Entrevista publicada en el número 283 de The Comics Journal (2007). Traducción: Frog2000.
LA GÉNESIS DE UN PROFANO
Matthias Wivel: ¿Dónde creciste?
LEWIS TRONDHEIM: Nací y crecí en Fontainebleau, que está a sesenta kilómetros de París. Es un pueblo pequeño y burgués.
WIVL: ¿Cuáles fueron tus primeras experiencias con el dibujo?
TRONDHEIM: Siempre he dibujado un poco, como la mayoría de los niños. Y lo dejé cuando llegué a la adolescencia, también como la mayoría de los niños. Solo eran bocetos y garabatos en los márgenes de mis cuadernos, nada más. Quería intentar expresarme, pero no sabía por qué medio. Me encantaban los cómics, pero existía una brecha considerable entre lo que se me ocurría y lo que era capaz de plasmar. Y dicha brecha fue lo que me salvó. Si hubiese tenido aunque fuese un mínimo de talento, habría acabado dibujando ciencia ficción o cómics tradicionales de espada y brujería. No empecé a hacer cómics hasta mucho más tarde, lo que me permitió madurar mientras me iba a adaptando a lo que quería expresar con el nivel artístico que tenía.
WIVEL: Cuando has dicho que siempre habías querido expresarte, ¿cómo lo intentaste de joven, si no fue a través de los dibujos o contando historias?
TRONDHEIM: Cuando era joven, solía idear crucigramas, juegos, laberintos. Más tarde, empecé a escribir breves relatos.
WIVEL: ¿Siempre has estado convencido de que tenías que hacer una actividad creativa?
TRONDHEIM: No, mi padre era librero, y la expectativa era que yo me encargase de su tienda y vendiese libros, no que los escribiera.
WIVEL: Que ideases historias cortas a tan corta edad, me hace preguntarme si siempre has pensado que eras un escritor en lugar de un dibujante, si es que se puede existir dicha distinción en relación a tu obra.
TRONDHEIM: Siempre me he considerado como un narrador de historias, y así lo sigo pensando hoy en día. El medio me importa poco. Empecé a hacer cómics más o menos por accidente. E incluso ahora, prefiero leer un cómic mal dibujado con una buena historia que uno superficial espectacularmente dibujado.
WIVEL: Al ser hijo de un librero, supongo que de pequeño leerías mucho. ¿Puedes darme una idea de los libros y cómics que más te impresionaron en tu niñez y juventud?
TRONDHEIM: En realidad, en mi juventud no leía demasiado. Mi habitación se convirtió en parte en el almacén de libros de mi padre. Estar rodeado de libros afectó negativamente mi interés en ellos. Leía recopilaciones de Spirou [el magazine de cómics clásico belga], pero prefería leer el Journal de Mickey (la revista de Disney). No fue hasta que cumplí quince años o así que empecé a leer ciencia ficción y fantasía.
WIVEL: A veces has comentado que te gustan mucho los cómics de Carl Barks. Supongo que también los leías de crío...
TRONDHEIM: Una Navidad, mis padres me regalaron una gran colección de cómics del Tío Gilito de Barks. Un año más tarde me senté y empecé a leerlos. No me gustaba mucho que mis padres me regalasen libros por Navidad, es como si un zapatero te diese un par de zapatos. Pero cuando por fin los leí, me encantaron. Creo que me dejaron extasiado.
WIVEL: ¿Puedes explicar qué es lo que encontrabas tan extraordinario?
TRONDHEIM: La aparente sencillez de su trazo, su humor, su inteligencia e inventiva.
WIVEL: Lo pregunto porque es bastante raro escuchar decir a un historietista francés que aprecia los cómics de Disney, incluso aunque sean los de Barks. ¿O me equivoco? ¿Fueron importantes para los autores de tu generación?
TRONDHEIM: Tienes razón, no es muy común. Para mi generación significan mucho más Spirou, Tintin, y luego Pilote y Métal Hurlant. Pero yo me quedé pillado con Carl Barks. La colección que yo tenía era más o menos la única edición de su obra en Francia. El resto de su trabajo aparecía regularmente en la revista de Disney, pero era imposible conseguir una colección propiamente dicha de su obra. Los "funny animals" no eran demasiado populares en Francia.
WIVEL: Prosigamos con tu adolescencia, cuando empezaste a leer algo más. ¿Puedes contarme tus impresiones sobre lo que fuiste descubriendo en esa época? ¿También leías cómics?
TRONDHEIM: Todo tenía que ver con la ciencia ficción y la fantasía... pero pocos eran cómics. Fue un período flojo y poco interesante.
UNA LLEGADA TARDÍA
WIVEL: ¿Que hiciste después del instituto?
TRONDHEIM: Hice el servicio militar en Alemania en 1985. Empecé a dibujar un poco mientras estaba allí.
WIVEL: ¿No es algo inusual? Me refiero a cumplir el servicio militar en Alemania siendo francés.
TRONDHEIM: No, no. Era bastante común que nos enviasen a Alemania para hacer el servicio.
WIVEL: ¿Puedes describir qué es lo que hacías allí?
TRONDHEIM: Me dijeron que me iban a asignar en la oficina metereológica de la Base Aérea. Al menos esperaba aprender algo. Temperatura, frentes fríos, tipos de nubes, etc. Pero en cuanto llegué, me di cuenta de que en su mayoría, allí se hacía trabajo administrativo. No había aviones. Me asignaron a la sección del consejero social. Estuve trabajando como asistente para uno de mis superiores, que quería asignar labores extra a los soldados después de cumplir su deber, mediante cursos o aprendizaje. Aún así, era aburrido.
WIVEL: Allí conociste a Harry Morgan y fue él quien te metió en el mundo de los fanzines. ¿Puedes explicar cómo ocurrió, y por qué te inspiró para que empezases a hacer cómics?
TRONDHEIM: Si, allí conocí a Harry Morgan. Yo trabajaba en la oficina del consejero social, y la suya estaba puerta con puerta con la del fotógrafo. Me enseñó lo que estaba haciendo, es decir, su fanzine. Nunca había visto nada parecido. También me dijo que escribía para [el periódico de crítica de cómics] Cahiers de la bande dessinée. Empecé a comprarlo. Y luego me puse con mis propios bocetos.
WIVEL: ¿Qué hiciste después del Ejército?
TRONDHEIM: Estuve desocupado durante todo 1986, luego fui a la Universidad durante tres años para estudiar dibujo comercial y diseño gráfico. En 1987, leí en el Cahiers que estaban organizando una conferencia académica sobre cómics en Cerisy-la-Salle. Me inscribí. Allí fue donde conocí a JC Menu y Thierry Groensteen. De esa forma, descubrí todo un nuevo mundo artístico cuya existencia desconocía.
Después, de vez en cuando me ponía a dibujar mis propias páginas de cómic, pero nunca me quedaba satisfecho con los dibujos. Un día volví y empecé una página hasta tres veces, y a la tercera, me puse a pensar que para qué seguir dibujando nuevas viñetas, si seguro que funcionaba mucho mejor fotocopiar la misma única viñeta. Hice una serie de páginas usando esta técnica y se las enseñé a Harry, y él me animó para que empezase mi propio fanzine. Al principio del tercer año, empecé a dibujar para mi satisfacción, no para las clases. Por lo general, enviaba mis páginas a JC Menu. Lo hacía todo por mí mismo, 16 páginas al mes. Alquilé un puesto en el Festival de Grenoble de 1989, y allí conocí a un montón de gente que estaba metida en los fanzines. Además, volví a charlar con Menu en persona. Un poco más tarde, se puso en contacto conmigo para preguntarme si quería formar parte de la antología Labo, publicada por Futuropolis. Parece muy sencillo al mirarlo en retrospectiva, pero todo fue absolutamente fortuito.
WIVEL: ¿Todavía lo crees así? ¿Piensas que podrías haber terminado haciendo algo completamente diferente, o los cómics estaban hechos especialmente para ti?
TRONDHEIM: Quería contar historias, pero no sabía cómo, o en qué medio. Cuando descubrí que no tenía talento para dibujar bien mis cómics, fue cuando empecé a desarrollar formas de narrar que prevaleciesen por encima de los dibujos. No tengo ni idea de lo que habría hecho si no me hubiese dado resultado. De hecho, prefiero no pensarlo, porque me da escalofríos.
WIVEL: ¿Qué es lo que te atrajo en un principio de los cómics?
TRHONDHEIM: Me gustaba la idea de hacer todo yo mismo. Una hoja de papel, un lápiz y mi imaginación. Pero más allá de eso, no me importaban mucho.
WIVEL: Antes de que me olvide, tengo una aburrida pregunta que hacerte: ¿cuándo y por qué elegiste tu seudónimo?
TRONDHEIM: Tienes razón, es una pregunta tediosa... porque ninguno de nosotros elegimos nuestro nombre al nacer. Y sentía que yo tenía que escoger el mío. Más allá de eso, en los cómics franceses y belgas supone una tradición. En algún momento, me di cuenta de que me gustaba escribir completo el nombre de "Lewis" a mano. Y entonces supuse que estaría bien apellidarme como el nombre de una ciudad que fuese lo bastante raro. Trondheim fue el primero que se me ocurrió. Hago lo mismo en el caso de los personajes de mis cómics. Fascinante, ¿verdad?
WIVEL: En la época de la que estamos hablando, el mercado del cómic en Francia se estaba empezando a volver muchísimo más comercial. ¿Puedes hablarme de cómo lo veías tú cuando empezaste?
TRONDHEIM: No era un gran fan del cómic, y no tengo ni idea de qué es lo que se llevaba en ese momento, ni nada sobre los editores, etc. Cuando era joven, ni siquiera entendía que hubiese gente que se dedicaba a crear estas cosas. Sencillamente existían los cómics y eso era todo.
WIVEL: En cuanto a la escena de los fanzines de finales de los ochenta, tengo la impresión de que era muy animada e innovadora, en fuerte contraste con lo que estaba ocurriendo en la parte más comercial del medio, porque el mercado vio una concentración de lo que se publicaba en manos de unos pocos editores y se fue limitando la diversidad de géneros en comparación con lo que había ocurrido en los setenta. ¿Puedes contarnos algo sobre ese período?
TRONDHEIM: Si, había muchos fanzines. Mucha actividad, un montón de energía, muchos proyectos. Todo eso llevó a que se formasen diferentes estructuras alternativas y que emergiesen otro tipo de editores a lo largo de los noventa. Yo mismo acudí a un par de Ferias con un puesto de venta. Fue en Grenoble. Pernocté en un hostal para jóvenes. Vendí ocho copias del fanzine, y eso fue todo.
PRIMERAS APROXIMACIONES
WIVEL: Supongo que ese cómic que has descrito antes es Psychoanalyse [recopilado en 1990]. Dicho cómic tiene como base un humor escrito y sucinto que utiliza la misma imagen una y otra vez mientras lo que varía es el texto. Más tarde en tu obra, has desarrollado considerablemente el humor. Al ser una parte fundamental de tu trabajo, me pregunto qué piensas del humor en los cómics... supongo que en tu caso fue una elección natural, pero te lo quería preguntar.
TRONDHEIM: Al principio, era un humor que se basaba en la palabra, a menudo se fundamentaba en el ritmo de los diálogos. Según fue pasando el tiempo, intenté hacer un humor más visual, menos directo, y más distanciado. Me gusta el humor seco, al estilo del humor inglés. Y el absurdo. La locura humana es un mineral del que se puede extraer mucha riqueza, y que parece inagotable.
WIVEL: Al fijarme en el humor que se puede encontrar en tus primeros trabajos, estaba intentando determinar qué es lo que intentabas hacer. Incluso en algo tan sencillo como Psychoanalyse, con sus connotaciones auto-reflexivas, y especialmente en Génesis Apocalípticos [primera versión recopilada en 1995], que también realizaste en esa época, despliegas cierta ambición de comunicar algo importante, al igual que la mayoría de lo que has hecho hasta hoy. ¿Qué pretendías hacer en aquel entonces?
TRONDHEIM: La verdad es que no le daba muchas vueltas. Al igual que tampoco lo hago ahora cuando me pongo a dibujar una obra. Soy extremadamente instintivo, lo que hace que me resulte muy difícil hablar sobre mi trabajo. Busco lo que me haga reír, lo que me gusta, y lo que me presente un desafío, o la posibilidad de transmitir un mensaje, que es la forma más sencilla de volverte alguien pomposo. Confío en mi inconsciente para que haya algo detrás de las historias que cuento.
(Continuará)
LA GÉNESIS DE UN PROFANO
Matthias Wivel: ¿Dónde creciste?
LEWIS TRONDHEIM: Nací y crecí en Fontainebleau, que está a sesenta kilómetros de París. Es un pueblo pequeño y burgués.
WIVL: ¿Cuáles fueron tus primeras experiencias con el dibujo?
TRONDHEIM: Siempre he dibujado un poco, como la mayoría de los niños. Y lo dejé cuando llegué a la adolescencia, también como la mayoría de los niños. Solo eran bocetos y garabatos en los márgenes de mis cuadernos, nada más. Quería intentar expresarme, pero no sabía por qué medio. Me encantaban los cómics, pero existía una brecha considerable entre lo que se me ocurría y lo que era capaz de plasmar. Y dicha brecha fue lo que me salvó. Si hubiese tenido aunque fuese un mínimo de talento, habría acabado dibujando ciencia ficción o cómics tradicionales de espada y brujería. No empecé a hacer cómics hasta mucho más tarde, lo que me permitió madurar mientras me iba a adaptando a lo que quería expresar con el nivel artístico que tenía.
WIVEL: Cuando has dicho que siempre habías querido expresarte, ¿cómo lo intentaste de joven, si no fue a través de los dibujos o contando historias?
TRONDHEIM: Cuando era joven, solía idear crucigramas, juegos, laberintos. Más tarde, empecé a escribir breves relatos.
WIVEL: ¿Siempre has estado convencido de que tenías que hacer una actividad creativa?
TRONDHEIM: No, mi padre era librero, y la expectativa era que yo me encargase de su tienda y vendiese libros, no que los escribiera.
WIVEL: Que ideases historias cortas a tan corta edad, me hace preguntarme si siempre has pensado que eras un escritor en lugar de un dibujante, si es que se puede existir dicha distinción en relación a tu obra.
TRONDHEIM: Siempre me he considerado como un narrador de historias, y así lo sigo pensando hoy en día. El medio me importa poco. Empecé a hacer cómics más o menos por accidente. E incluso ahora, prefiero leer un cómic mal dibujado con una buena historia que uno superficial espectacularmente dibujado.
WIVEL: Al ser hijo de un librero, supongo que de pequeño leerías mucho. ¿Puedes darme una idea de los libros y cómics que más te impresionaron en tu niñez y juventud?
TRONDHEIM: En realidad, en mi juventud no leía demasiado. Mi habitación se convirtió en parte en el almacén de libros de mi padre. Estar rodeado de libros afectó negativamente mi interés en ellos. Leía recopilaciones de Spirou [el magazine de cómics clásico belga], pero prefería leer el Journal de Mickey (la revista de Disney). No fue hasta que cumplí quince años o así que empecé a leer ciencia ficción y fantasía.
WIVEL: A veces has comentado que te gustan mucho los cómics de Carl Barks. Supongo que también los leías de crío...
TRONDHEIM: Una Navidad, mis padres me regalaron una gran colección de cómics del Tío Gilito de Barks. Un año más tarde me senté y empecé a leerlos. No me gustaba mucho que mis padres me regalasen libros por Navidad, es como si un zapatero te diese un par de zapatos. Pero cuando por fin los leí, me encantaron. Creo que me dejaron extasiado.
WIVEL: ¿Puedes explicar qué es lo que encontrabas tan extraordinario?
TRONDHEIM: La aparente sencillez de su trazo, su humor, su inteligencia e inventiva.
WIVEL: Lo pregunto porque es bastante raro escuchar decir a un historietista francés que aprecia los cómics de Disney, incluso aunque sean los de Barks. ¿O me equivoco? ¿Fueron importantes para los autores de tu generación?
TRONDHEIM: Tienes razón, no es muy común. Para mi generación significan mucho más Spirou, Tintin, y luego Pilote y Métal Hurlant. Pero yo me quedé pillado con Carl Barks. La colección que yo tenía era más o menos la única edición de su obra en Francia. El resto de su trabajo aparecía regularmente en la revista de Disney, pero era imposible conseguir una colección propiamente dicha de su obra. Los "funny animals" no eran demasiado populares en Francia.
WIVEL: Prosigamos con tu adolescencia, cuando empezaste a leer algo más. ¿Puedes contarme tus impresiones sobre lo que fuiste descubriendo en esa época? ¿También leías cómics?
TRONDHEIM: Todo tenía que ver con la ciencia ficción y la fantasía... pero pocos eran cómics. Fue un período flojo y poco interesante.
UNA LLEGADA TARDÍA
WIVEL: ¿Que hiciste después del instituto?
TRONDHEIM: Hice el servicio militar en Alemania en 1985. Empecé a dibujar un poco mientras estaba allí.
WIVEL: ¿No es algo inusual? Me refiero a cumplir el servicio militar en Alemania siendo francés.
TRONDHEIM: No, no. Era bastante común que nos enviasen a Alemania para hacer el servicio.
WIVEL: ¿Puedes describir qué es lo que hacías allí?
TRONDHEIM: Me dijeron que me iban a asignar en la oficina metereológica de la Base Aérea. Al menos esperaba aprender algo. Temperatura, frentes fríos, tipos de nubes, etc. Pero en cuanto llegué, me di cuenta de que en su mayoría, allí se hacía trabajo administrativo. No había aviones. Me asignaron a la sección del consejero social. Estuve trabajando como asistente para uno de mis superiores, que quería asignar labores extra a los soldados después de cumplir su deber, mediante cursos o aprendizaje. Aún así, era aburrido.
WIVEL: Allí conociste a Harry Morgan y fue él quien te metió en el mundo de los fanzines. ¿Puedes explicar cómo ocurrió, y por qué te inspiró para que empezases a hacer cómics?
TRONDHEIM: Si, allí conocí a Harry Morgan. Yo trabajaba en la oficina del consejero social, y la suya estaba puerta con puerta con la del fotógrafo. Me enseñó lo que estaba haciendo, es decir, su fanzine. Nunca había visto nada parecido. También me dijo que escribía para [el periódico de crítica de cómics] Cahiers de la bande dessinée. Empecé a comprarlo. Y luego me puse con mis propios bocetos.
WIVEL: ¿Qué hiciste después del Ejército?
TRONDHEIM: Estuve desocupado durante todo 1986, luego fui a la Universidad durante tres años para estudiar dibujo comercial y diseño gráfico. En 1987, leí en el Cahiers que estaban organizando una conferencia académica sobre cómics en Cerisy-la-Salle. Me inscribí. Allí fue donde conocí a JC Menu y Thierry Groensteen. De esa forma, descubrí todo un nuevo mundo artístico cuya existencia desconocía.
Después, de vez en cuando me ponía a dibujar mis propias páginas de cómic, pero nunca me quedaba satisfecho con los dibujos. Un día volví y empecé una página hasta tres veces, y a la tercera, me puse a pensar que para qué seguir dibujando nuevas viñetas, si seguro que funcionaba mucho mejor fotocopiar la misma única viñeta. Hice una serie de páginas usando esta técnica y se las enseñé a Harry, y él me animó para que empezase mi propio fanzine. Al principio del tercer año, empecé a dibujar para mi satisfacción, no para las clases. Por lo general, enviaba mis páginas a JC Menu. Lo hacía todo por mí mismo, 16 páginas al mes. Alquilé un puesto en el Festival de Grenoble de 1989, y allí conocí a un montón de gente que estaba metida en los fanzines. Además, volví a charlar con Menu en persona. Un poco más tarde, se puso en contacto conmigo para preguntarme si quería formar parte de la antología Labo, publicada por Futuropolis. Parece muy sencillo al mirarlo en retrospectiva, pero todo fue absolutamente fortuito.
WIVEL: ¿Todavía lo crees así? ¿Piensas que podrías haber terminado haciendo algo completamente diferente, o los cómics estaban hechos especialmente para ti?
TRONDHEIM: Quería contar historias, pero no sabía cómo, o en qué medio. Cuando descubrí que no tenía talento para dibujar bien mis cómics, fue cuando empecé a desarrollar formas de narrar que prevaleciesen por encima de los dibujos. No tengo ni idea de lo que habría hecho si no me hubiese dado resultado. De hecho, prefiero no pensarlo, porque me da escalofríos.
WIVEL: ¿Qué es lo que te atrajo en un principio de los cómics?
TRHONDHEIM: Me gustaba la idea de hacer todo yo mismo. Una hoja de papel, un lápiz y mi imaginación. Pero más allá de eso, no me importaban mucho.
WIVEL: Antes de que me olvide, tengo una aburrida pregunta que hacerte: ¿cuándo y por qué elegiste tu seudónimo?
TRONDHEIM: Tienes razón, es una pregunta tediosa... porque ninguno de nosotros elegimos nuestro nombre al nacer. Y sentía que yo tenía que escoger el mío. Más allá de eso, en los cómics franceses y belgas supone una tradición. En algún momento, me di cuenta de que me gustaba escribir completo el nombre de "Lewis" a mano. Y entonces supuse que estaría bien apellidarme como el nombre de una ciudad que fuese lo bastante raro. Trondheim fue el primero que se me ocurrió. Hago lo mismo en el caso de los personajes de mis cómics. Fascinante, ¿verdad?
WIVEL: En la época de la que estamos hablando, el mercado del cómic en Francia se estaba empezando a volver muchísimo más comercial. ¿Puedes hablarme de cómo lo veías tú cuando empezaste?
TRONDHEIM: No era un gran fan del cómic, y no tengo ni idea de qué es lo que se llevaba en ese momento, ni nada sobre los editores, etc. Cuando era joven, ni siquiera entendía que hubiese gente que se dedicaba a crear estas cosas. Sencillamente existían los cómics y eso era todo.
WIVEL: En cuanto a la escena de los fanzines de finales de los ochenta, tengo la impresión de que era muy animada e innovadora, en fuerte contraste con lo que estaba ocurriendo en la parte más comercial del medio, porque el mercado vio una concentración de lo que se publicaba en manos de unos pocos editores y se fue limitando la diversidad de géneros en comparación con lo que había ocurrido en los setenta. ¿Puedes contarnos algo sobre ese período?
TRONDHEIM: Si, había muchos fanzines. Mucha actividad, un montón de energía, muchos proyectos. Todo eso llevó a que se formasen diferentes estructuras alternativas y que emergiesen otro tipo de editores a lo largo de los noventa. Yo mismo acudí a un par de Ferias con un puesto de venta. Fue en Grenoble. Pernocté en un hostal para jóvenes. Vendí ocho copias del fanzine, y eso fue todo.
PRIMERAS APROXIMACIONES
WIVEL: Supongo que ese cómic que has descrito antes es Psychoanalyse [recopilado en 1990]. Dicho cómic tiene como base un humor escrito y sucinto que utiliza la misma imagen una y otra vez mientras lo que varía es el texto. Más tarde en tu obra, has desarrollado considerablemente el humor. Al ser una parte fundamental de tu trabajo, me pregunto qué piensas del humor en los cómics... supongo que en tu caso fue una elección natural, pero te lo quería preguntar.
TRONDHEIM: Al principio, era un humor que se basaba en la palabra, a menudo se fundamentaba en el ritmo de los diálogos. Según fue pasando el tiempo, intenté hacer un humor más visual, menos directo, y más distanciado. Me gusta el humor seco, al estilo del humor inglés. Y el absurdo. La locura humana es un mineral del que se puede extraer mucha riqueza, y que parece inagotable.
WIVEL: Al fijarme en el humor que se puede encontrar en tus primeros trabajos, estaba intentando determinar qué es lo que intentabas hacer. Incluso en algo tan sencillo como Psychoanalyse, con sus connotaciones auto-reflexivas, y especialmente en Génesis Apocalípticos [primera versión recopilada en 1995], que también realizaste en esa época, despliegas cierta ambición de comunicar algo importante, al igual que la mayoría de lo que has hecho hasta hoy. ¿Qué pretendías hacer en aquel entonces?
TRONDHEIM: La verdad es que no le daba muchas vueltas. Al igual que tampoco lo hago ahora cuando me pongo a dibujar una obra. Soy extremadamente instintivo, lo que hace que me resulte muy difícil hablar sobre mi trabajo. Busco lo que me haga reír, lo que me gusta, y lo que me presente un desafío, o la posibilidad de transmitir un mensaje, que es la forma más sencilla de volverte alguien pomposo. Confío en mi inconsciente para que haya algo detrás de las historias que cuento.
(Continuará)
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