Texto: Grant Morrison, dibujos: Barry Kitson y Jeff Anderson. Publicado en Superman UK annual 1986. Traducción: Frog2000.
"Puede que Superman parezca duro," dijo Carver Goodman, "pero a fin de cuentas, lo único que posee son músculos." Cinco de los hombres sentados alrededor de la mesa circular situada en el centro de una habitación oculta asintieron y murmuraron que estaban de acuerdo. Eran los representantes de las mayores organizaciones criminales del planeta y seguían preguntándose por qué Goodman les había convocado allí. El sexto hombre, pequeño, anciano y con gafas, era inventor. Su nombre era Osgood Peabody y su más reciente creación era un último intento de ganarse unas cuantas páginas en los libros de historia.
"¿Qué posibilidades podríamos tener contra las superiores habilidades físicas de Superman? Pues te lo voy a decir". Palmeó en el aire. "¡Las mismas que una bola de nieve en el infierno! Si intentamos sujetarlo, puede correr más rápido que los rayos de sol. Hacer estallar un arma termonuclear en su cara ni siquiera le provocaría un bronceado. Vaya, ¡es que si tuviese que afeitarse, podría usar una cosechadora para hacerlo y las cuchillas se quedarían embotadas! Tengo claro que no tengo por qué recordarles, caballeros, que si se pudiera encontrar alguna manera de "retirar" a Superman de forma permanente, seríamos libres de continuar con nuestros negocios ilícitos con grandes probabilidades de lograr un éxito nunca visto!"
Los representantes del crimen organizado asintieron nuevamente. Osgood Peabody siguió sentado como si fuese un maniquí, esperando una señal.
"Por eso, para tal fin, me gustaría presentaros al Señor Peabody". Goodman hizo un gesto grandilocuente hacia Osgood. "El Señor Peabody cree que todos hemos cometido el mismo error. Piensa que si Superman tiene alguna debilidad de la que podamos aprovecharnos, ¡no será física sino mental! El cuerpo de Superman puede ser inhumanamente poderoso, pero ¿cuán diferente será el funcionamiento de su cerebro respecto al de un ser humano? ¡Quizá tenga algún miedo oculto, alguna compleja ansiedad profundamente arraigada que pueda sacarse a la luz y ser utilizada para destruirlo! ¿Señor Peabody?"
Osgood se puso de pie de un salto como si fuese un ratón asustado y empezó su discurso cuidadosamente ensayado.
"Caballeros", dijo, "yo... yo he inventado una máquina que accederá directamente a los sueños de Superman, y que nos revelará los procesos internos de su mente. Les ofrezco..." Impresionados, los representantes del crimen organizado se quedaron mirando fijamente cuando Osgood dio a conocer su invento.
"¡La máquina de los sueños!", la sala se cubrió de un atónito silencio.
"¿Tiene que ser... de ese color?", aventuró finalmente uno de los hombres. La Máquina de los Sueños era verde; un verde vivo y enfermizo que resplandecía, relucía y ofendía a la vista.
"Sí", dijo Osgood con firmeza, poniendo fin a toda discusión mientras activaba varios interruptores de forma secuenciada. Con un susurro, la pantalla del monitor se fue encendiendo.
"Si Superman tiene una fobia o un secreto oculto, lo encontraremos. En la privacidad de sus sueños podemos hallar la clave para la des... destrucción del Hombre de Acero", dijo Osgood mientras sintonizaba la máquina.
Tan emocionado estaba que había empezado a olvidarse de su discurso tan cuidadosamente ensayado.
"Veréis, he logrado colocar un micro-transmisor en el disfraz de Superman durante la exhibición benéfica de ayer en el Metropolis Park".
"¿Dónde colocó exactamente ese... eh, transmisor, señor Peabody?", preguntó uno de los hombres, con una sombra de duda en la voz.
"En el disfraz de Superman", dijo Osgood de nuevo. El interlocutor miró a sus colegas y luego a Osgood y dijo con desdén: "¿Y qué te hace pensar que Superman duerme con su disfraz? ¿Duermes tú con tu bata de laboratorio?"
Osgood se ofendió. "¡De hecho, claro que sí!", y chasqueó los dedos. "Recordad, Superman está listo para el trabajo las 24 horas del día. ¿Por qué debería quitarse el uniforme? ¡Es invulnerable! ¡Nunca suda!" Carver Goodman detuvo a Osgood con un gesto de la mano.
"Caballeros, no nos apresuremos a juzgar al señor Peabody hasta que hayamos visto de lo que es capaz de hacer su máquina, ¿de acuerdo?"
"Gracias, señor Goodman", dijo Osgood con aire de suficiencia. "Ahora todo lo que tenemos que hacer es esperar a que Superman se duerma".
Y esperaron. Pasó una hora, luego dos. Luego otra más. Durante ese tiempo, los representantes del crimen organizado discutieron alegremente sobre las ventajas de un mundo sin Superman.
"¿No te dije que siempre traía conmigo la buena suerte?" dijo Larry "Lucky" Lepke, agitando el fetiche que le confería su apodo. Luego, a las tres y media de la mañana, Osgood Peabody empezó a hablar. "¡Mirad!" dijo: "¡La máquina!" La pantalla del monitor se llenó de retorcidos patrones sin forma.
"¡Echad un vistazo!", se rio Osgood. "¡Se puede ver una enorme actividad de ondas alfa! ¡Superman está dormido!"
"¿Estás seguro de que ese es Superman?", preguntó un hombre con un marcado acento italiano.
"¡Por supuesto! ¿Quién más podría tener ondas cerebrales tan poderosas? No provienen de un humano normal. Ah, rápidamente está entrando en un sueño profundo: pérdida de tensión muscular, aumento de la actividad de las ondas delta, movimiento rápido de los ojos... ¡Superman ha empezado a soñar!" Y en ese momento, también empezaron a verse imágenes.
"Increíble", susurró Goodman. "¡Increíble!" El borrón rojo y azul en la pantalla del monitor se convirtió en la poderosa figura de Superman, que atravesaba un banco de nubes al doble de la velocidad del sonido.
"¿Qué está haciendo?", preguntó el italiano. Peabody se lo pensó por un momento. "Es... está haciendo que se acumule una carga eléctrica en las nubes, está creando una tormenta eléctrica". Mientras Superman se movía entre las nubes, los relámpagos empezaron a parpadear alrededor de su cuerpo. Se produjo una fuerte descarga de truenos, luego la lluvia empezó a caer.
"¡Mirad!", grito Osgood emocionado. "¡Lluvia! Superman está soñando con llevar la lluvia a las zonas desérticas".
Dicha escena fue reemplazada por otra. Superman caminaba con orgullo entre multitudes de nativos que lo vitoreaban. A su vez, dicha imagen fue reemplazada por otra aún más sorprendente.
"¿Huesos?", Goodman se quedó boquiabierto. Durante varios segundos la pantalla se llenó de huesos, cientos de ellos: un paisaje de huesos de todas las formas y tamaños. Entonces Superman hizo de nuevo aparición.
"¿Qué eran esos huesos?", exigió Goodman. "Qué curioso", reflexionó Osgood. "Tal vez nos hayamos topado con algo". En la pantalla, Superman se precipitaba ahora a través del espacio profundo en busca de un enorme meteorito rebelde.
"¿No sueña con nada más que consigo mismo?", dijo Goodman con disgusto.
Los ojos del Superman del sueño se iluminaron de rojo y dos finos rayos de visión calorífica golpearon el enorme pedazo de basura espacial. Casi instantáneamente, la fría roca empezó a brillar y a licuarse. Sometida a las increíbles temperaturas de la mirada de Superman, el meteoro se convirtió primero en una masa fusionada de minerales fundidos y luego en un vapor inofensivo. La escena titiló una vez más y regresaron los huesos. Extraños esqueletos se extendían por kilómetros como si fuese un loco cementerio de monstruos. "Huesos otra vez".
"¡Quizás hayamos encontrado una obsesión! ¡Un miedo secreto!", teorizó Osgood. La imagen de los huesos se rompió y dispersó, y regresó la de Superman, volando triunfalmente a través de un cielo alienígena punteado de malva.
“Qué insistencia”, dijo el representante londinense del crimen organizado.
"Parece estar muy pagado de sí mismo". Osgood estaba de acuerdo. "Pero son los huesos lo que me interesa". Y como respuesta, los huesos aparecieron de nuevo. Había cajas torácicas tan grandes como aviones, cráneos de dinosaurios del tamaño de camiones y fémures tan altos y gruesos como robles.
"Superman", dijo Osgood como quien no quiere la cosa, "necesita ayuda psiquiátrica. Ese hombre está absolutamente obsesionado con los huesos".
"¿Qué podría significar?" preguntó Goodman. "¿Habremos encontrado su debilidad?"
"Tal vez", dijo Osgood. Quizá los huesos le hagan pensar en la muerte. Quizá le tenga miedo a la muerte.
"Pero Superman no puede morir..." objetó alguien. "Bueno... pues por eso tiene tanto miedo a la muerte", argumentó Osgood. Nadie entendió bien su reflexión, pero como Osgood era científico, nadie estuvo dispuesto a contradecirlo.
"¿Así que crees que podríamos utilizar huesos para aterrorizar a Superman hasta someterlo?", preguntó Carver.
"Parece que sí", dijo Osgood.
"¡Cierto!" Goodman cogió el teléfono y marcó un número secreto. "¿División de suministros? Soy Goodman", dijo. "Necesito huesos. Muchos huesos... Sí, eso es lo que he dicho. Huesos. Tantos como puedas conseguir... No, no es broma. Quiero a todos los hombres disponibles... empieza con ello". Colgó el auricular y miró los rostros expectantes de los representantes del crimen organizado.
"¡Traicionado por su propio subconsciente, pronto Superman se someterá a nuestro poder!"
En la pantalla, Superman estaba expulsando un sol a punto de convertirse en nova que amenazaba a un sistema solar vecino. De repente, la escena cambió y la pantalla de la máquina de sueños teñida de verde se llenó con el hueso más grande que cualquiera hubiese visto hasta el momento. Al menos medía seis pisos de altura y reposaba en un enorme pozo sobre el que estaban cayendo toneladas de tierra.
"¡Está intentando enterrarlo! ¡Le tiene tanto miedo al hueso que está intentando enterrarlo para apartarlo de su subconsciente!", jadeó Goodman, complacido con su propia perspicacia psicoanalítica.
"Así es", dijo Osgood. "¡Lo tenemos!"
Justo iba a decir algo más, pero en ese momento la puerta de acero de la habitación oculta se abrió hacia adentro, como si fuera de plástico blando.
"¿Qué...?", empezó a balbucear Goodman. Las enormes bisagras de la puerta saltaron y se rompieron. El metal se abultó, reventó y cayó al suelo. Superman estaba plantado detrás.
"Buenos días, caballeros", dijo el Hombre de Acero, "Perdón por interrumpir la matiné..." Antes de que Superman pudiese terminar, "Lucky" Lepke saltó de su silla gritando: "¡Es mío!" Blandiendo su fetiche en forma de hueso de la suerte, Lepke avanzó hacia Superman.
"Has cometido un verdadero error, grandullón", se burló Lepke. "¡Sabemos cómo detenerte!"
Superman miró el hueso. Luego alargó la mano y lo agarró. "¡Pide un deseo!", dijo y empujó ligeramente a Lepke por la habitación. "Voy a tener que interrumpir esta reunión...", dijo Superman.
"No lo entiendo", dijo Goodman, confundido. "Si estás aquí, entonces ¿qué es eso?" El monitor de la máquina de sueños seguía ocupado con imágenes.
"Eso", dijo Superman, mirando el brillante colorido de la máquina, "es una monstruosidad". Frunció los labios y lanzó un chorro de aire helado hacia la máquina. Instantáneamente se quedó atrapada dentro de una gruesa capa de hielo. "¿Nos vamos?"
"¿Cómo?", gimió Osgood, mientras Superman los guiaba fuera de la habitación escondida. "¿Qué es lo que hice mal?"
Superman sonrió. "Ha sido por el transmisor que me pusiste. Con mi súper-oído no he dejado de escuchar la señal de respuesta que enviaba tu máquina. Así que simplemente la he seguido hasta aquí".
"¡Pero los sueños...!", murmuró Osgood.
"Y luego he enganchado el transmisor de tus sueños a otro", dijo Superman.
"Pero si estaba recogiendo súper-ondas cerebrales. ¿Quién más podría ser sino tú? ¿Quién en su sano juicio soñaría con huesos?" La sonrisa de Superman se amplió aún más.
"Cierto, eran súper-ondas cerebrales, Peabody. Verás, dejé el transmisor junto a un gran amigo y admirador mío. Un amigo con gran interés en los huesos y que está durmiendo en mi Fortaleza de la Soledad en este mismo momento" ''¿Quién?", gritó Osgood desesperadamente. "¿Quién?" Y esta vez Superman se echó a reír. "Es mi perro Krypto", dijo. "Krypto el Superperro". Y mientras Superman se llevaba a Osgood y a los demás, el aire resonaba con el sonido de su risa.
FIN
1 comentario:
Veo que hiciste caso a mi petición. Gracias. Un saludo
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