SOBRE LAS HISTORIAS, LA BEBIDA Y EL MUNDO, por Warren Ellis.
Extraído de la página web de Warren Ellis. Traducido por Frog2000.
Este es el texto de la charla que ofrecí en el Hacienda Bar de Toronto el 28 de abril. Empecé a divagar libremente sin haber ensayado antes el texto, desorientado (por decirlo de alguna jodida manera) en más de una ocasión, así que probablemente debería tomarse más como un borrador que como un texto acabado.
El crítico literario Harold Bloom dijo en una ocasión que no habíamos sido humanos del todo hasta que Shakespeare empezó a escribir: Shakespeare había completado nuestra sapiencia. Me parece una absoluta chorrada tan cruda como interesante. Lo que nos hace humanos son las historias. Son una forma avanzada de interpretación. Los gatos también tienen la suya. A veces son formas de interpretación muy sofisticadas y dramáticas. Pero la verdad es que no comunican ni externalizan gran cosa. Hasta ahora sólo los seres humanos han sido capaces de utilizar las historias para dramatizar la forma en la que ven el Mundo.
Y las historias siempre han estado con nosotros.
Observemos los antiguos menhires de Callanish, en las Islas Orcadas, mientras empieza a amanecer. Quedáos plantados en mitad del círculo de piedra y empezad a girar siguiendo la trayectoria del sol. Desde esa posición os daréis cuenta de que el sol se irá ocultando y apareciendo alternativamente entre las curvas de las colinas de los alrededores. El amanecer está siendo dramatizado como una lucha. Una performance. Las sombras caen y giran a tu alrededor como si fuesen rayos, hasta que las garras del sol se libran de la ladera y arrojan su luz justo hasta la mitad del círculo y de tu cara.
Ponte a caminar por la gran avenida procesional hacia Glastonbury Tor y experimentarás un efecto similar. El paseo está diseñado para revelar y presentar de forma secuencial el aspecto de los alrededores, hasta que el Tor surge como telón de fondo, alzándose justo enfrente. Está construido como una experiencia religiosa, un paseo convertido en una experiencia misteriosa y reveladora. Es como una línea argumental.
Las pinturas rupestres son cómics. Las piedras puestas en pie son instalaciones artísticas. Todo trata sobre las historias.
Y no me refiero a esto con un etéreo "el mundo está hecho de historias, la mía es una buena taza de té" al estilo Gaiman. Me refiero a que es a través de las historias como construimos el Mundo. Al emborronar nuestras percepciones del día en las paredes de la cueva para dramatizar los paisajes en los que hemos nacido, explicamos el Mundo mediante historias, e intentamos que la vida sea mucho más dulce.
Todos los días millones de nosotros adhieren arte a nuestra experiencia mundana y cotidiana sobre el Mundo, logrando que en nuestros oídos suene su propia banda sonora personal.
Una vez conocí a un tipo que ponía una cinta en el reproductor de su coche y esperaba hasta que Lemmy se arrancaba con "Ace Of Spades" antes de poner el pie en el acelerador y salir disparado calle arriba. Casi he estado a punto de morir cien veces por culpa de ese hijo de puta.
Un conocido mío solía contar una historia protagonizada por Lemmy. Vivía en un edificio de apartamentos en Nueva York, y un día escuchó un terrible estruendo de puertas afuera. Al salir al pasillo se encontró con Lemmy, que se estaba chocando contra las paredes mientras sostenía una gran cuchara de madera en una de las manos. Lemmy, le dijo, ¿por qué estás delante de mi puerta con una cuchara de madera?
¿Sabes que algunas personas se toman su pequeña dosis de coca con una cuchara de plata?, contestó Lemmy. Y entonces alzó su cuchara de madera como si fuera Excalibur y gritó: ¡Esta es la mía!
Lo que me lleva hasta las drogas, que siempre han estado acompañando a las culturas donde se narran historias. Al ser un inglés del sur, mi propia cultura es la de un alcohólico. La cultura de la hidromiel. Soy de un pueblo que en sus orígenes era un asentamiento nórdico. Thundersley. Traducido del antiguo Inglés significa "asentamiento del trueno" o "asentamiento de Thor". Fue un pequeño centro de culto a Thor. Había y hay otros Thundersley a cincuenta kilómetros al norte, y la vieja historia contaba que todos los jueves Thor sobrevolaba ambos asentamientos ingleses. Thundersley estaba compuesto por bosques y represas en ese entonces. Mientras estuve viviendo allí las represas fueron pavimentadas, y los únicos árboles del centro del pueblo estaban alrededor de la escuela a la que asistía, en una sombría callejuela arbolada que se llama Dark Lane. Un pequeño pasillo narrativo. Aún se siguen contando historias. A lo largo de la campiña de Rayleigh, a cinco kilómetros de distancia, existía un camino al que habían bautizado como Screaming Boy Lane. Nunca supe por qué.
Mi padre me habló alguna vez sobre el tema. Pero nunca supo por qué se llamaba de esa forma, y fue una de esas cosas que le perturbaron hasta la tumba. Era una de esas personas a las que le gustaba transmitir historias. En los sesenta tocaba la batería. Una noche después de un concierto, un par de tipos de Liverpool se le acercaron y le preguntaron si quería unirse a su banda, porque en ese momento no tenían batería, le prometieron que tocarían varios conciertos en Alemania...
"No me gusta pensar demasiado en eso", solía decir.
También estuvo en las Caballerías Reales con los soldados a caballo de la Reina, y una vez fue el encargado de entregarle un jodido caballo a la Reina para que cabalgase durante un evento público. Estuvo en la Marina Mercante, y en una ocasión lo encarcelaron en Fiji por saltar accidentalmente desde un barco. Me contó que la prisión donde le metieron era una choza de paja a la que, si era tan amable, debía regresar por la noche.
Te conviertes en parte de la historia de tu padre y sientes que tal vez no hayas hecho lo suficiente para vivir de acuerdo con las historias que él ha vivido. Mi padre era un escritor al que nunca publicaron, y no me di cuenta hasta que más tarde sintió que se había convertido en parte de MI propia historia, algo que le encantó. Le solía telefonear al móvil desde otros países, lugares que él nunca había visitado o que sólo había visto una vez. Desde mi hotel habitual de San Francisco podía ver el Telegraph Hill, donde una vez se quedó a dormir durante un viaje. Lo llamé desde la costa negra de Reykjavik. Por lo que esas anécdotas ya forman parte de nuestras historias, de ambos.
Papá y yo tenemos historias similares sobre nuestra forma de beber. Ambos nos despertamos en nuestra adolescencia (a los veinte años) para bebernos una botella de algo de una sola tacada. Durante el resto de su vida nunca lo volví a ver con más que con una pequeña lata de cerveza en Navidad. Yo acabo de controlar lo mío, a lo bestia. Sé que podría llegar a un punto sin retorno, pero soy capaz de ajustar mi nivel de embriaguez, por lo que sé que no me despertaré desnudo en mitad del bosque. Otra vez.
Por supuesto, el alcohol es una droga como lo puede ser cualquier otra cosa, y yo lo uso para llegar hasta un determinado lugar como cualquier persona psicodélica utiliza el ácido, los hongos o algún brebaje sacado de la vid mezclados y servidos por un chamán gilipollas. Por supuesto, algunas historias tienes que vivirlas tú mismo.
Terence McKenna, un escritor al que soy muy aficionado, dio con sus mejores historias mediante visiones psicodélicas, el lodo agitó su fangoso culo empujándolo hacia el aprendizaje y los sueños que rellenan su cabeza. Era un irlandés-americano de Colorado que debería haber sido un épico bardo borracho, y que de hecho fue el mentiroso por excelencia. Pero tomó drogas para joderse el cerebro y lograr nuevas conexiones.
Mi historia favorita de McKenna es cómo se le ocurrió la visión del tiempo bifurcado. Básicamente se trata de un relato de ciencia ficción, pero el nivel de detalle y la reconexión obvia de los caminos de la memoria en su revuelta cabeza por las drogas hace que sea extraordinaria. Además da la clara sensación de que le está hablando directamente a su percepción del Mundo, que nos encontramos en un Mundo que ha terminado evolucionando extremadamente mal.
Y todo lo que hace es sustraer a Jesús de la ecuación de la Historia.
Lo llamó "solitón" de improbabilidad, una partícula de cambio en la secuencia de eventos que atravesó la Tierra y golpeó el vientre de María, esterilizando un óvulo.
No tener cristianismo significa que Hypathia, la genio matemático griega, no fue apedreada hasta la muerte por los cristianos y siguió viviendo lo suficiente como para poder completar su trabajo. Hypathia era a todas luces alguien de belleza deslumbrante, y no admitía mierdas de ningún tipo. Cuando un chico más joven le decía que estaba enamorado de ella, recogía los harapos que usaba para detener su menstruación y se los ponía frente a la cara tendidos en el extremo de un palo mientras le decía: "si esto es lo que te gusta, joven, no me parece tan hermoso".
¿Y en qué trabajaba ella? En la elaboración del cálculo, al que no llegamos hasta la época de Newton. Allí mismo la invención humana ganó mil años de ventaja. Trenes de vapor en la antigua Grecia. Un Imperio Romano que siguió adelante con su culto al sol sin el desestabilizador culto cristiano. Un florecimiento tecnológico que llevó a la civilización greco-romana hasta América del Sur antes de los eventos culminantes que se produjeron en la Civilización Inca. La visión de McKenna le mostró a un emperador romano que asistía a la coronación de Three-Flint Knife en Tikal al final de "baktun 8". Seres humanos en la Luna hacia 1250 más o menos. La raza humana consiguió un millar de años extra para poder poner las cosas en orden.
En la visión de McKenna los sucesos de Tunguska son el resultado de un artefacto nuclear que explotó en otra corriente temporal, un experimento para ver si la bifurcación podría salvarnos. Sus hermanos y hermanas huérfanos estaban intentando llegar hasta nosotros para salvarnos.
Es una historia de cómo podría haber sido la Historia, pero también es una parábola. Como ilustración de cómo las personas psicodélicas de la antigua América del Sur podrían haber influido en el resto del mundo sirve perfectamente a sus propósitos, así como declaración en contra de la influencia embrutecedora del cristianismo y la superchería sacerdotal occidental en general. Además abrió las mentes de los oyentes a nuevas posibilidades, para que pensaran fuera de lo establecido.
McKenna creía que los psicodélicos de las plantas y los hongos eran el otro, que lo que le mostraban y contaban no provenía de su cerebro, sino de los propios objetos. Al igual que Philip K. Dick escribía libros para tratar de encontrar la verdadera fuente de sus propias visiones, intentado que las historias se ajustasen a los hechos que él mismo había experimentado para poder llegar a la verdad subyacente en los mismos, McKenna intenta dar explicación a sus experiencias. Su favorita era la de que los hongos vinieron del espacio exterior y contenían una inteligencia alienígena sinérgica con los mamíferos. No sé si consideró alguna vez la posibilidad de que fuese la otra mitad de su cerebro la que le estaba hablando, ese lado al que nunca escuchamos.
Ciertas formas de magia, rituales y enajenación de los sentidos tienen la intención de efectuar conversaciones con un "ángel", para poder canalizar la conciencia alienígena. Pero tan sólo es otro término técnico. El proceso está destinado a llegar hasta el subconsciente, a la mitad oscura del cerebro, a las partes que no utilizamos conscientemente y a las que no podemos llegar de forma ordinaria. Y un ritual no es más que una actuación, una historia. Nos contamos una historia a nosotros mismos con el fin de revelar algo sobre nosotros.
Que es lo mismo que intento hacer yo.
Me siento cada día para contarme a mí mismo una historia. Por lo general repleto de estimulantes o de depresores, tocando una especie de banda sonora sobre la experiencia de la escritura, siendo consciente de mi entorno, sentado en mi propia pequeña película de escritor y contándome una historia a mí mismo. Cualquier persona que te diga que escribe para el público, o bien es un idiota o un mentiroso. Escribes para ti mismo. Si la historia no te afecta de alguna manera, no le afectará a nadie más. Yo no escribo para meter la historia en un baúl. Soy muy consciente de que alguien más la leerá. Pero si no respondo de alguna manera honesta y visceral a lo que estoy escribiendo, entonces nunca llegarás a verlo.
Conozco escritores que usan la historia de la Sopa de Piedra para todo. Generan la mitad de una idea en la parte posterior de un paquete de tabaco, llaman a otra media docena de escritores, se la cuentan y les preguntan qué es lo que piensan, y al final de un maratón telefónico consiguen su historia, llena de los ingredientes aportados por sus amigos.
Para mí la escritura me ocurre a mí. Es exactamente lo mismo que un ritual o que sentarse delante de una fogata, o como el inicio de un estado de la visión en la silenciosa oscuridad. Tiene que provenir de mí y de los espacios de mi cerebro.
Y ese es uno de los motivos por los que sigo prefiriendo el campo de los cómics. Cualquier otro medio de narrativa visual estará irremediablemente comprometido por los comités y los ejecutivos y las notas y las consultas. En los cómics sólo está el guionista, el dibujante y el editor. Sólo tienes que conseguir ponerte de acuerdo con otras dos personas que en su mayor parte están en tu misma onda. Y estamos hablando de un medio de comunicación de masas, (donde en muchísimos casos las ventas son aún mejores que en el de las novelas de género o de la música indie), sin filtros. Tienes la oportunidad de expresar lo que quieres expresar.
Así que si quiero emborracharme y hablar sobre los secretos y los misterios y el resto de mierda con la que te he aburrido durante los últimos minutos, puedo hacerlo.
Y si soy bueno y tengo suerte podré cambiar tu forma de pensar, aunque sea un poquito. Te podré contar mis secretos y revelarte cosas, y emborracharte un poco con mis ideas, y sólo por un rato convertir en historia el mundo en el que vives.
Para eso es para lo que son las historias. Y es por eso por lo que estoy aquí.
Gracias.
28 de abril de 2005.
Extraído de la página web de Warren Ellis. Traducido por Frog2000.
Este es el texto de la charla que ofrecí en el Hacienda Bar de Toronto el 28 de abril. Empecé a divagar libremente sin haber ensayado antes el texto, desorientado (por decirlo de alguna jodida manera) en más de una ocasión, así que probablemente debería tomarse más como un borrador que como un texto acabado.
El crítico literario Harold Bloom dijo en una ocasión que no habíamos sido humanos del todo hasta que Shakespeare empezó a escribir: Shakespeare había completado nuestra sapiencia. Me parece una absoluta chorrada tan cruda como interesante. Lo que nos hace humanos son las historias. Son una forma avanzada de interpretación. Los gatos también tienen la suya. A veces son formas de interpretación muy sofisticadas y dramáticas. Pero la verdad es que no comunican ni externalizan gran cosa. Hasta ahora sólo los seres humanos han sido capaces de utilizar las historias para dramatizar la forma en la que ven el Mundo.
Y las historias siempre han estado con nosotros.
Observemos los antiguos menhires de Callanish, en las Islas Orcadas, mientras empieza a amanecer. Quedáos plantados en mitad del círculo de piedra y empezad a girar siguiendo la trayectoria del sol. Desde esa posición os daréis cuenta de que el sol se irá ocultando y apareciendo alternativamente entre las curvas de las colinas de los alrededores. El amanecer está siendo dramatizado como una lucha. Una performance. Las sombras caen y giran a tu alrededor como si fuesen rayos, hasta que las garras del sol se libran de la ladera y arrojan su luz justo hasta la mitad del círculo y de tu cara.
Ponte a caminar por la gran avenida procesional hacia Glastonbury Tor y experimentarás un efecto similar. El paseo está diseñado para revelar y presentar de forma secuencial el aspecto de los alrededores, hasta que el Tor surge como telón de fondo, alzándose justo enfrente. Está construido como una experiencia religiosa, un paseo convertido en una experiencia misteriosa y reveladora. Es como una línea argumental.
Las pinturas rupestres son cómics. Las piedras puestas en pie son instalaciones artísticas. Todo trata sobre las historias.
Y no me refiero a esto con un etéreo "el mundo está hecho de historias, la mía es una buena taza de té" al estilo Gaiman. Me refiero a que es a través de las historias como construimos el Mundo. Al emborronar nuestras percepciones del día en las paredes de la cueva para dramatizar los paisajes en los que hemos nacido, explicamos el Mundo mediante historias, e intentamos que la vida sea mucho más dulce.
Todos los días millones de nosotros adhieren arte a nuestra experiencia mundana y cotidiana sobre el Mundo, logrando que en nuestros oídos suene su propia banda sonora personal.
Una vez conocí a un tipo que ponía una cinta en el reproductor de su coche y esperaba hasta que Lemmy se arrancaba con "Ace Of Spades" antes de poner el pie en el acelerador y salir disparado calle arriba. Casi he estado a punto de morir cien veces por culpa de ese hijo de puta.
Un conocido mío solía contar una historia protagonizada por Lemmy. Vivía en un edificio de apartamentos en Nueva York, y un día escuchó un terrible estruendo de puertas afuera. Al salir al pasillo se encontró con Lemmy, que se estaba chocando contra las paredes mientras sostenía una gran cuchara de madera en una de las manos. Lemmy, le dijo, ¿por qué estás delante de mi puerta con una cuchara de madera?
¿Sabes que algunas personas se toman su pequeña dosis de coca con una cuchara de plata?, contestó Lemmy. Y entonces alzó su cuchara de madera como si fuera Excalibur y gritó: ¡Esta es la mía!
Lo que me lleva hasta las drogas, que siempre han estado acompañando a las culturas donde se narran historias. Al ser un inglés del sur, mi propia cultura es la de un alcohólico. La cultura de la hidromiel. Soy de un pueblo que en sus orígenes era un asentamiento nórdico. Thundersley. Traducido del antiguo Inglés significa "asentamiento del trueno" o "asentamiento de Thor". Fue un pequeño centro de culto a Thor. Había y hay otros Thundersley a cincuenta kilómetros al norte, y la vieja historia contaba que todos los jueves Thor sobrevolaba ambos asentamientos ingleses. Thundersley estaba compuesto por bosques y represas en ese entonces. Mientras estuve viviendo allí las represas fueron pavimentadas, y los únicos árboles del centro del pueblo estaban alrededor de la escuela a la que asistía, en una sombría callejuela arbolada que se llama Dark Lane. Un pequeño pasillo narrativo. Aún se siguen contando historias. A lo largo de la campiña de Rayleigh, a cinco kilómetros de distancia, existía un camino al que habían bautizado como Screaming Boy Lane. Nunca supe por qué.
Mi padre me habló alguna vez sobre el tema. Pero nunca supo por qué se llamaba de esa forma, y fue una de esas cosas que le perturbaron hasta la tumba. Era una de esas personas a las que le gustaba transmitir historias. En los sesenta tocaba la batería. Una noche después de un concierto, un par de tipos de Liverpool se le acercaron y le preguntaron si quería unirse a su banda, porque en ese momento no tenían batería, le prometieron que tocarían varios conciertos en Alemania...
"No me gusta pensar demasiado en eso", solía decir.
También estuvo en las Caballerías Reales con los soldados a caballo de la Reina, y una vez fue el encargado de entregarle un jodido caballo a la Reina para que cabalgase durante un evento público. Estuvo en la Marina Mercante, y en una ocasión lo encarcelaron en Fiji por saltar accidentalmente desde un barco. Me contó que la prisión donde le metieron era una choza de paja a la que, si era tan amable, debía regresar por la noche.
Te conviertes en parte de la historia de tu padre y sientes que tal vez no hayas hecho lo suficiente para vivir de acuerdo con las historias que él ha vivido. Mi padre era un escritor al que nunca publicaron, y no me di cuenta hasta que más tarde sintió que se había convertido en parte de MI propia historia, algo que le encantó. Le solía telefonear al móvil desde otros países, lugares que él nunca había visitado o que sólo había visto una vez. Desde mi hotel habitual de San Francisco podía ver el Telegraph Hill, donde una vez se quedó a dormir durante un viaje. Lo llamé desde la costa negra de Reykjavik. Por lo que esas anécdotas ya forman parte de nuestras historias, de ambos.
Papá y yo tenemos historias similares sobre nuestra forma de beber. Ambos nos despertamos en nuestra adolescencia (a los veinte años) para bebernos una botella de algo de una sola tacada. Durante el resto de su vida nunca lo volví a ver con más que con una pequeña lata de cerveza en Navidad. Yo acabo de controlar lo mío, a lo bestia. Sé que podría llegar a un punto sin retorno, pero soy capaz de ajustar mi nivel de embriaguez, por lo que sé que no me despertaré desnudo en mitad del bosque. Otra vez.
Por supuesto, el alcohol es una droga como lo puede ser cualquier otra cosa, y yo lo uso para llegar hasta un determinado lugar como cualquier persona psicodélica utiliza el ácido, los hongos o algún brebaje sacado de la vid mezclados y servidos por un chamán gilipollas. Por supuesto, algunas historias tienes que vivirlas tú mismo.
Terence McKenna, un escritor al que soy muy aficionado, dio con sus mejores historias mediante visiones psicodélicas, el lodo agitó su fangoso culo empujándolo hacia el aprendizaje y los sueños que rellenan su cabeza. Era un irlandés-americano de Colorado que debería haber sido un épico bardo borracho, y que de hecho fue el mentiroso por excelencia. Pero tomó drogas para joderse el cerebro y lograr nuevas conexiones.
Mi historia favorita de McKenna es cómo se le ocurrió la visión del tiempo bifurcado. Básicamente se trata de un relato de ciencia ficción, pero el nivel de detalle y la reconexión obvia de los caminos de la memoria en su revuelta cabeza por las drogas hace que sea extraordinaria. Además da la clara sensación de que le está hablando directamente a su percepción del Mundo, que nos encontramos en un Mundo que ha terminado evolucionando extremadamente mal.
Y todo lo que hace es sustraer a Jesús de la ecuación de la Historia.
Lo llamó "solitón" de improbabilidad, una partícula de cambio en la secuencia de eventos que atravesó la Tierra y golpeó el vientre de María, esterilizando un óvulo.
No tener cristianismo significa que Hypathia, la genio matemático griega, no fue apedreada hasta la muerte por los cristianos y siguió viviendo lo suficiente como para poder completar su trabajo. Hypathia era a todas luces alguien de belleza deslumbrante, y no admitía mierdas de ningún tipo. Cuando un chico más joven le decía que estaba enamorado de ella, recogía los harapos que usaba para detener su menstruación y se los ponía frente a la cara tendidos en el extremo de un palo mientras le decía: "si esto es lo que te gusta, joven, no me parece tan hermoso".
¿Y en qué trabajaba ella? En la elaboración del cálculo, al que no llegamos hasta la época de Newton. Allí mismo la invención humana ganó mil años de ventaja. Trenes de vapor en la antigua Grecia. Un Imperio Romano que siguió adelante con su culto al sol sin el desestabilizador culto cristiano. Un florecimiento tecnológico que llevó a la civilización greco-romana hasta América del Sur antes de los eventos culminantes que se produjeron en la Civilización Inca. La visión de McKenna le mostró a un emperador romano que asistía a la coronación de Three-Flint Knife en Tikal al final de "baktun 8". Seres humanos en la Luna hacia 1250 más o menos. La raza humana consiguió un millar de años extra para poder poner las cosas en orden.
En la visión de McKenna los sucesos de Tunguska son el resultado de un artefacto nuclear que explotó en otra corriente temporal, un experimento para ver si la bifurcación podría salvarnos. Sus hermanos y hermanas huérfanos estaban intentando llegar hasta nosotros para salvarnos.
Es una historia de cómo podría haber sido la Historia, pero también es una parábola. Como ilustración de cómo las personas psicodélicas de la antigua América del Sur podrían haber influido en el resto del mundo sirve perfectamente a sus propósitos, así como declaración en contra de la influencia embrutecedora del cristianismo y la superchería sacerdotal occidental en general. Además abrió las mentes de los oyentes a nuevas posibilidades, para que pensaran fuera de lo establecido.
McKenna creía que los psicodélicos de las plantas y los hongos eran el otro, que lo que le mostraban y contaban no provenía de su cerebro, sino de los propios objetos. Al igual que Philip K. Dick escribía libros para tratar de encontrar la verdadera fuente de sus propias visiones, intentado que las historias se ajustasen a los hechos que él mismo había experimentado para poder llegar a la verdad subyacente en los mismos, McKenna intenta dar explicación a sus experiencias. Su favorita era la de que los hongos vinieron del espacio exterior y contenían una inteligencia alienígena sinérgica con los mamíferos. No sé si consideró alguna vez la posibilidad de que fuese la otra mitad de su cerebro la que le estaba hablando, ese lado al que nunca escuchamos.
Ciertas formas de magia, rituales y enajenación de los sentidos tienen la intención de efectuar conversaciones con un "ángel", para poder canalizar la conciencia alienígena. Pero tan sólo es otro término técnico. El proceso está destinado a llegar hasta el subconsciente, a la mitad oscura del cerebro, a las partes que no utilizamos conscientemente y a las que no podemos llegar de forma ordinaria. Y un ritual no es más que una actuación, una historia. Nos contamos una historia a nosotros mismos con el fin de revelar algo sobre nosotros.
Que es lo mismo que intento hacer yo.
Me siento cada día para contarme a mí mismo una historia. Por lo general repleto de estimulantes o de depresores, tocando una especie de banda sonora sobre la experiencia de la escritura, siendo consciente de mi entorno, sentado en mi propia pequeña película de escritor y contándome una historia a mí mismo. Cualquier persona que te diga que escribe para el público, o bien es un idiota o un mentiroso. Escribes para ti mismo. Si la historia no te afecta de alguna manera, no le afectará a nadie más. Yo no escribo para meter la historia en un baúl. Soy muy consciente de que alguien más la leerá. Pero si no respondo de alguna manera honesta y visceral a lo que estoy escribiendo, entonces nunca llegarás a verlo.
Conozco escritores que usan la historia de la Sopa de Piedra para todo. Generan la mitad de una idea en la parte posterior de un paquete de tabaco, llaman a otra media docena de escritores, se la cuentan y les preguntan qué es lo que piensan, y al final de un maratón telefónico consiguen su historia, llena de los ingredientes aportados por sus amigos.
Para mí la escritura me ocurre a mí. Es exactamente lo mismo que un ritual o que sentarse delante de una fogata, o como el inicio de un estado de la visión en la silenciosa oscuridad. Tiene que provenir de mí y de los espacios de mi cerebro.
Y ese es uno de los motivos por los que sigo prefiriendo el campo de los cómics. Cualquier otro medio de narrativa visual estará irremediablemente comprometido por los comités y los ejecutivos y las notas y las consultas. En los cómics sólo está el guionista, el dibujante y el editor. Sólo tienes que conseguir ponerte de acuerdo con otras dos personas que en su mayor parte están en tu misma onda. Y estamos hablando de un medio de comunicación de masas, (donde en muchísimos casos las ventas son aún mejores que en el de las novelas de género o de la música indie), sin filtros. Tienes la oportunidad de expresar lo que quieres expresar.
Así que si quiero emborracharme y hablar sobre los secretos y los misterios y el resto de mierda con la que te he aburrido durante los últimos minutos, puedo hacerlo.
Y si soy bueno y tengo suerte podré cambiar tu forma de pensar, aunque sea un poquito. Te podré contar mis secretos y revelarte cosas, y emborracharte un poco con mis ideas, y sólo por un rato convertir en historia el mundo en el que vives.
Para eso es para lo que son las historias. Y es por eso por lo que estoy aquí.
Gracias.
28 de abril de 2005.
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