sábado, 25 de mayo de 2013

RECORDANDO A RAY MANZAREK, POR HENRY ROLLINS

Artículo escrito por Henry Rollins en mayo de 2013 para un blog del LA Weekly, traducido por Frog2000.

Después de estar viviendo un mes en Virginia y en el área de D.C., nosotros (el cámara, el productor, el asistente del productor y yo) hemos mudado la empresa y ahora nos encontramos residiendo en el Pointe Plaza Hotel, cerca de la Franklin Avenue de Brooklyn.

Es un barrio fascinante que recorrer. Estas calles están repletas de gente que profesa el judaísmo jasídico. En un momento dado miré a mi alrededor y me di cuenta de que yo era el único que no iba vestido de negro. Nos habíamos instalado por unos días para filmar algunas tomas antes de regresar a Los Ángeles para finalizar el trabajo.

Ver también: Henry Rollins: Por Qúe Ya No Voy A Hacer Música Nunca Más. 

Antes de aterrizar, me concedí algunos días de descanso mientras estaban con el montaje de escenas. Me ofrecieron una habitación de hotel en mi antiguo barrio, así que salí a la calle y me puse a caminar durante horas.

La verdad es que no suelo caminar mucho por Los Ángeles. Estoy seguro de que como peatón existen muchas cosas disfrutables en nuestra ciudad, pero por lo general nunca me apetecía darme un paseo. Hace años, cuando vivía en Silver Lake, cualquier momento era bueno para caminar durante kilómetros. Mientras hacía esos épicos viajes bípedos hasta Hollywood para ver los conciertos, siempre tenía la misma sensación, como si realmente no estuviese en ninguna parte excepto enterrado profundamente en una extensión interminable fabricada de estuco que se parecía un poco al Mar de los Sargazos.

En Washington, D.C. solía caminar durante horas, me tomaba un descanso para comer algo, o para escribir, y otra vez me ponía en ruta. La mayoría de mis caminatas eran referenciales, casi siempre tenían que ver con la música. Sitios donde había visto a algún grupo, sitios donde las bandas solían ensayar, casas donde solíamos pasar el rato escuchando discos. Volvía a esos sitios de nuevo, una y otra vez, década tras década. Sé que sonará raro, pero para mí era como una kata o como hacer meditación. La caminata, la llegada al lugar. Un momento para pensar en su significado y después te ponías a caminar hacia otro sitio, eso era lo que para mí significaba "poesía en movimiento".

Tengo muy claro que la mayor parte de mi vida he estado paralizado por mi obsesión con la música. Quizá sea patológico, o por lo menos sé que se escapa a mi control. ¿Quién sabe lo que podría haber conseguido si todas esas canciones no se hubiesen interpuesto en mi camino?

Crecí junto a algunos verdaderos genios de la música, escritores, actores, productores y coleccionistas. Durante estos últimos días de caminata por todas partes, fui a ver un par de enormes colecciones de discos que sus propietarios han tardado décadas en reunir. Hojear las cajas de singles fue como visitar retazos de mi vida. Sacar uno de los discos, darle la vuelta y mirar la portada nunca pasa de moda. Ni tampoco hablar sobre música con alguien interesado en los mismos temas en los que lo estoy yo. Es como dos personas que conversan sobre ADN. Ian MacKaye y yo llevamos haciéndolo desde hace casi cuarenta años, nunca nos han faltado temas sobre los que hablar, nunca tenemos el tiempo suficiente como para charlar sobre todo lo que nos gustaría.

Te cuento todo esto para que puedas apreciar lo triste que me sentí cuando leí que Ray Manzarek, de los Doors, había fallecido.

Mi madre, una oyente muy ecléctica, tenía el primer álbum de The Doors y me lo pasó cuando empecé a expresar interés por la banda. Fue uno de los primeros discos que tuve en mi poder. Con el paso de los años, las niñeras que solían cuidarme se traían sus discos de los Doors a mi casa, y así es como llegué a conocer su obra posterior. Todavía estaba viviendo en el mismo apartamento cuando Jim Morrison murió en 1971.

En mi juventud redescubrí a los Doors y los escuché de una forma completamente diferente. El motivo fue porque había leído sobre Morrison y su interés por Antonin Artaud, que me llevó a descubrirlo, junto con Rimbaud, Lautréamont, Camus, Baudelaire y Céline. Su escritura hizo llamear mi cerebro.

Alrededor de 1983, Ray hizo una grabación en solitario del Carmina Burana de Carl Orff. Mi colega Harvey conocía a Ray y me llevó a la fiesta de presentación. Conocí a Ray ese día y me cayó bien. Me dijo que era fan de Black Flag. Fue la misma noche en la que también conocí a Iggy Pop. Me quedé caminando por todo el reciento, aturdido. De esta forma también comenzó una serie de reuniones con Ray a lo largo de todos estos años.

Muchos años después me invitaron a escuchar y ver las mezclas finales de los Doors en directo, la famosa grabación en el Hollywood Bowl. Me senté en el estudio al lado de Ray y lo observé mientras él se observaba a sí mismo en el escenario junto a Densmore, Krieger y Morrison. Me quedé mirando a los dos Rays, flipando con la otredad que estaba experimentando.

En 1987 estaba remasterizando uno de mis discos para su edición en CD. En esa época no había demasiados lugares en L.A. donde se pudiese hacer. Le pregunté al ingeniero de sonido quiénes estaban en las otras cabinas de grabación. Me dijo que Grateful Dead habían cruzado el pasillo y que Manzarek y Paul Rothchild estaban al final del mismo, remasterizando el catálogo de los Doors.

Mi compañero de habitación de entonces tenía uno de los primeros CD´s que se habían editado de los Doors, pero sonaba horrible. Le pregunté al ingeniero si podía decirles que yo estaba en el edificio. Minutos después de conseguir acabar mi trabajo, Rothchild entró en la habitación y me preguntó cuál era mi álbum favorito de los Doors. Le dije que "Strange Days". Me contestó: "¡El mío también!" y me invitó a seguirlo por el pasillo para ver lo que estaban haciendo. Habían empezado a remasterizar ese disco en particular, así que tuve la oportunidad de escuchar las canciones justo mientras estaban haciendo las mezclas maestras. Las finales.

A lo largo de todos estos años he podido ver a Ray aquí y allá. Siempre estaba muy entusiasmado con lo que estaba haciendo en ese momento y siempre rebosaba espíritu juvenil. Te juro que el tío siempre me dejaba impresionado.

Hace unos días pasé por aquel apartamento donde escuché a los Doors por primera vez y empecé a pensar en Ray. Es triste que se haya marchado, pero sé que disfrutó de una carrera genial y estuvo en una banda que dejó libre gran cantidad de imaginación. Para mi fue una persona única.

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