Bill
Sienkiewicz habla sobre Big Numbers nº 3. Texto escrito por Bill Sienkiewicz para The Beat inédito. Rescatado por Pádraig Ó Méaloid en 2011 para su blog. Traducido por Frog2000.
En principio Bill Sienkiewicz escribió este texto para
Heidi McDonald, de The Beat, pero ella nunca llegó a usarlo por razones que todavía no se
han aclarado. Se escribió como respuesta al gran interés generado entre los fans después de que me las arreglase para comprar la fotocopia de una copia
aparentemente completa de Big Numbers nº 3 en eBay, y la posteara online en marzo
de 2009. Pedí expresamente permiso a Alan Moore para hacerlo,
aunque no tuve contacto alguno con Bill Sienkiewicz, así que no le hablé sobre
el tema. El tiempo pasó, e incluso acabé “haciéndome amigo” de Sienkiewicz en
facebook, pero continué sin mencionárselo. Sin embargo, después de que me
comentase uno de los post que escribí una vez, reuní el coraje suficiente como para escribirle
finalmente y preguntarle sobre Big Numbers. Finalmente no sólo es que no estuviese
satisfecho con que hubiese publicado las cuarenta páginas de Big Numbers nº
3, sino que en realidad él mismo había estado buscándolas por algún sitio para
postearlas para todo el mundo. Así que le ofrecí llevárselas, particularmente porque
esperaba poder hacerle una entrevista sobre su trabajo en Big Numbers. Bill quiso reescribir ligeramente este texto, pero le convencí de que
lo dejase tal y como estaba, porque sentía que la naturaleza un tanto caótica
del mismo reflejaba bien la propia esencia del objeto de estudio.
Así pues, ya es suficiente por mi parte: para mí supone un enorme
placer poder publicar este texto de Bill Sienkiewicz, uno de los artistas
verdaderamente innovadores del cómic, sobre uno de los más ambiciosos proyectos
de cómic que yo haya visto nunca.
Llevo recibiendo correos electrónicos y enlaces sobre el tema de “Big Numbers” con cierta regularidad desde que el
tercer número se convirtió en el centro de atención... de nuevo. Digo “de
nuevo” porque hace unos años aparecieron un buen número de páginas del tercer
número. En su momento se especuló sobre las páginas que continuaban a las recién descubiertas, y en
todo caso he podido saber que todos los años transcurridos desde entonces no han tenido demasiado efecto para aliviar o disminuir las conjeturas. En interés de
divulgarlo por completo, también debería señalar que después de haber escuchado
casi todas las motivaciones de este absurdo conflicto, cada
enlace de esta cadena de acontecimientos ha ido adquiriendo la consistencia de un espagueti (y de alguna manera también se han ido reconfigurando milagrosamente hasta disponer de la
textura del acero inoxidable en lugar del de la pasta), y sin importar lo
inane de las motivaciones que se ofreciesen, he de decir que en última instancia todas y
cada una de las conjeturas (sin excepción) provenían de fuentes autorizadas
absolutamente intachables. Si no quieres resaltar la frase en negrita, pon comillas al aire dibujadas con los dedos en sus extremos. Hasta ahora, si todavía no has pillado mi admitida sarcástica incredulidad (sí,
incluso a estas alturas) bien, pues que así sea.
La situación sigue estando plagada de especulaciones. Algunas de las
personas que me han enviado correos electrónicos me preguntan directamente
sobre la procedencia / pedigree / créditos y yayas de las recientemente
resucitadas páginas dibujadas para ese número. Sin duda, me parece que existía
un buen número de lectores que al menos tenían una moderada curiosidad por
saber qué porcentaje de los dibujos del tercer número son míos y cuántos los dibujó Al Columbia, que era mi asistente en esa época. Voy a aclararlo
lo mejor que pueda, en parte porque creo que este asunto especulativo ha
superado con creces la masa crítica. En realidad, creo que la superó hace diez años, pero tan
sólo es la opinión de un hombre solitario.
Por lo que sigamos: aunque en su momento solo se pudiesen ver diez páginas de Big
Numbers nº 3, todo el número estaba dibujado al completo. Enterito. No sólo las diez
páginas que empezaron a circular por la red. En cuanto a quien dibujó qué: a
excepción de unos pocos fondos de menor importancia (y para ser completamente
honestos, tampoco creo que él dibujase nada en ese número en absoluto, pero
admito que podría estar algo confundido (por lo que simplemente diré que
puede que me esté decantando por ser generosamente precavido o cautelosamente
generoso), así que salvo quizás algunos posibles fondos, ese tercer número
COMPLETO, repito, TODO el dibujo de Big Numbers nº 3 fue elaborado por un
servidor. O bien, para aquellos que lo prefieran el revés: NADA de Big Numbers
nº 3 fue dibujado por Al Columbia (y otra vez añado la advertencia: a excepción
de, posiblemente, un par de fondos). Ciertamente, Al no dibujó figura alguna en
los fondos ni nada relacionado con la historia. No me puedo
imaginar que él quisiera ser reconocido por mi trabajo más de lo que a mí me
gustaría codiciar el crédito por el trabajo elaborado por él. Me imagino que si el trabajo fuese completamente suyo, querría tener el crédito (y con razón). Es decir, ahora me estoy refiriendo al dibujo del cuarto número (personalmente nunca he visto nada de ese
número y he oído que Al lo destruyó en su totalidad, pero no puedo decir que yo
fuese testigo de dicha destrucción con mis propios ojos). Así que admito abiertamente
que a excepción de la portada (porque en ese punto había hecho portadas para
aproximadamente la mitad de la serie), no dibujé nada en absoluto del cuarto
número.
Tal vez la pregunta acerca de quién hizo qué en el número 3 pueda
haber surgido por el cambio del estilo de dibujo después de los dos primeros
números. Los números 1 y 2 se realizaron con un suave enfoque atmosférico de estilo
pictórico, con brochazos con un aire más fotográfico. Aunque me encantaba ese
estilo y disfruté intensamente trabajando bajo esos parámetros, me di
cuenta de que al optar por trabajar de esa forma durante doce números, casi me iba a quedar literalmente pintando en una esquina sin hacer nada más gran parte de mi tiempo. Ese
enfoque me llevaba una increíble cantidad de tiempo, y en última instancia
resultó ser tan abrumador como inviable. Las cosas estaban cambiando de un
número a otro y se estaban convirtiendo, por la misma naturaleza de la
historia, en un proyecto cada vez más entretejido y caótico. El doceavo número de la
serie iba a aparecer completamente coloreado, y hasta el mismo, en cada ejemplar se irían introduciendo más variables y enfoques, y el color sería un elemento
predominante. Algo más que se agregaba a la carga de trabajo del
completamente minucioso guión de Alan.
En este punto me gustaría comentar que todo lo que hayas
escuchado sobre los guiones de Alan es absolutamente cierto, e incluso más aún.
Alan es un genio, un absoluto caballero. Simple y llanamente. Sí, sus guiones
son densos. Son brillantes, tienen varias capas y matices, son de textura
abigarrada, hermosos y de enormes proporciones. Todo ello de forma simultánea. Y
aunque Alan es muy respetuoso y generoso a la hora de prevenir las alteraciones
realizadas por el dibujante, los guiones verdaderamente piden, no, exigen, ser interpretados
en su totalidad. Es un requisito prácticamente sacramental.
Así que admito que en los guiones de Alan Moore me encontré
un reto de increíbles dimensiones y belleza. Cada página era un guante de
adornada opulencia que él me arrojaba a los pies, si no es que lo oscilaba bruscamente
contra mi cara, aporreándome jodidamente a lo grande. Si lo maldije por ello, estoy
seguro de que fue por la admiración absoluta que le profeso. Trabajar con
Alan fue como pasar de las tablas de multiplicar a la tabla periódica, y de ahí
a la física cuántica, todo en el espacio de una sola viñeta. Procedí a concentrarme
tan sólo en el trabajo de Alan y en mi colaboración con él, renunciando por el
momento al resto de su impresionante obra, baste pensar en la profundidad y
diferencias que existen entre su Shadowplay (“realpolitik” a través de Kafka) y
(aunque fuese sólo durante unos pocos números) su Big Numbers (la realidad a
través del Kafka de Schrödinger.)
Así que la verdad es que me gustaba ponerme con los bocetos. Y luego usaba esas
miniaturas para coreografiar, y luego fotografiar, a un promedio de cuarenta y
cinco personas diferentes para interpretar los personajes, tanto los
principales como los secundarios. (Debería mencionar que sólo uno de esos modelos trabajaba realmente como
modelo. El resto de este elenco Dickensiano (Mooresiano) estaba
compuesto por personas reales con vidas de verdad, y muchas de ellas, aunque no
todas, tenían poco o menos que un interés cero por los cómics. En primer lugar
tenían la idea preconcebida de que los cómics eran Betty y Verónica, Superman o
Hulk. Para ellos, Los Vengadores eran menos el Capitán América y más Emma Peel,
sombreros hongo y paraguas. Y algunos ni siquiera supieron lo que eran los cómics
hasta ese mismo minuto. Otros ni siquiera habían tenido alguna vez ni un solo
pensamiento solitario sobre los cómics. No tenían relevancia o importancia de
ningún tipo en sus vidas. Dicho esto, de ninguna manera quiero dar la impresión
de que este ensamblaje multi-étnico fuese una especie de diáspora artística para
los poco predispuestos. No. En realidad, casi todo el mundo parecía muy
receptivo hacia ese "experimento” en cómic. Decididamente querían participar,
Dios los tenga en su gloria, pero eso no quiere decir que no se dieran
acelerados batacazos y que francamente surgieran baches del tamaño de una caldera
a lo largo del camino. Varias de las personas, como el dulce caballero indio que
se hizo pasar por el dueño de la tienda también aficionado a las maquetas de tren,
querían asegurarse de que no estaban siendo representados de cualquier forma
contraria a sus creencias religiosas, por su parte, el padre negro quería aparecer retratado
con dignidad. Entendía sus preocupaciones, aunque intenté explicarles y así
es como conseguí su autorización, que básicamente debían tener en cuenta que si los
personajes para los que estaban posando hacían algún tipo de cosa desagradable, de
ninguna forma eso reflejaba a la gente que había detrás de los modelos. Sé que puede sonar exótico y radical, pero tenemos que recordar que un gran
porcentaje de la población no tiene ni idea sobre lo que significa posar
como personaje. Simplemente son quienes son. Fue un ajuste interesante. También consumía tiempo.
Luego estaban los padres comprensiblemente menos
emocionados ante la perspectiva de que un loco punk del comic book tomase fotos
de sus hijitos montando cócteles molotov. No se puede decir que los culpase.
Pero el hecho de que la ciudad donde vivía y trabajaba (Westport, Connecticut)
y sus alrededores, hubiesen pasado a ser el escenario que había inspirado la
novela The Stepford Wives [Las Mujeres Perfectas] parecía estar hecho particularmente
a propósito. A la persona negativa que hay dentro de mí le encantó la perversa
ironía.
Y sus “pequeños queridos” aprendieron otra habilidad.
Sin duda yo estaba inmerso en algo complicado, inundado de verdaderos
"grandes números", donde la coordinación de esta monstruosa y
creciente agenda fotográfica durante un período extenso de tiempo habría sido -ya de por sí-
más que suficiente locura con la que cualquier persona en su sano juicio quisiera
haber tratado alguna vez. La palabra clave que hay que recordar es "cordura." Mi abrevadero
local favorito era una estación de paso para una gran variedad de gente del
mundo del entretenimiento y el periodismo. Todo el mundo conocía a todo el
mundo. O conocía a alguien que conocía a alguien. Había dos grados de
separación, no seis. Por allí pasaban ilustradores increíbles (Bernie Fuchs, Al
Parker, Bob Peak, Robert Fawcett), actores (Paul Newman, Joanne Woodward, Chris
Walken, Keir Dullea), artistas como Charlie Reid, Bob Baxter, escritores como
Erica Jong, y muchos dibujantes y guionistas de cómics, demasiados como para
nombrarlos. Era el Cielo. Un centro artístico increíble. Menciono esto porque
me di cuenta de que con el enorme trozo de acopio de referencias que había
mordido en cuanto al grupo de fotografías de tanta gente, estaba enfilando completamente
el camino hacia unas potenciales e innumerables minas terrestres. Llegué a
estar muy cerca de llamar a la fuerza motriz que había detrás de la escena del Teatro
Westport (a la mismísima Joanne Woodward), para suplicar que me recomendase actores que supiesen lo que implicaba tomar parte en algo parecido. La única arma de
doble filo sería el hecho de pagar a tantas personas por su experiencia, y algo
igualmente importante: por su tiempo. Financieramente, Big Numbers estaba
empezando a convertirse en un pozo sin fondo que se tragaba el dinero.
Conseguir referencias involucraba demasiado tiempo y esfuerzo, dejándome
muy poco tiempo para empezar con los dibujos. Tiempo. La herramienta definitiva. El enemigo final.
Sin embargo, también muchos amigos se ofrecieron como
modelos de forma gratuita. Uno de ellos fue el fenomenal dibujante Stan Drake,
que fue mi figura paterna, mi querido amigo y mi mentor artístico, que se hizo
pasar por el padre de Christine, el caballero que se comía la cena mientras se sentaba
en el trono de porcelana. Una cosa tremenda. Stan me pareció genial. Fue extraño,
raro, pero también divertido. John Prentice también posó para mí. Era el padre y terrateniente
de la esposa maltratada. Frank Bolle Jr. hizo de taxista traumatizado. Y en el bebedero
habitual pregunté por un habitual, un caballero con el que solía beber de vez en
cuando, alguien que se llama Harry Reasoner, para que interpretase a un periodista de
la televisión inglesa. Entre risas, puso ciertos reparos para hacerlo. C'est la vie.
Otro amigo mío, el que interpretaba al arquitecto, en
realidad era arquitecto. Antes había formado parte de las Fuerzas de
Operaciones Especiales de la
Marina , y fiel a su estilo, no admitía ninguna chorrada. Aquí teníamos
a un tipo tan militarista que nadie podría querer jamás encontrárselo en un
callejón oscuro o de frente en la playa, y luego estaba su seguro servidor: el
tipo más liberal, problemático y listillo de los cómics en una ciudad de jóvenes
banqueros republicanos. Ni que decir tiene que el Sr. Seal y yo nos llevábamos
a las mil maravillas. A él le encantaban los cómics. Y fue él quien me sugirió
que fotografiase a sus dos hijos como los hijos del arquitecto. Sus edades eran
exactamente como las que había descrito Alan. De hecho, fue como encontrar orden
en el caos. (La hija del arquitecto estaba interpretada por una amiga de la
mujer de la que me había separado, por lo que se generaron grandes tensiones).
Las cosas parecían ir escalándose en dirección inversamente
proporcional a los niveles normales de cordura... Más aún, en realidad parecían
estar degenerando horrible, tristemente, porque dos de los modelos fallecieron. Un
buen amigo se ahogó en un extraño accidente mientras estaba navegando. Su fallecimiento
fue horrible a muchísimos niveles. Los dos, su novia y él, trabajaban en mi
lugar de alterne habitual. El pueblo entero de Westport le lloró. Fue como la muerte de un familiar. De otro
amigo, Ray, puedo decir que éramos colegas y miembros de la “Loyal Order of Raccoons” (si, esos
“Raccoons”), con el habitual saludo secreto y todo. Nuestras reuniones una vez al mes
eran realmente una excusa para que quince tíos se reunieran para jugar al
billar, a las cartas, a los dardos, para avergonzar a nuestros compañeros “Raccoons”
celebrando despedidas de soltero salvajemente inapropiadas,
etc, todo bajo la influencia del demonio del ron. Ray murió de cáncer de
páncreas y dejó una esposa y una hija de cuatro años... El arte y la vida se fueron destilando hasta la quintaesencia de lo extremo. El caos, el amor, la
pérdida, la abrumadoramente intensa experiencia de haber pasado por una guerra
juntos. Tanta gente, tantas vidas que se cruzan con otras vidas, y todo bajo la
rúbrica de la familia “Big Numbers”...
(Continuará mañana)
1 comentario:
Es un vendido Sienkiewicz. Terminó trabajando en Before Watchmen. Que se vaya a cagar por forro
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