Bill Sienkiewicz habla sobre Big Numbers nº 3. Texto escrito por Bill Sienkiewicz para The Beat inédito. Rescatado por Pádraig Ó Méaloid en 2011 para su blog. Traducido por Frog2000. Parte 1.
El desafío más grande de la serie aún estaba por llegar. El
personaje principal, la amiga que hacia de modelo para Christine, eligió ese
período determinado para casarse. En realidad, no debería haber sido un
verdadero problema, ¿verdad? Bueno, normalmente no… no tenía por qué serlo, excepto que se casó con un soldado, y su esposo de nuevo cuño estaba destinado en
Alemania. Por lo que después de que los novios cortaran el pastel de bodas y se lavasen
por dentro con champán, auf wiedersehen, Christine. Pero esta vez no podía burlarme de ella diciendo: "¿cómo has podido hacerme esto a mí y a los Estados Unidos!? ¡Después de todo por lo que hemos pasado!” Aunque lo parezca, no soy ese tipo de
narcisista. Pero vamos, ¿cómo se atreve a presumir de tener una vida real?
Además, el telón de fondo de esa época estuvo
repleto de enormes cambios personales en mi vida como los que siguen: mi ruptura artística bastante conocida con Al Columbia, (bien, en el universo del
cómic fue como una especie de “Peyton Place” [1957] conoce a “Eva al Desnudo” [All
about Eve, 1950]. Fuera de ese ámbito, a nadie le importaba un comino, gracias
a Dios.) Pero también, sirvió a su vez para alimentar mayores
niveles de salvaje especulación. Debo señalar que Al y yo hemos hecho desde
hace mucho tiempo las paces. Porque no le deseo nada malo. Lo que ocurrió se lo achaco a la
locura de la juventud.
Oh, y acabo de acordarme: la banda sonora de aquel período
fue el brillante álbum de The Cure, "Disintegration". ¿Coincidencia? El corte “The Same Deep
Water as You” pareció convertirse en un aterrador mantra. La letra de Robert
Smith parecía conocer bien cuál era la coexistencia entre entropía y resignación. Admito
que escuché ese disco durante semanas, y que me generó una buena cantidad de
esperanza y redención, tan sólo porque la música era demasiado hermosa como para
ser tan abrumadoramente desoladora. A día de hoy, la canción me sigue trayendo muchos recuerdos.
De todas formas, supongo que las cosas no podían continuar siendo tan
bizarras. Era imposible.
Hasta que lo fueron, es decir, entre los números 2 y 3, el
hijo menor del Seal creció seis centímetros de altura. Consiguió convertirse en alguien bastante desgarbado. Soportó la torpeza engendrada por una voz quebradiza. Eso es lo que hace por ti entrar en la
pubertad. Apenas era ya un “niño”. Más aún, ya no era el “niño”
que tenía que posar para que yo dibujase al hijo menor del arquitecto. Los ojos me hicieron chiribitas.
Otra digresión: en este punto debería decir que no soy un esclavo de la fotografía en absoluto. No me gusta ser esclavo de algo que
podría convertirse en una muleta. Las fotos son herramientas que se pueden
utilizar y modificar para cualquier necesidad específica en cualquier trabajo
específico. Al igual que todo el mundo, yo mismo he posado, he hecho de vieja bruja y de extraterrestre adolescente. Me gusta utilizar la fotografía como posición
básica y guía para las proporciones. También puede que cambien las cosas en base a mis
conocimientos acumulados durante toda una vida dedicada al dibujo, una vida de alrededor
de unos cuarenta cuadernos de bocetos de dibujo. Otras veces simplemente me
gustaba "levantar la mierda por sí sola”. Es prerrogativa del artista. Me recuerda a lo que Al Williamson
me comentó una vez sobre un momento en el que estuvo intentando dibujar las
escenas que se le ocurrían en lugar de utilizar fotografías. Se refirió a esa forma de actuar como "tener que encontrar de nuevo el talento".
Pero una de las demandas (requisitos
previos) que me impuse en Big Numbers fue trabajar casi exclusivamente con modelos en la
medida de lo posible. Quería el mayor
grado de verosimilitud fotográfica ilustrativa del que fuese capaz. Maldita
sea, iba a conseguir la referencia exacta sin importar cómo lo hiciese. Visto en retrospectiva,
fue un vano intento de controlarlo todo -todo- por completo, porque las cosas
se arremolinaban y chocaban en el aire cercano. Fue mi período
Stanley Kubrick. Por supuesto, cuanto más trataba de controlarlo todo, más me
pateaba la Vida Real en el culo. Arriba y abajo por el
corredor de la Ruta
95.
Por lo tanto, cuanto más tiempo pasaba, más detritus se
generaba y más tupido se hacía el bosque. Después de leer el
tercer número me di cuenta de que tal y como había ocurrido en Elektra: Asesina, la alteración estilística parecía bastante apropiada. El beneficio inmediato era que podía mostrar mejor el
entorno cada vez más caótico en el que habitaban los personajes, y también aceleraría
el proceso y la producción de páginas. (O eso es lo que me esperaba: como he dicho,
necesitaba conseguir una sensación de control de este gigante en fuga.) Por lo
tanto, empecé a hacer las páginas a pluma y tinta, con apoyo adicional de
aerografía, salpicaduras y lápiz con entramado. Puede que el estilo -o más bien la técnica-
pudiese parecerles incongruente a algunos, pero estaba decidido a hacer todo lo posible por cambiar el estilo en favor del gestalt contextual de la serie. Big
Numbers iba de encontrar orden en el caos. Y las cosas no podrían haber sido
más caóticas de lo que eran en ese mismo momento. Y además, mi trabajo siempre
ha tratado acerca de poner orden en el desorden. O simplemente de hacer rayajos -sólo rayajos- y nada más que rayajos, según la percepción de mis
detractores, en plan: "¿Pero qué es toda esta mierda rasposa y rascada? ¡AGH!” Pero en realidad suelo hacer lo que
me gusta hacer. Para mí era como respirar: hacer correcciones artísticas desde lo que me parecía que me estaba voceando que eran errores que pedían
ser redirigidos, vestir de seda a la mona, abarcar lo inabarcable... creo que coges la idea.
En algún lugar del camino de este libro secular de
matemáticas y caos se habían desdibujado los límites entre religión y vida
real, o más apropiadamente, en lugar de religión, pon por ejemplo, espiritualidad, como
si los evangelios gnósticos y la idolatría pagana hubiesen sido asumidos por
las religiones nacientes del cristianismo y el judaísmo por culpa de conveniencias
políticas (en un momento en el que probablemente fuesen el equivalente de los “cultos”,
hasta que se convirtieron en una auténtica Nova para las masas.) El arte se infiltró en el
comercio. El comercio empezó a sangrar y sangrar, desangrándose como un loco. El Caos
como Tema se reunió con el Caos en la Realidad... y el reloj siguió marcando las horas,
las páginas del calendario se arremolinaban en un puré cocinado a base de
pergaminos alrededor de mi mesa de dibujo, como si fuese un mal montaje
cinematográfico. Los plazos volaron en mil pedazos. No podía dormir, y eso me
sirvió de mucho. Me habían confiado esto para sacarlo adelante, para “sostenerlo”, para
mostrar mis agallas, y se me estaba yendo a pique por tercera vez... cada vez
había menos dinero. La productividad se vio seriamente afectada. Big Numbers se
convirtió en mi vida. No sólo la serie que Alan y yo estábamos intentando hacer,
sino que Big Numbers era la placa de Petri de una verdadera vida caótica. Había perdido a un padre, una relación, había comenzado una nueva, pasado por la
debacle con mi asistente de dibujo, y me había dado cuenta de hasta qué punto tenía
detrás la proverbial bola ocho que yo mismo me había buscado. Y que también había
rastreado a Alan, a Big Numbers, y a la gente de Tundra. Y por supuesto, a los
lectores, también de suma importancia.
Así que dicho en inglés sencillo, entre los números 2 y 3, mi así llamada "vida" se
convirtió en un completo infierno personal: no estoy diciendo esto como si
fuese el escenario de un quejumbroso “¡Ay de mí”. Que le jodan a esa mierda de forma de pensar. Te lo estoy comunicando por otra razón egoísta: quiero enfrentarme a los
especuladores y a todas esas "excelentes autoridades irreprochables"
que, por favor, acordaos, ¡ni siquiera estaban allí en ese momento! y que todavía se piensan
que (con toda franqueza, así es como yo lo veo) pueden sacar la cabeza del culo
(que es un elegante truco de salón, aunque no valga como sustituto de precisión
expositiva sino, bueno, sólo para sacar la cabeza del culo de uno. Las cosas pueden oler
bastante a podrido en Dinamarca. O en Oz. O en…) Sí, lo sé, probablemente estoy
escupiendo contra el viento al querer hacer hincapié en todas estas cosas en un
esfuerzo por terminar de una vez por todas con la especulación, la presunción y
las insinuaciones de "él dijo, y él dijo, y ella dijo”. Esa sí que es buena.
Por lo tanto, finalmente todo esto me lleva hasta el momento
en que terminé el tercer número en su totalidad, después de haber aceptado
liberarme de las riendas de la serie, y por eso les entregué en mano todos los dibujos
de Big Numbers nº 3 a Paul Jenkins y Kevin Eastman, y me marché al campo de la publicidad
y la ilustración... una ruptura que suponía todo un imperativo... y al hacerlo, efectivamente,
le pasé la antorcha a Al.
Pensaba que ese sería el final de todo.
En muchos sentidos, tan sólo fue el principio. El tumulto “detrás del telón” de Big Numbers se correspondía asombrosamente con
el guión de Alan. Se convirtió en el Arte imitando a El Arte que imita a la vida que
imita… bueno, la sinapsis se infló e infló gravemente.
Para aquellos de vosotros que no estéis inclinados a tomaros
todo esto como algún tipo de alumbramiento de la conciencia, estoy de acuerdo con vosotros.
No busco la absolución. No estoy buscando evadir responsabilidades o excusas. Simplemente estoy presentando la cadena de acontecimientos lo mejor que
la recuerdo. Quiero ofrecer mis propias respuestas (buenas, malas y malísimas) a cada
situación que se haya planteado. Asumo toda la responsabilidad por la pérdida de control
de las cosas que deberían haber estado bajo mi control. De hecho, en mi estudio
yo era el adulto. En muchos sentidos, mi ayudante era un niño, y no estaba
preparado para manejar ciertas responsabilidades. Estoy seguro de que él estará de
acuerdo con que en aquel entonces las cosas se volvieron bastante estrafalarias. Todos
nosotros estábamos montando un salvaje toro-dragón que odiaba que le aplicasen las
espuelas en las costillas. Espero que Al y su familia tengan una vida tranquila
y feliz.
Poder contar a Kevin Eastman, Paul
Jenkins y Alan Moore entre mis amigos, y encima que sean tan generosos, me hace sentir bendecido. Me encantan
estos chicos. Hacen que mi mundo sea más brillante, tanto en los cómics como en
la vida.
Si pudiese ser narcisista por un momento ("¿sólo un
momento?” Algunos de vosotros sin duda habréis pensado: “lleva escribiendo
un tratado ególatra desde la primera palabra".) Sin embargo, aquí va: me
enorgullezco de ser un profesional, y más que nunca en la actualidad. Sentía que
Big Numbers se había convertido en mi Moby Dick: la gran ballena blanca metafísica surgida
de mi interior.
A día de hoy lamento que Alan y yo nunca terminásemos la
serie. En realidad, literalmente no puedo soportar la idea de que quede ese hueco
en nuestras vidas creativas, y ciertamente en la mía. Y honestamente, no hay
una sola semana que no piense en completarlo, que no piense en contactar
con Alan y decirle: "Aquí un adulto. ¿Qué me dices? ¡Kick Out The Jams!" Comprendo su enorme decepción, aunque no tengo ninguna duda de que la ha
superado. Y sin duda se ha vuelto aún más brillante, si es que eso es posible.
Me he disculpado con Alan y con los demás personalmente. Y también me disculpo
con vosotros, los lectores. Vosotros, todos y cada uno de vosotros sois una
joya y una clara razón por la que esforzarme para daros algo a cambio, algo que
marque alguna pequeña diferencia en base a mis limitadas capacidades, y eso a pesar
de mis debilidades humanas. No soy para nada religioso (espiritualidad y religión
no son sinónimos). Aún así, ahora, mayor y más sabio, tal vez incluso mejor de lo que era hace muchos años, estoy rezando. Esas cabezas más maduras y
frescas son las que han sido capaces de prevalecer todo este tiempo.
Simplemente he intentado presentar mi versión, el punto de
vista de un tipo que estuvo en el epicentro del terremoto. Dudo mucho que lo
que he escrito termine con las especulaciones o altere las agendas de nadie. No
soy un ingenuo. Creo que en retrospectiva, simplemente hubo muchos factores que
jugaron un papel importante en la implosión de Big Numbers. Yo no era más que
uno de ellos. Uno importante, pero sólo uno de ellos.
Sé lo que haría falta para conseguir que la culminación de
Big Numbers se convirtiese en una realidad. Pero cualquiera que sea ese algo, me lo reservo
como mi propia Teoría del Caos.
Gracias por
vuestro tiempo.
Bill
Sienkiewicz
En algún lugar de Connecticut.
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