Por Warren Ellis para Wired, mayo
de 2009, traducido por Frog2000.
Estoy mirando una imagen que espero que de verdad sea obra del Photoshop. Representa un urinario para hombres donde se ven conectados sendos brazos robóticos a cada lado. Las “manos” del robot, negras y con aspecto de atenazadoras mandíbulas, están desplegadas en un gesto de bienvenida. La mente humana tiene tendencia a pensar de forma antropomórfica, y no me ha llevado mucho tiempo identificar cosas que podrían ser ojos, así que ya ves, con esos brazos parece una pequeña cabeza de Mr. Potato y, oh, por Dios, esa grieta en la porcelana se asemeja a unas fauces, por lo que antes de que te des cuenta habrás dejado de dormir y empezado a orinar únicamente en botellas de agua mineral vacías.
Estoy mirando una imagen que espero que de verdad sea obra del Photoshop. Representa un urinario para hombres donde se ven conectados sendos brazos robóticos a cada lado. Las “manos” del robot, negras y con aspecto de atenazadoras mandíbulas, están desplegadas en un gesto de bienvenida. La mente humana tiene tendencia a pensar de forma antropomórfica, y no me ha llevado mucho tiempo identificar cosas que podrían ser ojos, así que ya ves, con esos brazos parece una pequeña cabeza de Mr. Potato y, oh, por Dios, esa grieta en la porcelana se asemeja a unas fauces, por lo que antes de que te des cuenta habrás dejado de dormir y empezado a orinar únicamente en botellas de agua mineral vacías.
Lo peor es la frase que acompaña
a la imagen, que explica que este amigable inodoro es el mejor robo-amigo
posible que pueda existir para hacer tus necesidades. Los brazos son para sostener tu
pene mientras miccionas, dejando libre tus manos para otras cosas esenciales
como usar el teléfono móvil, rascar una tarjeta de lotería o agitarlas
frenéticamente para que alguien te rescate o te de pasaporte.
Así que, sí, espero que no
sea un prototipo funcional preparado para el futuro de los Eloi, donde los
hombres son tan mierdosos como para no querer fatigarse sosteniendo su viejo
hueso mientras echan una meada. Además, mucha gente sabe que hay monos a los que han conectado brazos robóticos al cerebros. Yo no voy a poner mi
dispensador de pasta de “papi” en cualquier lugar donde haya un
conjunto de brazos robóticos que podrían estar conectados neurológicamente a
algún chimpancé sarnoso completamente desquiciado por el mal funcionamiento de
su botón de comida y que fantasea con evocar a Roddy McDowall en señal de
protesta.
Mientras escribo esto, el EATR se encuentra en pleno desarrollo. El “Energetically Autonomous Tactical
Robot” financiado por Darpa es un robot diseñado para comer todo lo que tenga
enfrente como combustible. Combustible que utilizará para deambular por
ahí con sus compañeros y matar a seres humanos. Incluso mejor aún, una vez que
los cadáveres humanos se hayan secado un poco, el EATR se los podría comer también como alimento y continuar vagando con el resto de colegas en enjambres y siguiendo matando seres humanos. Claro, su constructor e instructor afirma que este sucio
asunto es en “beneficio de la humanidad”. Pero si Darpa pudiese encontrar una
forma de adaptar un rayo mortal para internet... bueno, probablemente la
mayoría de nosotros no estaríamos leyendo esto. No es que tengan la
intención de que el EATR (¡lo han llamado EATR! ) ruede hasta una granja y se coma
babosas para seguir funcionando, como ocurría con ese lindo agro-bot que
apareció en la BBC hace unos años. El EATR se comerá troncos, animales atropellados
y arbustos, y básicamente todo lo que está o ha estado vivo, y todos los
humanos que pueda cazar a tiros, hacer explotar y probablemente destripar.
Recuerdo leer el guión de los hermanos Wachowski para Matrix en 1997 o así, que me había enviado mi agente del
mundo del cine en esa época, y pensar que era una bonita obra de ciencia
ficción para todo el mundo. Sus influencias eran claras y evidentes, pero se necesitan mentes interesantes para ahondar en la idea de cuántas unidades térmicas británicas es capaz de producir el cuerpo humano. En realidad, averiguar cuántas calorías gasta el cuerpo
humano no sería demasiado útil para su argumento. Pero esa omisión podría ser uno de los errores famosos de la ciencia ficción como herramienta
especulativa, al igual que lo es la ausencia de teléfonos móviles en la ficción
cyberpunk. Lo último que alguien quiere escuchar sobre ti, amigo lector, es el
sonido de tu persona arrastrada dentro de una zanja por un enjambre de
EATRS, al igual que le ocurría a Charlton Heston al final de Soylent Green,
mientras expresaba a viva voz: “¡No nos quieren usar como baterías, nos quieren como barritas de
energía!”
Los Wachowski se irán a la tumba
(en realidad a los estómagos de los robots) sabiendo que van a ser recordados por
los supervivientes del Robochompcalypso como las únicas personas que fallaron
al vaticinar lo que se avecinaba.
Todo lo cuál ilustra una cosa muy
peculiar de la ciencia ficción: la gente se espera que alguien sea capaz de predecir el futuro.
Todo lo que H.G. Wells fue capaz de decir es: “todo se va a ir a la mierda en
1940”, y todo el mundo se pensaba que se estaba follando a Nostradamus. El género
tiene bien pegada esa etiqueta: la ciencia ficción va sobre predecir el futuro.
Sólo que no es así. No puede ser.
El futuro es un blanco móvil. No es igual de previsible que el tiempo que va a hacer la próxima semana, e incluso los
que predicen el tiempo fallan por culpa de esos extraños huracanes devastadores. La
ciencia ficción nunca te va a decir lo que vas a tener que hacer el año que
viene. Lo que sí que hace bien es utilizar la especulación para examinar el estado
de las cosas en la actualidad, aunque sin embargo sea capaz de advertir sobre posibles futuros.
Por lo tanto, si quieres
ahorrar dinero, haz como yo e invierte en seguridad contra robots
carnívoros. Y ten mucho cuidado con los aseos públicos.
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