Diciembre de 2009, por Warren Ellis. Traducido por Frog2000.
Estoy escribiendo estas palabras a finales de 2009,
básicamente en una época en la que se suelen redactar listados. De hecho, en mi foro
online la gente está listando sus discos favoritos de la década, lo que me
parece bastante aterrador, porque por mi parte estoy teniendo bastantes
problemas para dar con los discos que más me han gustado este mismo
año. Pero de hecho, al revisar la década me doy cuenta de que empieza a emerger
un patrón entre todo lo que he ido escuchando, ese tipo de música a la que el escritor
musical Simon Reynolds se refiere actualmente con "la palabra con H”:
hauntología.
La palabra proviene del libro de 1993 de Jacques Derrida “Specters
of Marx” [Espectros de Marx], que habla sobre la idea de que el presente está
siendo perseguido de continuo por el pasado, y que no podemos dejar de
orientarnos hacia el mismo constantemente. Reynolds aplica esa palabra a las
nuevas músicas, definiéndolas por su relación, reiteración, détournement o
evocación del pasado. Puede que sea lo más concretamente conveniente que puede
hacer la música en el Siglo XXI: hacerle frente a las asignaturas pendientes del anterior
siglo.
Asimismo, el estilo se enmarca dentro de lo que el
maravilloso Moon Wiring Club se complace en definir como "confusa música
electrónica inglesa", cuyo más famoso autor primigenio podría ser la Radiophonic
Workshop de la BBC, y su asociada más adorada, Delia Derbyshire. Todos habréis oído hablar sobre su trabajo. El tema original de Doctor Who lo compuso Ron Grainer, pero la interpretación de Derbyshire fue tan radical que él mismo
trató de que la co-acreditaran como compositora. Sin embargo, la BBC prefirió
mantener en el anonimato a los miembros de la Workshop. Esa es una idea que ha sobrevivido
hasta la actualidad en unidades hauntológicas como el Moon Wiring Club, cuyos
componentes llegan hasta el extremo de permanecer también en el anonimato, presentando
una lista de miembros completa, obviamente ficticia, como creadores de sus obras.
Más adelante en su carrera, Derbyshire se dedicó a crear composiciones para
las bibliotecas de música, y creo que la música de las bibliotecas es otra
piedra de toque del movimiento. Muchos de los productos de Ghost Box, un
exclusivo sello hauntológico, usan o evocan la música de las bibliotecas como
forma de convocar el espíritu de los setenta: no tanto las camisetas rojas sin mangas y los fuegos artificiales como los perturbadores programas para niños de
la época (por lo general remarcadamente electrónicos.) Para aquellos de vosotros
que habéis logrado evitar nacer en aquel horrible período, acudid a YouTube e
intentad encontrar las sintonías profundamente espeluznantes de “The Tomorrow People”,
o echad un vistazo a The Changes, un programa infantil en el que todo el país se
volvía loco y destruía cada elemento tecnológico sobre el que pudiese poner
sus enloquecidas manos. Incluso las películas de información pública de la
época tendían a ser siniestras y como de otro mundo. Discos como el soberbio “From
an Ancient Star” de Belbury Poly (editado por Ghost Box) se montan un mundo entero
a partir de todas esas fuentes, música que envuelve la idea de una historia, la
vociferante presencia del horror cósmico en alguna pequeña ciudad rural que está a tiro de piedra de un círculo de piedras. Esas series de televisión,
y esos discos, persiguen la misma sacudida verosímil que cuando Jon Pertwee
aprobaba que los Cybermen vagasen por Londres en uno de los antiguos
episodios de Doctor Who. O tal vez lo que estaba celebrando fuese su recuerdo fantasma.
Por supuesto, cada diferente generación está obsesionada por
cosas diferentes. El "Raver" de Burial tiene mucho que ver con otro de
los asuntos pendientes del Siglo XX: el fantasma de una “rave” que se escucha a través de los siglos por un hombre que nunca acudió a desfogarse a un campo
cercano de la M25, bailando extrañamente mientras su fluido espinal se evaporaba
después de tomarse una “dodgy E”. Se sienta en su habitación y oye el espectro
de la misma, una evanescente danza al lado del cementerio que está a veinte millas de
distancia y a la que nunca se podrá unir. Al igual que ocurre con gran parte de su
obra, la música del productor está puntuada por los chasquidos y crepitaciones de los
poltergeist del vinilo. Esta es música triste y melancólica.
Pero que conste, no es música tan funesta como la que ha creado Philip Jeck, que combina antiguos tocadiscos y discos en saturadas convocaciones. Pude escucharlo en directo hace unos años y fue una
gran experiencia gracias a su extrañeza, una versión musical de Electronic Voice
Phenomenon de Raudive. El sonido se percibe absolutamente como si se estuviese elaborando desde el otro lado. Nadie inmerso en este tejido auditivo
sigue estando vivo, de repente la sala se llena de fantasmas.
También tengo el nuevo CD de Leyland Kirby (conocida como la
pionera hauntológica “The Caretaker”) encima
de mi escritorio, y tal vez su título coloque la losa de piedra sobre la
disciplina hauntológica de la primera década del Siglo XXI. Se titula “Sadly, the Future is No Longer What
It Was.” [Lamentablemente, el futuro ya no es lo que era.]
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