Artículo para Wired (agosto de 2010), traducido por
Frog2000.
Este artículo ha sido recogido de la edición de septiembre de
la revista Wired.
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De vez en cuando me gusta charlar con la gente sobre la mejor forma de escribir para la televisión. Creo que las únicas dos cosas que he escrito y que en realidad han
llegado a emitir fueron un episodio de la serie de dibujos animados de
la Justice League Unlimited (que tan sólo era notable porque el equipo de animación
se volcó en él y porque el brillante John C. McGinley me hizo parecer un genio)
y una miniserie animada de GI Joe (que tan sólo era notable por la excelente forma
en la que estaba dirigida y porque me valió el odio de varios cientos de fans de
GI Joe).
Pero de vez en cuando me reúno con la BBC, o con una
compañía de producción, o con gente de la network americana y hablamos sobre
hacer algo. Un amigo mío que trabaja en la sección post-digital de Silicon
Roundabout y que una vez me aseguró "aunque vista como un vagabundo tengo mucha experiencia trabajando como diseñador”, me ha pedido que le comente frente a una pinta
en el pub donde se reúnen desertores de su trabajo, The Reliance, qué demonios quiero hacer en este Mundo. "Televisión", le digo.
"Antenas y lo demás. Cosas de metal que se oxidan. Eso ya no funciona, ¿no?
Es lo viejo. ¿Por qué quieres hacerlo entonces? "
Y le he contestado lo siguiente: me gustaría hacer
televisión antes de que desaparezca. Si te gusta más, televisión clásica.
Televisión de cultura popular que se desperdiga por todo el país mediante, sí, grandes
antenas oxidadas. Buena y vieja televisión terrenal, a pesar de que las
nociones del término "terrenal" se hayan quedado bastante
erosionadas estos últimos años. Ese tipo de televisión va a desaparecer
más pronto que tarde. Oh, estoy seguro de que seguirá habiendo un Doctor Who los sábados
por la noche que hará girar un engalanado cuento de hadas enjoyado con una
mano y venderá destornilladores sónicos de plástico con la otra. Siempre
habrá un montón de reality shows mostrando cómo la gente se degrada a medida
que las cadenas de televisión continúan con su cronenbergiana misión de demostrarnos que nada es real hasta que aparece en la pantalla del televisor. Pero el verdadero trabajo cultural de la televisión, las historias con guión, esas se encuentran en peligro de extinción.
Cualquier programa que no sea una telenovela "sobre relaciones" se puede incluir en esos lugares "extraños" a los que acuden las personas menos
interesadas en los lloros y los abrazos y que buscan que les cuenten una historia en los canales
por cable y por satélite, o las que marcan su calendario para el momento justo antes de la medianoche
y justo después de algún programa sobre cría de pollos, o (¡ajá!) se conectan al iPlayer. Que
es el lugar donde el bastante bueno horror médico de Paul Cornell, The Pulse, se podrá seguir emitiendo o fallecer. Desde que apareció itwasonBBC3, un canal que sólo pueden recibir ocho
personas en el Reino Unido, el público que quiere conseguir ver una serie completa tiene que tirar del iPlayer. Ahí es donde acude el público y donde estará la
televisión.
El programa online de Joss
Whedon, Dr Horrible, ha sido visto por un mínimo de 2,2 millones de personas durante sus primeros cinco días en Hulu, el servicio americano parecido al iPlayer. Durante buena parte de ese tiempo su streaming estuvo restringido y tan sólo los ordenadores norteamericanos tenían acceso. Después sólo podías pillarlo a través del iTunes por 3.99 dólares el capítulo, y durante un tiempo se quedó asentado en la cima de los más descargados en iTunes. Hasta que no lo editen en DVD, no lo vas a poder ver en la pantalla de tu televisor.
La inspiración para Dr Horrible como televisión-que-no-es-televisión proviene de The Guild, de Felicia Day, una sitcom sobre jugadores online que ahora va por su cuarta temporada. El primer episodio fue retransmitido a través de YouTube, donde se puede ver un recuento de cuatro millones de visitas. Y ahora también se puede encontrar en iTunes y Xbox Live.
El dinero está ahí mismo. Es la misma pasta que le dieron a Radiohead y a Trent Reznor por su música, o a Wil Wheaton por sus e-books. La gente se siente más cómoda comprando o alquilando bienes digitales, y ciertamente les encantan los streaming gratuitos, así que centran su atención en estas cosas y a veces gastan su dinero para difundir y apoyar determinadas obras.
La cultura compartida por todo el mundo está desapareciendo porque internet es gigantesco y está lleno de cosas resplandecientes que intentan llamar nuestra atención, ahora es extremadamente difícil que muchos presten atención a lo mismo al mismo tiempo. Vivimos en un estado de fractura cultural, y las grietas van apareciendo lenta pero infaliblemente por todas partes. Hace tiempo que a la televisión le ha llegado el turno de empezar a transformarse en otra cosa.
Sin duda estamos en el punto álgido en que la BBC está produciendo más filmaciones de comedia y drama para iPlayer. Que el programa canadiense de ciencia-ficción "Sanctuary" dé un salto desde internet a la televisión por cable es tan poco probable como que la cuenta de Twitter "Shit My Dad Says" consiga su propio programa de televisión.
Por eso me gustaría hacer televisión en este momento: porque es un medio con el que he crecido, y mientras aún pueda hacerlo, me gustaría meterme en el mismo escenario en el que los grandes escritores de la televisión (Dennis Potter, Troy Kennedy Martin y Alan Bleasdale) hicieron carrera. Antes de que este medio desaparezca tal y como es y no vuelva.
Es vanidad, sí, pero me encanta.
Aunque lo que venga después pueda ser infinitamente más interesante.
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