Texto de Alan Moore para The Comics Journal nº 167 (abril de 1994). Traducido por Frog2000.
Jack Kirby falleció el 6 de febrero de 1994.
De vez en cuando, a lo largo de las páginas de esta revista se suelen plantear debates (incluyendo algunos en los que yo mismo me he visto involucrado) acerca del valor que tiene la ficción de género, o más específicamente, la ficción superheróica en el medio de los cómics. A veces creo que la amplia preponderancia de escoria dentro del género conspira para cegarnos y no poder ver así sus triunfos, los cuáles, aunque relativamente pocos y distantes entre sí, sin embargo son significativos. Un medio que no reconoce a un Spiegelman, a un Pekar o a un Crumb indudablemente es un medio cuya visión de sí mismo se desvela incompleta. Lo mismo ocurre con un medio que no atina a reconocer a un Beck o a un Cole.
O a un Kirby.
Inevitablemente, los artistas desarrollan una visión de sí mismos que encaja con la época en la que viven y sus inclinaciones. Aunque comprensiblemente aplaudimos las afiladas visiones contemporáneas de Dan Clowes o los Hermanos Hernandez, no es una razón demasiado válida por la cuál debamos disminuir nuestro aprecio por los artesanos que llegaron antes y que trabajaron duramente durante mucho tiempo para conformar una forma de ver las cosas apropiada que encajase en su propio orden de las cosas. Si su obra es menospreciada, entonces toda la belleza de nuestro medio estará edificada sobre cimientos también menospreciados.
Muy rara vez en la historia de los cómics ha surgido un solo individuo tan ardiente y con un vigor creativo tan feroz como Jack Kirby. Cuando en nuestro época cualquier creador estrella puede tener tan sólo unos pocos cómics en su haber, o como mucho una o dos series que han sido bien recibidas, resulta difícil darse cuenta de la escala de alguien que ha definido géneros enteros de forma bastante rutinaria durante el transcurso normal de su carrera. Y no me refiero a crearlos necesariamente, sino sin duda a definirlos. Por ejemplo, Kirby nunca habría podido afirmar que creó el género de Romance, pero sin embargo sus proyectos en ese campo siguen siendo lo mejor que puede ofrecer el mismo. Puede que los cómics del Oeste no fuesen ideados por Jack Kirby, aunque ¿se le ocurre a alguien alguno mejor que "Boy´s Ranch"? Aventuras ocultistas, revistas de monstruos de los cincuenta, series sobre crimen y títulos bélicos, y por supuesto, esa interminable cabalgata de superhombres...
Si lo miramos desde un punto de vista purista, uno adulto, la idea esencial de los cómics de superhéroes deja mucho que desear. Por supuesto, el concepto de un adulto entreteniéndose con un comic book, independientemente del punto de vista que se escoja, es relativamente reciente. En el mundo en el que se crió Jack Kirby, los comic books eran para los niños. No hay nada de malo en ello, a menos que estemos dispuestos a deshacernos del montón de la literatura infantil como algo indigno de consideración. Obviamente, la literatura infantil también debe tener sus propios estándares, y me atrevería a sugerir que a menudo son tan o más exigentes que las normas establecidas para las obras de orientación más adulta. Las series para niños deberían nutrir y enriquecer la imaginación apenas formada de sus lectores, deberían ampliar su mente incipiente y rudimentaria con nuevas ideas, con imágenes apenas vislumbradas previamente. Dentro de nuestro estricto y post-cartesiano mundo donde a los niños no se les enseñan mitos y fábulas de forma habitual, ¿podría sugerir que los libros infantiles tienen la responsabilidad de compensarlo administrando de una forma contemporánea las emociones y maravillas apropiadas?
En esto, Jack Kirby no tiene rival. En cuanto a mí, ahora ya no me atrevo a absorber compulsivamente la producción de este visionario de Brooklyn como cuando tenía ocho o nueve años, pero todavía recuerdo la emocionante conmoción intelectual de cada nuevo concepto: dioses espaciales devoradores de mundos. Planetas vivientes. Criaturas con el poder de deidades que nos miraban desde la luna sin poder interferir. Mi interés en el collage, que cobró sentido con la obra de Ernst o Freddie Baer, fue provocado por primera vez por los paisajes fotográficos de otro mundo que Kirby empleaba cuando el lápiz y el pincel no resultaban suficientes para transmitir la magnitud de la Galaxia o la nuevas formas que se arremolinaban dentro de su mente. La vasta sensación gigantomaníaca que se respiraba en su obra y la escala que Kirby evocaba en sus historias sigue siendo una marca a la que deben aspirar los creadores de hoy.
No soy capaz de decir adiós a Jack Kirby en este sitio. No puedo decir que me lo vaya a perder para siempre. En mi firmamento de estrellas influyentes, su luz no ha disminuido y el pasmoso volumen de su trabajo es tal que si desde este momento pudiera estudiar los cómics de Kirby todos los días hasta mi senectud, seguiría sin agotar su surtido de revelaciones.
Los creadores como Jack Kirby no mueren: se fusionan con su trabajo, se convierten en un ser vivo, como voceros que forman parte de lo que han creado: grandes, benignas y desencarnadas presencias que no pueden dejar de influir de alguna manera en cada trazo a lápiz, en cada pincelada posterior. No hay que llorar la muerte de Jack Kirby, sino celebrar su vida rica y extraordinaria. Ahora vete a tu sótano, en este mismo instante. Saca los Cuatros Fantásticos, esas recopilaciones de Harvey del "Fighting American", esos Nuevos Dioses y sí, incluso los ejemplares de Dinosaurio Diabólico. Absorbe los salvajes y explosivos trazos, la pura fuerza dinámica de cada movimiento de lápiz conjurado.
Y ahora dime que Jack Kirby ha muerto.
Jack Kirby falleció el 6 de febrero de 1994.
De vez en cuando, a lo largo de las páginas de esta revista se suelen plantear debates (incluyendo algunos en los que yo mismo me he visto involucrado) acerca del valor que tiene la ficción de género, o más específicamente, la ficción superheróica en el medio de los cómics. A veces creo que la amplia preponderancia de escoria dentro del género conspira para cegarnos y no poder ver así sus triunfos, los cuáles, aunque relativamente pocos y distantes entre sí, sin embargo son significativos. Un medio que no reconoce a un Spiegelman, a un Pekar o a un Crumb indudablemente es un medio cuya visión de sí mismo se desvela incompleta. Lo mismo ocurre con un medio que no atina a reconocer a un Beck o a un Cole.
O a un Kirby.
Inevitablemente, los artistas desarrollan una visión de sí mismos que encaja con la época en la que viven y sus inclinaciones. Aunque comprensiblemente aplaudimos las afiladas visiones contemporáneas de Dan Clowes o los Hermanos Hernandez, no es una razón demasiado válida por la cuál debamos disminuir nuestro aprecio por los artesanos que llegaron antes y que trabajaron duramente durante mucho tiempo para conformar una forma de ver las cosas apropiada que encajase en su propio orden de las cosas. Si su obra es menospreciada, entonces toda la belleza de nuestro medio estará edificada sobre cimientos también menospreciados.
Muy rara vez en la historia de los cómics ha surgido un solo individuo tan ardiente y con un vigor creativo tan feroz como Jack Kirby. Cuando en nuestro época cualquier creador estrella puede tener tan sólo unos pocos cómics en su haber, o como mucho una o dos series que han sido bien recibidas, resulta difícil darse cuenta de la escala de alguien que ha definido géneros enteros de forma bastante rutinaria durante el transcurso normal de su carrera. Y no me refiero a crearlos necesariamente, sino sin duda a definirlos. Por ejemplo, Kirby nunca habría podido afirmar que creó el género de Romance, pero sin embargo sus proyectos en ese campo siguen siendo lo mejor que puede ofrecer el mismo. Puede que los cómics del Oeste no fuesen ideados por Jack Kirby, aunque ¿se le ocurre a alguien alguno mejor que "Boy´s Ranch"? Aventuras ocultistas, revistas de monstruos de los cincuenta, series sobre crimen y títulos bélicos, y por supuesto, esa interminable cabalgata de superhombres...
Si lo miramos desde un punto de vista purista, uno adulto, la idea esencial de los cómics de superhéroes deja mucho que desear. Por supuesto, el concepto de un adulto entreteniéndose con un comic book, independientemente del punto de vista que se escoja, es relativamente reciente. En el mundo en el que se crió Jack Kirby, los comic books eran para los niños. No hay nada de malo en ello, a menos que estemos dispuestos a deshacernos del montón de la literatura infantil como algo indigno de consideración. Obviamente, la literatura infantil también debe tener sus propios estándares, y me atrevería a sugerir que a menudo son tan o más exigentes que las normas establecidas para las obras de orientación más adulta. Las series para niños deberían nutrir y enriquecer la imaginación apenas formada de sus lectores, deberían ampliar su mente incipiente y rudimentaria con nuevas ideas, con imágenes apenas vislumbradas previamente. Dentro de nuestro estricto y post-cartesiano mundo donde a los niños no se les enseñan mitos y fábulas de forma habitual, ¿podría sugerir que los libros infantiles tienen la responsabilidad de compensarlo administrando de una forma contemporánea las emociones y maravillas apropiadas?
En esto, Jack Kirby no tiene rival. En cuanto a mí, ahora ya no me atrevo a absorber compulsivamente la producción de este visionario de Brooklyn como cuando tenía ocho o nueve años, pero todavía recuerdo la emocionante conmoción intelectual de cada nuevo concepto: dioses espaciales devoradores de mundos. Planetas vivientes. Criaturas con el poder de deidades que nos miraban desde la luna sin poder interferir. Mi interés en el collage, que cobró sentido con la obra de Ernst o Freddie Baer, fue provocado por primera vez por los paisajes fotográficos de otro mundo que Kirby empleaba cuando el lápiz y el pincel no resultaban suficientes para transmitir la magnitud de la Galaxia o la nuevas formas que se arremolinaban dentro de su mente. La vasta sensación gigantomaníaca que se respiraba en su obra y la escala que Kirby evocaba en sus historias sigue siendo una marca a la que deben aspirar los creadores de hoy.
No soy capaz de decir adiós a Jack Kirby en este sitio. No puedo decir que me lo vaya a perder para siempre. En mi firmamento de estrellas influyentes, su luz no ha disminuido y el pasmoso volumen de su trabajo es tal que si desde este momento pudiera estudiar los cómics de Kirby todos los días hasta mi senectud, seguiría sin agotar su surtido de revelaciones.
Los creadores como Jack Kirby no mueren: se fusionan con su trabajo, se convierten en un ser vivo, como voceros que forman parte de lo que han creado: grandes, benignas y desencarnadas presencias que no pueden dejar de influir de alguna manera en cada trazo a lápiz, en cada pincelada posterior. No hay que llorar la muerte de Jack Kirby, sino celebrar su vida rica y extraordinaria. Ahora vete a tu sótano, en este mismo instante. Saca los Cuatros Fantásticos, esas recopilaciones de Harvey del "Fighting American", esos Nuevos Dioses y sí, incluso los ejemplares de Dinosaurio Diabólico. Absorbe los salvajes y explosivos trazos, la pura fuerza dinámica de cada movimiento de lápiz conjurado.
Y ahora dime que Jack Kirby ha muerto.
2 comentarios:
Los creadores como Jack Kirby no mueren: se fusionan con su trabajo, se convierten en un ser vivo, como voceros que forman parte de lo que han creado.(...)
Y ahora dime que Jack Kirby ha muerto.
Sr. Moore me ha llegado al fondo de mi corazón. Otro motivo mas para adorarle.
Dan ganas de releer a Kirby a lo bestia, ¿verdad?
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