Entrevista de Joe McCulloch para The Comics Journal (Noviembre de 2013). Traducida por Frog 2000.
Ha pasado una década desde que pude leer por primera vez
los textos de Jean-Pierre Dionnet. En ese momento estaba ocupado con Métal Hurlant, es decir, el
último revival de ese foro de cómics tan cacareados llamado Humanoids, Inc., la
rama norteamericana de Les Humanoïdes Associés, de los que se tradujeron 14
números entre 2002 y 2004, y me quedé paralizado por un detalle que aparecía en
una columna de opinión titulada "Spouting Off" escrita por
este hombre, Dionnet, del cuál nunca había oído hablar. "¿Podrías
llenar toda una columna de opinión, de forma entusiasta y sin tapujos, sobre los títulos
que te acabas de leer?" Y me lo pregunté, ansioso, mientras los engranajes
giraban y hacían lentamente “clic” en mi cabeza.
Con el tiempo aprendí mucho más acerca de este hombre tan viajado que había nacido en 1947: supe que llevaba escribiendo sobre cómics desde la década de los sesenta, que estuvo presente durante los acontecimientos que se produjeron
en la famosa revista Pilote, que se había conmovido con la maduración del cómic
francés, también cómo había ayudado a fundar Les
Humanoïds y comenzado a editar Métal Hurlant en 1974 junto con los artistas Jean "Moebius" Giraud y Philippe Druillet y el financiero Bernard Farkas, además de cómo, más tarde en el ´77,
había presenciado el nacimiento de Heavy Metal, un hijo pródigo que había
surgido en América. Y entonces, ¿cómo se había convertido en una personalidad de la
televisión y en un distribuidor de películas, además de ser un hombre sofisticado y urbano?
Y lo más enigmático de todo, ¿cómo había llegado a guionizar un
puñado de cómics?
Digo "un puñado" porque los cómics de Dionnet
nunca han estado bien representados en el mercado en idioma inglés. Desde hace diez años tan sólo
he podido encontrar dos de sus tomos, ambos recogen trabajos de la década de los setenta: (1) la edición de 2002 que editó los Humanoids
de "Exterminator 17" [en España editado por Norma Editorial], una fábula escorada hacia lo teológico protagonizada por un androide soldado que termina fusionándose con su creador, y que
está dibujada por Enki Bilal, y (2) “Conquering Armies” [Los Ejércitos del
Conquistador (editado en España por Eurocomic)], un compendio de historias de guerra misteriosas y
quijotescas dibujadas por el grandioso Jean-Claude Gal, tristemente fallecido.
Este último fue uno de los primeros libros recopilatorios de Heavy Metal allá por el '78, logrando entusiasmarme tanto como para dedicarle una de mis columnas caprichosas llenas de miscelánea para alabar sus épicas dimensiones.
Entonces te podrás imaginar mi interés cuando los Humanoids
anunciaron una nueva edición en 2013 de esa misma obra, “Conquering Armies”, titulada
ahora "Armies", que incorporaba el material original en color junto con la
totalidad de una serie de Gal / Dionnet posterior de nombre Arn [La Venganza de Arn,
Eurocomic], donde se narra la amoral historia del hijo castrense de un mundo de
fantasía con la ayuda del guionista de "Picaret." Cuando me ofrecieron la
oportunidad de hablar con Dionnet acerca de esa versión, no me costó mucho aceptar, a pesar de que me dije que cómo iba a ser capaz de mascullar algunas buenas preguntas cuándo el propio autor había escrito ya un recuento exhaustivo e
interesante que trataba sobre la creación de historias como prefacio de ese nuevo
tomo.
No debería haberme preocupado tanto. Al igual que el columnista
que descubrí cuando ambos éramos más jóvenes, Dionnet requiere muy poca
ayuda para divulgar sus impresiones. Charlamos por teléfono en inglés, y a
continuación se realizó una transcripción preparada por Keith
Barbalato, Lucy Kiester y Sonya Selbach en Fantagraphics, transcripción que luego edité y
Dionnet corrigió y modificó por correo electrónico. He optado por mantener la
mayor cantidad de la cadencia del discurso de Dionnet como me resultase posible,
porque en gran medida, este artículo gira en torno a sus declaraciones: es un testimonio
sobre una cultura que él ha admirado tanto como le produjo escepticismo y
está hecha desde el corazón, así que espero que no tarde muchos años antes de que
retome el medio del cómic.
Joe McCulloch: ¿Es cierto que ya habías escrito ensayos
sobre cómic antes de empezar siquiera a guionizarlos?
Sí. Empecé cuando era muy joven, en torno a los 16 ó 17 años. No, no fue
exactamente a los 16, porque a esa edad seguía leyendo cómics. Llevo leyendo cómics toda la vida. Sólo los baratos, la mayoría de ellos. Así que me he
leído un montón de cómics de DC y de Marvel antes de saber lo que eran, porque eran
reediciones en blanco y negro, ya que por el precio de una revista Spirou podías
comprar diez tomos gordos de esos tebeos en blanco y negro. Así que mis
oportunidades se duplicaban.
Mi padre ganó un concurso. Así que cuando era muy joven
gané la suscripción para el primer año de una nueva revista. Fue a partir de su primer número hasta el 52. Fue en una gasolinera: podías ganar la mejor
revista que estaba a punto de salir, se llamaba Pilote.
Por lo tanto ese fue el lado positivo. El lado malo era que,
de todos modos… todos los chicos se pillaban Tintín, o se cogían Spirou y otra
revistas, pero yo… yo sólo conocía las revistas de pequeño formato muy baratas.
Así que estaba desconectado de los gustos del resto de niños.
También prefería a los chicos malos del bloque donde
vivía, porque me fascinaban. Yo me solía enzarzar con ellos y ellos se enzarzaban
conmigo. Cometí algunos robos pequeños, me encantaba la sensación, aprendí los
trucos. Mucho más tarde, cuando conocí a mi esposa actual, ella estaba
trabajando en una casa grande con una seguridad muy fuerte. Un día que ella se
encontraba fuera, me fijé dónde estaban los "ángulos perdidos" de
las cámaras [es decir, las áreas donde no filman las cámaras], así que salté,
conté hasta tres, caminé y me metí en uno de los ángulos muertos, y cuando llegó
ella yo estaba allí de pie, esperando para saludarla. Tuve suerte porque los
policías conocían y solían tratar con mis padres, aunque mi padre no me pegó nunca.
Era la segunda vez que hacía algo parecido y dejé de hacerlo.
Me di cuenta de que en el mercado se podían comprar muy
baratos todos los cómics publicados desde 1945, o por ahí, en gordos
tomos que incluían a [Le Journal de] Mickey y "Prince Valiant",
incluyendo algunas revistas comunistas muy buenas, como Vaillant, donde
comenzaron a publicar [Nikita] Mandryka y Raymond Poïvet. Así que me convertí en un
fanático de los cómics.
Yo asistía a una escuela católica muy estricta. Así que no
solía leer cómics durante la semana, porque teníamos como media hora para
leer por la noche, y en aquella época elegía libros de verdad, que en su
mayoría estaban escritos por escritores románticos. Por supuesto, desde que
era adolescente también me gustaban los que parecían raros, los de [Joris-Karl]
Huysmans, que solía escribir sobre demonología, y por supuesto,
también me gustaba Baudelaire, Edgar Allan Poe, y descubrí la primera edición
que se había hecho de Lovecraft y otros parecidos. Pero durante el fin de
semana me leía cómics, porque son más rápidos de leer.
Vivíamos en una casa grande y la planta de arriba era la mía,
así que empecé a leer un montón de cosas.
El primer artículo… cuando llegué a París acudí a tres
universidades. Una para aprender Periodismo, carrera que conseguí acabar. Más tarde fui
a otra para aprender algo de teología, "Humanidades”. Estuve dos años, pero
por lo general los profesores no eran muy buenos, eran muy permisivos (era 1968), a excepción de uno que más adelante fue colaborador en Métal Hurlant: incluso utilizó uno de mis artículos como base para un trabajo sobre literatura popular
y nos hicimos amigos al instante. Jacques Goimard, era el director de la Sorbona en ese momento y
el jefe del suplemento literario de Le Monde.
También estuve dando clases de derecho. No me gustaban porque tenían
una visión muy puritana del mundo en ese momento. Yo no quería aprender a
proteger la ley. No me gustaba… creo que algo no solo puede estar bien o mal. No soy [Steve]
Ditko, pero creo que no hay bien o mal, y lo que hacíamos era aprender los
trucos para que cuando fueses culpable te pudieras escapar. No me gustaba.
Joe McCulloch: Si, si, si, claro.
Así que como mis padres me daban algo de dinero para las
clases, yo sólo iba a la Universidad durante los primeros días para estudiar rápidamente un mes antes de los exámenes para poder proseguir al año siguiente. Me consideraba todo un “freak”, pero quería ser diferente, así como ser
aceptado. Como suele decirse, quería "le beurre et l' argent du beurre" [“estar al plato
y a las tajadas”]. Así es mi vida.
Empecé a vender material en un pequeño tenderete de "El Mercado de las Pulgas" con otro tío, él ya estaba ocupado con discos
viejos y fonógrafos antiguos, y también tenía un pequeño montón de cómics. Compartimos
el puesto y más tarde nos mudamos a una pequeña tienda llamada Futuropolis.
Estaba llena de ventanas, algo muy malo para los libros. Pero luego nos mudamos
a una más grande y comenzamos un fanzine que se llamaba Futuropolis. En esa tienda también conocí a algunos editores. Yo era joven, pero muy
tenaz. En ese momento estaban haciendo la versión francesa de Galaxy [Ciencia Ficcion], me refiero a gente que estaba escribiendo varios libros de ciencia ficción. También existía una revista titulada Universe y me preguntaron si querría escribir algunos artículos.
Así que mis primeros artículos trataron en su mayoría sobre gente
de la que no se sabía nada en Francia, como [Frank] Frazetta. Tenía que
investigarlo todo por mí mismo, y me encontré con muchas lagunas: aprendí mucho. Más tarde supe que si había un hueco en el perfil que había escrito sobre un autor era porque me faltaban los años que estuvo trabajando para Al Capp. También hice cosas para algunos
extraños cómics italo-franceses procedentes de Italia que me resultaban totalmente
desconocidos. Luego se celebró la exposición de las Artes Decorativas y el Museo
del Louvre [L'exposition Bande dessinée et Figuración narrativa] en 1968, y
ellos [es decir, la Société Civile d' Etude et de Recherche des Litteratures
Dessinées, o SOCERLID, quienes organizaban la exposición] sacaron una revista titulada Phénix.
Para esa revista escribí un montón de artículos, porque
hicimos un viaje a EE.UU. en 1969, creo, donde conocí a todo el mundo. Me refiero a que conocí desde Milton Caniff hasta Stan Lee, Lee Falk, hice un montón de
entrevistas que todavía siguen archivadas, son inéditas. Nunca he encontrado el
momento de sacarlas. De alguno me hice muy amigo. Tampoco con muchos. Pero me hice amigo de Will Eisner, porque era como mi mentor en los negocios. Tenía una
relación muy estrecha con [Joe] Kubert, y es una pena, porque hace cuatro años
vino a mi casa con Moebius y ahora ambos han fallecido. También tuve una relación muy
estrecha con Harvey Kurtzman, y una buena relación con Jim Steranko, y por otro lado empecé a llevarme muy bien con Ron Turner y Art Spiegelman.
Joe McCulloch: Oh, qué bien.
Así que yo estaba en el medio de todo, porque desde mi perspectiva
francesa, para mí no había diferencia entre el underground y el mainstream. Cuando
pude ver las primeras cosas de, por supuesto, [Víctor] Moscosco, o el que fuese... pero el que más me afectó fue [S.] Clay Wilson, porque su obra me parecía muy, muy
rara, como la música de Debussy o algo así, y me encantó ese material, porque me fascinaba el gran arte y el cine, las películas que veía cada día. Era la misma gente que en aquella época hablaban en las revistas de verdad o
en periódicos como Le Monde. Los cómics y la ciencia ficción consiguieron un
reconocimiento repentino. Estoy hablando de un mundo que ha desaparecido: cuando
Francia empezó a descubrir el arte japonés, el "art nègre", el jazz, etc
Entonces estábamos en el centro del mundo. Ahora estamos casi muertos.
Empecé a tener muy buena relación con las grandes
editoriales a través de [Carmine] Infantino y Stan Lee. Me pasaba por DC y Marvel y me decían: "¿Quieres coger alguna página de Spider-Man
o de Kirby?" Y puede que les dijese: "Ya lo haré más tarde, porque
ahora tengo que irme a hacer algunas compras", y nunca las llegué a coger.
Joe McCulloch: Así que era esa época.
Si, si.
Y por eso mis primeros artículos fueron en su mayoría sobre comic
books, porque en Francia nunca había aparecido un artículo sobre esos artistas. Estaba particularmente fascinado por la habilidad de Infantino, su trabajo en el Space Museum sin entintadores y su dibujo tan económico. Y eso que lo dejó pensando
que nunca llegaría a superar a Kubert y a [Alex] Toth, sin embargo creo que era el
mejor de todos. Pero había conseguido el trabajo demasiado tarde. Había dado inicio a una escuela de diseño, a los sesenta y tantos años, y creo que estaba haciendo
algo único en la época, escribir y dibujar sin entintador. Pero en DC supongo que fue el rey del mundo, es como se debía sentir, y nunca volvió a subir tan arriba. Me parece raro: era alguien más grande que la vida, como Druillet,
eran enormes, y no pudieron volver a serlo.
Philippe me dijo un día: "Pareces muy pequeño en comparación con todos esos, y quizá por eso tendrías que volverte. ¿Cuántas veces te has preguntado que igual es mejor marcharte?"
Y yo le dije: "si incluimos el alcohol, a los nuevos jefes que me quieren disparar,
las drogas, las mujeres de mala vida, digamos que me lo habré preguntado como unas cinco veces”. Y entonces
me di cuenta de que había tenido mucha suerte. Más suerte que valentía.
Algo en el aire me decía en cada ocasión: "ha llegado la hora de salir del agujero, ya no hay bombardeos, el cielo está claro de nuevo." Espero que sea mi último combate, pero en este momento estoy peleando con el fisco. He perdido mucho, pero sigo vivo, y ahora sé que el final está cerca: pero todavía tengo que ser generoso con mi tiempo y mi dinero, usarlo lo mejor que pueda en el poco tiempo que me queda. Esa es la única forma, permanecer siendo el mismo e ir cambiando al mismo tiempo.
He tenido mis momentos, como cuando estaba paseando
con Kurtzman, que me dijo: "Me encantaría irme a San Francisco, pero
necesito dinero para que pueda comer mi familia", y me pasó todos los ejemplares
de la nueva EC, qué raro, estaban absolutamente nuevos, y luego yo, más tarde, le entregué todos los nuevos Métals, 30 años después. La historia continúa y ahora lo
entiendo: si quiero, puedo volar, pero no demasiado alto, porque soy responsable de mi
familia.
Los primeros maestros [de los cómics], todos eran judíos e italianos. Me fui de visita a Brooklyn y al Bronx, y también estuve en el distrito de la
moda de Nueva York. Stan Lee estaba al otro lado, en New Jersey, o lo que fuese.
Will y Kubert me estaban enseñando los edificios donde vivían. Fue un momento magnífico, porque creo que en ese momento yo era tan sólo un individuo que estaba muy interesado en
los comic books, y estaba hablando con Alain Resnais. Eramos muy amigos, qué divertido
era... Alain había estado trabajando en algunos guiones con Stan Lee, que estaba
escribiendo una historia para él, estaban intentando hacer una película sobre Lovecraft. Al final no
pudieron, él es el tipo que hizo “Last Year at Marienbad” [El año
pasado en Marienbad, 1961], y las conferencias que ofrecía en las universidades
pagaban sus facturas.
Cuando nos juntábamos todos, íbamos a ver a Stan. Yo iba de
tiendas, porque en aquella época podías comprar cualquier cosa por poco. Me
refiero a que podías comprarte todos los cómics de L.B. Cole por casi nada. Podías comprar de todo por poco
dinero. Y todos los meses yo recibía un enorme paquete de cómics enviados por DC y
Marvel que me pasaban bajo la puerta. Pero mi iluminación llegó cuando estuve
comprando una vez en una tienda clásicos de la
DC que llevaba buscando mucho tiempo.
Y me encontré con esa historia de Thor en la que acababa en el Infierno.
Me enganché de mala manera, porque de repente me dí cuenta de que él [Kirby] era el
maestro de esa nueva forma de arte a la que llamaban cómics. No es que fuese una buena
copia de las tiras de cómic como el resto, sino que más bien provenía de las
reediciones de la EC
o lo que fuese. Su estilo no tenía reminiscencias de Alex Raymond. Quizá Al Williamson era el más cercano. Pero en Kirby
descubrí a un tío que me parecía que había abierto la puerta y la había cerrado
detrás suyo. Después todo me parece post-modernismo, incluyendo Watchmen, que para mí es
la tumba de los cómics construida sobre el cuerpo de Ditko.
También estuve visitando a Neal Adams en su rincón. Y también solía ir al cine. Recuerdo que un día fui a ver “Taxi Driver” y me llevaron a conocer a
Scorsese, para empezar a trabajar en algunos proyectos que nunca despegaron. Fuera del cine todo
parecía exactamente como en la película: el viejo Broadway. Después mantuve una
reunión con Jim Steranko en un bar de mala muerte… su actitud, la mirada, podría
haber estado dentro de la película de Scorsese, se parecía a Mickey Rourke en The Outsiders
[Rebeldes, Francis Ford Coppola, 1983].
Joe McCulloch: Claro, claro.
(Continuará)
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