jueves, 31 de octubre de 2013

COMENTARIOS SOBRE CRUMB 21: RICHARD SALA

Varios autores ofrecen sus impresiones sobre Robert Crumb y su trabajo. Artículo aparecido en Blab nº3 (1988). Traducido por Frog2000. 

1. JAXON
2. KIM DEITCH
3. JOHN THOMPSON
5. JOEL BECK
6. TRINA ROBBINS
7. HARVEY PEKAR
8. ACE BACKWORDS 
9. SAVAGE PENCIL
10. TOM VEITCH
11. SPAIN RODRIGUEZ 
12. JOSH ALAN FRIEDMAN
13. BETO HERNANDEZ
14. GEORGE HANSEN 
15. DON DONAHUE 
16. BOB BURDEN
17. JUSTIN GREEN
18. DANIEL CLOWES
19. LESLIE CABARGA
20. CHESTER BROWN

21. RICHARD SALA 

[Historietista de los llamados "alternativos", sus tebeos disfrutan de ágiles argumentos en los que el terror y el suspense complementan un dibujo exquisito con reminiscencias de Edward Gorey y Charles Addams. Además, el americano Richard Sala es también conocido por su faceta como ilustrador. En castellano se pueden encontrar sus "Peculia" y "Peculia y los vampiros del bosque siniestro", ambos editados por Recerca Editorial. Blog del autor.]

Revistas sobre películas de monstruos repletas de demonios y fantasmas de todo tipo, asesinos con garras y viscosas criaturas del espacio exterior, el Atlas de los cómics al estilo "Tales to Astonish" que presentaba a los solitarios nervudos de Steve Ditko y las gomosas bestias de Jack Kirby atrapadas en nuestro mundo, con guiones que recordaban los de "Twilight Zone", periódicos que reimprimían el humor macabro de Charles Addams y Grahan Wilson, espantosos cromos como "Ugly Stickers", de Wood y Wolverton, que aparecían dentro de la envoltura de los chicles, las trading cards "You´ll Die Laughing", de Jack Davis, y series deliciosamente sangrientas como Civil War, Pirate y Mars Attacks, todas influencias que modelaron mi infancia a los dieciséis, capaces de retorcer mi maleable cerebro de modos curiosos e interesantes.

A los diez años estaba dibujando y grapando mis propios comic books (estrictamente compuestos por material de aventuras escapista), pero también había empezado a darme cuenta de la historia y el potencial propios del arte del cómic. Empecé a guardar las tiras brillantes y grotescas del Dick Tracy de Chester Gould. Poco después, me regalaron el libro de Jules Feiffer sobre los primeros comic books clásicos, "The Great Comic Book Heroes", y me quedé completamente cautivado por el estilo de dibujo de los "viejos tiempos" de la Golden Age.

Más o menos un año después, me quedé impresionado con el trabajo de Will Eisner en las dos reimpresiones a todo color que hizo la editorial Harvey de su "The Spirit". Recuerdo cómo esos cómics me insuflaron el deseo de buscar mayor complejidad en el medio del comic book, algo que fuese más allá de Archie y de todas esas historias con Krypto, el Super-Chucho.

Cuando en 1966 cogí y me gasté mi asignación en tres recopilatorios repletos de dibujos de extraño aspecto, sin sospechar que las historias del interior podrían seguir atormentándome durante los siguientes años, todavía no había escuchado hablar nunca de los cómics de la E.C. Me gustaban mucho los cómics aterradores, me parecían muy perturbadores: "Justicia Poética" de [Graham] Ingels, por ejemplo, o aquella historia de Johnny Craig sobre las alucinaciones que sufría una mujer enloquecida, o aquella otra increíble historia de Feldstein en la que un chico creía que estaba vivo cuando en realidad había muerto en un accidente de coche y no podía imaginarse por qué todo el mundo salía corriendo y gritando en su presencia hasta que se miraba en un espejo, y como guinda, la historia estaba dibujada desde el punto de vista del tío muerto... ¡Guau!! Años después me dí cuenta del humor negro que impregnaba un montón de los E.C.´s, pero para un chico como yo aquellas historias me habían parecido mortalmente serias la primera vez.

Con el tiempo he ido desarrollando una especie de anhelo por los cómics con sustancia. Desafortunadamente, al echar otro vistazo parece que resulta difícil encontrar cualquier cosa que se encuentre más allá de los super-tíos sarcásticos. Alrededor de 1970, cuando empecé a ir al instituto, solía gastar menos tiempo en los quioscos y más tiempo en las tiendas de discos y en las bibliotecas. Era el típico adolescente confuso, enfadado y deprimido, mis gustos como lector se inclinaban por lo sombrío, lo existencial y lo nihilista. Fue entonces cuando me topé con Zap Comix y con una amplia variedad de otros comix underground en la casa de un amigo. En cuanto me las arreglé para conseguir llegar más allá de lo que en un principio parecía un punto de vista sobre el sexo extremadamente retorcido, me di cuenta de que estos cómics eran justo lo mío: sombríos, existenciales y nihilistas, ¡y además eran divertidos!
Todos esos comix "sólo para adultos" en realidad eran bastante fáciles de conseguir en las tiendas de discos más "cool" de la ciudad universitaria donde vivía. Me gustaba la obra de Rick Griffin y Victor Moscoso por su trazo afilado e inducido por las drogas, y su narrativa triposa y dislocada, así como los salvajes trabajos de Robert Williams, Bill Griffith y Kim Deitch. Pero el que me produjo el mayor impacto de todos fue Robert Crumb. Había visto sus dibujos años antes en algunas pegatinas de chicles que tenían motivos de "San Valentín" (del estilo burbujas), y su estilo me pareció inmediatamente reconocible (los logos, los coches, ¡las chicas!) Tuve que guardar mi copia del tomo de gran tamaño de "Fritz the Cat" junto con un delgado libro de Fritz de estilo "Digest" y otros clásicos de Crumb como Uneeda y Despair, escondidos en el fondo del todo de mi cajón de comic books y revistas. Lo hice porque aunque mi mamá era bastante tolerante con el hecho de que mis Mads y mis revistas de monstruos abarrotasen la habitación, simplemente no habría soportado la idea de tener que tratar de explicarle mi interés por "Yeti, the Abominable Snowgirl", o describirle que el retrato que hacía Crumb de sus obsesiones sexuales se podía percibir como gracioso y liberador, en lugar de (tal y como seguro que mi madre se lo habría tomado) enfermizo. Además, en los primeros meses de mis diecisiete años los cómics underground eran (para la mentalidad de los mayores), prácticamente un sinónimo de "abuso de drogas", y en consecuencia no me habría atrevido a leerlos abiertamente, no fuese que mi mamá me hubiese prohibido dejarme caer por los bailes del "centro juvenil", o peor, ¡que hubiese insistido en tirar todos mis comix! Me sentía más seguro escondiéndolos y evitando cualquier confrontación, fuese real o imaginaria.

Me encantaba el material de Crumb, pero mis historias favoritas eran las hilarantemente "autobiográficas" como "The Adventures of R. Crumb Himself", "The Many Faces of R. Crumb", "The Confessions of R. Crumb", "R. Crumb Versus Sisterhood", "The R. Crumb $uck$e$$ Story", etc. Me gustaba la idea de que un artista se dibujara a sí mismo como protagonista de sus historias, dándole un elemento de "certeza" a sus absurdos relatos y fantasías. "Artistic Comics" fue otra revelación más: páginas impresas del sketchbook de Crumb que parecían confirmar que los undergrounds eran más que unos periodicuchos basura repletos de sexo hippie.

Los idiosincrásicos estilos de los dibujantes underground renovaron mi interés por el dibujo, y pronto empecé a llenar cuadernos con dibujos obsesivamente detallados y poesía críptica y amarga.

Finalmente acudí a la escuela de arte, le dije adiós a los comix, y durante los siguientes años encontré la inspiración en la obra de artistas como Jim Nutt, Karl Wirsum y Max Ernst, así como en el arte popular mejicano y en el arte de lo demente. Tuve que desarrollar mi propio estilo de dibujo, que en aquella época era figurativo, no estaba a la moda y parecía un poco "cartoon." Pero, ¿y qué? Todo el mundo parecía estar fotografiando "terraplenes", construyendo tipis, y por lo general, haciendo lo que un amigo mío llamó "arte de ramitas entrelazadas". Por encima de todo, nadie parecía ni querer oír hablar de que Chester Gould podía ser una influencia mayor en mi estilo que Picasso o Matisse. Pronto empezó a excitarme la nueva energía que poseía la "escena punk" e hice pósters para la universidad con títulos como "Art Brut Graphics", (nuestro lema era: "No podemos ayudarte, así que solo lo podemos dibujar de esta forma." Más tarde conseguí mi licenciatura y me pasé algún tiempo en un almacén de Oakland mirando lienzos a medio acabar, y por fin empecé a conseguir trabajos como ilustrador, primero en revistas y periódicos de la "Bay Area".

Pronto, nuevos y excitantes estilos captaron mi atención: la revista Raw de Art Spiegelman, el asombroso número único de Mark Beyer titulado "Dead Stories", y (¡aquí está!) el Weirdo de Robert Crumb (¡entre lo mejor que ha hecho nunca!). Rebosando inspiración, empecé a dibujar mis propios cómics ¡y muy pronto me zambullí dentro de la loca piscina de la "Lokura del Kartoon"!

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