Por Warren Ellis para Wired, octubre de 2009.
Traducido por Frog2000.
Escucha, sé que estamos en mitad de
una recesión económica y que antes de las fiestas de Navidad
estaremos viviendo en La Carretera de Cormac McCarthy fijándonos en los
bebés como si fuesen una fuente de alimento renovable y biológico,
pero necesito pedirte prestados esos 8.000 dólares
yanquis. Déjame decirte para qué. Quiero fletar un TubeSat, uno de
los productos de Servicios Interorbital, nombre para empresa que
huele a una de esas novelas de ciencia ficción conservadora, escrita
por empollones y publicada en tapa blanda que fue tan popular durante
los sesenta y setenta.
Otro pequeño signo más de su aspecto
de ciencia ficción: la estúpida grandiosidad del nombre “Virgin
Galactic” que se encuentra agradablemente ausente en los
productos de Servicios Interorbital (aparentemente eso de "galáctico"
sirve para rememorar el globo sub-orbital perteneciente a Alan Shepard que supuestamente era capaz de viajar 300 millas y que hace 48 años a duras penas se podría haber calificado como viaje espacial). En Interorbital no se hacen exageradas afirmaciones de ningún tipo. "Virgin Galactic" es
como si National Express hubiese renombrado su nombre de marca como
"Tobogán de Transferencia Supraspacial". Sistemas
Interorbitales es más directo: están en el negocio del Sputnik para
ocho de las más grandes fortunas de América.
Básicamente, un TubeSat es un
contenedor de “pringles” que viaja por el espacio, una vaina que
te envían con un kit para que te lo montes en tu hogar. Y lo mejor de todo es que puedes meter todo lo que quieras en él mientras seas capaz de
respetar las restricciones de masa o volumen. Empaquétalo, envíaselo
de vuelta, y la agradable gente de de Sistemas Interorbitales lo
combinarán con otros 32 TubeSats en la proa de un lanzador Neptuno y
luego empujarán el lote hasta la órbita baja terrestre. Luego los
TubeSats serán desplegados mediante una secuencia controlada
hasta que se coloquen en su propia órbita, aunque están diseñados para
degradarse en tres o cuatro semanas e incinerarse limpiamente durante
la reentrada.
El kit básico es
completamente de nivel Sputnik, permitiéndote transmitir un mensaje
repetidamente o aprovechar la función del satélite como
estación orbital privada y amateur. Pero Interorbital te
provee de toda una lista de sugerencias para la customización de tu
TubeSat: cámaras de vídeo para filmar y escanear imágenes de la
Tierra, un servidor de emails privado (¡en el espacio!),
experimentos biológicos y mucho más. El espacio disponible es
bastante pequeño, pero si recortas algunos pequeños trozos de tu
mascota, probablemente todo pueda encajar. Incluso se pueden llevar a cabo entierros espaciales. (Una vez escribí una
historia en la que unos astronautas confesaban haberse encontrado las
cenizas de Timothy Leary en el espacio, luego las descongelaron y se
las esnifaron.)
Sin embargo, no creo que Sistemas
Interorbitales haya abrazado del todo los elementos de ciencia ficción. En su lista se puede encontrar una omisión importante, y esa es la razón por
la que tengo que pedirte prestados 8.000 dólares.
Rayos de la Muerte
Orbitales.
Ah, veo que ahora ya estás más
interesado.
Desde los albores de la Humanidad, los
humanos han querido matar a los otros humanos desde el espacio. La
Biblia está llena de ese tipo de situaciones. De
hecho, a día de hoy muchos cristianos comprometidos creen que sólo
un rayo de la muerte orbital podría convertirlos en dignos
compañeros de Dios.
Los Rayos de la Muerte también son
algo muy inglés. Incluso tenemos nuestro propio santo de los Rayos
Mortales, Harry Grindell Matthews, un hombre al que en realidad se
referían como "Rayo Mortal Matthews." Durante los veinte ofreció varias demostraciones de sus rayos de la muerte, sólo para
ser perseguido hasta caer en el olvido por molestos funcionarios y
científicos que le exigían que produjese sus fugaces
variaciones de frecuencia a base de "pruebas" o "pruebas
reales que no hayan sido observadas únicamente por periodistas a los que
se les ha pagado". Pero la idea se quedó asentada para siempre.
En los treinta, el
Ministro del Aire seguía explorando los rayos de la muerte con la
posibilidad en mente de que Matthews (y algunos otros, incluyendo a
Nikola Tesla) pudiesen haber dado con algo bueno. Por lo tanto, no puede haber
una mayor fuente de orgullo nacional que cumplir nuestro destino como
las personas que han terminado por descubrir que podrían volatilizarte y convertirte en una espuma de color rosa
con la ayuda de un rayo de la muerte desde el espacio.
Lo sé, mis reflexiones me llevan a pensar que ese tipo de uso terminará convirtiéndose en algo inevitable.
Así que entonces considera lo siguiente, ¿quién podría ser el
mejor custodio posible de ese diminuto rayo de la muerte orbital?
Reflexionad por un momento sobre quién os ha revelado primero esta
noticia. Y pensad en mi vasta obra producida, en mi cálida presencia como padre de
familia responsable y todo un pilar de la comunidad. Estarás de acuerdo conmigo, solo puedo ser yo. Debo poseer un rayo de la muerte
orbital porque sólo se puede confiar en mí para usarlo sabiamente.
Y si no me haces jodido caso, te voy a tener que matar desde el espacio. ¿Ves cómo el problema se ha resuelto para bien? Excelente.
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