Los Cómics de la E.C. Artículo de Alan Moore para Blab! nº 2 (1987). Traducido por Frog2000.
Tiempo después, mientras disfrutaba de unas vacaciones típicamente inglesas en la playa, encontré por casualidad un par de tomos de bolsillo numerados con reimpresiones de Mad, el primero era "The Bedside Mad", que (entre otras cosas) imprimía el "Robinson Crusoe" de Bill Elder. Leer esa historia me produjo convulsiones y risotadas ante el absurdo espectáculo en el que se había convertido la isla de Crusoe en manos de Elder, un lugar donde brotaban gradualmente edificios, autopistas, vehículos con chóferes robot y piscinas, aunque sin embargo me llamó mucho más la atención la extrañeza del final: después de haber descuartizado a Viernes y trasplantado su cerebro a la cabeza de una horrible criatura femenina que vestía con una piel de cabra muerta cosida hasta darle una semblanza de humanidad, Crusoe termina presumiendo con la mayor de las simplezas acerca de que por fin le ha otorgado a su isla la única cosa que realmente necesitaba: una Mujer. Aunque apenas tenía diez años y no era demasiado consciente del concepto del sexo como tal, la lujuria en los ojos de Crusoe resultaba bastante obvia, y aunque el pensamiento era demasiado horrible como para ser algo más que uno a medio formar, en algún lugar del fondo de mi mente residía la inquietante y horrible imagen de Robinson Crusoe intentando tener algún tipo de actividad conyugal con un apestoso remiendo hecho de pieles de cabra y despojos animados por el cerebro de un hombre asesinado. Tampoco es que esa imagen grotesca e implícita arruinase ni un ápice el humor de la historia. Más bien al contrario... el humor era más divertido porque poseía esa arista desconcertantemente más oscura. Fue el momento en el que empecé a cultivar el gusto por la risa incómoda que continuaría perfeccionando a lo largo de los siguientes años de mi relación con la E.C.
El siguiente hito fue cuando descubrí los libros de bolsillo de Mad editados por Ballantine, que al instante me parecieron diferentes porque estaban más profundamente escorados hacia el cómic que las otras antologías tan manoseadas de mi colección: "The Voodoo Mad", "Mad Like", "The Organization Mad"... con qué facilidad surgen los nombres en mi mente. Esta nueva cepa de recopilaciones de bolsillo de Mad, empezando con "Inside Mad" y continuando con "The Brothers Mad" unos meses más tarde, ¡era el material que más me molaba! No eran parodias de anuncios de ejecutivos de Madison Avenue bebiendo martinis, que aunque dibujadas hábilmente por Wally Wood, me resultaban definitivamente ajenas, sino que contenían parodias de Superman, Batman, Blackhawk, Tarzán... parodias de cosas que yo era capaz de entender, ¡esta vez sí que cogía los chistes!
Más glorioso aún: eran buenas parodias. Aún tan joven, era capaz de diferenciar entre las descarnadas e incisivas parodias de Harvey Kurtzman y las plomizas parodias de películas que desfilaban por la revista Mad en ese momento. Al leer cosas como "Starchie", el significado de la sátira resultaba cristalina incluso para el lector más insensible: por un lado leíamos el típico encabritamiento adolescente que hace demasiado ruido y tiene pocas nueces, te mira con ojos vidriosos y te sopla el humo a la cara para parecer un duro. En el otro aparecía un retrato picajoso y ácido del mismísimo Archie Andrews, una descripción mediante la que ese anodino y pecoso imbécil se revelaba como la desesperada e inepta mentira que siempre había sido. La historia retorcía la percepción de los lectores y muy rara vez los dejaba marchar en el mismo estado en el que se encontraban antes de experimentarla.
Resultaba igualmente cierto con las sátiras de superhéroes, que admitiré alegremente que es posible que hayan sido la influencia más grande que he tenido mientras se estaban formando mis propias ideas sobre el género. Después de poder ver la demanda contra Fawcett por parte de DC picarescamente reflejada en la batalla entre Superduperman y el Capitán Marbles, después de haber visto el resultado demasiado realista del casamiento de "Woman Wonder" con su amor de toda la vida, después de haber observado el absurdo fundamental que suponen los superhéroes, expuestos de forma tan despiadada e hilarante, nunca los volvería a ver de la misma forma. Aunque estoy seguro de que el material de Terror, Ciencia Ficción y Suspense de los títulos de la E.C. (que encontraría más tarde), tuvo una mayor influencia estilística sobre mi propio trabajo en el medio del cómic, creo que las sensibilidades detrás de algunos de los recursos estilísticos que puedo haber tomado prestados provienen directamente del caldero hirviente de los cómics de Mad. Hasta hoy día, sigue siendo mi revista de cómics favorita, superando incluso otros ardientes competidores como Arcade, Love And Rockets y Herbie. En pocas palabras: fue la mejor y nunca veremos algo parecido.
Eso no quiere decir que las contribuciones más serias de la E.C. fuesen despreciables, aunque como llegué a ellas a una edad mucho más tardía, para mí carecen de la simple emoción que supone el primer amor (aunque lo compensen adecuadamente en casi todos los demás aspectos.)
Me quedé deslumbrado con Wood y Williamson, atraído por la horrible fascinación que me producía Graham Ingels, desconcertado y finalmente asombrado con Krigstein. Las propias historias estaban contadas de una forma tan perfecta que parece como si las imágenes de las viñetas hubiesen sido encajadas a martillazos de forma permanente en mi lóbulo frontal: los solemnes niños acarreando el ataúd con "alguna muñeca" en su interior para enterrarlo en el yermo terreno al final de la calle dibujados por Jack Davis, la viñeta final coloreada de negro porque algún idiota ha apagado las luces, las parpadeantes ventanas del metro en "Master Race", el rufián cayendo a plomo, rompiendo las letras del enorme letrero de neón con su cuerpo a medida que se precipita... son imágenes que se quedan contigo para siempre. Dudo que cualquier creador de historietas o de mi generación pueda expresar adecuadamente la enorme influencia ejercida, la enorme deuda contraída con los tebeos de la E.C. y con los inmejorables dibujantes y guionistas que lo hicieron posible. Si existe un cielo para las editoriales de cómics, entonces mi mayor esperanza es que esos cómics de la E.C. finalmente puedan jugar en los campos del buen Dios. (¡Glups!)
2 comentarios:
Estimado frog. No comento pero sigo disfrutando de tus traducciones. Las encuentro imprescindibles para disfrutar plenamente de autores como Moore o Morrison. Por ejemplo, gracias al artículo de Alan sobre ci-fi pude disfrutar Corazon de Hielo a otro nivel.
Actualmente estoy disfrutando de la lectura de los Defensores de Gerber, joya setentera, y me gustaría aprovechar para recomendarte la traducción de alguna cosilla de su guionista. El Grant Morrison de su época.
http://goodcomics.comicbookresources.com/wp-content/uploads/2011/10/howard16-4.jpg
Te enlazo la carta que le envió a un aficionado y que originó una serie Vertigo en base a una disputa entre un avestruz y una corista.
Abrazos
No sabes lo que me gustaría traducir cosas de Gerber, pero no tengo tiempo. Es otro de mis autores "fetiche" y en un futuro lejano intentaré traducir alguna entrevista o algo. De todas formas, una de las cosas que voy a hacer en un futuro más cercano es dejar para descarga cómics de difícil acceso. Y uno de ellos será una recopilación de Gerber y otra de Don McGregor (otro de mis autores favoritos) con las historias que aparecieron en Fantom, Escalofrío y el resto de magazines por el estilo. Intentaré maquetarlas chulamente con el indesign. De Gerber tengo casi todo lo editado en castellano, pero reconozco que me falta mucha producción foránea. Saludos y gracias por los comentarios!! A mí también me ha encantado el tomo de los Defensores!!
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