Artículo de Paul Gravett para Comics Alliance, 2011. Traducido por
Frog2000.
Con este libro Grant ha conseguido una gran cantidad de críticas y
algunas leves objeciones, pero por lo general su obra ha recogido bastantes alabanzas,
incluyendo la mía. Pero al leerla hay algo que me ha perseguido hasta tal punto que quería dejarlo por escrito antes de que
transcurriese más tiempo.
¿Cómo se origina un libro como este? Supongo que alguien de “marketing” decidió que en comparación con Alan Moore y Neil Gaiman, sus compañeros del “Brit Pack” de los
comic books, Grant Morrison no era una super-estrella lo suficientemente importante como para vender una autobiografía de más de 400
páginas. Dicho esto, Morrison también es uno de esos "chicos revisionistas”
de notorios personajes de cómic, no sólo durante una etapa bastante breve en Marvel
(en particular, en los Nuevos X-Men posteriores a la primera película), sino de una forma más obstinada en DC. Así
pues, por lo menos su permanencia en el medio parecía lo suficientemente importante como para reformular su autobiografía como "la primera auténtica crónica sobre superhéroes". Pero, ¿cómo es de "auténtica”?
Para lograrlo, Morrison incorpora información suficiente sobre la
evolución americana del género, y la ordena en cuatro "Eras”': Oro,
Plata, Oscura y Renacimiento. También se nos ofrecen las obsesiones de Morrison con el género, desde que era un “fanboy” esclavo y hacía imitaciones
adolescentes hasta que fue progresando profesionalmente, alcanzó el éxito y se afeitó la
cabeza y se vistió con trajes elegantes. En muchos sentidos, esta confusión
entre la historia y su biografía funciona perfectamente, porque como él mismo admite sobre su
propia vida, "todo aparecía ya en los propios cómics", específicamente en los que terminó escribiendo él mismo. De igual forma, también se hace evidente
cuáles han sido muchos de los cómics con los que ha crecido y que actualmente continúa
ofertando filtrados a través de sus propias experiencias, actitudes e incluso reformulando su
camaleónica imagen tanto dentro como fuera de la página.
Sin embargo, durante su análisis de las raíces, la premisa básica de Morrison de que los superhéroes son semejantes a los dioses parece muy poco
reveladora. Los creadores [de los superhéroes], eran predominantemente judíos y
aprovecharon claramente sus mitos y religiones para diseñar los orígenes,
poderes y villanos de sus creaciones. Tampoco resulta ninguna sorpresa saber
que sus interminables sagas han reflejado las épocas en las que fueron surgiendo,
aunque puede que algunos se resistan a las creencias de Morrison, adoptadas a partir de la
teoría de Iain Spence de que el “zeitgeist” se tambalea en ciclos de 22 años
que fluctúan entre el conformismo y la rebelión, completamente en sintonía con la actividad
de las manchas solares. Cuando Morrison va aún más lejos espoleado por
visiones inducidas por drogas y por rituales mágicos, encuentra su fe en que estos "Superdioses" pueden servirnos a los seres humanos como modelos
asequibles, aludiendo que nosotros mismos podemos convertirnos en sobrehumanos a través de
la tecnología que poseemos en la actualidad.
A diferencia de los defectuosos tutores demasiado-humanos de
Watchmen o de los absurdos impulsados por hormonas de Kick-Ass, siempre en busca de emociones, Morrison abraza al superhéroe como "lo
que me dio poder para doblegar mis miedos", como una visión optimista atípica del
potencial de la Humanidad. Cuando era niño, el autor necesitaba ese optimismo. Nació en medio de un "tenso presbiterianismo" en
1960. Su procedencia es la clase trabajadora de Glasgow, vivió bajo la
sombra de la Guerra Fría y la Bomba. Era hijo de un padre pacifista radical y
una madre amante de la ciencia ficción. La literatura ilustrada de sus padres
llenaba la casa y el joven cerebro de Grant con visiones futuristas de
aniquilación radiactiva y galaxias extraterrestres. No es extraño que los
salvadores en cuatricomía de los cómics americanos importados le resultaran tan
atractivos, tanto entonces como ahora.
De las cuatro secciones del libro, La Edad De Oro es la más
corta, 56 páginas, y también la menos personal, sobre todo porque los
cimientos datan de antes de su época como lector o guionista. Mientras que anticipa algunas nuevas relecturas sobre el nacimiento de Superman en el Action
Comics n º 1 (1938) y el resto del panteón de los años cuarenta, su
versión de cómo los oriundos de Cleveland, Jerry Siegel y Joe Shuster, de 23
añitos, vendieron todos los derechos sobre su creación “Superman” a la National
Comics (actualmente DC) por tan sólo 130 dólares, o por 10 dólares por página, trata
de restar importancia a cualquier injusticia producida. Afirma que
"estaban creando un producto para ser vendido" e "imaginaron que
crearían otros personajes mejores." En la versión original sin editar que
pude leer hace unos meses, Morrison afirmaba "... que ellos querían que los comprasen" (las cursivas son suyas), pero esa frase se recortó y se quedó fuera del texto final.
Morrison llega incluso a sugerir que "fue en 1946 cuando se dieron cuenta de la cantidad de dinero que estaba recaudando su
creación". De hecho, tal y como revela el fascinante estudio sobre los
creadores de los superhéroes del Dr. Thomas Andrae (Hermes Press, 2011), después de tener que asumir la elaboración de la tira adicional de Superman que iba a aparecer en algunos periódicos sindicados, Siegel empezó a pedir un aumento de sus tarifas en una fecha tan temprana como septiembre de 1938, pero también lo
estafaron. El editor de DC, Jack Liebowitz, le respondió a Siegel de una forma intimidante el 23 de septiembre de 1938, insistiendo en que "nuestra empresa tiene muy poco
que ganar económicamente al sindicar este material... También has de tener en
cuenta que somos nosotros los dueños de “Superman”, y que en cualquier momento podemos
sustituirte en las labores de dibujo de esta propiedad."
¿Qué era exactamente lo que estaba haciendo DC cuando Siegel
y Shuster presentaron una demanda en su contra en 1946 y no les renovaron los
contratos? Cuando apareció Batman, los derechos de los creadores
habían mejorado muy poco. De nuevo, Andrae señala que el padre del
joven Bob Kane era un sindicalista que trabajaba en el departamento de
impresión del New York Daily News. Él y su hijo lucharon denonadamente para
asegurarse los derechos del exitoso personaje. El problema era que el
guionista y co-creador Bill Finger se había quedado fuera del acuerdo, y esta situación fue ocultada por Kane, quien se aseguró de aparecer él mismo en
los créditos de creación. Podría haber hecho mucho más por el resto, pero nunca llegó a hacerlo. Finalmente, Kane consiguió que DC le comprase el personaje por un millón de
dólares en 1967, además de un porcentaje constante adicional por las rentas que
produjese Batman. Puedes imaginarte cuánta guita significa. Por el
contrario, Siegel y Shuster se vieron reducidos a la pobreza, y sólo después de
que se llevase a cabo una campaña publicitaria sobre dicha injusticia en 1975 les
concedieron su aparición en los créditos del personaje y una pensión de
20.000 dólares anuales. Morrison menciona el dato, pero curiosamente, cuando comparo el texto sin revisar con el libro terminado, me doy cuenta de que ha puesto todo el tema entre paréntesis, como si fuese
una nota a pie de página. También menciona: "Hoy en día un guionista de
cómics prolífico y popular podría ganar la misma cantidad en tan sólo una
semana." No cabe duda de que DC gana esa misma cantidad en ¿un día, una hora,
tal vez en menos?
¿Cuán fácil puede ser para los fans y los profesionales de hoy
en día, tan hipnotizados desde su infancia por estas ubicuas propiedades
constantemente promocionadas, ignorar sus deslustradas historias? Recientemente estuve hablando con algunos lectores que cuando se les menciona este horrible y desfigurado retrato de ladrones al acecho que se puede encontrar debajo de los pulidos personajes y sus máscaras y capas, se sienten incómodos. Es algo que es mejor mantener escondido en el desván, porque parece como si no pudiesen ayudarse a sí mismos y
todavía quisieran seguir enganchados a estos Dorian Gray super-poderosos de aspecto
perfecto, sin importar cuál de todos ellos hayan elegido. Morrison prefiere elevar a los superhéroes hasta el concepto de entidades indestructibles, una figura casi independiente capaz de actualizarse a sí misma, reconociendo apenas su lado más turbiamente comercial,
y pasando por alto la explotación como moneda corriente del negocio, tanto
entonces como ahora. A diferencia de los anteriores dioses y diosas de la
antigüedad y las creencias religiosas de "dominio público", los
superhéroes son como “SuperMarcas”, propiedades cuya función es obtener
beneficios para DC, que forma parte de Time-Warner-AOL, y para Marvel,
adquirida por Disney. Mientras Morrison y sus secuaces ganan pulcras sumas de
dinero con sus interminables espirales de cambios de imagen de estas
franquicias, los dos editores luchan agresivamente contra los pleitos por la
propiedad de los bienes interpuestos por Siegel y Jack Kirby, el arquitecto del Universo
Marvel.
Así que animo a todo el mundo a leer esta última carta enviada al Presidente de Time Warner, Jeffrey Bewkes, por la viuda de Jerry Siegel, Joanne, poco antes de su muerte. Hazlo ahora mismo. Ahora mismo.
Por favor. Y luego decide si deseas seguir dándole a DC más dinero de tu propio bolsillo. Todo esto es cuanto tengo que decir sobre "la verdad, la justicia y el estilo americano en el comic book”.
En Supergods se pueden encontrar algunos otros datos sesgados y
otros errores menos graves. Morrison ensalza el dinamismo del debut de Superman
en Action Comics como algo único, realmente diferente al de la “strip”, desmintiendo
el hecho de que la primera historia de 13 páginas estaba pensada como tira de
periódico con viñetas alargadas. De hecho, en el texto se producen errores propios de un fan obsesivo que he intentado que se subsanen poniéndome en contacto con el editor, como cuando se describe a Hangman y The Fly como superhéroes de la Harvey, cuando en
realidad fueron publicados por Mighty Comics. El primero era un revivido
personaje de la Edad de Oro publicado por MLJ, y el último un clon de los sesenta de Spidey. Naturalmente, cualquier historia es una historia y Morrison
la va dando forma a través de sus selectivas omisiones y atenuaciones, por ejemplo,
reconociendo el maravillosamente extraño trabajo de Steve Gerber en los
Defensores en un solo párrafo, tal vez para no tener que revelar lo mucho que
claramente anticipó sus posteriores esfuerzos en Doom Patrol. También omitiendo por
completo las renovaciones optimistas del género posteriores a Watchmen
realizadas por Alan Moore en Tom Strong, Top Ten y algunas otras series más editadas en el sello America´s Best Comics (aparte del pequeño guiño a Promethea). Incluso sus
propios trabajos reciben a veces poca atención mediante una sola cita y tres frases,
como es el caso de la angustiosamente barroca The Filth.
Aún así, Supergods tiene enjundia como punto de vista sobre
los cómics de superhéroes americanos por alguien que trabaja guionizándolos y reescribiéndolos, alguien a quien le resultan tremendamente personales y cercanos, alguien capaz de adentrarse en su mente, o quizá sean ellos quienes se apiñan en la suya. Pero a pesar de sus divertidas alusiones
(por ejemplo: "Bob Kane le ofreció a Batman el aspecto de un puré de Praga
impreso"), por debajo de su rebelde prosa y pose, por debajo de la
meta-ficción y la metafísica, de los viajes y la filosofía, Morrison es un
hombre de la Compañía DC. Ese es el motivo de que las únicas imágenes interiores que
acompañan a la obra sean de DC (es cierto que la edición de EE.UU. muestra
pequeños retratos circulares de 10 personajes de DC y 5 de Marvel en la
contraportada). Curiosamente, el cuarto capítulo se divide utilizando
ilustraciones grisáceas de personajes "genéricos" de la “Golden Age”
de los superhéroes, presumiblemente ausentes de copyright, incluso también en los
capítulos posteriores, que en realidad son extractos sin acreditar de Silver
Streak, Green Lama, The Flame y Atoman, aspirantes y quiero-y-no-puedos,
personajes que nunca se comercializaron masivamente y que casi han caído en
el olvido por ese motivo. Por eso Morrison adopta una laxa perspectiva sobre las causas judiciales y la codicia, he ahí el por qué
nos quiere distraer exaltando la maravillosa y tecno-mística indestructibilidad
de estos iconos totémicos. Por eso opta por marginar o ignorar la razón por
la que tienen que sobrevivir: la necesidad de que siempre sigan generando más y más
dinero para sus propietarios y accionistas corporativos, con un porcentaje
escindido para los trabajadores leales como él. De alguna forma tienen que
conseguir seguir vendiéndose. Por ese motivo Supergods necesita a
su rebaño, a sus fieles y devotos incondicionales, a los compradores que creen totalmente en el autor.
Entre mi colección reposa una rareza de Superman. En su lomo de
tela negra, en color dorado, se puede encontrar su título, “The Superman Brand”,
un pequeño y estilizado libro de tapa dura de DC "que no está a la venta" publicado en 2005, un año antes de que se estrenase la película “Superman
Returns”. No era algo sobre lo que los civiles como tú y yo pudiésemos poner las zarpas, sino
que fue diseñado por la “empresa de diseño estratégico” de Minneapolis
Little & Company para rescatar y devolver el personaje al mercado,
rejuvenecido totalmente para cada vital licenciatario que se pudiesen encontrar.
Alina Wheeler escribe en “Diseño de Identidad de una Marca: El Equipaje para la
Guía Esencial para una Marca Total”: "este libro sobre una Marca resulta
necesario para demostrar que la Marca es mucho mayor que el propio logo de
Superman". El libro es un flip-book [libro con dos portadas, para
leerlo completo hay que empezar por cada una de ellas], la mitad es de color
rojo y su título, "Indestructible", aparece impreso a lo largo, mientras que en el lado posterior, “El
Héroe” aparece a ráfagas, con imágenes de cómic y onomatopeyas y frases
como "un héroe para los tiempos modernos, no importa cuántas veces se vuelvan
a re-imaginar esos momentos", y "un ejemplo para toda la
humanidad" al lado de algunas viñetas sacadas de una edición china de la
colección.
La mitad coloreada de azul es más interesante y siniestra. Se titula “Inspiracional”, lo que descaradamente “hypea” la frase de "La
Marca", principalmente mediante el buen uso rítmico de un patrón de
fotografías de niños y adultos haciendo deporte y respaldando a "La
Marca": un niño con un pijama de Superman, un chico negro con una
camiseta de Superman, un adolescente negro con los brazos extendidos junto a la
frase "Un sueño de poder". Una linda chiquilla pelirroja con una capa
roja y con la frase superpuesta "Celebra la Fuerza" en letras
mayúsculas, una sensual mujer joven revelando su escotado “top” color lila con
el símbolo de Superman, junto a la vergonzosa jerga publicitaria: "Cuando
me pongo el escudo con la S, tengo el poder de ser yo misma. El poder de
controlar mi destino. El poder de aprovechar mis mejores momentos. El poder de
hacer que las cosas sucedan. Cuando me pongo la S, soy una heroína". Un
surfista con un tatuaje (¿temporal?) con el logo de Superman. Una persona
altísima patinando, un anciano sujetando un
globo, y finalmente, un padre negro tumbado en la hierba y levantando a su
pequeña hija como si ella pudiese volar, con la frase "Continúa la
leyenda". La penúltima ráfaga muestra una “lunchbox” apostillando la
solitaria palabra "Crear", seguida de una lista de productos, desde
cepillos de dientes hasta calzoncillos, sacados fuera de la página, justo en el borde. La sección termina con "La marca definitiva. Utilízala con sabiduría".
Esto me hizo empezar a preguntarme: ¿podría ser Supergods la
próxima evolución de un sutil y sofisticado cambio de La Marca? Después de
todo, parece algo más que una coincidencia y es todo un anuncio perfectamente
sincronizado, la historia de Morrison y la historia de Superman da un giro
completo hacia el final del libro, como si Morrison hubiese sido contratado por
sus Desesperados Amos Corporativos con la intención de relanzar su SuperMarca,
su “Man of Steel” será el próximo mes de septiembre un novedoso Action Comics Nº 1. Al
igual que el libro “The Superman Brand”, Supergods aparece un año antes del
"visionario" reboot del director Zack Snyder y su próxima película
completamente conducida por el “marketing”. Me encantaban los cómics de
superhéroes, y al volver a mirar todos aquellos que he ido comprando
y manoseado en las estanterías de las tiendas creo que todavía me encantan. Sé que Morrison también los ama, pero
parece haberse asentado en una posición donde es menos un innovador que un
continuador: los revive, los revisa, los revisita, los “retconea”, confía en
las resurrecciones, en las inversiones de papeles protagonistas, en las
circunvoluciones exponenciales, en los multiversos y las referencialidades,
cualquier cosa es útil para impresionar a unos fans completamente
sumergidos en la lectura de su obra religiosa, y para mantener bien erguida la
bandera de los buques insignia de la DC.
En el “San Diego Comic-Con”/ “Love-In” del pasado jueves,
Morrison dejó ver la dirección más revoltosa con la que va a enfocar su Superman:
"Es un reformador social, Clark Kent será tan importante como Superman,
básicamente intentará desarraigar la corrupción y denunciarla, por lo que los dos
están trabajando conjuntamente para conseguir lo mismo." Tal vez ambos personajes
podrían empezar por hacer frente a la corrupción existente en DC, que trató
a Siegel como lo trató. Quizá Morrison podría darnos uno de esos acabados a la
antigua moralmente positivos y plantados firmemente en la tierra, iguales a los
que germinaron en los primeros comic books de Superman realizados por Siegel y
Shuster. Esa es la reformulación de una Marca que yo pagaría por poder leer.
1 comentario:
!Genial! Gracias!
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