¿Por qué es tan importante esa nota? Porque estos siete números de Lobezno (17 a 23) contienen un crossover con "Actos de Venganza". Si la has olvidado, el truco de esta saga fue tan simple como efectivo: los villanos se unían e intercambiaban antagonistas, enviando a malotes incompatibles contra los desprevenidos héroes. (Si te ayuda a recordarlo mejor, fue la historia en la que Spider-Man se convertía en Capitán Universo). Como en ese momento todo el mundo cree que los X-Men han muerto, nadie va tras ellos en todo el crossover, pero Lobezno se encuentra con otro de los villanos incompatibles de la historia: la némesis de Namor llamada Tiburón Tigre, que intenta asesinar a una nueva superheroína, La Bandera, de Cuba. Entre Lobezno y ella acaban con Tiburón Tigre antes de que el primero continúe su aventura.
Pero aquí es donde las cosas se confunden un poco... porque el crossover de "Actos de Venganza" tiene lugar durante los números de Uncanny X-Men 256 a 258. Por lo que, si aún me sigues, fijémonos en los eventos de X-Men nºs 249 a 255, que ocupan una cantidad significativa de tiempo en la historia, el tiempo suficiente para que los X-Men se dispersen y Lobezno casi muera crucificado en el desierto australiano. ¿Entiendes a lo que me refiero?, los eventos de X-Men nºs 249-255 tienen lugar en su totalidad durante el crossover de "Actos de Venganza". ¡Pero eso no tiene sentido! ¡Porque en realidad, no transcurre el tiempo suficiente de historia durante el resto del crossover como para justificar la enorme cantidad de tiempo entre los dos crossovers separados de "Actos de Venganza" en Lobezno!
¡Pensaba que era capaz de entender este universo! Creía que era real y que me sabía lo más importante... de niña tenía el orden de lectura de "Actos de Venganza" totalmente resuelto en mi cabeza, incluso me sabía hasta el número de Capitán América que transcurría entre las viñetas de un número de los Cuatro Fantásticos. Ahora no recuerdo los detalles porque, como he dicho antes, ya sabes, soy Libra y eso significa dos cosas: soy la leche de indecisa y mi cumpleaños está a la vuelta de la esquina. Y han pasado muchos cumpleaños desde que disfruté de las largas tardes sentada en casa intentando averiguar en qué orden debía leerme mis cómics.
¿El motivo por el que todo esto me importa ahora mismo? Esa nota sobre dónde encajan los Lobeznos 17 a 23 en la continuidad de Uncanny (antes del número 249, que sería absolutamente necesario, ya que la historia comienza en la base australiana antes de la disolución del equipo) aparece justo al comienzo del número 21 de Lobezno... Mientras pensaba en esa secuencia de acontecimientos, me he dado cuenta de que me perdí el número. Me compré la mayoría de cómics en el quiosco y ese se me pasó. No me importaba tanto la historia como para volver y ponerme al día con uno de los capítulos que me faltaban.
Hay una parte de mí que se alegra mucho al recordar lo suficiente como para preocuparme por la cronología interna de un crossover de hace treinta años. Todavía recuerdo cuando estas cosas eran lo más importante del mundo, aunque es probable que hayan dejado de serlo.
De todos modos, en el transcurso de los primeros años de la serie centrada en Lobezno, Chris Claremont y Peter David escribieron para John Buscema durante el primer año, y cambiaron la existencia de la colección, y luego, en el número 17 apareció el nuevo equipo creativo compuesto por Archie Goodwin, John Byrne y Klaus Janson. Aquí es donde me vas a escupir, porque de alguna manera me las he arreglado para enterrar esta información 2200 palabras después... y no es que las esté contando ni nada.
Hay un motivo por el que nunca he escrito gran cosa sobre John Byrne. No es que no me gustara, y tampoco es que no creciese leyendo absolutamente todo lo que podía encontrar de él, porque sí que lo hice. No es que algunos de sus trabajos no hayan envejecido mejor que otros, lo mismo que en el caso de cualquiera. Me encantaba gran parte de lo que hizo, y también me disgustaba otro tanto. Estaba demasiado metida, de tal manera que me resulta difícil articular algo sobre su trabajo desde una perspectiva crítica aparte de poder asegurar: oh sí, me leí muchas cosas suyas cuando era más joven.
Pero aprendí mucho leyendo a Byrne de niña, y creo que una de las cosas más admirables de su trabajo, teniendo en cuenta sus tensiones con sus contemporáneos (me refiero a que la progresión Claremont-David-Byrne sería una maldición en cualquier serie), es que homenajeaba directamente sus influencias de una manera que alentaba a los lectores a aprender más, tanto para comprender lo que veneraba e imitaba como lo que rechazaba y pasaba por alto. Al menos ese era el efecto que producía en mí. Era un autor cuyo estilo, incluso en 1989, había cambiado mucho a lo largo de su carrera en la industria, de una manera que fui capaz de rastrear y comprender incluso de niña.
Aunque me gustaba casi todo lo que caía de él en mis manos, sin embargo, no me gustó cómo encaró a Lobezno. Para empezar, ni guionizó, ni entintó la colección, y en ese momento Byrne estaba haciendo unas tintas muy buenas, primero en sus Vengadores Costa Oeste y en Hulka, luego en su Namor (hasta el día de hoy es la única vez que me ha preocupado ese personaje). Sin embargo, esta historia no está hecha para Byrne. El guionista era Goodwin, y mientras retomaba el status quo del Madripur de Claremont, en cuanto se le presentó la oportunidad, ni se lo pensó en enviar a Lobenzo en un viaje en barco por la mitad del mundo, desde el sudeste asiático hasta América Central, en busca de un científico loco nazi que había secuestrado a su sparring habitual Camorra. Es una historia realizada de forma muy suelta, de esa forma en que solían ser las colecciones cuando los arcos se estructuraban menos formalmente y había más acumulaciones de subtramas formándose y disipándose en el transcurso natural de los eventos, con ritmos más orgánicos.
Como he mencionado antes, se produce un cruce con "Actos de Venganza" que dura un par de números en donde se nos presenta a La Bandera, una mutante que libra una guerra contra las bandas de narcotraficantes con la capacidad de inspirar a los demás. (Me gustaba el personaje y me pregunté qué había sido de ella; resulta que murió en un último número del Capitán América de Gruenwald, una pena, ya que es un buen hallazgo con bastante potencial. Ah, bueno, con Gruenwald ya existen ejemplos previos de los que aprender, porque tenía mucho peligro de matar a personajes infra-utilizados para buscar la espectacularidad a corto plazo, o algo así). La poco convincente trama funciona porque mantiene al personaje moviéndose de un entorno a otro, con un nuevo matón o monstruo con el que luchar cada diez páginas más o menos. Así que tarareemos una canción.
Lobezno nunca ha sido mi personaje favorito, porque el entorno que arropaba sus historias en solitario no me parecía demasiado interesante. En el caso de las ficciones de género, nunca he ocultado mis preferencias por la ciencia ficción y la fantasía antes que por el crimen y las historias bélicas. Muchas historias de Lobezno (y esta no es la excepción) tienden a centrarse en él luchando contra muchos tipos con uniformes militares o trajes baratos armados. Y eso está bien, pero no era mi favorito de pequeña, y sigue sin serlo. Los cómics solían ser mucho más asequibles, y en ese ecosistema era más fácil justificar el gasto de 1.50 dólares en un personaje que solo te gustaba un poco pero que era perfectamente legible gracias a un equipo creativo decente.
Eso sí, aún no he mencionado a Janson... y si te soy honesta, cuando se publicaron estos números fue todo un bajón. Ahora he cambiado significativamente y he aprendido mucho a lo largo de estos últimos años, así que sé que es mejor no decir que no me gusta Klaus Janson. Bromeo, pero solo un poco. Byrne entregó unos lápices sueltos, porque, sinceramente, se me ocurren pocas cosas más inútiles en las que podrías pasar tu tiempo que pasándole unos lápices muy acabados a Klaus Janson, porque Janson convierte sus lápices en algo propio, tal y como suele hacer. Hay muchas imágenes impactantes en la saga, momentos en los que Janson alcanza altas cotas... y luego pasajes en los que oscurece parte de la anatomía básica de Byrne mediante trazos descuidados.
Algunos primeros planos y secuencias de acción parecen haber salido directamente de las páginas del Daredevil de Miller, lo cuál dice mucho sobre por qué estos cómics se leen de la forma en que lo hacen. El propio entintador logra que John Byrne nos transmita la sensación de ser Frank Miller. Janson toma el volante en todas sus colaboraciones, pero no siempre he sido una fanática de su enfoque. Con algunos artistas funciona mejor que con otros. Hay pasajes, principalmente secuencias de acción, donde los diseños y las tintas parecen estar disgregados uno del otro. Muchas secuencias en las que la combinación de la puesta en escena de Byrne y el embellecimiento de Janson no funciona tan bien. Janson es un colaborador de alto riesgo, aunque también de alto rendimiento, y el problema es que, me temo, el riesgo y la recompensa suelen aparecer juntos.
Pero yo era una niña, ya sabes, y sabía quién era Byrne, pero no me gustaban las tintas de Janson, y seguro que tampoco tenía ningún contexto histórico de por qué valía la pena coger un cómic al azar creado por Goodwin, Byrne y Janson. Son cómics muy casuales, sí, pero son casuales solo cuando te fijas en lo que te ofrecen tres creadores experimentados que se montan básicamente una película de Lobezno en la que este persigue a un cyborg nazi hasta Sudamérica y termina luchando contra un monstruo diabólico hecho de cocaína.
No bromeo, sencillamente sucedió que los Celestiales hicieron alguna mierda loca en los días primordiales de la Tierra que tuvo como consecuencia que en cierta ladera de América Central infestada con un extraño poder cósmico fuese creciendo una cocaína mágica que convierte a la gente en súper-monstruos furiosos que despotrican sobre vengarse contra los dioses cósmicos desde antes de los albores de los tiempos. Es una de esas historias. Al estilo Faulkner se podría decir.
¿Sabes por qué ahora me han gustado tanto estos cómics, de una manera que en realidad de niña no supe apreciar? Te lo diré sin eufemismos. Si tuviera que decir algo importante sobre esta saga, supongo que es que me parece ligeramente cruda y cínica. Creo que el tono buscado en la colección, dirigida durante uno o dos años a un público ligeramente mayor que el lector promedio de Marvel (con un poco de la libertad otorgada a las series editadas en papel Baxter en ambas editoriales, incluso en algunas como Lobezno, con distribución en quioscos de prensa) era más grindhouse y al estilo de un primerizo Schwarzenegger. Ahora mismo me parece que ese tono tiene bastante sentido.
Cuando yo estaba en el meollo, si no te gustaba Lobezno, estabas un poco fuera de onda. En su momento me parecía irritante, porque, como he dicho, no odiaba a este tío, pero tampoco era mi favorito. Me parecía un símbolo no solo de la masculinidad, sino de la masculinidad tal y como la fetichizan los adolescentes: misteriosa, amargada, violenta. Para mi yo de la época, la masculinidad daba miedo, y no podía leer más allá de los obvios y francamente espeluznantes cumplimientos de los deseos de los niños mayores y adolescentes que aspiraban a ser, bueno, una especie de mamón.
¿Recuerdas que antes de que Lobezno se convirtiese en un estoico maestro samurái, siempre miraba lascivamente y sonreía cuando se sumergía entre montones de matones antes de empezar a ensartarlos? Cuando era más joven, el personaje no me preocupaba demasiado, porque era omnipresente y popular solo por ser aparentemente un idiota.
Pero ya sabes cómo va esto. Envejecemos.
Te parecerá gracioso, pero ahora me gusta más Lobezno que de niña. Obviamente he madurado, pero también lo ha hecho Lobezno, es algo que sucede cuando la gente se niega a dejar de lado lo que le gustaba en su infancia e insiste en querer que las sagas envejezcan con ellos. La gente tuvo que seguir haciendo cómics del personaje, por lo que tuvo que seguir encontrando historias protagonizadas por este tío. Algunas hasta han sido bastante decentes.
Lobezno nunca desapareció, y lo siguiente que se sabe es que aparece en películas, y de repente todo el mundo en el planeta sabe cómo suenan los "SNIKT", y eso que aún estamos hablando sobre un personaje creado por Len Wein junto a Roy Thomas y John Romita, Sr. como saco de boxeo de Hulk en 1974. Chris Claremont no creó a Lobezno, pero lo fue elaborando desde muy al principio, y la razón por la que se quedó con él en primer lugar es que Byrne se enamoró del pequeño tipo canadiense. Barry Windsor-Smith apareció un año después de que se imprimieran estas historias y redefinió el personaje en Arma-X. Necesitó su tiempo.
Ahora aprecio más a Lobezno porque veo que debajo de las capas de violencia había un personaje que, lenta pero inexorablemente, fue definido por sus sucesivos autores en oposición directa a las representaciones más tóxicas de masculinidad que se podían ver en los medios de comunicación. Después de todo, si se sabe algo sobre Lobezno es que se esfuerza constantemente para no perderse a sí mismo en el salvajismo de su furia berserker. Está sufriendo de por vida las secuelas de un trauma, un trauma específicamente derivado de haber sido un peón del complejo militar-industrial durante la Guerra Fría. Lobezno se pelea mucho con todo el mundo, pero he notado cuántas de estas antiguas historias tratan sobre el personaje peleando consigo mismo. Ahora respeto de una manera mucho mayor de la que era capaz de niña que Lobezno sea un personaje definido por la moderación y la superación personal.
¿Suena cursi? No lo sé. Como ocurre en Arma-X, parte de la caracterización aún estaba por llegar, pero el marco estaba bien establecido: Lobezno es un buen tipo que, sin embargo, sigue un poco jodido. No se lanza en paracaídas sobre América Central para jugar a ser el salvador blanco o el tipo de los Vengadores, sino que se embarca en esta misión para poder salvar a un conocido y termina ayudando a algunas personas que también lo ayudan a su vez. No intenta resolver los problemas del mundo real del tráfico de drogas a base de garras de Adamantium, y la utilidad de sus filos solo se pueden ver en la pelea final contra la bestia cósmica de cocaína. Ayuda a la gente, aunque no sea su país. (Si quieres, seguro que podrías hacer alguna objeción sobre los pueblos indígenas de Tierra Verde que parecen haber sido localizados directamente en la misma National Geographic que han usado todos los demás artistas para referirse a los pueblos indígenas de América del Sur entre 1955 y 1990, aunque solo aparecen en la serie durante un puñado de páginas).Uno de los motivos por los que escribo estas columnas de la forma en que lo he estado haciendo es que he querido rastrear con absoluta y escrupulosa honestidad mis procesos de pensamiento mientras volvía a aprender el arduo trabajo de escribir sobre cómics. A veces dudo sinceramente si alguna vez habré sido buena haciéndolo... no porque no lo haya intentado, sino porque es endiabladamente difícil. No hay nada más que haya hecho durante tanto tiempo o con tanta constancia durante toda mi vida adulta... Después de todos los cambios mencionados, me ha parecido raro mirar lo que quedaba de mi vida y darme cuenta de que escribir sobre cómics todavía me parece increíblemente importante. En realidad, no me he tomado nada más tan en serio en toda mi vida, pero aún así sé que no me lo he tomado tan en serio como podría haberlo hecho.
Tres décadas es mucho tiempo. Ahora aprecio a Lobezno porque es un tipo con un montón de mierda en su pasado que a veces se esfuerza por contener un temperamento extremadamente violento y, hey, también hay algo bastante gracioso sobre eso... Incluso después de luchar durante años con el género, las enfermedades mentales, la pobreza, el resultado final para mí sigue siendo una racha autodestructiva gigantesca. Ira y orgullo. Un temperamento que requiere dedicación constante. Décadas de resentimiento y odio hacia una misma y sentimientos de insuficiencia y celos, el valor de toda una vida de bilis mental y pus que a veces parece que nunca se puede drenar... y el arrepentimiento. Es difícil no mirar hacia atrás, a todos esos años vacíos y no fijarme en las oportunidades perdidas y los errores. El cambio no borra las secuelas a menos que te esfuerces a tope.
¿Y quién tiene la culpa de todo esto? ¿Lobezno? No, él se esfuerza tanto como el resto de nosotros.
Durante años evité a Byrne como tema de conversación (aunque no del todo), en parte porque durante mucho tiempo sus fans tuvieron, digamos, una reputación mucho peor que mala en las discusiones. Ahora es 2018, y por supuesto, la idea de meterme en una pelea online con algunas personas me parece absolutamente pintoresca. Hay peores destinos, peores infiernos vacíos y peores diablos sueltos por el mundo en estos días. Quizás he sido una cobarde. Pero si es así, soy cobarde porque estoy harta de luchar, absolutamente asqueada.
Muchas historias de Lobezno se centran en la idea de que somos tan buenos como lo que duremos desde nuestro anterior estallido destructivo. Es una noción sencilla que probablemente no me funcionaba de niña porque, bueno, era una niña. Luego crecí.
De todas formas... ¿Sabes que hay muchas chicas guapas en Australia? Le doy muchas vueltas. Después de toda una vida de arrepentimiento, autodesprecio, depresión, inseguridad y miedo, el mejor consejo que le puedo ofrecer a cualquiera es el siguiente: dedica todo el tiempo que puedas a pensar en chicas bonitas (o chicos bonitos, o no binarios, si es lo que te gusta), no pierdas tanto tiempo obsesionándote con los cómics y sal más al exterior.
Oh sí, y trabaja tu temperamento. Eso que no se te olvide...
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