Entrevista realizada por Kim Thompson para The Comics Journal nº 112 (1987). Traducción: Frog2000. Parte 1, parte 2, parte 3, parte 4.
LOFFICIER: En lugar de copiar sistemáticamente a otros dibujantes.
GIRAUD: Si, y no buscar un mentor, o la inspiración, solo entre compañeros. Aunque de todas formas, es un consejo absolutamente idiota, porque a todo el mundo le influencian muchas cosas: el mundo de la política, el cine...
LOFFICIER: No es tan idiota: hay muchísimos autores cuyo alimento principal está formado por lo que hacen otros historietistas, lo que no era tan cierto hace 15 años. Hay gente que ahora se está fabricando una carrera de prestigio con lo que esencialmente solo es una regurgitación, más pulida, de...
THOMPSON: O menos.
LOFFICIER: A veces menos, pero igualmente es una aberración. Por ejemplo, antes hemos estado hablando sobre John Byrne. Ha hecho un extenso, y muy moderno, uso de las estructuras narrativas de Jack Kirby.
GIRAUD: Pero eso tampoco está mal. No me opongo a esas cosas. Si el autor sabe lo que está haciendo.
THOMPSON: Y aún así, hay una línea que separa a John Byrne de Yves Chaland, ¿no crees, Jean-Marc?
LOFFICIER: Bueno, lo de Yves Chaland también me molesta un poco. Encuentro problemático que alguien se confine en el estilo de los cincuenta de Jijé...
GIRAUD: Me dijeron lo mismo en mis comienzos. ¡Que también tenía el mismo estilo de Jijé en los cincuenta [risas]!
LOFFICIER: Pero partiendo de ese estilo, has ido evolucionando.
GIRAUD: Como Chaland. Su obra es muy interesante. No es nada apocado. Lo conozco en persona, y es alguien muy agudo.
LOFFICIER: Hay cierta comodidad psicológica en el hecho de encontrar refugio a la sombra de otro estilo...
GIRAUD: Sin embargo, lo hace porque le encanta. No me parece una cuestión de oportunismo.
LOFFICIER: La gente que lo hace bien, lo hace por amor a un autor. A John Byrne le encanta Kirby, de una forma nostálgica y de todo corazón. Pero creo que limita un poco.
GIRAUD: Por otro lado, los límites de alguien...
LOFFICIER: ...pueden ser el paraíso de otra persona.
GIRAUD: ...son el infinito para otro [risas]. Volviendo a la analogía de la montaña, propongo otra comparación: en lugar de hablar sobre montañas, hablemos de cielo e infierno. Viajas desde el infierno hasta el cielo, y cuando llegas a la cima del cielo, te vuelves corriendo al infierno desde ese paraíso superior [risas.] Esto también me recuerda el concepto de la aridez: cuando entras en un nuevo campo, sufres, te resulta difícil, aún no lo tienes dominado, todavía no has alcanzado el paraíso.
THOMPSON: Cuando Metal Hurlant publicó "Arzach", "Jerry Cornelius", etc, se produjo una reacción en su contra, ¿no?
GIRAUD: No. Bueno, hubo cierta reacción contra el concepto de las historias sin argumentos. Aunque de hecho, era solo una forma diferente de encontrarlo. Lo único con lo que podía hacer frente a las críticas era mediante mi versatilidad, mi habilidad para cambiar entre estilos. De todas formas, cuando salió "Arzach" precipitó la eclosión de varios artistas que intentaron hacer cosas similares. Se podría tildar de epidemia, pero a algunos autores les intrigaba mi actitud de puertas abiertas y de hacer las cosas por uno mismo, aunque a veces diese resultados mixtos, especialmente en revistas como Metal Hurlant, para un mercado más o menos de masas.
LOFFICIER: Supongo que la reacción negativa en los Estados Unidos que mencionas, se debe a un retroceso puritano.
THOMPSON: Es posible, pero es bastante difícil encontrar autores o críticos afines en los Estados Unidos que tengan algo bueno que decir sobre Heavy Metal. Ciertos autores, como Moebius, Druiller, y otros, son populares, pero la inmensa mayoría...
GIRAUD: Mira, como autor y como crítico, Heavy Metal me parece una estupidez. Es un batiburrillo. La revista no tiene una línea definida. En realidad es un catálogo absurdo, sin coherencia alguna, que sigue todo tipo de tendencias. Por eso se la puede criticar sin problema.
LOFFICIER: Es la diferencia principal entre Heavy Metal y Metal Hurlant. Metal Hurlant tenía un método, una postura política, una selección de autores en una etapa parecida de evolución personal. Mientras que Heavy Metal intentaba trasplantar a los Estados Unidos una evolución que todavía no había empezado en este país, pero que quizá lo haría en años siguientes. Intentaron imponer al público una evolución artificial.
GIRAUD: Quizá suene extraño, pero en Metal Hurlant se puede encontrar un ánimo parecido al que veo en L.A. Weekly.
LOFFICIER: O en el Village Voice.
GIRAUD: O en el Village Voice. Si le quitas esas raíces se convierte en algo inquietante.
THOMPSON: Tu relación con el cine, que ha continuado con la producción y el trabajo de diseño de algunas películas como Alien, Tron y Masters del Universo, tuvo lugar al juntarte con Alejandro Jodorowsky en el proyecto abortado de Dune. ¿Cómo llegásteis a conoceros?
GIRAUD: ¿Cómo conocí a Jodo? Buuuf... Podría responder que nos conocimos porque teníamos que conocernos [risas].
THOMPSON: Estaba predestinado...
GIRAUD: ...en el gran libro [risas]. Tiene mucho que ver con la relación entre los cómics y el cine. Lo que trae a colación una cuestión diferente, a saber, la propia relación entre ambos medios. El cine siempre ha intentado enriquecerse integrando en el proceso de producción elementos ajenos, elementos de otras formas artísticas más libres, de naturaleza menos industrial. Los aspectos más industriales de las películas suponen tanto su punto fuerte como su debilidad: las ideas, las tendencias estéticas, las corrientes de estilo, tienden a ser laminadas por el sistema de producción. Cuando un artista que trabaja en ese tipo de sistema conoce a un escritor sin obligaciones prácticas, que tiene completa libertad para usar su hoja de papel en blanco, o a un autor, de cómics o de artes plásticas, capaz de enfilar la dirección que le apetezca sin ataduras, se da cuenta de que esa gente está explorando nuevas direcciones que podrían inyectar un poco de vitalidad en el sistema industrial cinematográfico, que es más lento y pesado, con una dificultad de movimientos mayor. Los dos medios terminan padeciendo: la unión siempre resulta dolorosa. Pero para que eso suceda, por lo general son los creadores del mundo del cine quienes se fijan con atención para intentar encontrar a los autores que podrían ayudarlos. Y con menos frecuencia, los productores. Hay algunos productores que están muy bien informados, y directores de mente estrecha. En este caso en particular, se produjo un encuentro de ese cariz entre el mundo del cine -Jodo-, y el de los cómics -Moebius-. Giraba en torno al proyecto Dune, que terminó por no llevarse a cabo, pero continuamos nuestra relación personal. Conocer a Jodorowsky no ha sido un encuentro profesional sin colaboraciones de ningún tipo más, sino que se ha convertido en algo esencial en mi vida. Ha supuesto un punto de inflexión verdaderamente importante en mi biografía, y además, me ha demostrado que la vida personal y profesional se pueden entrelazar de una forma inextricable.
THOMPSON: ¿Cuántos capítulos de la saga de El Incal habéis hecho hasta el momento?
GIRAUD: Cuatro. En lugar de hacer lo que estoy haciendo, debería estar trabajando en el quinto [risas]. Siempre surge algo que me impide empezar con la primera página. Pero en cuanto empiece, ya no voy a poder parar [risas].
LOFFICIER: Si Marvel se queda contenta con las ventas de los primeros seis álbumes de Moebius, nos gustaría continuar la colección con los álbumes del Incal. Todavía no los hemos editado porque iban a ser seis tomos en total, y cada uno continúa en el siguiente. No puedes empezar a mitad de la saga. Al Incal se le ha imitado mucho. Me fijé en un comic book que...
GIRAUD: El propio Incal no es sino una imitación... su origen es una serie que hice con Dan O´Bannon titulada "The Long Tomorrow".
LOFFICIER: Roy Thomas me pasó un número de "Kelvin Mace", que le regalé a tu hijo, en la que reconocí un montón de ilustraciones que me recordaban al primer tomo del Incal. No sé de quién era el dibujo [Klaus Schoenefeld], pero estaba muy bien, ese tío tenía talento.
THOMPSON: Lo tenía. Falleció hace algunos años.
GIRAUD: Oh, qué mal. Me gustaba.
THOMPSON: Tu obra más reciente exhibe un acabado más sencillo y refinado. ¿Es una decisión estética o filosófica?
GIRAUD: [Sigh.] No tengo planeada trayectoria gráfica alguna, no hay nada premeditado. No me propongo cosas en plan: "de acuerdo, en la carrera de Moebius voy a hacer esto de esta forma, y luego evolucionaré hacia este otro lado". Cuando te levantas cada mañana y te pones a dibujar, haces lo que te pide el cuerpo. Algo con lo que te lo pases bien, porque de otra forma, se convertiría en un trabajo imposible de llevar a cabo.
THOMPSON: Pero en los álbumes del Incal hay cierta evolución...
GIRAUD: Me divierto mucho sentándome frente a la mesa de dibujo y desplegando variaciones de mi estilo, de las que, y te lo digo como testigo de primera, me declaro impotente [risas]. Me digo: "es divertido, pero está tomando un cariz extraño". Pero cuando te sientas frente a la mesa de dibujo tienes que coger al toro por los cuernos. No esperas a que la inspiración te llegue o no. A menudo solía compensar la calidad de mis dibujos con la cantidad. Cuando metes 10.000 trazos en tu dibujo, la gente se queda impresionada [risas]. "¡Cuantísimo trabajo!" Pero si solo hay cinco, y están en el sitio adecuado, tampoco dices: "¡Cuánto trabajo!", sino: "Ah, este dibujo tiene muy buen aspecto. Es muy agradable". Que parezca una simplificación, una síntesis, una purificación de mi trabajo, no responde a una decisión consciente, aunque forma parte de una serie de reglas que todos mis profesores han intentado inculcarme, que es que la precisión se alcanza con la simplicidad -lo que significa que la belleza llega con la simplicidad-, y la simplicidad es precisión.
THOMPSON: La imagen de los cristales parece muy importante en tu obra. ¿Forma parte de esa búsqueda de la pureza y la simplicidad?
MOEBIUS: Ahora entramos en un terreno diferente del estilo, el de la temática. Además, el hecho de que ese gusto propio me haya conducido a dibujar cristales tres o cuatro veces ha atraído la atención de personas interesadas en los cristales, que me han preguntado, ya que me interesa dibujarlos, si me gustaría hacer algunas ilustraciones sobre el tema para algún evento, o para un libro. Y de repente ese gusto personal me ha empujado en una dirección profesional que no había anticipado. Pero he ido tras ella porque me parecía un accidente interesante. Intento sopesar las propuestas que me hacen con todo mi corazón, para comprobar si tienen algún tipo de resonancia en mi interior. A veces no ocurre, sino que me provocan cierta incomodidad, y otras me parece una buena señal. "Me está conduciendo hacia terrenos que no me gustan mucho, en los que no quiero entrar. Es interesante, veamos qué ocurre". Sé que a veces estas áreas en las que no quieres profundizar son donde hay más trabajo por hacer. Por lo que en ocasiones, acepto trabajos rarísimos que me hacen sudar como un loco, que conllevan una cantidad horrible de tiempo, pero no porque sea masoquista, sino porque sé que serán buenos para mí, que me harán descubrir nuevas facetas.
THOMPSON: ¿Tu experimentación como Moebius se ha visto reflejada en tu trabajo en Blueberry?
GIRAUD: Si, un poco. En la forma de ejecutar algunas historias de Moebius había una espontaneidad que liberó mis manos y mi mente, y me enseñó que estaba mal tener miedo, que no debería dudar en hacer ciertas cosas, que de vez en cuando tenía que saltar con los ojos cerrados. Lo único a lo que te arriesgas es a fastidiar un dibujo [risas], por lo que empezarás a trabajar 20 minutos tarde. Te ves constantemente sorprendido por nuevos elementos. Me estuve fijando en un tomo de Milton Caniff, y sus negros te dejan hipnotizado, la forma en la que aplicaba las masas de color negro con el pincel me parece maravillosa, llena de libertad. Es algo que hasta cierto punto yo he perdido en los últimos años, y en el último Blueberry, algo que he intentado recuperar, las masas de negro y el sombreado. Pero es difícil.
THOMPSON: Estos últimos años has colaborado en un par de proyectos de animación, más activamente en "Los amos del tiempo" [Les Maitres de Temps], que desafortunadamente aún sigue en la recámara. ¿Crees que tu trabajo en la animación ha influido en la simplificación gráfica de la que hemos hablado?
GIRAUD: Mi trabajo en la animación me llevó a la situación de la que hemos estado hablando, me resultó extremadamente incómodo, casi desagradable. De hecho, pasé por la misma experiencia que cuando estuve trabajando con Jodorowsky en Dune. Porque cuando colaboras con otra gente en el cine o en la publicidad, te dicen: "No, no vamos a hacer eso. Mueve el dibujo un poco a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, hazlo más grande, más pequeño...", mientras que cuando haces cómics como yo, es más cómodo, porque soy totalmente libre. Si quieres plantar un zurullo en el medio de la página, nadie te avisa: "No, no puedes plantar un zurullo en mitad de la página" [risas]. Soy el único que se impone limitaciones, y como artista, sueles tender a abrazar cierta complacencia, incluso a nivel inconsciente. Como dice Charlier, siempre te estás haciendo regalos. Charlier asegura que los dibujantes que escriben sus propios guiones tienden a dibujar cosas que les gusta dibujar. Como resultado, las historias no siempre poseen la lógica dramática que deberían tener: siguen el capricho gráfico del artista. He de admitir que tiene bastante razón. Para mis historias de Moebius se me ocurrieron muchas ideas y direcciones que me hubiese gustado explorar más, por ejemplo en "El Garaje Hermético", pero que no llevé a cabo porque hubiese sido muy complicado dibujarlas. No estaba listo para hacerlo [risas]. Así que en realidad, básicamente dibujé cosas con las que me divertía. Algunas veces la lógica me obliga a dibujar algo que no me interesa tanto, pero siempre intento encontrar algún tipo de salida, por lo que el siguiente dibujo tiene que ser al menos tan placentero como el anterior [risas]. Puede que ese sea uno de los secretos de Moebius, ¡pero ahora me arrepiento de haberlo desvelado! [risas].
LOFFICIER: No me parece tan malo que la gente a veces se obligue a hacer cosas que no quiere. Por ejemplo, decidimos que sería una buena idea hacer cinco nuevas páginas de "Arzach" para el segundo álbum publicado por Marvel. Así que de alguna forma presionamos a Jean para que las dibujara, aunque no le entusiasmó demasiado. En el análisis final de la situación, se puede ver que todo el mundo quedó contento con los resultados, incluyendo al editor francés que se iba a encargar de la historia.
GIRAUD: Siempre es una situación ambivalente. No en este caso concreto, pero como ocurre con el trabajo para los dibujos animados o el cine, no suele ser muy cómodo. Sé que voy a sufrir, pero también que me hará bastante bien. Si quieres deshacerte de la tripa, tienes que ponerte a hacer abdominales durante año, y en esto ocurre lo mismo. Sufres [risas], es doloroso, no te sientes a gusto, preferirías ir a desayunar copiosamente, pero has tomado una decisión y sigues adelante. Después de un año, tu estómago es plano y estás contento. Nadie consigue algo sin nada a cambio. Llega un momento en el que tienes que ir al baño, extraer satisfacción del sufrimiento.
THOMPSON: "Sin sacrificio no hay beneficio".
GIRAUD: Cierto. Hasta cierto punto, ese fue el caso con "Los amos del tiempo" [risas].
LOFFICIER: Pero no ocurre lo mismo con tu trabajo para la industria cinematográfica, ¿verdad? Por ejemplo, en "Masters del Universo", que tampoco era especialmente interesante. Fue como una recomposición del personaje del Hechicero. Un buen ejemplo de que se puede trabajar en alguna tontería y conseguir resultados bonitos.
GIRAUD: Hay cosas que pueden ser incómodas y estupendas al mismo tiempo. Se aprenden cosas. Te hace evolucionar. Es otro consejo que le daría a los jóvenes historietistas: no evites los desafíos, mejor búscalos. Busca las situaciones incómodas. Ese sí que es un consejo verdaderamente bueno [risas].
LOFFICIER: En lugar de copiar sistemáticamente a otros dibujantes.
GIRAUD: Si, y no buscar un mentor, o la inspiración, solo entre compañeros. Aunque de todas formas, es un consejo absolutamente idiota, porque a todo el mundo le influencian muchas cosas: el mundo de la política, el cine...
LOFFICIER: No es tan idiota: hay muchísimos autores cuyo alimento principal está formado por lo que hacen otros historietistas, lo que no era tan cierto hace 15 años. Hay gente que ahora se está fabricando una carrera de prestigio con lo que esencialmente solo es una regurgitación, más pulida, de...
THOMPSON: O menos.
LOFFICIER: A veces menos, pero igualmente es una aberración. Por ejemplo, antes hemos estado hablando sobre John Byrne. Ha hecho un extenso, y muy moderno, uso de las estructuras narrativas de Jack Kirby.
GIRAUD: Pero eso tampoco está mal. No me opongo a esas cosas. Si el autor sabe lo que está haciendo.
THOMPSON: Y aún así, hay una línea que separa a John Byrne de Yves Chaland, ¿no crees, Jean-Marc?
LOFFICIER: Bueno, lo de Yves Chaland también me molesta un poco. Encuentro problemático que alguien se confine en el estilo de los cincuenta de Jijé...
GIRAUD: Me dijeron lo mismo en mis comienzos. ¡Que también tenía el mismo estilo de Jijé en los cincuenta [risas]!
LOFFICIER: Pero partiendo de ese estilo, has ido evolucionando.
GIRAUD: Como Chaland. Su obra es muy interesante. No es nada apocado. Lo conozco en persona, y es alguien muy agudo.
LOFFICIER: Hay cierta comodidad psicológica en el hecho de encontrar refugio a la sombra de otro estilo...
GIRAUD: Sin embargo, lo hace porque le encanta. No me parece una cuestión de oportunismo.
LOFFICIER: La gente que lo hace bien, lo hace por amor a un autor. A John Byrne le encanta Kirby, de una forma nostálgica y de todo corazón. Pero creo que limita un poco.
GIRAUD: Por otro lado, los límites de alguien...
LOFFICIER: ...pueden ser el paraíso de otra persona.
GIRAUD: ...son el infinito para otro [risas]. Volviendo a la analogía de la montaña, propongo otra comparación: en lugar de hablar sobre montañas, hablemos de cielo e infierno. Viajas desde el infierno hasta el cielo, y cuando llegas a la cima del cielo, te vuelves corriendo al infierno desde ese paraíso superior [risas.] Esto también me recuerda el concepto de la aridez: cuando entras en un nuevo campo, sufres, te resulta difícil, aún no lo tienes dominado, todavía no has alcanzado el paraíso.
THOMPSON: Cuando Metal Hurlant publicó "Arzach", "Jerry Cornelius", etc, se produjo una reacción en su contra, ¿no?
GIRAUD: No. Bueno, hubo cierta reacción contra el concepto de las historias sin argumentos. Aunque de hecho, era solo una forma diferente de encontrarlo. Lo único con lo que podía hacer frente a las críticas era mediante mi versatilidad, mi habilidad para cambiar entre estilos. De todas formas, cuando salió "Arzach" precipitó la eclosión de varios artistas que intentaron hacer cosas similares. Se podría tildar de epidemia, pero a algunos autores les intrigaba mi actitud de puertas abiertas y de hacer las cosas por uno mismo, aunque a veces diese resultados mixtos, especialmente en revistas como Metal Hurlant, para un mercado más o menos de masas.
LOFFICIER: Supongo que la reacción negativa en los Estados Unidos que mencionas, se debe a un retroceso puritano.
THOMPSON: Es posible, pero es bastante difícil encontrar autores o críticos afines en los Estados Unidos que tengan algo bueno que decir sobre Heavy Metal. Ciertos autores, como Moebius, Druiller, y otros, son populares, pero la inmensa mayoría...
GIRAUD: Mira, como autor y como crítico, Heavy Metal me parece una estupidez. Es un batiburrillo. La revista no tiene una línea definida. En realidad es un catálogo absurdo, sin coherencia alguna, que sigue todo tipo de tendencias. Por eso se la puede criticar sin problema.
LOFFICIER: Es la diferencia principal entre Heavy Metal y Metal Hurlant. Metal Hurlant tenía un método, una postura política, una selección de autores en una etapa parecida de evolución personal. Mientras que Heavy Metal intentaba trasplantar a los Estados Unidos una evolución que todavía no había empezado en este país, pero que quizá lo haría en años siguientes. Intentaron imponer al público una evolución artificial.
GIRAUD: Quizá suene extraño, pero en Metal Hurlant se puede encontrar un ánimo parecido al que veo en L.A. Weekly.
LOFFICIER: O en el Village Voice.
GIRAUD: O en el Village Voice. Si le quitas esas raíces se convierte en algo inquietante.
THOMPSON: Tu relación con el cine, que ha continuado con la producción y el trabajo de diseño de algunas películas como Alien, Tron y Masters del Universo, tuvo lugar al juntarte con Alejandro Jodorowsky en el proyecto abortado de Dune. ¿Cómo llegásteis a conoceros?
GIRAUD: ¿Cómo conocí a Jodo? Buuuf... Podría responder que nos conocimos porque teníamos que conocernos [risas].
THOMPSON: Estaba predestinado...
GIRAUD: ...en el gran libro [risas]. Tiene mucho que ver con la relación entre los cómics y el cine. Lo que trae a colación una cuestión diferente, a saber, la propia relación entre ambos medios. El cine siempre ha intentado enriquecerse integrando en el proceso de producción elementos ajenos, elementos de otras formas artísticas más libres, de naturaleza menos industrial. Los aspectos más industriales de las películas suponen tanto su punto fuerte como su debilidad: las ideas, las tendencias estéticas, las corrientes de estilo, tienden a ser laminadas por el sistema de producción. Cuando un artista que trabaja en ese tipo de sistema conoce a un escritor sin obligaciones prácticas, que tiene completa libertad para usar su hoja de papel en blanco, o a un autor, de cómics o de artes plásticas, capaz de enfilar la dirección que le apetezca sin ataduras, se da cuenta de que esa gente está explorando nuevas direcciones que podrían inyectar un poco de vitalidad en el sistema industrial cinematográfico, que es más lento y pesado, con una dificultad de movimientos mayor. Los dos medios terminan padeciendo: la unión siempre resulta dolorosa. Pero para que eso suceda, por lo general son los creadores del mundo del cine quienes se fijan con atención para intentar encontrar a los autores que podrían ayudarlos. Y con menos frecuencia, los productores. Hay algunos productores que están muy bien informados, y directores de mente estrecha. En este caso en particular, se produjo un encuentro de ese cariz entre el mundo del cine -Jodo-, y el de los cómics -Moebius-. Giraba en torno al proyecto Dune, que terminó por no llevarse a cabo, pero continuamos nuestra relación personal. Conocer a Jodorowsky no ha sido un encuentro profesional sin colaboraciones de ningún tipo más, sino que se ha convertido en algo esencial en mi vida. Ha supuesto un punto de inflexión verdaderamente importante en mi biografía, y además, me ha demostrado que la vida personal y profesional se pueden entrelazar de una forma inextricable.
THOMPSON: ¿Cuántos capítulos de la saga de El Incal habéis hecho hasta el momento?
GIRAUD: Cuatro. En lugar de hacer lo que estoy haciendo, debería estar trabajando en el quinto [risas]. Siempre surge algo que me impide empezar con la primera página. Pero en cuanto empiece, ya no voy a poder parar [risas].
LOFFICIER: Si Marvel se queda contenta con las ventas de los primeros seis álbumes de Moebius, nos gustaría continuar la colección con los álbumes del Incal. Todavía no los hemos editado porque iban a ser seis tomos en total, y cada uno continúa en el siguiente. No puedes empezar a mitad de la saga. Al Incal se le ha imitado mucho. Me fijé en un comic book que...
GIRAUD: El propio Incal no es sino una imitación... su origen es una serie que hice con Dan O´Bannon titulada "The Long Tomorrow".
LOFFICIER: Roy Thomas me pasó un número de "Kelvin Mace", que le regalé a tu hijo, en la que reconocí un montón de ilustraciones que me recordaban al primer tomo del Incal. No sé de quién era el dibujo [Klaus Schoenefeld], pero estaba muy bien, ese tío tenía talento.
THOMPSON: Lo tenía. Falleció hace algunos años.
GIRAUD: Oh, qué mal. Me gustaba.
THOMPSON: Tu obra más reciente exhibe un acabado más sencillo y refinado. ¿Es una decisión estética o filosófica?
GIRAUD: [Sigh.] No tengo planeada trayectoria gráfica alguna, no hay nada premeditado. No me propongo cosas en plan: "de acuerdo, en la carrera de Moebius voy a hacer esto de esta forma, y luego evolucionaré hacia este otro lado". Cuando te levantas cada mañana y te pones a dibujar, haces lo que te pide el cuerpo. Algo con lo que te lo pases bien, porque de otra forma, se convertiría en un trabajo imposible de llevar a cabo.
THOMPSON: Pero en los álbumes del Incal hay cierta evolución...
GIRAUD: Me divierto mucho sentándome frente a la mesa de dibujo y desplegando variaciones de mi estilo, de las que, y te lo digo como testigo de primera, me declaro impotente [risas]. Me digo: "es divertido, pero está tomando un cariz extraño". Pero cuando te sientas frente a la mesa de dibujo tienes que coger al toro por los cuernos. No esperas a que la inspiración te llegue o no. A menudo solía compensar la calidad de mis dibujos con la cantidad. Cuando metes 10.000 trazos en tu dibujo, la gente se queda impresionada [risas]. "¡Cuantísimo trabajo!" Pero si solo hay cinco, y están en el sitio adecuado, tampoco dices: "¡Cuánto trabajo!", sino: "Ah, este dibujo tiene muy buen aspecto. Es muy agradable". Que parezca una simplificación, una síntesis, una purificación de mi trabajo, no responde a una decisión consciente, aunque forma parte de una serie de reglas que todos mis profesores han intentado inculcarme, que es que la precisión se alcanza con la simplicidad -lo que significa que la belleza llega con la simplicidad-, y la simplicidad es precisión.
THOMPSON: La imagen de los cristales parece muy importante en tu obra. ¿Forma parte de esa búsqueda de la pureza y la simplicidad?
MOEBIUS: Ahora entramos en un terreno diferente del estilo, el de la temática. Además, el hecho de que ese gusto propio me haya conducido a dibujar cristales tres o cuatro veces ha atraído la atención de personas interesadas en los cristales, que me han preguntado, ya que me interesa dibujarlos, si me gustaría hacer algunas ilustraciones sobre el tema para algún evento, o para un libro. Y de repente ese gusto personal me ha empujado en una dirección profesional que no había anticipado. Pero he ido tras ella porque me parecía un accidente interesante. Intento sopesar las propuestas que me hacen con todo mi corazón, para comprobar si tienen algún tipo de resonancia en mi interior. A veces no ocurre, sino que me provocan cierta incomodidad, y otras me parece una buena señal. "Me está conduciendo hacia terrenos que no me gustan mucho, en los que no quiero entrar. Es interesante, veamos qué ocurre". Sé que a veces estas áreas en las que no quieres profundizar son donde hay más trabajo por hacer. Por lo que en ocasiones, acepto trabajos rarísimos que me hacen sudar como un loco, que conllevan una cantidad horrible de tiempo, pero no porque sea masoquista, sino porque sé que serán buenos para mí, que me harán descubrir nuevas facetas.
THOMPSON: ¿Tu experimentación como Moebius se ha visto reflejada en tu trabajo en Blueberry?
GIRAUD: Si, un poco. En la forma de ejecutar algunas historias de Moebius había una espontaneidad que liberó mis manos y mi mente, y me enseñó que estaba mal tener miedo, que no debería dudar en hacer ciertas cosas, que de vez en cuando tenía que saltar con los ojos cerrados. Lo único a lo que te arriesgas es a fastidiar un dibujo [risas], por lo que empezarás a trabajar 20 minutos tarde. Te ves constantemente sorprendido por nuevos elementos. Me estuve fijando en un tomo de Milton Caniff, y sus negros te dejan hipnotizado, la forma en la que aplicaba las masas de color negro con el pincel me parece maravillosa, llena de libertad. Es algo que hasta cierto punto yo he perdido en los últimos años, y en el último Blueberry, algo que he intentado recuperar, las masas de negro y el sombreado. Pero es difícil.
THOMPSON: Estos últimos años has colaborado en un par de proyectos de animación, más activamente en "Los amos del tiempo" [Les Maitres de Temps], que desafortunadamente aún sigue en la recámara. ¿Crees que tu trabajo en la animación ha influido en la simplificación gráfica de la que hemos hablado?
GIRAUD: Mi trabajo en la animación me llevó a la situación de la que hemos estado hablando, me resultó extremadamente incómodo, casi desagradable. De hecho, pasé por la misma experiencia que cuando estuve trabajando con Jodorowsky en Dune. Porque cuando colaboras con otra gente en el cine o en la publicidad, te dicen: "No, no vamos a hacer eso. Mueve el dibujo un poco a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, hazlo más grande, más pequeño...", mientras que cuando haces cómics como yo, es más cómodo, porque soy totalmente libre. Si quieres plantar un zurullo en el medio de la página, nadie te avisa: "No, no puedes plantar un zurullo en mitad de la página" [risas]. Soy el único que se impone limitaciones, y como artista, sueles tender a abrazar cierta complacencia, incluso a nivel inconsciente. Como dice Charlier, siempre te estás haciendo regalos. Charlier asegura que los dibujantes que escriben sus propios guiones tienden a dibujar cosas que les gusta dibujar. Como resultado, las historias no siempre poseen la lógica dramática que deberían tener: siguen el capricho gráfico del artista. He de admitir que tiene bastante razón. Para mis historias de Moebius se me ocurrieron muchas ideas y direcciones que me hubiese gustado explorar más, por ejemplo en "El Garaje Hermético", pero que no llevé a cabo porque hubiese sido muy complicado dibujarlas. No estaba listo para hacerlo [risas]. Así que en realidad, básicamente dibujé cosas con las que me divertía. Algunas veces la lógica me obliga a dibujar algo que no me interesa tanto, pero siempre intento encontrar algún tipo de salida, por lo que el siguiente dibujo tiene que ser al menos tan placentero como el anterior [risas]. Puede que ese sea uno de los secretos de Moebius, ¡pero ahora me arrepiento de haberlo desvelado! [risas].
LOFFICIER: No me parece tan malo que la gente a veces se obligue a hacer cosas que no quiere. Por ejemplo, decidimos que sería una buena idea hacer cinco nuevas páginas de "Arzach" para el segundo álbum publicado por Marvel. Así que de alguna forma presionamos a Jean para que las dibujara, aunque no le entusiasmó demasiado. En el análisis final de la situación, se puede ver que todo el mundo quedó contento con los resultados, incluyendo al editor francés que se iba a encargar de la historia.
GIRAUD: Siempre es una situación ambivalente. No en este caso concreto, pero como ocurre con el trabajo para los dibujos animados o el cine, no suele ser muy cómodo. Sé que voy a sufrir, pero también que me hará bastante bien. Si quieres deshacerte de la tripa, tienes que ponerte a hacer abdominales durante año, y en esto ocurre lo mismo. Sufres [risas], es doloroso, no te sientes a gusto, preferirías ir a desayunar copiosamente, pero has tomado una decisión y sigues adelante. Después de un año, tu estómago es plano y estás contento. Nadie consigue algo sin nada a cambio. Llega un momento en el que tienes que ir al baño, extraer satisfacción del sufrimiento.
THOMPSON: "Sin sacrificio no hay beneficio".
GIRAUD: Cierto. Hasta cierto punto, ese fue el caso con "Los amos del tiempo" [risas].
LOFFICIER: Pero no ocurre lo mismo con tu trabajo para la industria cinematográfica, ¿verdad? Por ejemplo, en "Masters del Universo", que tampoco era especialmente interesante. Fue como una recomposición del personaje del Hechicero. Un buen ejemplo de que se puede trabajar en alguna tontería y conseguir resultados bonitos.
GIRAUD: Hay cosas que pueden ser incómodas y estupendas al mismo tiempo. Se aprenden cosas. Te hace evolucionar. Es otro consejo que le daría a los jóvenes historietistas: no evites los desafíos, mejor búscalos. Busca las situaciones incómodas. Ese sí que es un consejo verdaderamente bueno [risas].
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