Artículo de Bill Randall para The Comics Journal 252 (2003). Traducido por Frog2000. Parte 1.
ANTROPOLOGÍA 101: UNA DISGRESIÓN
Después de las primeras historias de Hagio de "chico encuentra chico", los cómics para chicas tuvieron licencia para juguetear rápida y libremente con el género. Este tipo de historias ha ido evolucionando hasta terminarse convirtiendo en algo fascinante, aunque su éxito entre chicas adolescentes resulte difícil de entender. Las historias de amor de sexualidad ambigua o abiertamente gay se aposentan confortablemente cerca de los romances heterosexuales, y los dojinshi (fanzines) se suelen apropiar de los personajes más populares para reformularlos como amantes gays. El género más extremo en la actualidad es el que se conoce como yaoi, un acrónimo de la frase japonesa "yama nashi, ochi nashi, imi nashi", que significa "sin clímax, ni resolución, ni significado". Se llama así porque enfatiza los aspectos sexuales y violentos en detrimento de los argumentos y los personajes. Un acrónimo alternativo significaría "yamete! oshiri ga itai," que quiere decir "¡para! ¡que me duele el culo!". Estos cómics son por lo general explotaciones en plan slasher de las relaciones gays y son conocidos por su extremada violencia y sexualidad explícita, bastante alejadas de las obras sensibles y sentimentales de Hagio. Principalmente basan su existencia en la "efectividad" con la que sean capaces de representar el sexo de forma violenta.
Para el lector occidental, todo este estilo puede dar la impresión de ser un puzzle. Mientras que gracias a su amplitud a menudo el manga se ha comparado con la televisión, los homosexuales más famosos que aparecen en la televisión norteamericana son los que protagonizan Will and Grace. Para añadir mayor confusión, la homosexualidad está mucho menos aceptada en Japón que en los Estados Unidos más urbanos. Aunque se pueden encontrar algunas comunidades homosexuales en las afueras de las grandes ciudades, algunos hombres permanecen encerrados en el armario durante toda su vida, quizá incluso llegándose a casar mientras prosiguen en secreto con su verdadero interés romántico. Más aún, aunque la sociedad japonesa no demuestre el fanatismo homofóbico que de forma tan habitual parece que nos encontramos en Estados Unidos, eso no significa que comprendan demasiado bien la homosexualidad: cuando un amigo mío llegó a Japón, me dijo que la mayoría de la gente le comentó que sería capaz de superarlo pronto.
Sabiendo esto, podría resultar tentador observar la frecuencia con la que aparecen las historias de amor homosexual en los cómics para chicas como otra extraña y divertida peculiaridad japonesa: "estos locos japoneses que siempre se están inclinando y comiendo pescado crudo". Después de todo, ¿por qué debería un país que en su mayor parte no acepta el estilo de vida homosexual aceptar este tipo de historias? En efecto, a los medios mainstream americanos:
-el más importante, el New York Times,
-les encanta caricaturizar la cultura japonesa,
desde las novedosas historias de extravagante perversión sexual (haciéndolas pasar como la norma que rige al resto), hasta traducir de manera determinada Iron Chef, consiguiendo de esa forma que las mujeres japonesas parezcan tontitas cachondas.
Lo admito, a ojos de cualquier occidental a veces Japón puede parecer una retorcida parodia de la cultura americana (¡incluso han construido una réplica de la Estatua de la Libertad en la bahía de Tokyo, por el amor de dios!) Pero la increíble y estúpida forma de mirar de los observadores occidentales a menudo dice más sobre ellos mismos que sobre Japón.
En cuanto a la pregunta de por qué estos cómics disfrutan de una popularidad masiva, en realidad no soy capaz de responderla. Lo que más me interesa del estudio del manga tiene un sesgo estético, no etnográfico. Al menos sé que se han formulado varias teorías, entre las mismas la idea de que las chicas adolescentes utilizan estos cómics como una forma de explorar la sexualidad sin sentirse amenazadas gracias a que las historias carecen de personajes femeninos. Otra idea es la de que las historias suponen una clase única y especial de escapismo. Como la cultura japonesa dispone de unos estándares de comportamiento muy específicos para cada situación y edad, el adolescente que tiene que esforzarse por escapar de una infancia donde puede hacer lo que quiera hacia un período adulto estricto, puede de esta forma fantasear sobre ser una persona diferente. El amor prohibido como escapismo siempre ha funcionado muy bien. Como el amor homosexual está todavía más prohibido, las historias redoblan sus aventuras y escarceos por diez. Ambas explicaciones me parecen adecuadas, pero tan solo me considero un humilde esteticista.
Afortunadamente, un número cada vez mayor de antropólogos han empezado a echar un vistazo más serio al manga shojo. Entre ellos, el académico que más claramente podemos identificar como estudioso del medio es Matt Thorn. De hecho se ha ganado el derecho a ser llamado "el más preeminente embajador del estilo shojo". Antropólogo cultural del departamento de dibujos animados y cómic de la Universidad Seika de Kyoto, al trabajo académico de Thorn hay que añadirle la traducción de varios tomos de shojo para Viz. En su obra de investigación observamos que se acerca a su sujeto de estudio con celo genuino en lugar de hacer gala de ese racionalismo estrictamente antiséptico y sin vida que ha infectado el pensamiento académico en la actualidad. De hecho, fue el Thomas de Hagio el que hizo que Thorn comenzara a estudiar el shojo. En sus investigaciones del medio, el académico ha optado por dar respuestas sencillas a todas las preguntas, y por subrayar las variadas formas en que los lectores interpretan la lectura de su manga favorito, sea como simple válvula de escape o como una exploración sexual más compleja. Ninguna respuesta parece la definitiva. Porque la verdad es mucho más compleja de lo que parece.
Volviendo sobre la obra de Hagio, todas estas explicaciones demuestran que su obra se puede leer de formas bastante diferentes por lectores dispares, por no hablar sobre cómo las diferentes culturas juveniles podrían interpretar su lectura. Por otro lado, me parece que los homosexuales de Hagio son bastante estériles, en otras palabras, no son exactamente criaturas cárnicas listas para la acción y para cubrirse de sudor haciendo el amor. En su lugar representan el amor idealizado, con varios matices y significados que para el neófito no resultarán evidentes de forma inmediata. Cualquiera se podría leer las historias y relatos de género shonen ai de Hagio tomándoselas de forma legítima como una vuelta de tuerca más sobre la temática de el amor por encima de todo que suele aparecer en los cómics para chicas. O se las podría tomar en sentido literal. Este medio cultural soporta ambas lecturas, al igual que ocurre en la narrativa.
VOLVAMOS CON HAGIO
En su obra, Hagio ha tocado casi todas las variaciones concebibles de la fórmula shonen ai. Lo cuál no quiere decir que suela repetirse. La autora también ha intentado tocar otros palos como el terror, la ciencia ficción y la fantasía mientras ha seguido adelante con su estilizado toque propio de realismo. Por ejemplo, Po no Ichizoku (The Poe Clan) consiste en una serie de historias cortas que tratan sobre una familia de vampiros. Por otro lado, el serial de cinco tomos Marginal explora un escenario de ciencia ficción en el que las mujeres ya no existen en la Tierra y los hombres son controlados por una raza alienígena sin saberlo. Mientras que estas series y muchas otras obras de ciencia ficción parecen estar desarrolladas de forma más próxima a lo científico, Hagio también ha adaptado varias historias cortas de Ray Bradbury.
Además, Hagio ha explorado lo bizarro, como ocurre en su historia "Hanshin", donde se nos cuenta la vida de dos hermanos siameses unidos. Uno es bello, el otro repulsivo. Sufriendo una vida miserable por culpa de su unión, los hermanos serán separados quirúrgicamente y terminarán cambiando sus respectivas apariencias. Cuando el siamés guapo se marchite hasta quedarse en nada, el feo se metamorfoseará hasta terminar pareciéndose exactamente a su hermano. Hagio incluso abordará el amor heterosexual en obras como Flower Festival (1989), en donde una aspirante a bailarina se enamora de varios chicos, historia que se parece mucho más a lo que los occidentales se esperan que sea tradicionalmente un cómic "para chicas". El hilo conductor de todas estas diversas obras es el influyente estilo artístico y la narrativa propia de Hagio, dependiente de los monólogos interiores, y los complejos y expresionistas diseños de página. En otras palabras: la autora tiene un estilo propio y único. Después de todo, su obra recopilada alcanza los treinta volúmenes y se sigue publicando en la actualidad. Por fortuna, Matt Thorn ha traducido competentemente una minúscula porción de la misma al inglés. El primer trabajo para nuestro mercado ha sido They Were Eleven.
(Continuará)
ANTROPOLOGÍA 101: UNA DISGRESIÓN
Después de las primeras historias de Hagio de "chico encuentra chico", los cómics para chicas tuvieron licencia para juguetear rápida y libremente con el género. Este tipo de historias ha ido evolucionando hasta terminarse convirtiendo en algo fascinante, aunque su éxito entre chicas adolescentes resulte difícil de entender. Las historias de amor de sexualidad ambigua o abiertamente gay se aposentan confortablemente cerca de los romances heterosexuales, y los dojinshi (fanzines) se suelen apropiar de los personajes más populares para reformularlos como amantes gays. El género más extremo en la actualidad es el que se conoce como yaoi, un acrónimo de la frase japonesa "yama nashi, ochi nashi, imi nashi", que significa "sin clímax, ni resolución, ni significado". Se llama así porque enfatiza los aspectos sexuales y violentos en detrimento de los argumentos y los personajes. Un acrónimo alternativo significaría "yamete! oshiri ga itai," que quiere decir "¡para! ¡que me duele el culo!". Estos cómics son por lo general explotaciones en plan slasher de las relaciones gays y son conocidos por su extremada violencia y sexualidad explícita, bastante alejadas de las obras sensibles y sentimentales de Hagio. Principalmente basan su existencia en la "efectividad" con la que sean capaces de representar el sexo de forma violenta.
Para el lector occidental, todo este estilo puede dar la impresión de ser un puzzle. Mientras que gracias a su amplitud a menudo el manga se ha comparado con la televisión, los homosexuales más famosos que aparecen en la televisión norteamericana son los que protagonizan Will and Grace. Para añadir mayor confusión, la homosexualidad está mucho menos aceptada en Japón que en los Estados Unidos más urbanos. Aunque se pueden encontrar algunas comunidades homosexuales en las afueras de las grandes ciudades, algunos hombres permanecen encerrados en el armario durante toda su vida, quizá incluso llegándose a casar mientras prosiguen en secreto con su verdadero interés romántico. Más aún, aunque la sociedad japonesa no demuestre el fanatismo homofóbico que de forma tan habitual parece que nos encontramos en Estados Unidos, eso no significa que comprendan demasiado bien la homosexualidad: cuando un amigo mío llegó a Japón, me dijo que la mayoría de la gente le comentó que sería capaz de superarlo pronto.
Sabiendo esto, podría resultar tentador observar la frecuencia con la que aparecen las historias de amor homosexual en los cómics para chicas como otra extraña y divertida peculiaridad japonesa: "estos locos japoneses que siempre se están inclinando y comiendo pescado crudo". Después de todo, ¿por qué debería un país que en su mayor parte no acepta el estilo de vida homosexual aceptar este tipo de historias? En efecto, a los medios mainstream americanos:
-el más importante, el New York Times,
-les encanta caricaturizar la cultura japonesa,
desde las novedosas historias de extravagante perversión sexual (haciéndolas pasar como la norma que rige al resto), hasta traducir de manera determinada Iron Chef, consiguiendo de esa forma que las mujeres japonesas parezcan tontitas cachondas.
Lo admito, a ojos de cualquier occidental a veces Japón puede parecer una retorcida parodia de la cultura americana (¡incluso han construido una réplica de la Estatua de la Libertad en la bahía de Tokyo, por el amor de dios!) Pero la increíble y estúpida forma de mirar de los observadores occidentales a menudo dice más sobre ellos mismos que sobre Japón.
En cuanto a la pregunta de por qué estos cómics disfrutan de una popularidad masiva, en realidad no soy capaz de responderla. Lo que más me interesa del estudio del manga tiene un sesgo estético, no etnográfico. Al menos sé que se han formulado varias teorías, entre las mismas la idea de que las chicas adolescentes utilizan estos cómics como una forma de explorar la sexualidad sin sentirse amenazadas gracias a que las historias carecen de personajes femeninos. Otra idea es la de que las historias suponen una clase única y especial de escapismo. Como la cultura japonesa dispone de unos estándares de comportamiento muy específicos para cada situación y edad, el adolescente que tiene que esforzarse por escapar de una infancia donde puede hacer lo que quiera hacia un período adulto estricto, puede de esta forma fantasear sobre ser una persona diferente. El amor prohibido como escapismo siempre ha funcionado muy bien. Como el amor homosexual está todavía más prohibido, las historias redoblan sus aventuras y escarceos por diez. Ambas explicaciones me parecen adecuadas, pero tan solo me considero un humilde esteticista.
Afortunadamente, un número cada vez mayor de antropólogos han empezado a echar un vistazo más serio al manga shojo. Entre ellos, el académico que más claramente podemos identificar como estudioso del medio es Matt Thorn. De hecho se ha ganado el derecho a ser llamado "el más preeminente embajador del estilo shojo". Antropólogo cultural del departamento de dibujos animados y cómic de la Universidad Seika de Kyoto, al trabajo académico de Thorn hay que añadirle la traducción de varios tomos de shojo para Viz. En su obra de investigación observamos que se acerca a su sujeto de estudio con celo genuino en lugar de hacer gala de ese racionalismo estrictamente antiséptico y sin vida que ha infectado el pensamiento académico en la actualidad. De hecho, fue el Thomas de Hagio el que hizo que Thorn comenzara a estudiar el shojo. En sus investigaciones del medio, el académico ha optado por dar respuestas sencillas a todas las preguntas, y por subrayar las variadas formas en que los lectores interpretan la lectura de su manga favorito, sea como simple válvula de escape o como una exploración sexual más compleja. Ninguna respuesta parece la definitiva. Porque la verdad es mucho más compleja de lo que parece.
Volviendo sobre la obra de Hagio, todas estas explicaciones demuestran que su obra se puede leer de formas bastante diferentes por lectores dispares, por no hablar sobre cómo las diferentes culturas juveniles podrían interpretar su lectura. Por otro lado, me parece que los homosexuales de Hagio son bastante estériles, en otras palabras, no son exactamente criaturas cárnicas listas para la acción y para cubrirse de sudor haciendo el amor. En su lugar representan el amor idealizado, con varios matices y significados que para el neófito no resultarán evidentes de forma inmediata. Cualquiera se podría leer las historias y relatos de género shonen ai de Hagio tomándoselas de forma legítima como una vuelta de tuerca más sobre la temática de el amor por encima de todo que suele aparecer en los cómics para chicas. O se las podría tomar en sentido literal. Este medio cultural soporta ambas lecturas, al igual que ocurre en la narrativa.
VOLVAMOS CON HAGIO
En su obra, Hagio ha tocado casi todas las variaciones concebibles de la fórmula shonen ai. Lo cuál no quiere decir que suela repetirse. La autora también ha intentado tocar otros palos como el terror, la ciencia ficción y la fantasía mientras ha seguido adelante con su estilizado toque propio de realismo. Por ejemplo, Po no Ichizoku (The Poe Clan) consiste en una serie de historias cortas que tratan sobre una familia de vampiros. Por otro lado, el serial de cinco tomos Marginal explora un escenario de ciencia ficción en el que las mujeres ya no existen en la Tierra y los hombres son controlados por una raza alienígena sin saberlo. Mientras que estas series y muchas otras obras de ciencia ficción parecen estar desarrolladas de forma más próxima a lo científico, Hagio también ha adaptado varias historias cortas de Ray Bradbury.
Además, Hagio ha explorado lo bizarro, como ocurre en su historia "Hanshin", donde se nos cuenta la vida de dos hermanos siameses unidos. Uno es bello, el otro repulsivo. Sufriendo una vida miserable por culpa de su unión, los hermanos serán separados quirúrgicamente y terminarán cambiando sus respectivas apariencias. Cuando el siamés guapo se marchite hasta quedarse en nada, el feo se metamorfoseará hasta terminar pareciéndose exactamente a su hermano. Hagio incluso abordará el amor heterosexual en obras como Flower Festival (1989), en donde una aspirante a bailarina se enamora de varios chicos, historia que se parece mucho más a lo que los occidentales se esperan que sea tradicionalmente un cómic "para chicas". El hilo conductor de todas estas diversas obras es el influyente estilo artístico y la narrativa propia de Hagio, dependiente de los monólogos interiores, y los complejos y expresionistas diseños de página. En otras palabras: la autora tiene un estilo propio y único. Después de todo, su obra recopilada alcanza los treinta volúmenes y se sigue publicando en la actualidad. Por fortuna, Matt Thorn ha traducido competentemente una minúscula porción de la misma al inglés. El primer trabajo para nuestro mercado ha sido They Were Eleven.
(Continuará)
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