Artículo de Bill Randall para The Comics Journal nº 282 (2007)
Leer manga en América es como mirar a través de un cristal, aunque la vista pueda ser un poco más desvaída. Tienes cierta sensación de lo que puede haber en el otro lado, pero los indicios son borrosos. Por ejemplo, a juzgar por su obra traducida al inglés, Moto Hagio parece una aficionada en lugar de una titánide. Los editores se han centrado en sus trabajos más recientes y han excluido sus pasos anteriores (claro, por supuesto que este nicho de mercado está empezando, pero el rey de este año, Naruto, es una nota a pie de página en la historia de seis décadas del manga de posguerra). También resulta vergonzoso, porque el manga es más susceptible de producir creaciones de autor que el cine, así que una de las principales alegrías es darse cuenta de cómo cada nueva obra encaja en el mundo en constante cambio de su creador.
Teniendo esto en cuenta, me gustaría revisar algunos autores establecidos, dos de los cuáles he tratado antes, y otros dos que me resultan nuevos. Con solo una excepción, todos han disfrutado de largas carreras, pero ninguno ha conseguido todavía impacto alguno en Occidente. En cuanto al manga traducido al inglés, representan la punta del iceberg. Hasta ahora hemos recorrido un largo camino (echa un vistazo a Journalista [otra sección de The Comics Journal] para ver las ventas), pero nos queda mucho por delante. Si parece que me repito al volver a escribir sobre Yuichi Yokoyama o porque me centro en autores que deberían traducirse al inglés, bueno, algunas cosas merecen repetirse, y también esperarse.
VIAJE (Toraberu), de Yuichi Yokoyama. [Publicado en castellano por Apa Apa]
A pesar de mis bramidos sobre los artistas más viejos, este primer tomo es francamente futurista. Yokoyama, cuya obra New Engineering examiné en octubre de 2004, retoma su poliéster y cromo del Siglo XXII y lo inyecta en la temática de los viajes. Mientras muchos dibujantes se revuelcan en la nostalgia, Yokoyama se esfuerza por renunciar a mostrar una visión de lo que está por venir, a pesar de que sus predicciones se parezcan mucho a las de Tokio visto desde la Torre Mori. Si es que en ese Tokio cada hombre con cara de piedra vistiese traje de lunares, claro.
Su singular estilo no ha cambiado, pero a diferencia de las viñetas de New Engineering, Viaje mantiene sus visiones a lo largo de una historia sin palabras que dura todo un tomo. Los anteriores vistazos a a la arquitectura, moda y compras dan paso a una sola acción: con la intención de tomarse unas vacaciones, tres de sus no-personajes característicos se pasan cerca de dos páginas mirando folletos de viaje. Luego su viaje en tren dura 193 más. Las vacaciones en sí son tan profundas como su sentido de la moda. Lo que ellos -y nosotros- conservamos es la experiencia en sí.
Y cómo llegan hasta el destino. Viaje se trabaja todas las variaciones imaginables de un viaje en tren, incluso esquemáticamente, con una profundidad inimaginable en los trabajos más breves del autor. Comienza con el embarque de un trío de pasajeros, cada uno de ellos en un vagón, que primero estaban vacíos, luego salpicados de viajeros, y luego llenos de estudiantes que van de excursión. Durante el viaje se fijan en la brillante luz del sol, en la furiosa lluvia, luego en las nubes, en los campos y los suburbios cercanos a la ciudad. Patos y cazadores y ríos, embalses, cornamentas, carreteras, peatones. Pequeños riffs de conocimiento, como jazz producido por Devo. Sin la cadencia del swing.
Pero esto no es un pecado. El ritmo esquemático de la historia se hace eco del ritmo de sus diseños. El autor dibuja como un diseñador de moda, su trazo limpio mezcla la alta costura cubista con un poco de arte pop. Estaría a sus anchas en una bande-dessiné o en un anuncio publicitario. Más importante aún, sus páginas se basan en diseños mínimos como los óvalos perfectos de las cabezas de los pasajeros o las vías del tren que se deslizan hacia el horizonte. Estas formas chocan con los bordes de la viñeta, que se inclinan y fluyen al ritmo de un coro maravilloso, a veces delirante.
Por supuesto, la música es la más abstracta de las artes, y las páginas musicales de Yokoyama no son ajenas a la abstracción. Formalista en el buen sentido, a menudo deja que el diseño deje la historia a un lado. Las mejores de todas son las páginas del paisaje que pasan de forma apresurada, cuando las líneas de velocidad se alinean en los bordes de la viñeta desde el desierto hasta la ciudad. Sus paisajes urbanos recuerdan a la película Koyaanisqaatsi [Life out of Balance, 1982], en sí misma una poderosa revisión de cómo se puede ver el mundo. Pero a diferencia de esa marcha funeraria tecnológica, Travel es bastante divertido.
Por ejemplo, ¿cómo enciendes un cigarrillo? La respuesta es mundana, pero Yokoyama la utiliza durante diez páginas absurdas con el mismo peso épico de Kirby. El humo llena el vagón del tren y se alza en busca de las nubes, nublando las montañas a través de la ventana. Antes de que se extinga, oscurece a un volcán humeante, una proeza que no es precisamente pequeña para un pequeño palito de tabaco. De hecho, cada acción mundana del viaje tiene el mismo peso, con matices que van desde lo apocalíptico hasta lo cataclísmico. Las miradas de los otros pasajeros, todos ellos dandies a la moda, evocan una improbable claustrofobia. Sus personajes robóticos llevan todo a cabo con la misma gravedad épica, lo que transforma el viaje en uno divertido e irónico.
Comparado con sus colegas de estantería, el humor y el estilo de Yokoyama lo catalogan como un verdadero original. Está por ver si cambiará su estilo o seguirá indagando en el territorio artístico elegido, pero solo por la fuerza de estos dos tomos lo recordaremos. Sin embargo, su estilo hace que encontrar parentesco con otros dibujantes mundiales, y mucho menos con otros mangaka, no sea una tarea fácil. En mi artículo anterior, alineé sus tendencias de elaboración de mundos con los dibujantes de Fort Thunder. Cuando leo el Ninja de Brian Chippendale en su gloriosa forma recopilada, me siento de la misma forma, pero una comparación más útil y específica podría ser Chris Forgues. Yokoyama se parece mucho a él. Si un director de arte avispado se fijara en sus obras, se quedaría extasiado con sus agradables geometrías.
No obstante, los artistas Fort y post Fort viven en el underground, mientras que Yokoyama aparentemente hace sus compras en Roppongi Hills. Sus obras tienen toda la energía y el pulimento de la rica Tokio, un nexo con el mundo globalizado de la moda, el diseño y el arte expuesto en galerías. Por lo que sé, podría vivir en Berlín y ganarse las judías en Los Ángeles, y espero que su reciente libro de pinturas aparezca en las tiendas de arte de los Estados Unidos antes que sus manga. En este sentido, es bastante convencional, eso asumiendo que los cuellos de poliéster sigan teniendo tanto prestigio. Sin embargo, no conozco ningún plan para traer sus manga a los Estados Unidos. Eventualmente llegarán, claro. ¿Puede que alguna de las grandes lo publique el próximo año? Si lo hace, será un signo de que existe un mercado diversificado y saludable.
Si no, bueno, no será porque su trabajo no viaje de punta a punta del mundo. En Francia está disponible, y sé que también lo estará en Norteamérica, salvo que sus editores sufran un choque de trenes. La única causa posible de ese desastre sería que las personas al cargo no estuviesen prestando la suficiente atención.
(Continuará)
Leer manga en América es como mirar a través de un cristal, aunque la vista pueda ser un poco más desvaída. Tienes cierta sensación de lo que puede haber en el otro lado, pero los indicios son borrosos. Por ejemplo, a juzgar por su obra traducida al inglés, Moto Hagio parece una aficionada en lugar de una titánide. Los editores se han centrado en sus trabajos más recientes y han excluido sus pasos anteriores (claro, por supuesto que este nicho de mercado está empezando, pero el rey de este año, Naruto, es una nota a pie de página en la historia de seis décadas del manga de posguerra). También resulta vergonzoso, porque el manga es más susceptible de producir creaciones de autor que el cine, así que una de las principales alegrías es darse cuenta de cómo cada nueva obra encaja en el mundo en constante cambio de su creador.
Teniendo esto en cuenta, me gustaría revisar algunos autores establecidos, dos de los cuáles he tratado antes, y otros dos que me resultan nuevos. Con solo una excepción, todos han disfrutado de largas carreras, pero ninguno ha conseguido todavía impacto alguno en Occidente. En cuanto al manga traducido al inglés, representan la punta del iceberg. Hasta ahora hemos recorrido un largo camino (echa un vistazo a Journalista [otra sección de The Comics Journal] para ver las ventas), pero nos queda mucho por delante. Si parece que me repito al volver a escribir sobre Yuichi Yokoyama o porque me centro en autores que deberían traducirse al inglés, bueno, algunas cosas merecen repetirse, y también esperarse.
VIAJE (Toraberu), de Yuichi Yokoyama. [Publicado en castellano por Apa Apa]
A pesar de mis bramidos sobre los artistas más viejos, este primer tomo es francamente futurista. Yokoyama, cuya obra New Engineering examiné en octubre de 2004, retoma su poliéster y cromo del Siglo XXII y lo inyecta en la temática de los viajes. Mientras muchos dibujantes se revuelcan en la nostalgia, Yokoyama se esfuerza por renunciar a mostrar una visión de lo que está por venir, a pesar de que sus predicciones se parezcan mucho a las de Tokio visto desde la Torre Mori. Si es que en ese Tokio cada hombre con cara de piedra vistiese traje de lunares, claro.
Su singular estilo no ha cambiado, pero a diferencia de las viñetas de New Engineering, Viaje mantiene sus visiones a lo largo de una historia sin palabras que dura todo un tomo. Los anteriores vistazos a a la arquitectura, moda y compras dan paso a una sola acción: con la intención de tomarse unas vacaciones, tres de sus no-personajes característicos se pasan cerca de dos páginas mirando folletos de viaje. Luego su viaje en tren dura 193 más. Las vacaciones en sí son tan profundas como su sentido de la moda. Lo que ellos -y nosotros- conservamos es la experiencia en sí.
Y cómo llegan hasta el destino. Viaje se trabaja todas las variaciones imaginables de un viaje en tren, incluso esquemáticamente, con una profundidad inimaginable en los trabajos más breves del autor. Comienza con el embarque de un trío de pasajeros, cada uno de ellos en un vagón, que primero estaban vacíos, luego salpicados de viajeros, y luego llenos de estudiantes que van de excursión. Durante el viaje se fijan en la brillante luz del sol, en la furiosa lluvia, luego en las nubes, en los campos y los suburbios cercanos a la ciudad. Patos y cazadores y ríos, embalses, cornamentas, carreteras, peatones. Pequeños riffs de conocimiento, como jazz producido por Devo. Sin la cadencia del swing.
Pero esto no es un pecado. El ritmo esquemático de la historia se hace eco del ritmo de sus diseños. El autor dibuja como un diseñador de moda, su trazo limpio mezcla la alta costura cubista con un poco de arte pop. Estaría a sus anchas en una bande-dessiné o en un anuncio publicitario. Más importante aún, sus páginas se basan en diseños mínimos como los óvalos perfectos de las cabezas de los pasajeros o las vías del tren que se deslizan hacia el horizonte. Estas formas chocan con los bordes de la viñeta, que se inclinan y fluyen al ritmo de un coro maravilloso, a veces delirante.
Por supuesto, la música es la más abstracta de las artes, y las páginas musicales de Yokoyama no son ajenas a la abstracción. Formalista en el buen sentido, a menudo deja que el diseño deje la historia a un lado. Las mejores de todas son las páginas del paisaje que pasan de forma apresurada, cuando las líneas de velocidad se alinean en los bordes de la viñeta desde el desierto hasta la ciudad. Sus paisajes urbanos recuerdan a la película Koyaanisqaatsi [Life out of Balance, 1982], en sí misma una poderosa revisión de cómo se puede ver el mundo. Pero a diferencia de esa marcha funeraria tecnológica, Travel es bastante divertido.
Por ejemplo, ¿cómo enciendes un cigarrillo? La respuesta es mundana, pero Yokoyama la utiliza durante diez páginas absurdas con el mismo peso épico de Kirby. El humo llena el vagón del tren y se alza en busca de las nubes, nublando las montañas a través de la ventana. Antes de que se extinga, oscurece a un volcán humeante, una proeza que no es precisamente pequeña para un pequeño palito de tabaco. De hecho, cada acción mundana del viaje tiene el mismo peso, con matices que van desde lo apocalíptico hasta lo cataclísmico. Las miradas de los otros pasajeros, todos ellos dandies a la moda, evocan una improbable claustrofobia. Sus personajes robóticos llevan todo a cabo con la misma gravedad épica, lo que transforma el viaje en uno divertido e irónico.
Comparado con sus colegas de estantería, el humor y el estilo de Yokoyama lo catalogan como un verdadero original. Está por ver si cambiará su estilo o seguirá indagando en el territorio artístico elegido, pero solo por la fuerza de estos dos tomos lo recordaremos. Sin embargo, su estilo hace que encontrar parentesco con otros dibujantes mundiales, y mucho menos con otros mangaka, no sea una tarea fácil. En mi artículo anterior, alineé sus tendencias de elaboración de mundos con los dibujantes de Fort Thunder. Cuando leo el Ninja de Brian Chippendale en su gloriosa forma recopilada, me siento de la misma forma, pero una comparación más útil y específica podría ser Chris Forgues. Yokoyama se parece mucho a él. Si un director de arte avispado se fijara en sus obras, se quedaría extasiado con sus agradables geometrías.
No obstante, los artistas Fort y post Fort viven en el underground, mientras que Yokoyama aparentemente hace sus compras en Roppongi Hills. Sus obras tienen toda la energía y el pulimento de la rica Tokio, un nexo con el mundo globalizado de la moda, el diseño y el arte expuesto en galerías. Por lo que sé, podría vivir en Berlín y ganarse las judías en Los Ángeles, y espero que su reciente libro de pinturas aparezca en las tiendas de arte de los Estados Unidos antes que sus manga. En este sentido, es bastante convencional, eso asumiendo que los cuellos de poliéster sigan teniendo tanto prestigio. Sin embargo, no conozco ningún plan para traer sus manga a los Estados Unidos. Eventualmente llegarán, claro. ¿Puede que alguna de las grandes lo publique el próximo año? Si lo hace, será un signo de que existe un mercado diversificado y saludable.
Si no, bueno, no será porque su trabajo no viaje de punta a punta del mundo. En Francia está disponible, y sé que también lo estará en Norteamérica, salvo que sus editores sufran un choque de trenes. La única causa posible de ese desastre sería que las personas al cargo no estuviesen prestando la suficiente atención.
(Continuará)
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