miércoles, 29 de enero de 2014

PERROS EXPLOTANDO, HARRODS Y HELLBLAZEANDO, por Warren Ellis

Artículo de "Desde el Escritorio de Warren Ellis", Volumen uno (Avatar, 2000.) Traducido por Frog2000.

Envío una nota al correo de FringeWare, la dirección de email de Richard Kadrey. Lo había visto antes en Wired y tal, pero aquí está, mientras estoy conectado. Richard Kadrey escribió lo que para mí es una de las mejores novelas de ciencia ficción de los ochenta: Metrophage [Metrófago, 1988]. Es tarde, por la noche, y de repente parece una buena idea mandarle un mail para decirle todo lo que me gustó su libro, y que por eso conecté su novela con un cómic que estaba guionizando en ese momento.

Un par de horas más tarde me llega un mail de vuelta de Kadrey, donde me cuenta que lleva meses siendo lector y un apasionado de Transmet, y que ahora está arreglándoselas para escribir una reseña de mi serie en la revista Wired. Por otra parte, también ha empezado a guionizar cómics. Jodido pequeño mundo.

Su correo concluía:

"...soy un verdadero fan de tu cómic. Me gusta un montón la noción básica (y también la tensión que la propia idea evoca más tarde) de que incluso en un futuro saturado por los medios, La Palabra seguirá teniendo peso. Espero que estés en lo cierto. Nosotros (los escritores) estamos verdaderamente jodidos si te equivocas."

No puedo estar más de acuerdo. Y tú también deberías estarlo.

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Buenas noticias, mi vieja compañera Polly Watson finalmente ha conseguido su largamente merecida promoción en Marvel. Polly, que resulta ser una encantadora combinación de magnífica belleza física y un extenso daño cerebral bastante peculiar, aprendió su oficio entre las pequeñas, pero sin duda perfectas, piernas de Marie Javins, y se ha pasado los últimos años como editora asistente de Bobbie Chase. Pero ahora Polly Watson se ha convertido en la editora de la línea de tomos de Marvel, con su propia oficina sin ventanas donde podrá tocar swing con una big band y mantener las luces casi apagadas. Por ese motivo, todo marcha bien en el mundo.

Polly y yo solíamos tener esas conversaciones en las que cinco segundos después te das cuenta y piensas "¿por qué estoy diciendo esto?" mientras me informaba de los resultados del coloreado en una obra: "El pus es amarillo, espeso y cremoso de la forma que tanto te gusta, Warren..."

En esa misma época, D´Israeli, el artista que coloreó la miniserie de Druida editada por Marie y Polly, nos envió a todos una carta escrita con grandes garabatos infantiles a lápiz, donde se podía leer: "Enviadme más fotos de perros explotando". Sigo teniendo esa carta colgada en la pared de mi oficina.

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El otro día me pillé la nueva recopilación de Grant Morrison: "JLA: La Roca de los Tiempos". Es inmensamente divertida. Me parece apropiado que los grandes cómics de superhéroes se hayan quedado jodidos. Nunca me había preocupado demasiado por todas esas cosas de los Nuevos Dioses (aunque sigue pendiente echar un vistazo al enfoque de Walt Simonson, porque estoy completamente rendido a su dibujo), pero Morrison lo maneja todo con mucha mano izquierda y con, creo, un mínimo de respeto. Casi me entristece que aplique esa enorme inteligencia fuera de lo común en JLA y consiga ventas y aplausos, y que a continuación proponga un concepto que me resulta más cercano en "The Invisibles" sin alcanzar ningún tipo de repercusión. Sigo prefiriendo mucho más Invisibles que JLA, y definitivamente es la obra que revisaré en el futuro, siempre que sea, tal y como se merece, recopilada en formato de tomo.

Lo último que he escuchado sobre Morrison, porque la comunicación entre nosotros se ha perdido cuando su extraño campo electromagnético personal fastidió el último de mis muchos módems y ordenadores, es que se marchaba a los States seis meses o algo así. Si alguien lo ve por Nueva York, acercaos con una copia de esta columna y decidle: "eres un bastardo y calvo escocés y quiero que me devuelvas mis cientos de dólares."

(No debería hacerlo. Dije algo parecido sobre Garth Ennis en mi web hace un par de años, y algunas personas se encararon con él en un bar de Las Vegas. Me parece que se sintió obligado a pagarle las bebidas a todo el mundo durante el resto de la noche. Justo después de su vuelta a Inglaterra recibí una llamada de teléfono donde empezó a vociferar con su colérica voz irlandesa: "Ha Ha Jodido HA BASTARDO".)

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Recientemente lo he terminado de leer y me ha encantado; "Nat Tate, An American Artist: 1928-1960", de William Boyd. Una biografía del enormemente talentoso y profundamente depresivo pintor que cuatro días antes de suicidarse, reunió y quemó casi toda su producción. Esta distintiva ausencia de material superviviente, reforzada por testimonios de notables como Gore Vidal y David Bowie, se toma su buen trecho hasta llegar al punto en el que asume que, bueno, de hecho Nate Tate nunca existió. Nat Tate fue una elaborada broma a expensas de la panda de literatos y artistas de Londres-Nueva York. También es una inteligente y bella obra. Debería colgar una nota aclaratoria en el libro: me preocupa que mi hija lo encuentre en la librería después de mi fallecimiento y se pregunte: "¿Quién sería este individuo, el tal Tate? Bonitos cuadros..."

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Acabo de pillar cinco minutos de una película de aspecto terrible. El brillante Lance Henriksen es un tipo malo que va vestido como un cura y agita una ametralladora en la Corte del Juez Supremo. Henriksen: "Es en ocasiones como esta en las que pienso en las últimas palabras que me dijo mi padre, las cuáles fueron... "No, hijo, ese arma está cargada..."

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E-mail de Shelly Roeberg, de Vertigo, donde me pide una historia corta de Transmetropolitan para rellenar el segundo número de la antología anual titulada Winter´s Edge. Escribe: "sería una gran oportunidad para que Transmet llegase a más público y posiblemente de capturar el espíritu navideño de Spider". Spider Jerusalem. Espíritu navideño. Obviamente, esa mujer está loca. Envío un mail diciéndola que es un genio.

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Lo siguiente proviene de un antiguo cargo de Marvel Comics, una conversación por teléfono de hace algunos años que he recordado ahora mismo: "Los rumores que corrían por la oficina eran que Todd McFarlane sólo conocía dos mil palabras, y que la mitad de ellas eran "fuck".

Lo que más me sorprende es cómo ha conseguido McFarlane engañar a tanta gente durante tanto tiempo para que sigan pensando que es estúpido.

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Lo único que me asusta.

Llevo manteniendo correspondencia con Michael Moorcock desde el pasado verano, y los horrendos hechos que describiré a continuación acaban de salir a la luz. En sus días de juventud cogió una de esas novelas de fantasía de 60.000 palabras que estaba escribiendo entonces, la dividió en cuatro actos de igual tamaño, y luego se sentó y completó la jodida cosa en cuatro días. Quince mil palabras diarias. A veces, en esos días Mike vivía un poco demasiado a lo grande. Se encargó de una de esas cosas para poderse pagar las facturas de Harrods. El campechano bastardo incluso le dedicó el libro a Harrods.

Eso es lo que me aterra. Quince mil palabras al día.

Déjame contarte algo. Probablemente el guión más denso y extenso que haya escrito en el último par de años fue para el primer número de Transmetropolitan. Llegó a las 9.500 palabras. Me costó diez días escribirlo. DIEZ CONDENADOS DÍAS.

Pronto tendré que escribir una novela de 80.000 palabras. Moorcock acaba de terminar los primeros tres capítulos de su nueva novela. Treinta mil palabras. Y también son brillantes. Me los he leído. Tres capítulos. Treinta mil palabras.

Creo que me voy a traer esa caja de cerveza a la oficina y me voy a quedar un rato sentado en silencio...

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Me voy a la cama a las dos en punto, estoy en la puerta a las siete porque el cartero me entrega cosas grandes que jamás habrían cabido en el buzón, me arrastro de nuevo a la cama, llaman de nuevo a las ocho, es el de la UPS que me entrega mi caja con las copias de cortesía de DC, me arrastro a la cama, vuelvo a abrir la puerta a las nueve por culpa del jodido cartero, que de nuevo me hace entrega de una cosa enorme de cortesía enviada por el banco, me arrastro a la cama, y a las diez abro otra vez la puerta por culpa de ese cartero sodomita que me dice "me olvidé" y me pone en las manos un catálogo del club del libro que aparentemente es un nanómetro más grande como para poder caber en el buzón...

He llegado a un punto en el que podría haber enarbolado una espada y gritar "¡Ahora van a cambiar las tornas! ¡Un civil inocente asesina a un enloquecido cartero!"

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De acuerdo. Lo admito. Me he comprado una copia del tomo del Escuadrón Supremo precisamente para poder tener parte de un hombre muerto en mi librería. Me divierte ponerlo en las manos de la gente antes de decirles lo que se puede encontrar exactamente en sus páginas. Lo que hay en esas páginas, por supuesto, son las cenizas del crematorio de su guionista, Mark Gruenwald, según lo que dejó escrito en su último testamento. Sospecho que es una de las dos únicas cosas que Mark tuvo en mente incluir en el tomo.

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Esta tarde me he sentado a leer "Kill Your Boyfriend" de Grant Morrison y Philip Bond. Me ha hecho pensar en dos cosas. La primera, me recordó lo mucho mejor historietista que es Philip Bond en referencia a Jamie Hewlett. La segunda, me recordó lo bueno que es ese bastardo de Grant Morrison haciendo literatura "mainstream" contemporánea. "Kill Your Boyfriend" es la más perfecta "pop song" que jamás vas a escuchar a tus dieciséis. "Kill Your Boyfriend" acaba de ser reeditada por Vertigo. Si eres un quinceañero borracho, de vista brumosa por la nicotina, terminalmente cachondo y listo para patear el cerebro del mundo por culpa de un amor que te ha hecho daño, deberías comprarlo. Pasando sus páginas impecablemente dialogadas y dibujadas con un estilo sexy, divertido y encantador, a menudo me he sorprendido reaccionando con cálidas sonrisas de recuerdo. No es nostalgia, porque la nostalgia siempre implica desprecio por el presente y por el futuro. Tan sólo recuerdos.

Compra "Kill Your Boyfriend". Porque jamás volverás a estar enamorado de la misma forma que cuando eras joven. Y ese motivo es más que suficiente.

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Los Invisibles sigue siendo uno de mis cómics favoritos mensuales. Ese y Predicador son los únicos títulos regulares que repaso de arriba abajo. Creo que ahora estamos en el ecuador del segundo volumen y las cosas se están haciendo más complejas y densas en cada número. La deconstrucción de King Mob, terrorista al viejo estilo, ha empezado en serio. Su nombre código es el de un vástago del Situacionismo, y es la respuesta de un solo hombre a los desgastados y viejos sueños del Movimiento. Es lo que Debord necesitaba cuando visitó al perdedor que le prometió un ejército Situacionista armado y sólo se encontró a un gordo, un enano y al perro del vecino (o lo que fuese aquello.) King Mob es el esplendor y el temor que puede provocar el Situacionismo, pero también es alguien que pertenece al viejo mundo. Y los Invisibles tratan sobre el nuevo mundo. Ahora mismo es la historia más optimista de todos los cómics comerciales. Trata sobre la gente que está entregando su última pizca de cordura y la última gota de sangre para hacer del mundo un lugar mejor AHORA MISMO, durante nuestra vida. El Brit Pop ha muerto. YO LO ENTIENDO TODO. Barbelith es la Singularidad, el objeto trascendental al final de los tiempos... "un disco hologramático mercurial, parte archivo, parte máquina, parte sintaxis, parte mente..." (Terence McKenna). Contemplar los Invisibles da como resultado una actualización automática de software. En 2012 cumpliré 44 años. Seguiré siendo lo suficientemente joven como para que merezca la pena vivir para siempre. Ojalá que siga vivo para poder verlo, porque quiero verlo, El Final de la Historia y el aterrizaje de la Singularidad... y el día después quiero ser capaz de telefonear a Grant Morrison y reírme del tema.

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Hace unas semanas me pillé una novela gráfica titulada "Bluebeard", de James Robinson y Phil Elliott. Llevaba años sin ver la obra del dibujante Phil Elliott (que también es guionista y artista). Empezó en los ochenta, con un estilo inspirado por los dibujantes de línea clara belgas. Para mí su estilo encuentra su mejor expresión en el brillante y notorio tebeo británico "Doc Chaos". La engañosa complejidad del dibujo es perfecta para la energía limpia y directa al servicio de la Ciencia Enloquecida y Paranoide de la historia. El estilo de Elliott se volvió más suelto y preciso en sus siguientes obras, francamente parecía más jodidamente sucio en el bastante pobre aunque ambicioso concepto distópico de "Second City". Y ese título fue el último que pude ver. Me parece que en "Bluebeard", editado en 1996, Elliott ha combinado lo mejor de dos mundos al servicio de la historia de un asesinato a nivel mundial urdida por Robinson. "Bluebeard" no es una historia de misterio con asesinato, entiéndeme. El argumento es una mera estructura donde Robinson va colgando varios cortos y convincentes estudios de personaje. Y todos esos estudios se ven fortalecidos visualmente por la nueva y centrada combinación del limpio estilo de línea clara con el trazo sin fusiones, cálido y humano del que también hace gala Elliott.

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"El Soldado Desconocido" de Garth Ennis y Killian Plunkett (con portada del nuevo dibujante de Hellblazer, Tim bradstreet) apareció en forma de novela gráfica la semana pasada. Esta historia comprime parte de la mejor, más ponderada y disciplinada escritura de Garth Ennis, y es la obra más importante del nuevo y adecuado dibujante Killian Plunkett. El afilado, aunque mesurado nivel al que han llegado las palabras de Garth casan perfectamente con los condenados y obsesionados rostros y espacios dibujados por Plunkett. El Soldado Desconocido es la mejor película que vas a poder proyectar dentro de tu cráneo durante todo este año.

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Esta semana no hay nada mejor en la Tierra que la primera canción del CD de Boom Boom Satellites titulado "7 Ignitions". Sentado en mi sofá, observando solitariamente uno de las más brillantes instantes del verano acercándose hasta Inglaterra, con un puro cubano y una gran cerveza checa helada en las manos, dejando que los bajos se retuerzan y redoblen, se escuchen las señales del chico espacial y suenen las baterías techno berserkers, esta música es capaz de quitar parcialmente las telarañas. La portada dice: "Piensa a lo grande, piensa en samplitudes, piensa en beatitudes, piensa en lamer 110 voltios". Que es algo que no voy a discutir. Las notas interiores describen esta música como "lo que ocurre cuando los japoneses escuchan a los Chemical Brothers". Tengo esa página abierta en la pantalla del ordenador, una cascada de websites en el laptop (que flashean y charlotean a mi derecha), detrás de mí está el carrillón repiqueteando, envío faxes por la laptop, la CNN en la televisión y en la emisora está sintonizada la cadena de la BBC Radio Five, el servicio de 24 horas sin interrupción de noticias. Dejé de escuchar la BBC World Service hace años, después de mi última entrevista. Nos invitaron a Jill Thompson y a mí, fue en Broadcasting House. A ella la presentaron como la dibujante de "Black Orchid, el cómic con la única super-heroína negra". En realidad la protagonista de Black Orchid (incluso si sólo le has dado al título una lectura superficial) es una planta sentiente con forma humana. Y era púrpura. No fue mi primera entrevista en la World Service, pero definitivamente fue la última. Sigo escuchando Radio 5, porque la única entrevista en esa emisora en los comienzos de mi carrera fue jodidamente brillante, conducida por una mujer que había leído y entendido mi trabajo. Keri, si estás ahí fuera, sigo agradecido. Si mal no recuerdo, dejó Radio 5 poco después para vagar un poco por el mundo. También hice otra entrevista con Stuart Green, el entonces editor de la antología de cómic británica para quioscos Blast! (para la que escribí algunos cómics y artículos). Lo último que he escuchado es que Stuart se había convertido en el mánager de uno de esos grupos musicales de pop formado por jóvenes.

Nunca pensé que vería el día en el que la única persona que conozco que haga lo mismo que hacía hace ocho años sería yo mismo.

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Hellblazer ha demostrado ser algo que necesita una escritura extraña. Me ha hecho retroceder hasta convertirme en una versión más joven de mí mismo, de una época anterior, pero es que no podría estar guionizado por otro, sino por esa versión treintañera de mí mismo. Para guionizarlo verifico los lugares por los que caminé por primera vez hace una década, demonios, incluso el viejo Stuart Green sería capaz de reconocer un par de ellos. Inspirándome en muchos de mis viejos recuerdos, intento dar sustancia y los utilizo como telón de fondo. Esa sensación de estar enamorado en St. James Park durante el verano, o de haber estado enamorado en Camden Town un viernes por la tarde, al filo del invierno. Caminar por la orilla del Támesis durante el atardecer. Comprar una mítica pinta en Coach And Horses y escuchar aullar al camarero: "Que le jodan al Restaurante Epicúreo, si no te gusta mi jodido menú...", la sensación exacta de saber que no puedes regresar a casa porque algún pobre viejo bastardo se ha arrojado en el Tube, en la estación de Brixton, convirtiéndose ahora en una mancha de cien yardas a lo largo de los raíles... ver a ese chaval tumbado en la esquina de Denmark Street, volviéndose azul, muriendo, justo ahí mismo, y observar cómo su brazo va perdiendo tensión y cayendo, darte cuenta de cómo una aguja rueda lejos de su cuerpo... observar la luz del sol moteando el tejado del St Paul´s, en Hugerford Bridge. Mirar a una mujer bonita deshaciéndose en lágrimas en la esquina de Greek Street, junto a los pubs y salas de juegos y bares de striptease y tiendas de porno y la acera ocupada por parte de las mesas de la sociedad del café, un balcón privilegiado desde el que poder observar la sordidez y la disolución y el dolor y el colapso y la ausencia de esperanza y el condenado glamour de la pobreza creciente del Soho...

Ahora, a los treinta, camino persiguiendo las rutas de la ciudad. De Brixton a Stockwell. De Liverpool Street a Hackney Road, a través de Christ Church. La maraña del Soho. Apuntando hacia la vieja dama de Threadneedle Street según me enciendo un cigarrillo. Subiendo por la estación de Camden Town, donde ella y yo solíamos besarnos (descubrí la semana pasada que ese sitio de la estación solía ser uno de los puntos de ajusticiamiento de Camden), por World´s End, donde nos emborrachamos y donde encontré a una bruja viva hace tres años. Camino por los parques, me detengo en el teatro al aire libre donde vimos una vez a la RSC interpretando "Romeo y Julieta", deambulo por los alrededores... la maravilla se ha desvanecido, pero voy comprendiendo las cosas. Por lo menos eso tiene de positivo.

Me siento en "The Moon Under Water", en Charing Cross Road, el pequeño sueño que tendría George Orwell de un bar hecho realidad. Transfiero algunas notas y pensamientos a mi agenda. Transcribiendo Londres. Vuelvo a los días en los que Londres fue mi novia y estaba atrapado por la sexualidad y la novedad que me suponía. Ahora soy más viejo, mi yo del 86, 88 o 90 se ha marchado, se ha ido como la mujer con la que compartí Londres. Encontré a mi amor de largo recorrido en algún otro sitio, y ahora sólo puedo ser el amigo y confidente de Londres, su agente para el resto del Mundo.

John Constantine y yo caminamos por las calles de Londres, adquiriendo conocimiento.

Southend, Londres

Junio de 1998

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