viernes, 21 de septiembre de 2018

MÚSICA Y CÓMICS: LA VIDA DE BRIAN

Artículo que escribí originalmente en facebook.

Se pueden observar una sucesión de paisajes pos-industriales: islas de cemento como consecuencia de la confluencia de varias autopistas, parches de terreno vallados llenos de cascotes condenados a no volver a ser transitados jamás excepto por los encargados de mantenimiento de las compañías eléctricas o los vagabundos. Chimeneas de los altos hornos de fundición expulsando hacia el cielo humo lechoso, ríos sin vida que discurren por cauces artificiales diseñados por manos humanas. Pedregosas e impersonales extensiones de terreno calcinadas por el sol y plantadas en mitad de la metrópoli. Entre las altísimas torres de apartamentos se pueden ver los restos del vestíbulo de un antiguo cine asediado por una pila de informes cascotes de cemento y hierros retorcidos. Un ejecutivo se coloca la corbata mientras mira con desdén ese resquicio de una antigua Civilización. Levanta la mano hacia el taxi sin ruedas que desacelera hasta colocarse a su lado flotando. Rápidamente el hombre de negocios se sube al vehículo, quiere escapar de la presencia de unas ruinas que le recuerdan a su infancia y que ya pensaba que había conseguido erradicar para siempre de la memoria. Mejor continuar eligiendo mentalmente en qué anónima habitación disfrutará de otra de sus fantasías sexuales. Una perversión que conoció a través de unos holo-discos de importación japoneses.

Steve Albini es uno de los productores musicales más reputados, aunque desconocido para las masas, de la escena americana actual. Nacido en el "underground" de la ciudad de Chicago, su primer grupo Big Black achicharraba pabellones auditivos con su música retorcida y violenta, mezcla de tecnología desechada y rock que se miraba en el espejo del post-punk, mientras las angustiosas letras retrataban con sorna la Amérika de la obsolescencia programada, que a su entender había errado, denunciando con asco que los productos parecían ser más importantes que las personas y que las consecuencias de estas políticas serían desastrosas. Años después, el “ingeniero de sonido”, tal y como él mismo se considera, grabaría el “In Utero” de Nirvana en una versión que nunca se llegó a comercializar legalmente. Se rumorea que le pagaron un millón de dólares por el disco fantasma, que Albini invirtió en sus Electrical Audio Studios, donde grabaría a la flor y nata de la música alternativa de los noventa: Pixies, Pussy Galore, Low y un largo etcétera.

Al otro lado del charco, concretamente en León, un joven autor se las arreglaba para incluir en La Gaceta de León unas ilustraciones que acompañaban los sucesos, generalmente escabrosos, que sucedían localmente en una tierra aniquilada por la pobreza. Miguel Angel Martín, su dibujante, vibraba con las canciones de Big Black, por lo tanto uno de sus primeros personajes se haría eco de sus gustos. Keibol Black, el gélido sicario que no tenía problema alguno en matar a cualquiera que se interpusiera entre su misión y el dinero que le reportaría su cumplimiento, también era fanático de “Songs about fucking”, uno de los discos más lúcidos del grupo de Albini. 

Miguel Angel Martín pertenece a ese reducido grupo de demiurgos que ha sabido encajar todos sus encargos en un universo propio, creado por su forma personal de dilucidar la realidad: tanto en los álbumes de cómic que realiza con mayor desparpajo y anhelo recogidos en la recopilación “Total Overfuck”, aquel otro del entrañable “Bug” (un pobre bicho sintético que las pasa de todos los colores), o los que almacenan la vida de un sujeto que casi se ha erigido como su personaje fetiche: Brian the Brain, donde se aúnan ternura y desprecio (el que el resto de congéneres sienten por el mutante protagonista), pasando por los trabajos de encargo para la editorial discográfica Subterfuge o como portadista de libros, en un principio más impersonales, todas sus obras parecen sumergidas en el mismo hábitat. Una cosmogonía que de vez en cuando el autor refuerza con un nuevo álbum (aunque últimamente no se prodiga demasiado), sorprendiéndonos con un escorzo más que añadir a su pesimista visión de la raza humana. 

En el Universo Martín las relaciones humanas se basan en la no irrupción en el espacio del otro, solo se traspasa cuando se quiere agredir o para practicar un sexo impersonal, mero trámite en pos de la búsqueda del placer o del dolor. Para comunicarse, principalmente se utiliza tecnología, pantallas de todo tipo. Los niños son poco menos que propiedades, y los adultos también suelen ser tratados como simples números, o bien productores o bien compradores en el devenir de la sociedad consumista, sin demasiados rasgos personales que los distingan unos de otros. De ahí que nos identifiquemos con los protagonistas de sus cómics, pues destacan mucho en cuanto a que no encajan en la informe masa humana restante, actuantes que visten y se comportan de forma similar. Sin embargo Brian the Brain es un mutado que sufre la desgracia de estar obligado a mostrarle en todo momento al resto algo que le diferencia peligrosamente, su cerebro, en un mundo en el que no abundan. Por su parte, otro de sus personajes, apodado Bitch, se ha exiliado del sistema e intenta atacarlo. Monika Ledesma tiene el cuerpo de caucho y una voluntad de hierro que la empuja a sobreponerse a las continuas penurias a las que tiene que hacer frente. 

Algunas veces el historietista, generalmente acusado de frialdad por la crítica más invidente, ha amortiguado dicha desolación incluyendo momentos de ternura o de humor, que aunque seco, descomprime bastante bien la tensión de sus historias. Es lo que ocurre en Días Felices, en Bug o en algunos de los mejores parajes de Brian. Son momentos de respiro impactantes que funcionan como contrapunto del perturbado panorama que los rodea. La frialdad del dibujo y la extremada agresividad del guión concuerdan con lo que la mayoría de agoreros más apocalípticos repiten a todo aquel que quiera escucharlos: que el hombre es un lobo para el hombre. Las calles de la ciudad parecen vacías, apenas se puede ver a un puñado de transeúntes pasando como una exhalación. Los terrenos que se encuentran en las afueras de las urbes no ofrecen mayor solaz. Son lugares desconocidos e inhóspitos. Los personajes prefieren los interiores, las cuatro paredes donde el imprevisto y el azar son mínimos. En estos tebeos las emociones provienen de la música que el autor disemina en sus relatos: en las pintadas o conversaciones, o en las performances en directo a las que a veces acuden los individuos. Otras veces las sensaciones surgen del sexo sin tapujos y espasmódico y de los momentos de gore brutal que resbalan por las viñetas. Lejos de parecer una apreciación sobre uno de nuestros futuros posibles, el paso del tiempo está convirtiendo a estas historias en clarividentes documentales sobre nuestra época actual.

No hay comentarios:

NUEVA YORK EN EL DAREDEVIL DE FRANK MILLER

"Investigué mucho para hacer un buen trabajo. Si me pedían que dibujara una cascada, iba hasta una y la dibujaba. Esto es algo que a...