lunes, 28 de febrero de 2022

EMBUSTES, POR GRANT MORRISON /3

Columna para Speakeasy nº 103 (1989), traducción: Frog2000.

VUELVE, DON McGREGOR, TE LO PERDONAMOS TODO

Sábado, 29 de julio de 1978. 

´¡Fantástica! A pesar de los problemas que he tenido para llegar hasta allí, ¡la Convención ha sido absolutamente brillante! Conseguí un montón de cosas de [Neal] Adams. Y puede que solo por 25 libras. Don McGregor también estaba firmando. Conseguí su autógrafo en el folleto oficial de la Convención. Todo muy divertido.´

Por mucho que me avergüence admitirlo, en realidad he descubierto este elogio que encabeza la columna en uno de mis viejos diarios. En mis apuntes actuales, la historia es un poco diferente.

Viernes 8 de septiembre de 1989, UKCAC.


´Nunca falla, ¿verdad? Aquí estoy, en una absoluta, abyecta y jodida miseria.'

Me sorprende un poco saber que ahora soy más miserable de lo que era incluso en mitad de mi torturada y traumática adolescencia. En aquel entonces, el mejor remedio para la angustia adolescente era relativamente simple, pero diez años después ya no resulta suficiente con viajar cuatrocientos kilómetros y pico para sentir la emoción de que te cubra la sombra de Don McGregor.

¿Seré un viejo y hastiado idiota (las respuestas en forma de billete de 10 libras, por favor), o es que realmente las cosas habrán degenerado tan drásticamente?

Este ´Embustes´ en particular se ha ampliado a lo que llamaremos risueñamente 'Informe de la Convención'. En efecto, eso significa que deberé pasarme dos páginas escribiendo sobre lo emocionante que ha sido, sobre los eventos que ocurrieron en ella y sobre las caras entre bastidores (o quizá debería decir 'las heces entre bastidores´ [en el original, juego de palabras entre ´faces´ y ´faeces´]) que salen de los Beano favoritos de toda Gran Bretaña.

Suena muy bien, pero de alguna manera me las he podido arreglar para perderme una o dos cosas importantes que sucedieron en la UKCAC así que, como resultado, soy la última persona cualificada para escribir un ´Informe de la Convención´. Además, han pasado dos semanas desde entonces, y el horror absoluto apenas ha empezado a diluirse. ¿Por qué tendría que revolcarme en esas aguas residuales de nuevo? ¿Bueno, y por qué no? Afuera, el viento aúlla y las ráfagas de lluvia golpean los cristales de las ventanas en una débil imitación del Huracán Hugo.

Curiosamente, acabo de comer una cantidad bastante grande de hongos de psilocibina, por lo que todo esto lo estoy escribiendo en un estado de conciencia ligeramente alterado. Me sorprende incluso ser capaz de escribir, y mucho menos pensar, y os aseguro que todo se está volviendo muy extraño. Afortunadamente, la parte de mí que escribe cosas como esta es bastante capaz de operar por sí misma. Así que... mientras mi cerebro se larga para divertirse, tú y yo sigamos en esto y etc.

UN NEGOCIO DIFÍCIL

He de confesar que el fin de semana empezó de forma bastante divertida, porque algunos de los otros miembros del contingente de cómics escoceses y yo llegamos a Heathrow, y allí un oficial de la Marina de los Estados Unidos nos confundió, de entre todas las cosas, con Simple Minds. La verdad es que no hicimos nada para disipar su conmovedora creencia y, después de proporcionarle información privilegiada sobre nuestro nuevo álbum y nuestros planes para futuras giras, le dejamos hacernos una fotografía. ´Los muchachos del submarino no me van a creer´, dijo, sin sospechar cuán cierto sería. A partir de ese punto, las cosas se desplomaron rápidamente cuesta abajo. De hecho, Londres es 'una ciudad muy parecida al infierno...' Y si ya era malo estar en ella en el siglo XVIII, hoy es un millón de millones de veces peor. Si alguna vez una ciudad supuso la prueba absoluta de que existe un innegable efecto invernadero, esa ciudad es Londres. Llegué al Hotel Bedford, en el corazón de la metrópolis, sudoroso, mugriento y conmocionado por lo que había visto.

El primer evento del fin de semana fue la Feria Comercial, que me temo que no entendí demasiado bien. Parecía ser poco más que otra oportunidad para que un grupo de viejos profesionales se reunieran e intercambiaran recetas. De todos modos, ¿qué es exactamente una feria comercial?

¿Me atreveré a responder a mi propia pregunta?

HOLA, TENGO QUE IRME

El siguiente elemento de aprendizaje fue la cena de la DC. La fiesta de este año tuvo lugar en el Groucho Club, un tugurio del Soho que se distingue solo por unas pantallas de luces que parecían estar modeladas por gigantescos dedos ulcerosos. Un lugar bienvenido y que produce ligero alivio en un ambiente de otro modo estéril. El horror finalmente descendió sobre mi persona con toda su fuerza durante la cena. Encontrarse repentinamente rodeado por docenas y docenas de personas con las que uno no tiene absolutamente nada en común es una experiencia aleccionadora. El viejo relato filosófico de '¿Por qué estaré aquí?' adquiere un nuevo y horriblemente urgente significado. Aparte de dos o tres amigos notables, me di cuenta de que estaba pasando una noche con personas que por lo general evitaría viajando un millón de kilómetros para alejarme de ellos. Seguro que esas personas horribles deben sentir lo mismo por mí. ¿Por qué entonces insisten en sonreír e intentar entablar conversación? La espantosa realidad de mi tormento se repetía implacablemente cada vez que escuchaba a algún bastardo presumido hablar sobre su miniserie prestigio o el nuevo símbolo de estatus de este año: su 'trato con Penguin'. Los cómics son odiosos y los creadores de cómics lo son aún más. Engreídos peces grandes que nadan en una pecera vergonzosamente pequeña.

Naturalmente, me excluyo a mí mismo y a las personas que me gustan.

DESNUDO Y BAILANDO

Volví tambaleándome hasta el hotel a una hora intempestiva con la cabeza cargada. Afuera, la carretera había sido excavada y, por lo tanto, estaba libre de tráfico y ruido. El letrero sobre un Deep Pan Pizza Co. parpadeó débilmente. Justo enfrente de mi ventana, en el hotel de enfrente, un hombre empezó a desnudarse con el aplomo de una estrella del Raymond Revue. Caminó desnudo durante un rato, y luego se puso unos calzoncillos luminosos y se sentó a ver la televisión.

Me di cuenta con horror que mis peores temores eran completamente ciertos, Howard Chaykin estaba escribiendo mi vida.

HOMBRES VESTIDOS

¡Gracias a la biodramina, mi dolor de cabeza se convirtió en cosa del pasado! El sábado amaneció y cayó la lluvia. Aparecí en la inauguración pública de la UKCAC '89. Más o menos era lo de costumbre. He de confesar que esperaba ser derribado o al menos abucheado durante la hora de 'Conoce a los Invitados' celebrada en el Logan Hall. En su lugar, me conmovió y me hizo sentir humilde la pequeña ovación con la que nos dieron la bienvenida cuando me tambaleé hasta el escenario en compañía de Steve Yeowell. Mis temores originales se basaban en el rumor de que una banda de Jóvenes Socialistas descarriados había aparentemente amenazado con aparecer armados con panecillos y cuerdas de piano. Por lo que pude deducir, me iban a arrastrar por las calles y colgarme de la farola más cercana. Honestamente, no me hubiese importado, pero no apareció nadie, y después de esa primera breve ovación, la Convención y yo pasamos, como de costumbre, completamente desapercibidos. Todo lo que siempre he querido conseguir del mundo de los cómics es que me arrojasen calzoncillos durante una tediosa discusión sobre los 'Derechos de los creadores'. (Sobre este tema, sostengo que a los 'creadores' se les deberían quitar todos los derechos de inmediato). Claro, Neil Gaiman es honrado con dicha adulación casi cada hora. ¿Qué estaré haciendo mal, Neil?

A continuación, se suponía que debía hacer aparición en uno de esos paneles aplastantemente aburrido centrado en 2000 AD. En lugar de buscar desesperadamente la alarma después de que, como siempre ocurre, algún chaval retrasado preguntase quién debería interpretar al Juez Dredd en la próxima película, decidí dejar de lado la precaución y salir a dar un paseo. Y así fue como, con esta sobredosis de libertad ilícita, me topé con un restaurante francés en Charing Cross Road, comiéndome con los ojos el fabuloso cartel de 'La Petite Voleuse'.

Volví a participar en la firma de Fleetway y el evento más mágico del fin de semana tuvo lugar cuando fui golpeado en la cabeza por un caramelo de menta arrojado desde las alturas por Brendan McCarthy. Si hubiese sido el amigo de Superman, Jimmy Olsen, el golpe seguramente me habría otorgado un superpoder maravillosamente mentolado. Desgraciadamente no fue así y el acto continuó sin más incidentes.

Más allá de estas pequeñas islas de belleza en un cosmos por lo demás lúgubre, la Convención transcurrió como siempre. Posiblemente peor. Tengo la impresión de que el año pasado hubo un entusiasmo innegable por todo el asunto de los cómics. Los medios de comunicación estaban presentes y durante todo el transcurso del evento se respiraba cierta alegría de vivir, un je ne sais quoi, un apres ski...

Sin embargo, este año la asistencia se redujo en un par de cientos y no pude evitar sentir un malestar subyacente. Difícilmente se podría evitar llegar a la conclusión de que en el caso de los cómics la fiesta casi había terminado. Aunque no tiene por qué ser malo. Creo que el extremo creativo del medio está empezarse a diversificarse y alejarse de sus raíces de aficionado. Puede que pronto la Convención de Cómics tal como la conocemos deje de existir.

Tristemente, aún quedaba el domingo.

Me temo que me perdí la 'controvertida' presentación de Howard Chaykin, y lo único que vi fue a un hombre joven que se presentó vestido como el Joker al concurso de disfraces, y que fue incitado a reír nerviosamente por un presentador con voz cacareante. Hora de largarse.

El sábado por la noche terminó con el hombre del otro lado de la calle poniéndose un vestido blanco bastante atractivo y admirándose frente al espejo. Era como si ahora estuviese viviendo en 'El guardián entre el centeno'.

¿Podrían empeorar las cosas?

SÍ.

Si.

El domingo estuvo marcado por mi participación en dos atroces y poco interesantes paneles, uno de ellos sobre 'Cómo escribir cómics', un tema que se ubica junto a 'mirar fijamente a la pizarra' por su valor como entretenimiento. A pesar de los grandes esfuerzos de Pete Milligan y míos, el panel degeneró rápidamente en un esfuerzo pesado que inspiraba la siesta y que se centraba en los argumentos más endebles sobre la importancia de Lois Lane como barómetro social. Tengo un consejo esencial para futuros oradores:

Nunca nunca NUNCA habléis durante más de treinta segundos. Porque puede que aburráis a las ovejas.

Si hubiese seguido dicho consejo, qué trágico hastío nos hubiésemos ahorrado todos.

El segundo panel, 'Moonlighting', que trataba sobre la producción de tiras de cómic para periódicos y revistas, fue, si cabe, aún más grotescamente aburrido. La gente se alejaba en tropel de este asesino de atención, lanzándose desesperadamente a la carretera en un esfuerzo por ahogar los zumbidos de las personas que, deberían saberlo, pero que claramente no saben cuándo detenerse.

Y eso fue todo. Todo el circo lamentable paró después de la presentación de los Premios SSI Mekon. Eran tan predecibles como sentarte en el banquillo de los acusados cuando eres culpable, aunque mucho menos convincentes. El premio a la 'Persona que lo gana todo, haya o no hecho algún trabajo' está actualmente en camino hacia su destinatario habitual. Phillip Bond fue el único rostro nuevo en ser homenajeado y pude ver que estaba casi llorando cuando aceptó la espléndida figura Play Doh de dos pulgadas del archienemigo de Dan Dare, The Mekon. El acto culminó con una presentación especial por los '100 años al pie del cañón' que recayó en Leo Baxendale. Es mi triste deber informar que lo que pareció ser una merecida ovación puestos de pie para el señor Baxendale fue, de hecho, el resultado de que todos se levantasen para correr hacia la salida.

Pensar que me perdí 'Songs of Praise' de St Michael and All Angels, -guiño, guiño- por esto.

Todo lo que quedaba era la fiesta organizada por Deadline, que estuvo bien aunque, como antisocial empedernido, no es del todo mi estilo. Ahogué mis penas en soda y cal y regresé al hotel. El hombre del otro lado de la calle se había marchado. Empecé a preguntarme si, de hecho, no habría sido otro de los invitados a la Convención.

Y así termina mi informe de la Convención. No es gran cosa, lo admito, pero tampoco lo ha sido la Convención. Además estoy bajando de mi vuelo de fantasía inspirado por los hongos. Lamento decir que deberías haber visto este texto antes de que lo editaran.

Tampoco hay que ser pesimistas. Por más desagradable y cínico que me haya vuelto, estoy seguro de que en esta gran tierra nuestra habrá algún joven que aprieta contra su pecho un preciado diario en el que indica...

Sábado. 9 de septiembre de 1989. 

´¡Fantástica! ¡La UKCAC ha sido absolutamente brillante! Mike Grell estaba allí y le pedí un autógrafo...´

Dios lo ayude.

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