domingo, 21 de agosto de 2022

EN LOS NUEVOS TIEMPOS OSCUROS, V DE VENDETTA COMENTADO POR CARTER SCHOLZ (1 DE 2)

Artículo de Carter Scholz para The Comics Journal nº 137 (1990). Traducción: Frog2000.

Nadie puede gobernar sin culpa.

-Louis Saint-Just

La fe en la humanidad, agrietada ya con el primer bofetón en la cara, y luego desfigurada por la tortura, no se vuelve a adquirir jamás.”

-Jean Amery, superviviente de Auschwitz

Prolífico inventor de detalles y matices, en la mayoría de sus guiones Alan Moore sigue siendo menos un inventor que un fusionador y un custodio de primer nivel de las formas convencionales de género. Es posible que nadie haya entendido tan bien los parámetros del cómic de superhéroes. Su justamente aclamada serie Watchmen extrae el máximo interés posible de un género popular abrumadoramente limitado, sin romper o incluso torcer ninguna de sus convenciones y, ciertamente, sin sugerir ninguna dirección adicional para el mismo. Aunque menos pulido, puede que por su intermitente periplo de creación a lo largo de siete años, V de Vendetta es su mejor trabajo hasta la fecha, un cómic cuya forma resulta tan familiar y accesible como radical su contenido.

Donde la mayoría de los cómics muestran únicamente insipidez, postureo y una ignorancia abismal que únicamente uno espera de los medios de comunicación y del propio gobierno de los Estados Unidos, V de Vendetta posee una conciencia política (aunque oscura, preocupante e inacabada). En el Reino Unido, donde el socialismo siguió siendo un concepto solvente durante más tiempo que en los Estados Unidos, y en una Europa donde un puñado de docenas de naciones soberanas de igual tamaño más están más cerca de ese concepto de lo que Chicago está de Washington, puede ser más difícil, a pesar de la señora Thatcher, permanecer ajeno al concepto. Quizá los estándares intelectuales europeos sean también un poco más elevados que los de Estados Unidos, donde las opiniones de irritables aristócratas como William F. Buckley, Jr. y George Will se consideran de forma abundante como discursos razonados en lugar de patochadas ligadas a una clase social.

Aunque no lo excuse, esto puede explicar por qué se ha necesitado a un guionista británico para producir el primer cómic estadounidense mainstream (estadounidense solo en virtud de que ha sido DC quien ha reimpreso la publicación británica original en Warrior entre 1982 y 1983 y facilitado su continuación) donde se trata la política como una realidad en lugar de un espectáculo. Hasta ahora, teníamos "conciencia política" sin riesgos y soñolienta bajo la forma del retorcimiento de manos, los golpes de pecho y las incrédulas miradas de asombro, pero las declaraciones genuinas, incluso en la truncada forma que ofrece Moore, son algo mucho más extraño.

No era necesario el prefacio del propio Moore para dejar claro que escribió V de Vendetta impulsado por su desconsolada repulsión frente a las políticas regresivas y socialmente divisorias del gobierno conservador de Thatcher en el Reino Unido y su gemelo reaganista en los Estados Unidos. ''He pensado en llevarme a mi familia y salir pronto de este país... es frío y mezquino y ya no me gusta vivir aquí".

Las virtudes de V de Vendetta son muchas: el fino oído de Moore para los diálogos (de los mejores del mundo del cómic), su cuidadosa construcción de las acciones, su sentido del equilibrio, su habilidad, propia de un showman, para hacer saltar sorpresivamente lo extravagante y lo inesperado en un entorno que nos resulta familiar. (Los guiones de Moore se complementan perfectamente con los dibujos de David Lloyd, tan controlados, inventivos, además de histriónicos, y finalmente, igual de convencionales.) Los placeres que se consiguen leyendo sus cómics son obvios, y aunque me concentre en los fallos que afean V de Vendetta, tal  y como voy a hacer, no pretendo menospreciar la obra. A veces los fallos de un artista consumado resultan más interesantes que sus logros.

La historia comienza el 5 de noviembre de 1997: la Noche de Guy Fawkes. En esa fecha de 1605, los conspiradores contra el rey Jaime I intentaron volar ambas cámaras del Parlamento. El complot fracasó y Fawkes fue ejecutado, pero ha pasado a ser recordado para siempre en el folclore inglés. En la futura Inglaterra de Moore, un misterioso personaje llamado "V" ha adoptado el atuendo, la dicción jacobina y el modus operandi de Guy Fawkes. El 5 de noviembre de 1997 bombardea el Parlamento, deteniéndose brevemente antes del evento para rescatar a una vagabunda y prostituta inexperta de 16 años llamada Eve de las brutales "prerrogativas" de un escuadrón anti-vicio del gobierno.

Aunque nunca se da a conocer su identidad, la trama revela parte de la historia de V: era el "hombre de la Sala cinco" (Sala V) del infame campo de concentración de Larkhill, uno más de las docenas de centros de detención construidos por un gobierno fascista inglés después de una breve guerra nuclear para internar a homosexuales, negros y otros indeseables prisioneros políticos. (Dichos campos están modelados, quizá demasiado verazmente, como los campos de concentración nazis, incluso sus hornos y experimentos médicos). Durante su encarcelamiento experimentan con V, que sin embargo, consigue escapar y regresar a Londres. Años más tarde, operando desde una suntuosa guarida subterránea, se propone tomar personalmente venganza del personal del campo y resarcirse públicamente del gobierno. (Vale la pena señalar que una de las dramáticas formas de actuación jacobina más popular era el juego político de la venganza, y que a menudo el protagonista habla de forma parecida, a base de versos libres yámbicos.) La consecución en sus acciones es extraordinaria. Cuando por fin un investigador del gobierno lo rastrea y lo hiere de muerte, se arrastra de regreso hasta su guarida y le pasa la batuta de la resistencia a Eve, su heredera adoptiva.

La historia me sonaba. Es la saga de un hombre contra el sistema cuyos ejemplos pasan por "1984" de Orwell y cien epígonos menos consecuentes. Como rebelde, V automáticamente consigue nuestras simpatías; es un héroe. Incluso es más: un superhéroe. Viste máscara, capa, tiene fuerza y​ velocidad sobrehumanas, motivación para buscar su venganza, identidad secreta, escondite secreto, sidekick. Gran parte de los diálogos de Moore recuerdan tímidamente a un Superman de la Edad de Oro: "¿Cómo lo ha hecho? Nunca había visto a nadie moverse tan rápido". "¡Me has rescatado! ¡Como en las fábulas! No me lo puedo creer". "La gente normal no es capaz de hacer ese tipo de cosas".

A Moore nunca le irritaron dichas limitaciones del género. Es más, prospera a partir de ese punto utilizando argumentos formuláicos y personajes comunes como base para encontrar matices y arabescos inesperados. En sus mejores momentos, evoca el sentimiento que transmite un buen músico de jazz tocando una tonta melodía. Aún así, aunque adherirse a una estructura predecible parece otorgarle cierta sensación de libertad, es capaz de sabotear el orden de las cosas, y lo hace, porque la complejidad de su forma de ejecutarlo apunta a una complejidad en sus propósitos que la estructura de género no es capaz de soportar.

Moore escribe densamente, como si quisiera ocultar la simplicidad esencial de dicha estructura. 

Los detalles y las alusiones pululan tan densamente como los mosquitos en un lago en verano, y muestran la misma enloquecedora negativa a ser comprendidos. En esta espesura, difícilmente se puede separar lo fundamental de lo periférico. Algunos detalles, como las recurrentes "V" plasmadas por todas partes (el símbolo personal del personaje, una V circular -¡a la sombra del Zorro!- es una inversión del círculo anarquista contemporáneo con el símbolo de la A) son un rápido hallazgo feliz que se vuelve aburrido, al igual que ocurría con las recurrentes caras sonrientes de Watchmen: una marca reflexiva cuya agradable inclusión se desgasta rápidamente. Aunque más sugerentes, otros detalles parecen inconclusos y arbitrarios. Más de una vez cierta ambigüedad o una laguna en el guión esconden desgarbados lazos entre uno de los arabescos más elaborados de Moore y las sencillas exigencias de la aventura formal.

Por ejemplo, en una ocasión se menciona a Arthur Koestler como autor de Las raíces del Azar y de nuevo como presidente [en realidad vicepresidente] de EXIT. Por supuesto, Koestler es mucho más conocido por ser el autor de una de las novelas básicas de este siglo, El cero y el infinito, una obra maestra ante la que han de inclinarse todos los trabajos posteriores sobre el totalitarismo. Moore es muy consciente de que V de Vendetta se queda directamente a la monumental sombra del trabajo de Koestler, y no estoy seguro de por qué lo apunta simplemente de forma tan oblicua. Quizá sugiera que en su Inglaterra futura, la gran obra de Koestler ha sido purgada, de modo que sólo se le conoce como un excéntrico escritor sobre percepciones extrasensoriales y partidario de la eutanasia. Esta descabellada suposición es todo lo que se me ocurre.

El elaborado escondite de V, "la Galería de las Sombras", es una mezcolanza de pop y alta cultura. Los carteles de películas de serie B compiten por el espacio con los viejos maestros (me gustaría saber si las pinturas son originales). En una estantería, Shakespeare reposa codo con codo con Homer, Ivanhoe, Dante y Ian Fleming. Eve reacciona ante la "hermosa" música que suena en la gramola. En su mejor estilo pontificio, V responde: “La canción se llama 'Dancing in the Streets', de Martha and the Vandellas. ¿Puede que la Motown te resulte familiar?" (Quizá la escena sea más graciosa de lo que pretendía Moore, porque al leerlo me imaginé a Alistair Cook presentando un concierto de Run-DMC). También, esta mezcla de filigrana manierista con cruda energía pop, malabarismos poco útiles y mucha profundidad suele ser la emblemática forma de trabajar de Moore. Cada una de las historias de Moore parece una especie de galería de sombras, maravillosamente repleta, aunque parezca hacerlo de forma indiscriminada, de todo lo que se le antoje en ese momento. Seguro que únicamente la coincidencia en las letras explica que Moore ponga un ejemplar de "V" de Thomas Pynchon en manos de su personaje; cualquier otra novela escogida al azar tendría tanto, o tan poco, que ver con el relato de Moore.

Incluso vemos algo similar en las fundamentales referencias a Guy Fawkes. Aunque se supone que V es un reemplazo de Fawkes, no es tanto el anarquista implacablemente opuesto al gobierno como el burlado por el gobierno. La conspiración de la pólvora de 1605 fue frustrada en el último momento: Fawkes y sus conspiradores no lograron volar la Cámara de los Lores porque el Conde de Salisbury, el secretario de estado de Jaime I, supo del complot durante meses. Salisbury permitió que los planes de los conspiradores progresaran hasta la misma noche antes del bombardeo planeado, cuando el desventurado Fawkes fue detenido in fraganti en el sótano de la casa, y su ejecución sirvió de ejemplo público. De hecho, en su amor por lo teatral y su manipulación de los acontecimientos, V se parece más a Salisbury que a Fawkes. Por eso, a pesar de su complejidad, V de Vendetta, como Watchmen, tiene sentido. Si en Watchmen el plan de Veidt para salvar a la humanidad de sí misma parecía emanar más de los clichés de ficción pulp que del cerebro de "el hombre más inteligente del mundo", V de Vendetta es por su parte un laberinto de cabos sueltos y preguntas sin respuesta. ¿De dónde saca V el dinero para llevar a cabo sus operaciones? Seguro que el gobierno había incautado todos sus bienes en el momento de su encarcelamiento. ¿Cómo este famoso fugitivo político es capaz de crear la Galería de las Sombras y trabajar como un terrorista solitario en una sociedad donde todos los ciudadanos comunes se encuentran bajo minuciosa vigilancia? ¿Cómo podrían 40 antiguos integrantes del personal de Larkhill morir "accidentalmente" sin despertar las sospechas de alguien? Si las respuestas son que V tiene acceso a la computadora central del gobierno, Fate, ¿cómo ha obtenido el acceso? No son enigmas, sino agujeros en la trama.

Las cuestiones sobre su personalidad producen similar inquietud. Escribir un personaje enigmático no da licencia para el enigma absoluto. En un momento dado, Eve observa: "Esas cosas son muy importantes para ti, ¿no es cierto? ¿Todas esas cosas teatrales?" "Lo es todo, Eve. La entrada perfecta, la gran ilusión. Lo es todo". ¿Por qué V está tan obsesionado con lo teatral? ¿Quizá porque la mujer de la Sala IV era actriz? ¿O porque una rama de la ficción popular, desde Robin Hood en adelante, ha retratado a los anarquistas como románticos encantadores, y dicho arquetipo se gana nuestra simpatía por V a pesar de que cometa actos de terrorismo a sangre fría? ¿Cuánto del comportamiento de V proviene de la naturaleza de su personaje y cuánto de la necesidad de su autor por generar una gran ilusión? Para cuadrar su personaje con todos los acontecimientos de la historia, V tiene que haber sido, antes de ser prisionero en Larkhill, actor, músico, programador, químico, experto en demoliciones y conocedor del Arte en general, alguien rico e independiente, el tipo de compuesto glamoroso más común que nos podemos encontrar mejor en los alter-egos de los superhéroes (por ejemplo, Bruce Wayne, Tony Stark) que en la vida real.

Tampoco hay nadie con quien medir la personalidad de V. En El cero y el infinito, Rubashov tiene un antagonista (Ivanov) que es su igual intelectual y moral. Algo que no se permite en una historia de superhéroes: casi todos los personajes excepto V son cobardes, matones, victimizados, intrigantes, débiles o amorales. El único personaje principal con cierta decencia, el detective Finch, no es un verdadero rival para V, aunque al final consiga rastrearlo y matarlo, solo es con la complicidad de V. Si lo observamos teniendo en cuenta este punto de vista, contra tal elenco, V tiene las relativas virtudes de Sócrates, Bertrand Russell y Fred Astaire combinadas, y no mucha más profundidad que el Capitán Marvel.

En algún punto, V aduce: "Dentro de esta capa no hay carne y sangre a la que matar. Solo un ideal". 

Entonces, tal vez deberíamos examinarlo en lugar de su personalidad.

En el libro de Koestler, Rubashov el prisionero e Ivanov el interrogador tienen ideas opuestas. Ambos están convencidos de su rectitud moral, pero son conscientes de su falibilidad. El epígrafe de Koestler protagonizado por Saint-Just, el revolucionario francés, apunta lo que ya saben ambos: "Nadie puede gobernar sin culpa". Por supuesto, la regla de V ("haz lo que quieras") no es una regla y conduce al caos, que él ve como un lamentable pero inevitable paso en el camino hacia la verdadera anarquía. Pero, ¿qué es la verdadera anarquía? Lo mejor que logra V dilucidar es: "'En el clamor de la insurrección, es fácil olvidar el motivo por el que luchamos. ¿No es eso un baile? ¿Hombros perfumados? ¿Pupilas dilatadas por el vino o el deseo? La anarquía debe abrazar el fragor de las bombas y el fuego de cañón, pero debe amar aún más la dulce música". Y “La anarquía tiene dos caras: la creadora y la destructora. Así, los destructores derriban imperios: crean un lienzo de escombros sobre el que los creadores pueden pintar un mundo mejor".                                                                                             

Cerca del final, V le da la oportunidad a Eve de arrancar una rosa de su jardín secreto, un ligero simbolismo que le ofrece una venganza que la mata y la permite vivir. ¿Quizá lo siguiente será una anarquista más amable y gentil en ciernes? Sin embargo, la historia vuelve a su comienzo: Eve rescata a un joven de los disturbios que ocurren a continuación y se lo lleva. El chico se despierta en la Galería de las Sombras, donde Eve, ahora con la máscara y el disfraz de Fawkes, lo saluda con la voz y el estilo del antiguo V: "Esta es mi casa." ¿Un nuevo jefe en negativo muy parecido al antiguo jefe en negativo? Sabemos que Eve ha evitado asesinar, pero eso es todo. Conocemos sus planes. (Puede que parezca que la rosa que crece entre los escombros en la contraportada de los 10 números de la serie apunte a una reconstrucción optimista, pero el uso simbólico que hace V de una rosa al asesinar lo contradice).

(Finalizará)

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