No ha pasado nada. Después de mudarnos al siglo XXI, el mundo ha seguido adelante. Toda la tensión del milenio se ha evaporado, el 2001 pasó de la ciencia ficción a convertirse en un artefacto histórico, y la mayoría de la gente miró a su alrededor y vio que las cosas a este lado de la barrera eran más o menos las mismas que en el otro. Y eso fue todo.
Hoy (lunes), he leído una entrevista con Marilyn Manson, donde explicaba su evocación del CABARET en su última obra como reacción a los tiempos actuales, el vodevil de los treinta como un refugio de la política. Sin embargo, me parece notable que Manson se describa como ampliamente apolítico, lo que hace que te preguntes exactamente para qué se habrá inventado ese refugio. Es un lío interesante. El himno a la decadencia de CABARET solo puede ser poderosamente duradero en su contexto: cuando tienes el conocimiento de que el Tercer Reich espera dos calles más allá, lo que le otorga el final auténtico de todas las verdaderas leyendas, como el último combate en el Ragnarok y la flecha que indica la tumba de Robin Hood. Usar la ropa de la época no ayuda a reiterar las lecciones de su época o de su recreación cinematográfica: que no te puedes esconder del mal, que la maquinaria de las sociedades conservadoras siempre encontrará la forma de aplastar al Too Much Fun Club. Pero la emulación se las arregla para producir otros significantes, quizá bastante graves.
Los artistas populares suelen generar un discurso ambivalente. Son capaces de producir un sentido de colusión en los que de todas formas estaban de acuerdo con ellos: mediante el CD, el libro, la novela gráfica, te digo que somos tú y yo contra el mundo, soy tu amigo / aliado / líder, te entiendo, e inevitablemente también le dicen a la mente receptiva qué pensar y con qué hay que identificarse. Mediante su obra aseguran que este es un momento apolítico, que votar no importa, y que podemos seguir visitando el Kitty Kat Keller mientras podamos.
Relajación post-milenio. No ha pasado nada, nada ha cambiado, y tú y yo no podemos cambiar las cosas.
Estos días he escuchado mucho a Marilyn Manson. La mayoría de su música no me llama, pero disfruto de su personaje, él mismo como arte. Es un hombre inteligente, y sospecho que sus disculpas no solo son artificiosas. Ahora tiene treinta y cuatro años, es un artista experimentado y un manipulador de los medios experimentado, y conoce bien a su público. Y en la actualidad, Estados Unidos y Gran Bretaña son una zona política muerta. George W. Bush no tiene una oposición creíble, y a quien sea que se intente enfrentar a él en 2004 probablemente lo conseguirán anular durante el proceso de candidatura. En Gran Bretaña es lo mismo: el líder de la oposición, Michael Howard, es un monstruo elocuente con tendencias criminales que hasta hace poco había sido rechazado y vilipendiado por su propio partido como un mutante moral.
Frente a esto, es comprensible que se transmita este tipo de mensaje: mejor encuentra un espacio lo bastante alejado de la política, porque estamos un momento en el que votar ya no importa. Estamos todos jodidos. La apatía no es nada de lo que avergonzarse. La ira no tiene sentido.
Y ciertamente vivimos una época en la que en su mayoría, la ira en el arte se ha desvanecido. No hablo del desapego genial del posmodernismo, sino de un giro hacia el interior. El tipo de sacudida emo de los últimos años es un buen ejemplo: la completa eliminación de prácticamente cualquier definición de punk al servicio de lloriqueos acerca de que no tienes una jodida novia. "Punk emocional" = Lloriqueante Música Feúcha para Críos. Deberían poner carteles en las tiendas de guitarras: "Nos reservamos el derecho de no vender a personas que quieran escribir canciones sobre el uso de anteojos y que les hayan dado calabazas chavalas que de todos modos no se sabían ni su nombre".
Parece razonable, pero desde luego, a Manson no le hace daño reforzar la auto-percepción de "persona independiente" de su público.
Pero no obstante, me parece molesto. ¿De verdad que las respuestas de "no ha pasado nada" y "no va a pasar nada y no puedes hacer nada al respecto" son una reacción creativa? ¿No hará que el público alienado se empiece a preparar para una vida condenada a morir con el pelo del color con el que nació e intente conseguir un trabajo en una compañía de seguros? ¿Es ahí donde vamos a acabar? ¿Todo lo que tiene que decir la cultura popular es: "bueno, a la mierda"? ¿Incluso aunque sea una pose de transición?
La lección de la década de los treinta es que en un momento de conservadurismo invasivo y represión progresiva, la mejor respuesta es no tirar por el inodoro tu maldita espina dorsal.
-Warren (en algún momento entre 2002-2004)
Hoy (lunes), he leído una entrevista con Marilyn Manson, donde explicaba su evocación del CABARET en su última obra como reacción a los tiempos actuales, el vodevil de los treinta como un refugio de la política. Sin embargo, me parece notable que Manson se describa como ampliamente apolítico, lo que hace que te preguntes exactamente para qué se habrá inventado ese refugio. Es un lío interesante. El himno a la decadencia de CABARET solo puede ser poderosamente duradero en su contexto: cuando tienes el conocimiento de que el Tercer Reich espera dos calles más allá, lo que le otorga el final auténtico de todas las verdaderas leyendas, como el último combate en el Ragnarok y la flecha que indica la tumba de Robin Hood. Usar la ropa de la época no ayuda a reiterar las lecciones de su época o de su recreación cinematográfica: que no te puedes esconder del mal, que la maquinaria de las sociedades conservadoras siempre encontrará la forma de aplastar al Too Much Fun Club. Pero la emulación se las arregla para producir otros significantes, quizá bastante graves.
Los artistas populares suelen generar un discurso ambivalente. Son capaces de producir un sentido de colusión en los que de todas formas estaban de acuerdo con ellos: mediante el CD, el libro, la novela gráfica, te digo que somos tú y yo contra el mundo, soy tu amigo / aliado / líder, te entiendo, e inevitablemente también le dicen a la mente receptiva qué pensar y con qué hay que identificarse. Mediante su obra aseguran que este es un momento apolítico, que votar no importa, y que podemos seguir visitando el Kitty Kat Keller mientras podamos.
Relajación post-milenio. No ha pasado nada, nada ha cambiado, y tú y yo no podemos cambiar las cosas.
Estos días he escuchado mucho a Marilyn Manson. La mayoría de su música no me llama, pero disfruto de su personaje, él mismo como arte. Es un hombre inteligente, y sospecho que sus disculpas no solo son artificiosas. Ahora tiene treinta y cuatro años, es un artista experimentado y un manipulador de los medios experimentado, y conoce bien a su público. Y en la actualidad, Estados Unidos y Gran Bretaña son una zona política muerta. George W. Bush no tiene una oposición creíble, y a quien sea que se intente enfrentar a él en 2004 probablemente lo conseguirán anular durante el proceso de candidatura. En Gran Bretaña es lo mismo: el líder de la oposición, Michael Howard, es un monstruo elocuente con tendencias criminales que hasta hace poco había sido rechazado y vilipendiado por su propio partido como un mutante moral.
Frente a esto, es comprensible que se transmita este tipo de mensaje: mejor encuentra un espacio lo bastante alejado de la política, porque estamos un momento en el que votar ya no importa. Estamos todos jodidos. La apatía no es nada de lo que avergonzarse. La ira no tiene sentido.
Y ciertamente vivimos una época en la que en su mayoría, la ira en el arte se ha desvanecido. No hablo del desapego genial del posmodernismo, sino de un giro hacia el interior. El tipo de sacudida emo de los últimos años es un buen ejemplo: la completa eliminación de prácticamente cualquier definición de punk al servicio de lloriqueos acerca de que no tienes una jodida novia. "Punk emocional" = Lloriqueante Música Feúcha para Críos. Deberían poner carteles en las tiendas de guitarras: "Nos reservamos el derecho de no vender a personas que quieran escribir canciones sobre el uso de anteojos y que les hayan dado calabazas chavalas que de todos modos no se sabían ni su nombre".
Parece razonable, pero desde luego, a Manson no le hace daño reforzar la auto-percepción de "persona independiente" de su público.
Pero no obstante, me parece molesto. ¿De verdad que las respuestas de "no ha pasado nada" y "no va a pasar nada y no puedes hacer nada al respecto" son una reacción creativa? ¿No hará que el público alienado se empiece a preparar para una vida condenada a morir con el pelo del color con el que nació e intente conseguir un trabajo en una compañía de seguros? ¿Es ahí donde vamos a acabar? ¿Todo lo que tiene que decir la cultura popular es: "bueno, a la mierda"? ¿Incluso aunque sea una pose de transición?
La lección de la década de los treinta es que en un momento de conservadurismo invasivo y represión progresiva, la mejor respuesta es no tirar por el inodoro tu maldita espina dorsal.
-Warren (en algún momento entre 2002-2004)
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