tezuka no se refiere a una fe específica en ningún momento, pero su obra comparte inquietudes similares.
(Continuará)
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