Artículo de "Desde el Escritorio de Warren Ellis", Volumen uno (Avatar, 2000). Traducido por Frog2000. Se puede encontrar otra versión de la visita de Warren Ellis a Islandia aquí y aquí.
El 17 de septiembre cogí ese bolígrafo que parece una "jodida jeringa" que me regaló Sigbjorn (de Bladkompaniet) en Bergen (Noruega) y anoté en mi notepad lo siguiente: "Este tour ha sido un viaje relámpago...". El 17 de septiembre arrancamos hacia el Hotel Legoland de Dinamarca en dirección a Reikiavik, Islandia.
He perdido la cuenta de las entrevistas que he hecho para periódicos en Bergen. ¿Seis? Y por lo menos tres sesiones de fotos. Oh, y una entrevista en la radio. Dos firmas planificadas y unas cuántas más improvisadas. Las viñetas de Transmet llenan locales. El primer periodista me telefoneó a las dos horas de haber llegado al hotel. Me parece que la conversación fue bastante bien. Arild, el organizador del Raptus, y Francine de DC, además de Sigbjorn y el resto de la compañía Bladkompaniet se merecen alguna recompensa. Así como Iselin, por revisar mis guiones.
Salí para Reikiavik.
Notas desde Islandia. (Cualquiera de los errores de esta sección son fallos exclusivamente cometidos por los islandeses.)
Aquí viven 250.000 personas. Los apellidos son ilegales desde hace poco tiempo, en su mayoría para evitar el casi vergonzoso hecho de que hay un cuarto de millón de personas que se apellidan Smith (o algún equivalente local.)
Los islandeses son bravos. Me han contado que es porque no son buenos escondiendo sus sentimientos. Su mezquindad es famosa. Las fotografías de los colonos islandeses del último siglo muestran de forma invariable a una pandilla de psicópatas de ojos enloquecidos mirando a la cámara con rabia y odio apenas contenidos. Cuando les presionas, terminan por admitir que no son demasiado educados. Los japoneses los consideran bárbaros, cosas seudo-humanas.
La zona parece desagradable y asombrosamente arruinada. He venido para llevar a cabo una sesión de firmas en una tienda de cómics que se llama Nexus-6, en el centro de Reikiavik. El propietario, Gisli, y el mánager, Petur (se dice Peeyet-oor de la forma más áspera posible), nos conducen a mi familia y a mí a las fueras de Reikiavik, hasta los límites de lo que se denomina El Interior del País. Muy amable por su parte, ya que hace un día maravilloso digno de admirar.
Los colonos vikingos deforestaron Islandia. Lo que no usaron para construir o para que flotase lo quemaron, probablemente se lo comieron y se lo follaron, dejando tan sólo el musgo, los líquenes y los matorrales que se aferraban a la tierra. Últimamente se ha empezado a poner en práctica un exiguo programa medio chungo de reforestación. La capa superior del suelo fue arrancada y arrojada al mar por los afilados vendavales islandeses, reduciendo la tierra de cosecha disponible. Intentaron usar flora importada para volver a fijar el suelo que quedaba, plantándola para evitar un futuro de rocas y tierra árida.
El área de Parliament Fields es un pedazo de terreno asombrosamente miserable dominado por un vasto monte de roca negra. Cerca de la montaña, a mi espalda, los extraños contornos de esa roca negra tienen un efecto amplificador de la acústica. En el exterior, bajo un enorme cielo mortecino, los hombres encaran el Parlamento y permanecen plantados sobre el suelo de líquen, con sus voces rodando como el trueno por las negras rocas que se esparcen frente a ellos. No parecen tener mucho apego por lo que les rodea. Cerca hay una enorme y estruendosa cascada cuya salida ha excavado una garganta en la roca negra, pero si la observas bien, te das cuenta de que no hay ningún río al que alimente, ni tampoco se puede encontrar ningún flujo saliente más allá.
Islandia es el lugar que le prestó el sustantivo "géiser" al lenguaje mundial. Es por la ciudad Geysir, donde el suelo burbujea y despide hacia el cielo grandes chorros de agua humeante y enloquecida. Entre otras particularidades, el idioma islandés es exclusivo de Islandia, no se habla en ningún otro sitio del mundo, y aún así, este pequeño país soporta cinco periódicos nacionales y miles de nuevas novelas cada año. Islandia tiene una de las mayores tasas de alfabetización del mundo, es un lugar genuinamente super-literario.
En uno de los trozos de terreno del cercano interior suelen producirse terremotos terrestres. La última vez que estuve por la zona, uno de ellos llegó a siete en la escala de Ritcher. Se espera que se dispare de nuevo durante los próximos cinco o siete años. Cerca vive toda una comunidad que probablemente será aniquilada. También está lo suficientemente cerca de Reikiavik, una ciudad de unas 100.000 personas, como para causar graves daños.
Le pasaron una foto mía al periódico nacional, "Morgenblaoio", donde llevaba puesto un sombrero que me había comprado en Legoland por culpa de una emergencia ineludible: resguardarme de la jodida lluvia. Un sombrero americano de ala ancha, la barba sin cortar para protegerme del clima nórdico invernal y el pelo recogido hacia atrás. La fotografía se limita a una toma de la cabeza y las espaldas. Me sentí como un extra barato de la miniserie "Lonesome Dove".
Te lo juro, me han hecho más fotografías en estas dos semanas de mi tour escandinavo que durante los últimos veinte años.
Te juro que echaré de menos toda esta cobertura por parte de la prensa del mundo real. He disfrutado con estos periodistas inteligentes y educados, con sus sólidas investigaciones y soberbias interpretaciones, y con su madura y perceptiva forma de plantear las preguntas. Tuve que cancelar una aparición en televisión porque empecé a sentir cierto malestar, algo de lo que todavía me arrepiento.
Nexus-6, la tienda de cómics de Reikiavik, vendió algo menos de un centenar de copias de "Transmet: Back on the Street" en apenas dos horas, lo que duró la sesión de firmas. También vendieron un montón de otro material con mis guiones, el equivalente a unos cuántos miles de dólares. Muchos de los compradores que acudieron ese día no habían estado antes en la tienda, ni tampoco habían leído cómics (Transmet se reseñó el día anterior en "Morgenblaoio", y la sesión de firmas había sido anunciada ampliamente en la prensa nacional, con comentarios elogiosos por parte de estrellas de pop islandesas, aunque ninguno era de Björk.) Para mi gozo, muchos de los lectores que se sintieron atraídos por los anuncios y los halagos acudieron de nuevo a Nexus-6 al día siguiente a por más.
Un día conocí a un Miembro de la Iglesia de la Unificación. Me contó que la obra de Neil Gaiman es muy popular entre los "Moonies".
El islandés tortura las vocales de forma innecesaria. Un chico me preguntó si le podía firmar uno de los tomos. Le pregunté el nombre. Le llevó como unos veinte segundos pronunciarlo. Le dije que me lo deletreara. "H-u-g-o", me dijo.
Me invitaron a una lectura en la Universidad Islandesa. Sin preparación alguna, habiendo escuchado el título del debate para la lectura propuesta el día antes, fui allí a toda prisa y hablé brevemente (quizá unos cinco minutos), antes de decirles que me podían hacer las preguntas que quisieran. Se suponía que la lectura duraría una hora. Un representante de la Universidad cerró la sesión después de una hora y cuarenta minutos. Lo que más me asombró de todo fue que la habitación estaba diseñada para acoger a unas cien personas sentadas. Gisli estuvo contando los asistentes que había antes de que yo dejase el escenario, y dejó de contar cuando llegó a los doscientos. Algunos seguían de pie. Aparentemente, entre la audiencia se habían mezclados los periodistas y las estrellas del pop. Y aquí es cuando las cosas se empiezan a volver raras. Al día siguiente me reconocieron por la calle. Docenas de veces. Me asaltó una ligera sensación de extrañeza de cómo se sentiría uno al ser famoso en el "mundo real". No obstante, no fue una experiencia placentera, sino una experiencia. Como me señalaron más tarde, en un lugar tan pequeño como Islandia una lectura a la que acuden más de 200 personas constituye una buena proporción de la población completa del país. Además, me dedicaron toda una página en uno de los mayores periódicos nacionales.
Ser famoso en Islandia se parece un poco a ser una de esas bandas que una vez fueron populares en su hogar y que ahora van a hacer una gira de 268 fechas por Sumatra, donde son reverenciados como dioses. Conocí a un montón de buena gente (Gisli y Petur están arriba de la escala.) Fueron unos anfitriones exquisitos y nos trataron a mi familia y a mí maravillosamente bien. Me gustaría volver a Reikiavik, y me quito el sombrero ante su hospitalidad. Particularmente me refiero a ese jodido y horrible sombrero con el que me fotografiaron esos bastardos. Aunque la próxima vez creo que haría las cosas de forma diferente: quizá fuese sólo. Islandia es un país de bebedores, y no pude hacer gran cosa porque tenía a mi familia vigilándome. Islandia es un país de bebedores porque es fría y desoladora, y porque todas las casas están construidas con acero corrugado abandonado durante la Segunda Guerra Mundial, y no hay nada más que hacer que beber, joder y dormir. Los bares cierran a regañadientes a las cuatro de la mañana. Siempre hay una fiesta a la que acudir después. Islandia tiene resaca y es lenta y abre dolorosamente sus negocios a mediodía (al menos eso es lo que me pareció, los sitios estaban desiertos antes de la hora de comer.) Creo que la siguiente vez iré sólo y viviré a la manera islandesa durante algunos días. Tal y como me dijo Petur: "bebiendo viciosamente".
Como regalos de despedida me entregaron raros CDs y singles y oscuras grabaciones de Björk (de la que soy fan desde que militó en los Sugarcubes), y una copia del texto islandés más importante, "Egils Saga". Sí, creo que volveré alguna vez.
Southend, Londres
30 de Octubre de 1998
El 17 de septiembre cogí ese bolígrafo que parece una "jodida jeringa" que me regaló Sigbjorn (de Bladkompaniet) en Bergen (Noruega) y anoté en mi notepad lo siguiente: "Este tour ha sido un viaje relámpago...". El 17 de septiembre arrancamos hacia el Hotel Legoland de Dinamarca en dirección a Reikiavik, Islandia.
He perdido la cuenta de las entrevistas que he hecho para periódicos en Bergen. ¿Seis? Y por lo menos tres sesiones de fotos. Oh, y una entrevista en la radio. Dos firmas planificadas y unas cuántas más improvisadas. Las viñetas de Transmet llenan locales. El primer periodista me telefoneó a las dos horas de haber llegado al hotel. Me parece que la conversación fue bastante bien. Arild, el organizador del Raptus, y Francine de DC, además de Sigbjorn y el resto de la compañía Bladkompaniet se merecen alguna recompensa. Así como Iselin, por revisar mis guiones.
Salí para Reikiavik.
Notas desde Islandia. (Cualquiera de los errores de esta sección son fallos exclusivamente cometidos por los islandeses.)
Aquí viven 250.000 personas. Los apellidos son ilegales desde hace poco tiempo, en su mayoría para evitar el casi vergonzoso hecho de que hay un cuarto de millón de personas que se apellidan Smith (o algún equivalente local.)
Los islandeses son bravos. Me han contado que es porque no son buenos escondiendo sus sentimientos. Su mezquindad es famosa. Las fotografías de los colonos islandeses del último siglo muestran de forma invariable a una pandilla de psicópatas de ojos enloquecidos mirando a la cámara con rabia y odio apenas contenidos. Cuando les presionas, terminan por admitir que no son demasiado educados. Los japoneses los consideran bárbaros, cosas seudo-humanas.
La zona parece desagradable y asombrosamente arruinada. He venido para llevar a cabo una sesión de firmas en una tienda de cómics que se llama Nexus-6, en el centro de Reikiavik. El propietario, Gisli, y el mánager, Petur (se dice Peeyet-oor de la forma más áspera posible), nos conducen a mi familia y a mí a las fueras de Reikiavik, hasta los límites de lo que se denomina El Interior del País. Muy amable por su parte, ya que hace un día maravilloso digno de admirar.
Los colonos vikingos deforestaron Islandia. Lo que no usaron para construir o para que flotase lo quemaron, probablemente se lo comieron y se lo follaron, dejando tan sólo el musgo, los líquenes y los matorrales que se aferraban a la tierra. Últimamente se ha empezado a poner en práctica un exiguo programa medio chungo de reforestación. La capa superior del suelo fue arrancada y arrojada al mar por los afilados vendavales islandeses, reduciendo la tierra de cosecha disponible. Intentaron usar flora importada para volver a fijar el suelo que quedaba, plantándola para evitar un futuro de rocas y tierra árida.
El área de Parliament Fields es un pedazo de terreno asombrosamente miserable dominado por un vasto monte de roca negra. Cerca de la montaña, a mi espalda, los extraños contornos de esa roca negra tienen un efecto amplificador de la acústica. En el exterior, bajo un enorme cielo mortecino, los hombres encaran el Parlamento y permanecen plantados sobre el suelo de líquen, con sus voces rodando como el trueno por las negras rocas que se esparcen frente a ellos. No parecen tener mucho apego por lo que les rodea. Cerca hay una enorme y estruendosa cascada cuya salida ha excavado una garganta en la roca negra, pero si la observas bien, te das cuenta de que no hay ningún río al que alimente, ni tampoco se puede encontrar ningún flujo saliente más allá.
Islandia es el lugar que le prestó el sustantivo "géiser" al lenguaje mundial. Es por la ciudad Geysir, donde el suelo burbujea y despide hacia el cielo grandes chorros de agua humeante y enloquecida. Entre otras particularidades, el idioma islandés es exclusivo de Islandia, no se habla en ningún otro sitio del mundo, y aún así, este pequeño país soporta cinco periódicos nacionales y miles de nuevas novelas cada año. Islandia tiene una de las mayores tasas de alfabetización del mundo, es un lugar genuinamente super-literario.
En uno de los trozos de terreno del cercano interior suelen producirse terremotos terrestres. La última vez que estuve por la zona, uno de ellos llegó a siete en la escala de Ritcher. Se espera que se dispare de nuevo durante los próximos cinco o siete años. Cerca vive toda una comunidad que probablemente será aniquilada. También está lo suficientemente cerca de Reikiavik, una ciudad de unas 100.000 personas, como para causar graves daños.
Le pasaron una foto mía al periódico nacional, "Morgenblaoio", donde llevaba puesto un sombrero que me había comprado en Legoland por culpa de una emergencia ineludible: resguardarme de la jodida lluvia. Un sombrero americano de ala ancha, la barba sin cortar para protegerme del clima nórdico invernal y el pelo recogido hacia atrás. La fotografía se limita a una toma de la cabeza y las espaldas. Me sentí como un extra barato de la miniserie "Lonesome Dove".
Te lo juro, me han hecho más fotografías en estas dos semanas de mi tour escandinavo que durante los últimos veinte años.
Te juro que echaré de menos toda esta cobertura por parte de la prensa del mundo real. He disfrutado con estos periodistas inteligentes y educados, con sus sólidas investigaciones y soberbias interpretaciones, y con su madura y perceptiva forma de plantear las preguntas. Tuve que cancelar una aparición en televisión porque empecé a sentir cierto malestar, algo de lo que todavía me arrepiento.
Nexus-6, la tienda de cómics de Reikiavik, vendió algo menos de un centenar de copias de "Transmet: Back on the Street" en apenas dos horas, lo que duró la sesión de firmas. También vendieron un montón de otro material con mis guiones, el equivalente a unos cuántos miles de dólares. Muchos de los compradores que acudieron ese día no habían estado antes en la tienda, ni tampoco habían leído cómics (Transmet se reseñó el día anterior en "Morgenblaoio", y la sesión de firmas había sido anunciada ampliamente en la prensa nacional, con comentarios elogiosos por parte de estrellas de pop islandesas, aunque ninguno era de Björk.) Para mi gozo, muchos de los lectores que se sintieron atraídos por los anuncios y los halagos acudieron de nuevo a Nexus-6 al día siguiente a por más.
Un día conocí a un Miembro de la Iglesia de la Unificación. Me contó que la obra de Neil Gaiman es muy popular entre los "Moonies".
El islandés tortura las vocales de forma innecesaria. Un chico me preguntó si le podía firmar uno de los tomos. Le pregunté el nombre. Le llevó como unos veinte segundos pronunciarlo. Le dije que me lo deletreara. "H-u-g-o", me dijo.
Me invitaron a una lectura en la Universidad Islandesa. Sin preparación alguna, habiendo escuchado el título del debate para la lectura propuesta el día antes, fui allí a toda prisa y hablé brevemente (quizá unos cinco minutos), antes de decirles que me podían hacer las preguntas que quisieran. Se suponía que la lectura duraría una hora. Un representante de la Universidad cerró la sesión después de una hora y cuarenta minutos. Lo que más me asombró de todo fue que la habitación estaba diseñada para acoger a unas cien personas sentadas. Gisli estuvo contando los asistentes que había antes de que yo dejase el escenario, y dejó de contar cuando llegó a los doscientos. Algunos seguían de pie. Aparentemente, entre la audiencia se habían mezclados los periodistas y las estrellas del pop. Y aquí es cuando las cosas se empiezan a volver raras. Al día siguiente me reconocieron por la calle. Docenas de veces. Me asaltó una ligera sensación de extrañeza de cómo se sentiría uno al ser famoso en el "mundo real". No obstante, no fue una experiencia placentera, sino una experiencia. Como me señalaron más tarde, en un lugar tan pequeño como Islandia una lectura a la que acuden más de 200 personas constituye una buena proporción de la población completa del país. Además, me dedicaron toda una página en uno de los mayores periódicos nacionales.
Ser famoso en Islandia se parece un poco a ser una de esas bandas que una vez fueron populares en su hogar y que ahora van a hacer una gira de 268 fechas por Sumatra, donde son reverenciados como dioses. Conocí a un montón de buena gente (Gisli y Petur están arriba de la escala.) Fueron unos anfitriones exquisitos y nos trataron a mi familia y a mí maravillosamente bien. Me gustaría volver a Reikiavik, y me quito el sombrero ante su hospitalidad. Particularmente me refiero a ese jodido y horrible sombrero con el que me fotografiaron esos bastardos. Aunque la próxima vez creo que haría las cosas de forma diferente: quizá fuese sólo. Islandia es un país de bebedores, y no pude hacer gran cosa porque tenía a mi familia vigilándome. Islandia es un país de bebedores porque es fría y desoladora, y porque todas las casas están construidas con acero corrugado abandonado durante la Segunda Guerra Mundial, y no hay nada más que hacer que beber, joder y dormir. Los bares cierran a regañadientes a las cuatro de la mañana. Siempre hay una fiesta a la que acudir después. Islandia tiene resaca y es lenta y abre dolorosamente sus negocios a mediodía (al menos eso es lo que me pareció, los sitios estaban desiertos antes de la hora de comer.) Creo que la siguiente vez iré sólo y viviré a la manera islandesa durante algunos días. Tal y como me dijo Petur: "bebiendo viciosamente".
Como regalos de despedida me entregaron raros CDs y singles y oscuras grabaciones de Björk (de la que soy fan desde que militó en los Sugarcubes), y una copia del texto islandés más importante, "Egils Saga". Sí, creo que volveré alguna vez.
Southend, Londres
30 de Octubre de 1998
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