Artículo de Jeff Rovin para The Comics Journal nº 114 (1987). Traducido por Frog2000. Nota: decidí traducir este artículo después de ver este estupendo vídeo de la estupenda videoaventura de Jaume Vaquer, VIÑETAS.
1. Hegel y los Cómics
Uno de los motivos por los que la cultura resulta tan fascinante es que está gobernada por una sensibilidad kierkegaardiana más que hegeliana. Es decir, más que objetivas, la verdad y el arte son subjetivas, y esa es la razón por la que a algunos, 2001: Una Odisea del Espacio les parece una película brillante y para otros es aburrida, o responde a por qué las pinturas a goteo de Jackson Pollock son geniales o espesas según el espectador que las contempla.
La historia de la cultura es un poco menos subjetiva. Conocemos las fuerzas emocionales, políticas y sociales que motivaron a personas como Van Gogh, Chopin y H.G. Wells, y ese conocimiento nos ayuda a comprender mejor su obra finalizada. Eso sí, dicho conocimiento es completamente periférico a la propia obra: tú eres tu propio árbitro de la elegancia, y si a tus ojos el trabajo artístico no tiene mérito, ni todo el background del mundo podrá alterar tu visión.
Dicho esto (y sé que estoy basculando entre lo sublime y lo relativamente ridículo), si crees que los 50 viejos ejemplares de Atlas Comics que publicamos entre 1974 y 1975 son pura basura, nada te va a hacer cambiar de opinión. En muchos casos, ni siquiera te puedo contradecir: alguien debería habernos ejecutado antes de publicar Devilina y algunos otros títulos. Sin embargo, echar un vistazo a lo que sucedió entre bastidores revelará algunas verdades hegelianas: cómo pudo una editorial de cómics que publicó a muchos de los mejores talentos de la industria (incluidos Archie Goodwin, Steve Ditko, Wally Wood, Alex Toth, Ernie Colon, Walt Simonson, Neal Adams, Dick Giordano, Marshall Rogers, Howard Chaykin, Russ Heath, Frank Thorne, John Severin, Jeff Jones y muchos otros) arruinarse en poco más de un año.
2. Martin y los Cómics
Me enredé con Atlas después de responder a un anuncio del The New York Times. En ese momento estaba trabajando para Jim Warren, que acababa de sacar los primeros Creepy. Allí me encargaba de su división de pedidos por correo, Captain Company. Antes también había estado editando cómics para DC y Skyward cuando un día di con el anuncio, y pensé que supondría todo un desafío crear nuevos títulos para una nueva editorial centrada en el cómic.
Varias semanas después recibí una llamada de Martin Goodman, el fundador de Marvel Comics y de una gran cantidad de títulos pulp. No mucho antes, Martin había vendido su Magazine Management Company, dejando a su hijo Chip al frente. Pero Chip se peleó con la nueva dirección, por lo que Martin empezó a montar otra sección de Seabord Periodicals para proporcionar a su vástago un trabajo remunerado. El editor anunció la creación de una editorial de cómics con la intención de que estos desempeñaran un papel importante en la política de publicaciones de Seaboard.
Yo era uno de los varios aspirantes a los que Martin había entrevistado, y conseguí el trabajo porque tenía experiencia no solo con los cómics sino también con los pedidos por correo, y esto último sería lo que contribuiría significativamente al flujo de dinero de la compañía.
Compartiendo las tareas editoriales del apartado de los cómics teníamos al dibujante y guionista Larry Lieber, a quien Martin llevaba mucho tiempo intentando alejar de la sombra de su hermano, Stan Lee. Larry, un hombre asustadizo pero perspicaz, terminó haciéndose cargo editorialmente hablando de aproximadamente una cuarta parte de la producción de Atlas, principalmente de las antologías policíacas, los Westerns, las recopilaciones bélicas y las historias de terror a color.
Seaboard se inauguró el 24 de junio de 1974 con un ambicioso programa de publicaciones que incluía no solo una docena de cómics a color, sino una línea de cómics de terror en blanco y negro, revistas de cotilleo, una revista sobre monstruos, revistas de pasatiempos, un libro sobre concursos y un innovador título de historias góticas (la única publicación que obtuvo apoyo de la sección de cómic, con ilustraciones de Heath, Adams, Chaykin, Colon y otros). Durante nuestro periplo en Seabord, Larry y yo tuvimos muy poco contacto con el resto de editores: los Goodman hicieron todo lo posible para no generar un sentimiento de pertenencia a una familia entre el personal de la empresa.
Lo que sí que se esforzaron con todas sus fuerzas fue en encararse con Magazine Management y Marvel. La amargura que sentían después de la disputa de Chip era demasiado palpable, no solo por la naturaleza bastante similar de los títulos y los diseños de Seaboard, sino por la elección de artistas realizada por Atlas, ya que esta había sido la editorial impresora de Marvel durante la década de los 50. Desafortunadamente, la ira es una pésima razón para dar comienzo a un negocio editorial: no solo se pueden tomar malas decisiones de intención vengativa o para recuperar antiguas glorias pasadas, sino que la parte cabreada puede perder rápidamente el interés en cuanto se desvanece la ira y las facturas continúan incrementándose. Esto terminaría siendo uno de los problemas fundamentales de Atlas Comics.
Estos primeros contratiempos llevaron mi relación con Martin hasta el punto de ebullición. Después de fijarse en los primeros cómics que yo estaba diseñando, -a Chip le preocupaban mucho más el resto de títulos de Seabord, todos los cuales fueron cancelados incluso más rápido que los cómics- decidió que mis cosas tampoco eran tan buenas. Entre sus quejas y mandatos se encontraban los siguientes:
-El dibujo de Howard Chaykin para The Scorpion era demasiado confuso y los guiones demasiado sofisticados.
-Morlock 2001 iba a dejar de estar ambientado en el futuro, ya que los cómics de ciencia ficción no vendían gran cosa.
-La tira bellamente dibujada de "Lawrence de Arabia" de Frank Thorne iba a ser cancelada en los siguientes números de Thrilling Adventure Stories porque trataba sobre árabes.
-Había que quitar a Ernie Colon de Tiger-Man para que Steve Ditko se pudiese hacer cargo de la serie y lo transformara en algo más parecido a Spiderman.
-El Wonderworld de Bill DuBay iba a ser abortado en su primera etapa de diseño porque los cómics de aventuras serios protagonizados por niños no se vendían. (Por supuesto que no: responde a que nadie estaba haciendo cómics de aventuras serios protagonizados por niños).
-Lo más doloroso de todo es que después de ver la portada "desordenada y confusa" de nuestro primer título en blanco y negro, Weird Tales of the Macabre, Martin me informó que no volvería a firmar más cheques a nombre de Jeff Jones. Es más, nunca vi a Martin tan furioso como cuando le comuniqué que ya había comprado dos ilustraciones más del autor. De inmediato descartó ambas, aunque Bill DuBay se hizo con una y finalmente la utilizó para la portada del Creepy nº 120.
Según se desarrollaban los acontecimientos, las portadas supusieron el campo de batalla más sangriento en Atlas. Martin quería portadas con un montón de texto, bocadillos, y primeros planos de villanos o monstruos gruñendo. Por otro lado, yo prefería cubiertas de acción panorámica y con el menor texto posible. Un ejemplo de las portadas que le gustaban a Martin fueron las de Wulf the Barbarian 2 y The Brute 2, ambas con villanos dibujados por Larry Lieber y con pegotes de dibujo, respectivamente, de Larry Hama y Dick Giordano. Las primeras cubiertas, que yo prefería de lejos, fueron las que no habían pasado por las manos de Martin: Iron Jaw 1, Planet of Vampires 1 y The Brute 1.
No hay comentarios:
Publicar un comentario